martes, 30 de noviembre de 2010

La perfección arrolla al Real Madrid


Andrés Pérez | Los hagiógrafos a un lado y otro de la línea que, en apariencia, separa el bien del mal, aventuraban un partido espectacular. El del siglo, una vez más, pero esta la definitiva, los dos mejores jugadores del mundo frente a frente, los dos mejores entrenadores cara a cara, dos filosofías contrapuestas, dos formas de entender el fútbol, el juego, la competición, la vida, en suma. Eso decían, eso aparentaba el excelente partido de lunes que confrontaba a Barcelona, segundo, a un punto del líder, y Real Madrid, invicto en Liga hasta anoche. Nada de eso sucedió. Nada de eso, que nos contaban, era cierto. De hecho, sobre el campo tan sólo existió un conjunto: el Barça, poético como en las mejores ocasiones, perfecto, sutil, letal en la definición, metálico en la contención. Todo ello apagó un encuentro por el que se justifica toda una Liga, o eso nos dicen.

Recuerden que entre los dos conjuntos de anoche suman 280 millones de beneficios gracias a los derechos televisivos. Recuerden que, esta enorme cantidad de dinero que se embolsan, queda justificado por las millonarias audiencias que genera el encuentro, por el sublime espectáculo futbolístico que nos van a ofrecer. Sin duda, por la maravilla futbolística representada en los dos mejores equipos del mundo, del universo, de la Historia y de todo habido y por haber. Tampoco, esto último, parece ser real: el partido no tuvo emoción alguna, o no más allá de un ejercicio de superación personal por parte del Barça, para deleite de sus aficionados.

Para pasmo del espectador neutral. El Madrid, simplemente, se borró del mapa. Tampoco cabe interpretar en clave de temporada el partido de anoche: este Madrid, el mejor de los dos últimos años que llegaba al Camp Nou, no es el equipo deshilachado, psicológicamente débil e incapaz que sucumbió ante el conjunto de Guardiola. En el duelo de filosofías, que no lo es tal, una se impuso a la otra por el simple hecho de que una se puso en práctica. No es que el juego preciso, combinativo y abrumador del Barça definiera esta batalla atemporal entre un estilo u otro, es que el Madrid apenas presentó resistencia o argumentos con los que defender su forma de entender el fútbol.

Arrasado por completo por Xavi, excelso en la construcción, al Barça le bastó con tener una noche inspirada. A decir verdad, su noche más inspirada desde que comenzara la temporada. El gran mérito de este conjunto es saber rendir en los momentos decisivos, el de dar lo mejor de sí mismo cuando la oportunidad lo requiere. Más allá del talento, ese gen competitivo que atesora toda una generación de canteranos en la Masía es la que define los campeonatos, la historia. Ayer un equipo compitió con todas sus virtudes y defectos. Otro no lo hizo. El resultado es un evidente cinco a cero.

No significa, no obstante, este hecho que el Madrid esté cinco peldaños por debajo del Barça. El partido tiene que ser analizado en su contexto, en su justa medida: situación puntual por las circunstancias en las que se ha desenvuelto el juego. Por descontado, el Madrid de Mourinho es inferior al Barça de Guardiola, o al menos lo fue anoche. Es decir, el Madrid, este Madrid, aún no sabe compartir en situaciones de máximo rendimiento, algo que el Barça porta como seña de identidad. En cualquier caso, la de anoche no es la diferencia real: el potencial del Madrid se ha demostrado más alto y, de hecho, cuesta imaginar que el Barça termine esta temporada, por ejemplo, con dieciocho puntos de ventaja, seis victorias por encima del Madrid.

Sea como fuere queda felicitar a un Barça espectacular. Fascinante en todos sus aspectos, legendario. Los adjetivos se quedan cortos porque ya se han despachado en infinidad de ocasiones.

Cabe preguntarse, eso sí, si merece la pena adulterar toda una competición por un partido como el de anoche. Por un enfrentamiento que, les digan lo que les digan, les cuenten lo que les cuenten, sigue siendo otro partido de fútbol más, que asegura de antemano la misma emoción, el mismo espectáculo, la misma vibración que el resto de partidos de fútbol de la Liga: ninguno.

Imagen | El País

lunes, 29 de noviembre de 2010

Por qué la Liga española es peor que la Premier


Andrés Pérez | Ayer Twitter se revolucionó tras amanecer con un interesante artículo de John Carlin en El País. Las palabras del afamado periodista inglés causaron todo un aluvión de respuestas, gran parte de ellas negativas en tanto que los datos ofrecidos por el redactor estaban sesgados y eran tendenciosos. En lo esencial, Carlin criticaba el proceso por el cual la Liga española quedaba reducida año tras año a un pulso legendario pero solitario entre Real Madrid y Barcelona, advirtiendo al mismo tiempo de los riesgos que esta singularidad podría provocar en la competición: su propia muerte.

El titular era todo un preludio de lo que se desarrollaría en el texto, Crónica anunciada de la muerte de la Liga española:

Échenle un vistazo a la tabla de la Premier League escocesa y a la de la Primera División española. Los números del Celtic y el Rangers son casi iguales que los del Real Madrid y el Barcelona, con la diferencia de que los dos grandes españoles conceden menos goles por partido y marcan más. Los locutores de televisión españoles nos siguen chillando que aquí tenemos la mejor Liga del mundo, pero ni ellos se lo creen. ¿Cuándo se van a enterar de que insistir en semejante bobada demuestra una enorme falta de respeto hacia el telespectador?

No le falta razón a Carlin cuando señala que la competición española no difiere tanto de la escocesa, al menos en la estructura del campeonato. Algo, claro, que devalúa el prestigio de la Liga.

No crean que en el resto de Europa no se dan cuenta. Los periodistas, los ex jugadores, los blogueros y demás opinadores de Inglaterra, Italia, Alemania, Francia, Noruega o donde sea se cachondean de lo que está pasando aquí. La Liga española no solo no es la mejor del mundo, dicen, sino que compite con la escocesa por ser la peor.

Hasta ahí bien, Carlin no dice nada que más o menos no se haya señalado en otros foros españoles. El problema, y por lo que deduzco se desata la polémica, surge cuando Carlin aporta como argumentos de peso las goleadas que tanto Barça como Madrid consiguen cada fin de semana, siendo el Almería 0 - 8 Barcelona la cima de la superioridad del poderoso sobre el débil. Cuesta entender cómo un inglés, conocedor del fútbol y periodista de prestigio cae en un error tan tendencioso. Porque es un dato tendencioso.

Una breve relación de goleadas en la Premier League inglesa que tan felizmente glosa Carlin: el Chelsea consiguió nada más comenzar la Liga dos 6-0, y este mismo fin de semana el Manchester United ha anotado siete tantos, cinco de ellos de Berbatov. No parece pues una goleada el mejor baremo para medir la calidad de uno y otro campeonato.

Diferencias entre los grandes y los pequeños las habrá siempre. Goleadas también. Es absurdo intentar medir la calidad de una Liga por el número de goles anotados puesto que, en ese caso, la italiana pasaría por ser el campeonato más igualado del planeta cunado no se trata más que de otra forma de entender el fútbol. Claro que, hay diferencias y diferencias. Y Carlin le hubiera dado un mayor peso a su artículo con los siguientes ejemplos, que reflejan algo mejor la actual situación de desnivel en la liga española y en la liga inglesa:

Partidos perdidos

Me remitiré únicamente a los datos de la temporada pasada, culmen en este sentido de la enorme diferencia creada entre el Madrid, el Barça y el resto.

El campeón de la Liga española, el Barça, perdió un único partido en toda la temporada. El Madrid, su único e inmediato seguidor, cayó en cuatro ocasiones. En total, ambos equipos, primero y segundo, perdieron cinco partidos en todo el campeonato. Esto implica una brecha evidente entre los dos grandes y el resto de conjuntos: tan sólo en momentos de lógico bajón de rendimiento algunos conjuntos fueron capaces de vencerles.

En total, sólo tres equipos pudieron imponerse a uno de los dos: Atlético de Madrid, Sevilla y Athletic de Bilbao. Situaciones puntuales. Por lo demás, tanto Madrid como Barça cumplían como meros trámites el resto de partidos: ganaron 31 de 38 partidos.


Premier League: el Chelsea, campeón, perdió seis partidos. El Manchester United hizo lo propio una vez más, siete. Entre ambos suman trece derrotas en toda la temporada, más del doble que los dos primeros del campeonato español. La lectura preliminar da a entender que en Inglaterra hay un mayor elenco de conjuntos capaces de imponerse a los dos principales favoritos y que, por tanto, hay mayor igualdad.

Ocho equipos hincaron el diente a los dos primeros clasificados: Manchester City, Aston Villa, Everton, Tottenham, Wigan, Burnley, Fulham y Liverpool. Paradójicamente, el tercer clasificado, el Arsenal, perdió sus dos partidos ante Chelsea y United. En la relación de equipos que se impusieron a los dos más poderosos encontramos, incluso, a un descendido. Algo impensable y muy improbable en la Liga española.

Diferencia de puntos

Otro factor que mide la competitividad de un campeonato u otro es la diferencia de puntos entre los primeros y los siguientes.

En la Liga española Barça y Madrid obtuvieron 99 y 96 puntos respectivamente, rozando conjuntamente los 200. La diferencia entre el primer clasificado y el tercero es abrumadora: el Valencia consiguió 71 puntos, 28 menos que el Barça y 25 menos que el Real Madrid.


En Inglaterra, por contra, el tercer clasificado, el Arsenal, se mantuvo a 10 puntos del Chelsea. Para encontrar una diferencia semejante a la del Barça (primer clasificado en España) y el Valencia (tercer clasificado) en Inglaterra hay que irse hasta la octava posición. Allí se ubica el Everton, que hubiera necesitado 24 puntos más para igualar la puntuación del campeón. Esto es: mientras que en Inglaterra hay ocho equipos en menos de treinta puntos, en España hay dos.


En la Liga española, el octavo clasificado, el Athletic de Bilbao, se clasificó a 42 puntos del campeón. Para encontrar una diferencia semejante en la Liga inglesa hay que descender hasta la decimotercera y decimocuarta posición: Sunderland (-42 respecto al Chelsea) y Bolton (-47). Parece evidente que las diferencias son menos acusadas en el campeonato británico.

Conclusión

En Inglaterra hay un elenco de equipos mucho más amplio capaz de plantar cara a los dos conjuntos favoritos a alzarse con el campeonato. ¿Significa esto que hay más candidatos al campeonato? No. Significa que los favoritos y los que al final se jugarán la Liga por presupuesto y plantilla tienen mayores dificultades a la hora de cumplir sus objetivos y que las posibilidades de que aparezca un tercer equipo en discordia son más altas dada la menor brecha entre los dos primeros y el resto. En España, esta última posibilidad, habida cuenta de la facilidad con la que Madrid y Barça se imponen al resto, es muy improbable.

En esencia, los campeonatos se disputan entre dos o tres equipos anualmente. Siempre sucede así. En Inglaterra han ganado el campeonato cuatro equipos distintos en los últimos quince años. En España cinco. ¿Significa eso que hay un mayor nivel competitivo, en la actualidad, en España? No. La competitividad se debe medir por la dificultad mediante la cual los grandes obtienen sus victorias, y, habida cuenta de los datos, los grandes en Inglaterra encuentran mayor oposición que en España, donde apenas hay resistencia.

Es cuanto menos discutible pretender equiparar la situación de ambas ligas hoy aportando datos de hace quince años. El problema de la Liga es del presente y nace en el ya comentado fatal reparto de los beneficios televisivos, donde Madrid y Barcelona se llevan 140 millones de manera independiente. En este post de Ruben Uría se aprecian las notables diferencias entre la Liga española y el resto. Las diferencias económicas aquí son mucho más acusadas.

A menor reparto equitativo del dinero, mayor es la brecha entre poderosos y débiles. No hay que ser ningún erudito para deducirlo. A fin de cuentas, nos guste en mayor o medida Carlin, se equivoque en sus argumentos y haga un análisis sesgado o no, todo se reduce a lo que comenta al final del artículo:

No importa cuál sea la posición en la tabla de los rivales del Chelsea, el Manchester United o el Arsenal: antes de cada partido, todos saben que puede pasar cualquier cosa. Los estadios están llenos, las gradas vibran. Hay teatro, hay emoción.

Y en España no hay emoción.

Fuente | Wikipedia

viernes, 26 de noviembre de 2010

Pensamientos a vuela pluma sobre los derechos televisivos


Andrés Pérez | Imaginen que en el mundo solo existieran el Barça y el Madrid. Plantéense la posibilidad: qué maravilla, tener un clásico todos los fines de semana, disfrutar de Messi y Ronaldo todos los días del año, sumergirnos en la vorágine dulce, épica y gloriosa de la eterna rivalidad, de la bipolarización absoluta del deporte, de dos equipos luchando por La Gloria, en plan grandilocuente.

A los cuatro fines de semana usted, yo y cualquier ser humano con un mínimo de expectativas se sentiría defraudado por completo. El misticismo terminaría porque se convertiría en rutina, la muerte cerebral del aficionado que habría sucumbido a un juego sin interés, sin alternativas, sin posibilidades de reinventarse.

La actual disposición de los derechos televisivos en España conduce exactamente a la alegoría remota y, deseemos, imposible que se ha descrito más arriba. Barça y Madrid, únicamente, se reparten un 34% de los beneficios de las televisiones. Más de la mitad de los equipos de Primera División el 43%. No parece muy equitativo.

Sí, se sabe: el Madrid y el Barça generan audiencias millonarias, son los equipos a los que todo el mundo desea ver. No hay noticias de quien prefiera un Espanyo - Getafe. Lo que no les explican es que sin Getafes de la vida ante los que jugar cada semana no existiría el Barça - Madrid como concepto. La competitividad es la base del espectáculo, y para eso son necesarios más de dos equipos.

Los dos grandes no están dispuestos a hacer un bote común del 50% en la tarta de los beneficios televisivos y repartir el restante en función de la posición y las audiencias. Eso, al parecer, es un grave inconveniente para ambos a pesar de que, como la lógica indica, sus beneficios seguirían siendo muy superiores al resto y semejantes a los actuales.

La avaricia suele romper el saco. Media Liga se hallará en la cuerda floja de seguir así el reparto de los beneficios. Entre tanto, Alemania e Inglaterra disfrutan de un alto nivel competitivo. Pero la realidad es secundaria. Lo importante es no ceder.

(Este artículo se ha escrito en los últimos quince minutos de un módulo impartido por Alejandro Lucea en el Título de Experto en Periodismo Deportivo que estoy cursando actualmente. Y, además, me sirve para retomar Más que Fútbol)


(click para agrandar)

Lectura recomendada | Sobre el reparto de los derechos televisivos (Diarios de Fútbol) | Veintiséis equipos denuncian una injusticia en el reparto de los derechos televisivoste (Marca)

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Piqué y la palabra del futbolista


Andrés Pérez | Qué previsibles son los dos sectores mediáticos que dominan la prensa deportiva española. Durante los dos últimos años, Alfredo Relaño, director del periódico As, llevó a sus páginas con frecuencia el término "villarato", una suerte de complot federativo en favor del Barcelona, cuyo presidente, Joan Laporta, ahora acusado de malversar fondos del club, gozaba de la amistad de Ángel María Villar, presidente de la RFEF. No se engañen: una ilusión, nada más lejos de lo que Relaño quería hacer creer. Por aquel entonces el Real Madrid sucumbía al Barça superlativo de Guardiola.

Ahora el turno es de la prensa de Barcelona, que no tiene nada que envidiar a la de Madrid en volumen de caspa generado por página, por más que sus columnistas gusten en mofarse de la supuesta habitual incultura castiza de los habitantes de la meseta. Tampoco podríamos exigir mucho más a Sport, por ejemplo, un periódico que cuenta entre sus columnistas a Carazo, este personaje. La libre se ha soltado: ahora que el Real Madrid aparenta ser un equipo con ínfulas de campeón, hoy por hoy ligeramente superior al Barça, quien habla de favoritismo arbitral es la prensa catalana. En favor del Madrid, faltaría más.

Es la historia mil y un veces repetida de una prensa forofa y radical que no atiende a razones sino a número de ventas. Aunque sea por ello imprescindible dinamitar el prestigio de su profesión, de su cabecera y la inteligencia de sus lectores. Sorprende, en todo caso, que a tan estúpido juego de declaraciones cruzadas y campañas arbitrales se sumen los futbolistas. Digamos que un futbolista no destaca habitualmente por su don de palabra: algunos privilegiados sí, como Xavi, Xabi Alonso, Fernando Torres o, retrocediendo en el tiempo, Michael Robinson o Cañizares, pero la mayoría se sienten incómodos ante los micrófonos. Villa es un ejemplo. Los menos, caminan entre dos aguas: hablan, pero se pasan de frenada.

Piqué afirma de manera contundente que "dentro de la Liga, el Madrid y el Barça son los equipos más favorecidos por los errores arbitrales porque hay mucha presión hacia los árbitros. Pero entre Madrid y Barça hay una gran diferencia a favor del Madrid". Sorprende que en estos tiempos de corrección política en todos los niveles sociales un futbolista se desmarque con estas palabras. El central considera abiertamente, de cara a la galería, algo novedoso, que el Madrid se ve "mucho" más beneficiado por las decisiones arbitrales que el Barça. Pobres. Del resto de conjuntos de la Liga ni hablamos, son meros comparsas que están ahí porque a alguien hay que ganar, ¿no, Gerard?

A falta de credibilidad, los complots buscan fuentes fiables que refuten sus paranoias. En este caso la fuente fiable, de prestigio, la que vive el día a día de la competición, es Piqué, un futbolista, la palabra de la que más se fía el aficionado ya que, no en vano, es él el protagonista, el portador de las penas y de las glorias, el todo en el fútbol. Su ejercicio es irresponsable y patético. Piqué se ha llenado del habitual victimismo catalán para reclamar no se sabe exactamente qué, imaginamos que muy frustrado al ser sancionado con tarjetas, algo habitual en la vida de un central. Así pues, el círculo se cierra: ahora también los futbolistas contribuyen a avivar un fuego falso, sucio e inmoral. El de la prensa deportiva y las conspiraciones arbitrales.

Lectura recomendada | Piqué acusa: "Al Madrid le ayudan más" (SportYou)
Imagen | SportYou

viernes, 5 de noviembre de 2010

Caminos cruzados


Andrés Pérez | Comienza el Madrid a parecer un equipo de altos vuelos. Su primera parte el pasado miércoles ante el Milan fue sencillamente asombrosa. Lo fue en dos sentidos: por un lado, demostró una capacidad inédita en los últimos cinco años de mostrarse profundamente superior a un rival de tallaje elevado como lo era este Milan, venido a menos, envejecido, desordenado, sí, todo eso, pero Milan a fin de cuentas; por otro, Higuaín anotó un tanto en San Siro: no es una noticia menor puesto que si algo se le podía reprochar al delantero argentino era precisamente su carencia de oportunismo y determinación ante conjuntos poderosos. Anoche su partido siguió siendo un espejismo de lo que demuestra frente a equipos de media tabla en la competición doméstica, pero un paso es un paso.

En lo tocante al rendimiento del Madrid, Mourinho comienza a observar los frutos de los automatismos que tan buenos resultados le dieron en Chelsea e Inter. Esto es, conseguir que cada jugador sepa en todo momento qué debe hacer. Se trata de una creatividad mecanizada y altamente efectiva que entronca con el caos habitual en el que el Real Madrid se sumía cada temporada, incluida la pasada, récord de goles superado inclusive. Comienza a jugar el Madrid de memoria y la calidad de sus jugadores permite triangulaciones rápidas, internadas por banda con dos falsos extremos como Higuaín —anoche obligado al ocupar Ronaldo la punta de ataque— y el creciente pero aún obtuso Di María.

A la electricidad que sus rápidos delanteros imprimen al ataque, el Madrid suma, a buen seguro, una de las mejores parejas de mediocentros de toda Europa: Xabi Alonso y Khedira aúnan una colocación táctica notable, llegada, disparo desde media y larga distancia, capacidad defensiva, técnica depurada, desplazamientos en largo, desplazamientos en corto y jerarquía. Ambos reflejan todo lo que debe ser un mediocentro entendido como tal, y la inteligencia sobrenatural de Xabi Alonso para leer los partidos del modo más simple pero más efectivo posible potencia las virtudes de su compañero Khedira, menos dotado para la creación, más peligroso y vertical en sus internadas hacia el área.

En honor a la realidad, toca aplaudir al Milan. De ser aficionados del Milan, deberíamos haber terminado todos con una enorme sonrisa y sensación de satisfacción tras el partido: como decía, un conjunto que cuenta con los principales jugadores de su plantilla y estandartes durante toda una década de la poderosa imagen rossonera en decadencia fue capaz de remontar un partido complicadísimo a base de inteligencia y coraje. La lucha casi embriagadora de Gattuso durante todo el partido o la forma en la que Inzaghi revolucionó el partido son suficientes atributos para satisfacer al aficionado medio. Dentro de la marea en la que se convirtió el partido, Inzaghi pescó como lo lleva haciendo toda su vida, y a este hombre no queda sino aplaudirle.

El partido, precioso, fue reflejo de lo que tanto uno como otro equipo representan: uno su potencial candidatura a rey de Europa, a falta de ajustar aún más la maquinaría y aprender de fallos garrafales de concentración como el que impidió que ganara el partido; el otro, los últimos coletazos de un grupo irrepetible, fenómeno, como el que representan los previamente citados junto a Pirlo o Nesta, últimos genios de una quinta a la que la historia colocará en su lugar. Parece, eso sí, un espejismo la travesía hacia ninguna parte en un equipo sin proyecto la de Ibrahimovic, Robinho o Ronaldinho. Pero esa ya es otra historia.

Imagen | El País