El
fútbol es esa cosa que nos hace deshinibirnos de la realidad, algo que permite al espectador olvidarse de sus problemas aunque sean muchos y algo que ayuda a solucionarlos si tu equipo gana.
Cuando la gente no futbolera se pregunta como once tipos pateando un balon de cuero para meterlo entre tres postes ha llegado a ser el deporte universal es porque no conoce historias como ésta, es porque no saben que en
Guinea un estadio entero es capaz de ponerse a cantar al unísono el himno nacional tras ver que no funcionaba al megafonía, es porque no saben que un gol, un partido, una jugada esperanzadora, puede sacar de la miseria mental a la que estaba sometida
Alemania allá, un lejano 1954.
No hacía más de 10 años que había terminado la
Segunda Guerra Mundial, que no hace falta explicar. Murieron 50 millones de personas, y Alemania (perdedora) destrozada, destruida y dividida. La particular batalla entre Capitalismo y Comunismo había divido el país provocador de la guerra en dos,
Alemania Federal (con capital en
Bonn y capitalista) y
Alemania Democrática Popular (con capital en
Berlín y comunista, bajo control soviético). El pueblo alemán a ambos lados del muro de la vergüenza lo pasaba mal. Unos hambre, otros no tanta pero si consecuencias psicologicas evidentes. De un lustro para otro, habían pasado de tener su casita, con dos tiernos hijos, el perro y hasta coche, a tener un piso con humedad, deudas y un gato. Los alemanes se preguntaban que habían merecido para tener lo que tuvieron, la respuesta la daban
Francia, EEUU y Reino Unido:
Hitler.
No había mucho más, a principios del 1954. Año de Mundial:
Suiza país neutral e ideal para empezar con los mundiales en Europa de nuevo. Nuevos sueños, para el pueblo alemán, la selección federal estaba clasificada. Digo pueblo alemán, y no digo alemán federal, porque los alemanes al otro lado del muro eran hermanos, amigos que hasta no hace más de 15 años tenían la misma nacionalidad, por eso era Alemania la que ganó el Mundial. Nunca un nombre puesto por intereses políticos en Europa como es el Federal.
Llegaba Alemania al Mundial y en la primera fase le tocó bailar con la más fea.
Hungría. La maravillosa hungría de
Puskas, Kocsis, Bozsik, Czibor, Sandor y Hidegkuti, el que hacía que todos los genios de arriba no se tuvieran que preocupar por defender. Hungría contaba con un revolucionario modo de juego, simple hoy pero que en su día fue un cambió significativo. El delantero retrasaba su posición para sacar al central de la zona, Hungría fue la primera selección que práctico con éxito la movilidad de los jugadores todos ellos comandados por uno de los grandes genios de la historia del fútbol (quizá el primero): Puskas, del que muchos cuentan que si no está considerado como una de las
4 coronas (
Maradona, Pele, Di Stefano y Cruijff) es porque no hay imágenes del apogeo de su carrera, consuélense con los 4 goles al
Eintracht Frankfurt de la final de la Copa de Europa de 1960 (7-2).
Alemania perdió 8-3 contra Hungría en la primera fase. Pero de sueños e historias bonitas vive el fútbol.
Y de ellas vivían los aficionados germanos cuando llegaron a la final de la Copa del Mundo frente a eso, la máquina de hacer fútbol que humilló a los ingleses en Wembley (6-3): De nuevo, Hungría. Parecía un imposible, podía serlo, no lo fue.
Alemania contaba con un buen equipo, evidentemente pero lejos del de Hungría. Como estrella contaban con una de las puntas de la triáda de oro del fútbol aleman: Fritz Walter (junto con Beckenbauer y Müller la triáda de oro). Cuentan que su genio futbolístico le salvó en un campo de concentración ruso, leyenda más allá de persona Walter era el centrocampista total de hoy en día, y comandaba a una serie de jugadores exentos de calidad, pero sobrados de ganas: su propio hermano Otto, Rahn, Popispal y Morlock.
Cuando el árbitro inglés pitó el inicio del partido el público creía firmemente en la victoria magiar. Si un equipo es favorito antes de una final, se es más aún cuando la estrella de este equipo marca en el minuto 6, y casi se tiene la final cuando a los dos minutos Czibor marcara. Olía a goleada y no sin razón, Hungría se gustaba y Alemania no se encontraba. Alemania siempre es algo más, su leyenda comenzo este día, mentalidad aunque no haya juego, cabezonería teutona, Morlock recorta el marcador. Hungría a lo suyo, a jugar y a meter goles, pero unas veces el poste y otras Turek el portero alemán lo impidieron. Fritz Walter saca un córner, Rahn mete el primero de los goles que le harán pasar a la historia de Alemania. Empate, descanso, Alemania crecida, Hungría no puede creer su mala suerte. Y para colmo Puskas cojea.
Y el partido se reanuda, marcajes al hombre de los alemanes y cansancio en los húngaros, partido equilibrado en los últimos 45 minutos. Y fue cuando quedaban 8 minutos, cuando Alemania quizá, acabó con la Segunda Guerra Mundial definitivamente. Hasta entonces aparecía, era un fantasma difícil de quitar de la mente si eras alemán, pero se fue. Se fue y lo que llegó fue la resurrección del ahora país más potente de Europa económicamente hablando.
Se fue, Mark Fritz se fue de un hungáro, y se la paso a Rahn el número 12. Rahn enfrente de otro húngaro, quiebro, disparo cruzado y el balón se fue a la red. Se fue, el mundial para los Húngaros, se fue el público se fue del campo sin creerselo.
Alemania campeona del mundo. Justicia para ambos equipos, unos se lo ganaron y pasaran a la historia como un milagro, otros recordados en los corazones de los privilegiados que lo s presenciaron, los demás nos conformamos con leerlos, y verlos de vez en cuando.
Ese día Alemania forjó la leyenda de fútbol mental de hoy, ese día mandó con un corte de mangas la segunda guerra mundial, ese día el pueblo tantos años despúes, sonreía otra vez. Y más allá del fútbol, lo que de verdad importa es que el pueblo sonría.