Eduardo Lázaro | Y eso es lo más importante. Haber salido con vida de un choque que se envenenó tras empezar con una traca que duró los tres primeros petardazos que repelió mi tocayo Eduardo —gran portero— y la defensa portuguesa. A partir de ahí, ¿qué quieren que les cuente? Cada cual sacará sus conclusiones, y yo, después de meditarlo, he decidido tomar la vía del optimismo y la confianza.
Sí, hemos vuelto a jugar con un doble pivote inefectivo y nefasto; un doble pivote que debilita la faceta ofensiva y que, además, no nos ayuda en la presión y en la recuperación de balones. Hemos vuelto a errar dejando en desuso desatascadores del juego como Cesc o Silva. Hemos sufrido una alarmante falta de ideas, de rapidez, de precisión y lo que es peor... de autoridad. Y, desde luego, que no hemos salido victoriosos ni por obra del tan manoseado doble pivote, ni por la entrada de Marchena o Pedro. Algunos dicen que Llorente ha sido la clave... bueno.
Quédense con un dato irrefutable: por mucho que se equivoque el seleccionador, por muy peliagudas que se pongan las cosas, terminamos ganando. Y perdónenme, pero eso es de selección grande. No diré yo que seamos la última maravilla balompédica, pero estamos en cuartos de final de un Mundial y, quizá, beneficiados por un cruce asequible para plantarnos en semifinales. Tómenlo así, les sabrá mucho mejor.
Veinticinco buenos minutos han servido para tumbar a la hermana pobre de la Península Ibérica, esa selección venida a menos comandada por el pobre más rico del mundo, el amigo de las cámaras y los gestos grandilocuentes... el hipervalorado y desaparecido CR9. ¿Saldremos vivos de una hipotética semifinal contra Argentina o Alemania? Quizá para entonces haya comprendido nuestro preparador lo que nos conviene y lo que no, pero aun así, ha quedado demostrado que tenemos lo suficiente para salir vivos.
Y sí, ¡viven!, y eso es suficiente para creer que quizá podamos tumbar a cualquiera.
Más Mundial | España encontró a Llorente (Más que Fútbol)
Imagen | El País
Sí, hemos vuelto a jugar con un doble pivote inefectivo y nefasto; un doble pivote que debilita la faceta ofensiva y que, además, no nos ayuda en la presión y en la recuperación de balones. Hemos vuelto a errar dejando en desuso desatascadores del juego como Cesc o Silva. Hemos sufrido una alarmante falta de ideas, de rapidez, de precisión y lo que es peor... de autoridad. Y, desde luego, que no hemos salido victoriosos ni por obra del tan manoseado doble pivote, ni por la entrada de Marchena o Pedro. Algunos dicen que Llorente ha sido la clave... bueno.
Quédense con un dato irrefutable: por mucho que se equivoque el seleccionador, por muy peliagudas que se pongan las cosas, terminamos ganando. Y perdónenme, pero eso es de selección grande. No diré yo que seamos la última maravilla balompédica, pero estamos en cuartos de final de un Mundial y, quizá, beneficiados por un cruce asequible para plantarnos en semifinales. Tómenlo así, les sabrá mucho mejor.
Veinticinco buenos minutos han servido para tumbar a la hermana pobre de la Península Ibérica, esa selección venida a menos comandada por el pobre más rico del mundo, el amigo de las cámaras y los gestos grandilocuentes... el hipervalorado y desaparecido CR9. ¿Saldremos vivos de una hipotética semifinal contra Argentina o Alemania? Quizá para entonces haya comprendido nuestro preparador lo que nos conviene y lo que no, pero aun así, ha quedado demostrado que tenemos lo suficiente para salir vivos.
Y sí, ¡viven!, y eso es suficiente para creer que quizá podamos tumbar a cualquiera.
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