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miércoles, 1 de junio de 2011
96 puntos
Andrés Pérez | Comienza a ser dificultoso hablar del Barça. Los elogios se agotan pero la brillantez incandescente del conjunto de Guardiola no. La pasada temporada supuso una vuelta a la realidad tras un año, el 2009, en el que el conjunto catalán lo ganó absolutamente todo. Existía la posibilidad de repetir la gesta pero era remota, y el Barça mordió el polvo en Copa ante el Sevilla y en semifinales de Copa de Europa ante el Inter, el único equipo que ha sido capaz de doblegar al Barça en tres años en momentos clave de la temporada. Pese a ello el Barcelona obtuvo la Liga. Este año el Barça ha estado cerca, una vez más, de repetir el triplete obtenido hace dos temporadas, lo cual mejora exponencialmente la anterior: finalista en Copa, una vez más campeón de Liga y campeón de la Champions League.
El Barça comenzó el curso, quizá, levemente intimidado por el nuevo aspecto impoluto y poderoso del Real Madrid, que había contratado a Mourinho, entrenador bastante controvertido en la ciudad condal que el año anterior había obtenido la fórmula adecuada para frenar a uno de los mejores conjuntos de la historia. Así las cosas el Barcelona, durante un buen tramo del año, no se encontraba a sí mismo. Hay que entender ésta última oración en su justa medida: el Barça no se encontraba en el sentido de que no ajusticiaba a los rivales de un modo tan cómodo y espectacular como durante los dos años anteriores, pero seguía siendo muy superior a todos. De este modo perdió en casa ante el inverosímil Hércules que más tarde bajaría a Segunda y pasó algún apuro que otro lejos del Camp Nou en Copa de Europa —Copenaghe, Rubin Kazan—.
A pesar de ello, el Barça era una roca granítica en el Camp Nou y no tuvo mayores problemas durante la primera fase de la Copa de Europa. En Liga todo lo cambió el 5-0 endosado al Madrid. Fue el primer momento en que adquirió el liderato del campeonato y no lo soltaría hasta el final del mismo, a pesar de algún tropiezo puntual —Anoeta, Gijón, Bernabéu—. Aquel partido supuso el despertar definitivo de un equipo que no había cuajado el fútbol que se esperaba de él hasta la fecha. El Barça comenzó a mezclar como siempre había sabido, perfeccionó las dinámicas de juego, los automatismos sin balón, la creatividad de sus mejores jugadores —Messi, Xavi, Iniesta— y acopló con menor dificultad que el año anterior a Ibrahimovic a Villa —y a Mascherano—. Comenzó a golear sin piedad por diferencias de locura —varios partidos ganados con rentas de cinco goles o más, incluida la goleada por 8-0 al Almería en su casa— y sublimó, un día más, la práctica del fútbol. Era, sencillamente, una gozada.
Y lo siguió siendo hasta el mes de abril, en el que se encontró al Madrid en la final de Copa, en las semifinales de Copa de Europa y en un partido bastante intrascendente en Liga. El Barça pareció levemente desestabilizado, al menos en el plano psíquico, por toda la marea mediática creada alrededor de los dos partidos y en la que Guardiola y los jugadores del Barça, tradicionalmente loados por su mesura y saber estar, cayeron quién sabe si voluntaria o involuntariamente. El caso es que el partido inicial de Liga en el Bernabéu supuso un adelanto de lo que llegaría más tarde: un Madrid muy echado hacia atrás. El Barça no arriesgó aquel día porque no lo necesitó, pero se mostró claramente superior como se mostraría en el cómputo total de los cuatro partidos que enfrentarían a ambos.
Y entre Liga y Copa de Europa llegó la Copa del Rey, el único broche amargo a una temporada que ha sido plenamente satisfactoria. Algunos aficionados del Barça otorgaban a este título una importancia menor, en efecto, y de hecho, las sombras alargadas de dos títulos de tanto tallaje como los otros dos previamente citados dejan en un difuminado recuerdo, perezoso y negativo, lo que sucedió aquella noche en Mestalla. Lo que sucedió fue que el Madrid fue mejor en la primera parte mostrándose muy decidido y que en la segunda aguantó todo lo posible para certificar su primer título copero en dos décadas mediante un cabezazo de Ronaldo. El Barça pareció mortal. Y todo el mundo pudo verlo. Y todo el ambiente se deterioró tras un partido de alto voltaje, en el que ningún jugador regaló absolutamente nada, en el que hubo trifulcas, daños colaterales, miradas rencorosas, furibundas provocaciones y una inquina generalizada entre unos y otros.
En ese estado de nerviosismo permanente llegaron ambos a las semifinales de Champions. Y ahí el Barça se mostró infinitamente superior. Supo abstraerse en el campo de las ruedas de prensa y de los titulares, cosa que el Madrid y su entrenador no, y dominó y venció en el Bernabéu con un Messi estelar, espectacular, resolutivo y pieza clave del Barcelona. El Barça había superado su particular prueba de fuego, posiblemente la auténtica final de la temporada. De ahí al término todo fue un camino placentero —celebración del título de Liga mediante— hasta Wembley, donde volvió a imponerse bellamente al Manchester United.
Temporada perfecta, por ende, a excepción del leve punto de oscuridad que supuso la Copa del Rey. El Barça ha rozado el pleno y ha vuelto a alcanzar la excelencia durante media temporada. Messi se ha vuelto a confirmar, por si tenía alguien dudas, como el jugador más determinante y resolutivo del planeta con todo lo que ello conlleva para el Barça —positivo en tanto que se beneficia de ello, negativo en tanto que, el día que no lo esté no sabrá reponerse: capitaliza todo el fútbol del Barcelona, absorbe a sus compañeros—. El resto del equipo ha rayado a un nivel sensacional —a pesar de algunos bajones como el de Piqué o la falta de continuidad de Puyol— y se ha dado una alegría con la recuperación de Abidal —que tras su cáncer ha jugado la final de la Champions—. ¿Objetivo de cara al año que viene? Mantenerse en la línea. Y prácticamente por tendencia debería hacerlo. Aunque la decadencia siempre llega en el momento más inesperado, el Barça sólo necesita leves retoques —quizá algún central, darle más minutos a jugadores como Afellay para que puedan suplir con mayores garantías a los titulares—. Feliz eternidad la suya.
Lectura recomendada | Comparativa en Liga entre Madrid y Barcelona (Marca)
Imagen | El País
miércoles, 13 de abril de 2011
Un más que digno Shakhtar para pasar el trámite
Pablo Orleans | Todos sabíamos que la vuelta en Donetsk, salvo catástrofe mayúscula, iba a ser un mero trámite para el Barça de Guardiola. Un partido de entrenamiento a cinco grados centígrados, lejos de casa y ante un equipo de Champions que llegó a una fase con poco futuro para su nivel. El 5-1 de la ida despejaba las incógnitas de los protagonistas de una de las semifinales de la máxima competición europea y en la diligencia de Ucrania sucedía lo esperado, lo lógico. Era la hora de probar jugadores, de dar algunos descansos —no muchos— y de sellar el pase ante el más que seguro gran rival de Madrid.
Pero las declaraciones de Pep tras la goleada en el Camp Nou hace apenas una semana no estaban infundadas en falsa modestia. El equipo debía conservar la competitividad, la seriedad de la Champions y la concentración para rematar la eliminatoria y no pasar apuros. Y es que, frente a los azulgrana —de verde en las gélidas tierras ucranias— estaba un Shakhtar que se plantó en su bello estadio dispuesto a morir matando, a vender cara su eliminación. Con el mismo espíritu del Camp Nou, sin ningún tipo de complejo y jugando con criterio el esférico estrellado de la Champions, los de Lucescu demostraron ser un excelente conjunto de filosofía inquebrantable.
La valentía naranja y el aliento de sus atrevidos aficionados volvieron a despistar constantemente a la zaga culé. Sin Puyol, el Barça sufre. Ni Busquets ni Milito suplen con todas las garantías la baja del capitán. El de Badía, acoplándose a su nueva y circunstancial posición, no termina de cuajar en la dupla con Piqué. Con él, mientras el Barça gana en la salida del balón, pierde en contundencia y velocidad en el repliegue. Con Milito, las carencias son latentes y el argentino no está en un buen momento. Las lesiones se cebaron con él en el mejor momento de su carrera y el central todavía está pagando las consecuencias.
El Shakhtar tomó la iniciativa. Los ucranianos, lejos de arrugarse y buscar el empate ante sus aficionados, se apropiaron del balón y buscaron constantemente el hueco libre en los dominios de un Valdés pletórico y en un estado de forma envidiable. Los locales, perfectos en la elaboración, pecaron de fallones en la finalización. Así, las internadas naranjas se sucedían y el Barça buscaba con titulares y sin éxito la habitual autoridad del esférico. Hasta que apareció Messi y el rumbo del encuentro dio un giro considerable. El 0-1, golpe cruel para los de Lucescu que veían, incrédulos, como el marcador se tornaba en su contra tras mucho trabajo realizado. Todo el esfuerzo, esfumado en un latigazo del mejor.
Y así, prácticamente con el trabajo hecho, se llegó al descanso y el descanso llevó el partido a una segunda mitad de más trámite —si cabe— en la que Guardiola dio descanso a Piqué, Xavi y Villa pensando en el Madrid. Los ucranios, inagotables, lo siguieron pretendiendo sin éxito pero con mucha fe. Y es que, hoy por hoy, y para derrotar a este Barça, hay que tener mucho más que fe para conseguir arrebatarle una victoria o la eliminatoria a unas semifinales de la Champions. El Madrid será el próximo rival. De momento, los culés ya llevan un intenso entrenamiento de ventaja.
Imagen | El País
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jueves, 7 de abril de 2011
La casi excelencia asegura el clásico
Pablo Orleans | Lo esperado se asegura. El Barça - Madrid de semifinales de la UEFA Champions League está, salvo catástrofe mayúscula, más que hecho. Los cuatro de diferencia, simétricos al trabajo del Madrid ante los ingleses, los ha repetido el Barça, eso sí, no sin riesgo, sufrimiento, ni esfuerzo. Es más, los ucranios del Shakhtar, bien plantados en la alfombra del Camp Nou, llevaron el peligro más de lo que hubiera o hubiese deseado un seguidor culé. Más de lo que hubiere imaginado. La táctica de Lucescu, como el agua. Con un inicio fulgurante en el que la agobiante presión visitante impedía el buen hacer de los de Guardiola, el conjunto ucraniano presionaba con ánimo de lucro y conseguía aumentar la presión sanguínea de la máxima competición europea a los corazones azulgrana.
El trío atacante de los tigres, formado por un activo errante Luiz Adriano en punta, bien escoltado por dos veloces figuras llamadas Douglas Costa y Álex Teixeira, comandaron bien un ataque en el que sólo falto precisión para pasar, controlar y rematar una faena inquietante. Pero apareció Andresito y apagó la llama de la ilusión. Desde aquel insignificante momento, en el que el marcador decantaba el choque en favor de los locales, la estrategia —minuciosamente preparada durante el duro trabajo semanal—, se desvanecía en segundos tras un desafortunado despeje que cogió el que menos debía y que apuntilló con perfecta finalización. De ahí en adelante, once jugadores por detrás del balón auguraban un asedio continuo con contragolpes varios y búsqueda del acierto arriba. No funcionó.
El Barça, fiel experto donde los haya, siguió a lo suyo. Toque, toque, toque y más toque. El balón corría de un lado para otro y el encuentro se asemejó por momentos a un partido de fútbol sala a lo grande. Los rápidos recorridos del balón y la precisión en los desplazamientos desubicaban al rival y mantenían un control total que cojeaba cuando el aburrimiento rozaba lo cómico. El exceso de posesión, repetitivo y monótono, desconcentraba incluso al Barça. El fútbol semihorizontal, envidiable y exquisito, tiene su momento excitante en el preciso momento del desmarque. El pase llega solo. Alves, Villa o Messi buscan el hueco. Xavi, Iniesta o Messi conjugan el pase. Todo rodado. El segundo, perfecta maniobra milimétrica con final feliz.
Tras el descanso, Piqué completó la estrategia de Pep poco antes de que el magnífico zurdazo de Keita apaciguase la alegría ucrania con el accidente de Rakitskiy tras fallo de marcaje de «el jefecito». Cuando todo estaba hecho, cuando la ventaja global era evidente y cuando la fiesta estaba completa en el Camp Nou, Alves inventó una última asistencia para intercambiar papeles con Xavi y abrir las palmas de los culés mostrando el gesto que un día hizo Piqué. El 5-1 final asegura el pase. Diferencia de cuatro goles para ir a Donestk tranquilos, sin Iniesta y con un Messi en blanco crispado, con hambre de gol.
Se han cumplido los pronósticos. El Barça - Madrid se jugará a finales de abril. Cuatro partidos en apenas tres semanas que decidirán el futuro próximo de merengues y culés. Los unos, a seguir manteniendo el nivel de los últimos años acompañando el juego con títulos. Los otros, a volver a esos años gloriosos en los que mandaban en el viejo continente. Y sólo un ganador. Uno para llevarse la gloria en España y Europa. Uno para disfrutar del presente y rentabilizar el futuro. Ya se han abierto las apuestas, ¿quién se llevará el gato al agua?
Imagen | El País
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jueves, 17 de febrero de 2011
Todo o nada en el Camp Nou
Pablo Orleans | No es hora de lamentarse. El FC Barcelona hizo 79 minutos dignos, dignos de su clase, de su estilo de juego y de su forma de entender el fútbol. Jugó fiel a su filosofía, a la de un grupo y un club que respeta el balón, que respeta el fútbol y que hace fluir el esférico como fluye el agua por un río bravo, sin presa que corte su curso. Pero la presa que amansó el caudal de un cauce azulgrana se llamó Arsenal. 79 minutos de espera, de acercamientos ingenuos, sin demasiado peligro. 79 minutos que se tradujeron en peligro en un par de veces contadas. Pero un magnífico Cesc Fábregas, junto con una pareja de delanteros como Walcott y Van Persie en la retaguardia apantanaron el fluir libre de un juego culé que no desmereció en el Emirates y que volvió a dominar un césped hermoso acompañado de una gran afición.
Pero no todo es dominio. El dominio se corta de raíz con rebeliones como la de los pupilos de Wenger. El francés ganó la partida de los suplentes a Guardiola y superó a un Barça acomodado en una segunda mitad en la que no todo estaba dicho. Y vaya que no. Mientras el catalán hacía cambios pensando en una placentera vuelta en el Camp Nou con su afición, Arsène arriesgó y sacó un elenco ofensivo que enturbió las claras aguas del Barça. Mientras Pep daba descanso a Villa intentando sujetar el marcador con la entrada de Keita, el coach del Arsenal ponía en el campo a Bendtner y Arshavin dando mucha frescura al equipo y quitando a un trabajador y eléctrico Walcott y a un duro —y probablemente mal ajusticiado— Song.
El partido dio un vuelco inesperado. El gol inicial de Villa no hacía presagiar una debacle final de tales características. El Barça controlaba y manejaba el tempo del choque a través de Xavi mientras los dirigidos en el campo por Cesc corrían tras el cuero como pollo sin cabeza. El contragolpe parecía el único recurso que podían utilizar los gunners y la eliminatoria parecía muy bien encarrilada. Nada más lejos de la realidad. El frío iba haciendo mella en un equipo culé que se empezaba a acomodar en la suave alfombra londinense mientras los locales se rearmaban para comenzar la última ofensiva. Matar o morir en el intento. Jugaron y ganaron.
El cañonazo de VanGoal, el nuevo hombre de hielo, calentó unas gradas hambrientas de venganza por tantos duelos perdidos ante los azulgrana en los últimos tiempos. El palo corto, tarea de Valdés, quedó desprotegido y el holandés la ajustó haciendo estallar el Emirates en un grito uniforme que congeló a los de Guardiola. A partir de ese momento, sufrimiento. El Barça, desdibujado sobre el terreno de juego, demostraba la tremenda debilidad y mortalidad de los que parecen inmortales. Sin centro del campo, y con una defensa languidecida —hay que destacar la tremenda labor de un Abidal magnífico en el centro de la zaga— llegó el segundo —obra de Arshavin tras una perfecta combinación— y lo placentero se tornaba desapacible. En la vuelta habría que trabajar más de lo esperado.
Una derrota que no puede minar la moral del FC Barcelona. El éxito se basa en saber levantarse tras una dura lucha de tú a tú y en convertir esa decepción en un triunfo logrado a base de trabajo. Eso es lo que deben hacer los de Guardiola. Levantar la cabeza y pensar que en el Camp Nou, ante los 99.354 espectadores que llenarán el estadio y rugirán con fuerza ante los ingleses, se va a remontar el resultado adverso de la ida. El juego del Barça deberá fluir en donde mejor sabe hacerlo. La filosofía heredada de Cruyff y Rexach hay que mostrarla en la vuelta. Que se note que es el equipo que mejor fútbol hace de Europa. Que se note el gusto por el buen fútbol. Qué mejor que ante un rival de la entidad y mentalidad del Arsenal. Que mejor que en casa, ante tu público. Nada vale más que eso.
Imagen | El País
Pero no todo es dominio. El dominio se corta de raíz con rebeliones como la de los pupilos de Wenger. El francés ganó la partida de los suplentes a Guardiola y superó a un Barça acomodado en una segunda mitad en la que no todo estaba dicho. Y vaya que no. Mientras el catalán hacía cambios pensando en una placentera vuelta en el Camp Nou con su afición, Arsène arriesgó y sacó un elenco ofensivo que enturbió las claras aguas del Barça. Mientras Pep daba descanso a Villa intentando sujetar el marcador con la entrada de Keita, el coach del Arsenal ponía en el campo a Bendtner y Arshavin dando mucha frescura al equipo y quitando a un trabajador y eléctrico Walcott y a un duro —y probablemente mal ajusticiado— Song.
El partido dio un vuelco inesperado. El gol inicial de Villa no hacía presagiar una debacle final de tales características. El Barça controlaba y manejaba el tempo del choque a través de Xavi mientras los dirigidos en el campo por Cesc corrían tras el cuero como pollo sin cabeza. El contragolpe parecía el único recurso que podían utilizar los gunners y la eliminatoria parecía muy bien encarrilada. Nada más lejos de la realidad. El frío iba haciendo mella en un equipo culé que se empezaba a acomodar en la suave alfombra londinense mientras los locales se rearmaban para comenzar la última ofensiva. Matar o morir en el intento. Jugaron y ganaron.
El cañonazo de VanGoal, el nuevo hombre de hielo, calentó unas gradas hambrientas de venganza por tantos duelos perdidos ante los azulgrana en los últimos tiempos. El palo corto, tarea de Valdés, quedó desprotegido y el holandés la ajustó haciendo estallar el Emirates en un grito uniforme que congeló a los de Guardiola. A partir de ese momento, sufrimiento. El Barça, desdibujado sobre el terreno de juego, demostraba la tremenda debilidad y mortalidad de los que parecen inmortales. Sin centro del campo, y con una defensa languidecida —hay que destacar la tremenda labor de un Abidal magnífico en el centro de la zaga— llegó el segundo —obra de Arshavin tras una perfecta combinación— y lo placentero se tornaba desapacible. En la vuelta habría que trabajar más de lo esperado.
Una derrota que no puede minar la moral del FC Barcelona. El éxito se basa en saber levantarse tras una dura lucha de tú a tú y en convertir esa decepción en un triunfo logrado a base de trabajo. Eso es lo que deben hacer los de Guardiola. Levantar la cabeza y pensar que en el Camp Nou, ante los 99.354 espectadores que llenarán el estadio y rugirán con fuerza ante los ingleses, se va a remontar el resultado adverso de la ida. El juego del Barça deberá fluir en donde mejor sabe hacerlo. La filosofía heredada de Cruyff y Rexach hay que mostrarla en la vuelta. Que se note que es el equipo que mejor fútbol hace de Europa. Que se note el gusto por el buen fútbol. Qué mejor que ante un rival de la entidad y mentalidad del Arsenal. Que mejor que en casa, ante tu público. Nada vale más que eso.
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jueves, 10 de febrero de 2011
Silva se reivindica
Andrés Pérez | Acudía España con cierta urgencia a su amistoso ante Colombia, el primero en casa tras la borrachera que supuso el Campeonato del Mundo. La resaca parece perdurar en el conjunto de Del Bosque, que ayer, un día más, se volvió a mostrar opaco y confuso, tan apático como desmotivado y muy desconcertado en defensa. Las causas que llevan a España a afrontar cada envite de esta nula transcendencia de un modo tan tedioso son las mismas que llevaron a perder de goleada ante Portugal y Argentina: tras meses rindiendo a más del máximo nivel la relajación es la consecución natural de los hechos; tras ganar el Mundial apenas se encuentran incentivos en amistosos; cierto hastío psíquico por parte de los jugadores hacia encuentros de este calibre, etcétera. Esta vez quizá haya que disparar levemente alguna luz de alarma.
España saltó al campo convencida de que lo sucedido ante Argentina y Portugal no podía repetirse. Fue Iniesta, suave y ligero como acostumbra, quien enarboló la bandera del olvido de tales partidos apareciendo entre líneas, tocando y desapareciendo, revelándose en las esquinas más olvidadas de la defensa rival, creando fantasmas a los defensas colombianos, que perseguían sombras. Para su desgracia, Iniesta, muy activo en los primeros compases del partido, apenas encontró aliados. A los pocos minutos del pitido inicial el manchego encontró un hueco entre la amalgama de camisetas azules y asistió a Villa en profundidad, quien una vez se hubo desprendido del portero envió el balón al palo. También en el rebote de la jugada, a puerta vacía. Algunos pensaron en Raúl y en una marca goleadora aún no superada por Villa, que lleva cinco palos seguidos con la selección y que no hizo nada más el resto del partido.
España ni siquiera chocaba contra un muro. Con Villa centrado, Pedro tomó la banda izquierda y su rapidez fue tan efímera como escasamente violentas las ofensivas españolas. Xavi se hundió entre la alta densidad de jugadores que se apelotonaban frente a la portería de Ospina, al que se le adivinaban carencias en cada balón en alto o inofensivo pero del que no se tuvo ninguna noticia en todo el partido. Culpa de España. Los restantes minutos de la primera parte apenas sirvieron para una veloz jugada de Armero, que en un contraataque enviaría el balón lejos de la portería de Casillas tras zafarse de un perdido Ramos y un realmente soñoliento Piqué.
La segunda parte comenzó relativamente bien para el equipo de Del Bosque. Duró, aproximadamente, siete minutos. Los primeros cambios, lejos de reavivar el tedio, descolocaron a los que se mantuvieron en el campo y el caos fue espectacular. Durante más de veinte minutos de la segunda parte, España perdió el norte, situación que no le fue ajena a Colombia, quien se lanzó airadamente al ataque perdiéndole el respeto a España. Un fallo de Arbeloa en la entrega avisaría de las internadas posteriores del activo Cuadrado, un jugador del que se pudieron entrever maneras. Posteriormente sería Piqué y un recién entrado Silva quienes perderían la concentración en ejemplos degradantes de falta de intensidad. Colombia, espoleada por los numerosos errores españoles y por su falta de ideas y ganas en la parcela ofensiva, se terminó creyendo que, efectivamente, acudía al Bernabeu en calidad de algo más que de simple invitada al baile. De hecho, la jugada más clara de todo el partido para el conjunto colombiano llegó en una jugada envidiable por parte de Zúñiga, Guarín y Rolladega. Una simple superioridad numérica en la banda de Arbeloa —calamitoso— deparó en un disparo a bocajarro del delantero del Wigan.
El susto despertó en cierto modo a España, que tras la salida de Silva, enérgico y príncipe sobre el césped cuando se encuentra pleno de facultades y de físico, y de Cazorla, habitual en todas las concentraciones a pesar de su ausencia por lesión en Sudáfrica, se lanzó hacia arriba. Entre el del Villarreal y el del City, pasado el minuto 80, intentaron poner orden en el caos desatado en el Bernabeu para gloria de los miles de aficionados colombianos que se acercaron al estadio. Con Torres y Llorente arriba una vez se retiraron Pedro y Villa y con Navas recuperando el tono en la banda que defendía Armero, España encontró línea discursiva. En una jugada al borde del final del partido, cuando apenas restaban seis minutos para el pitido concluyente, Cazorla abrió a Navas, que tras desbordar al lateral centró raso al primer palo, donde flotó Silva por encima del enorme Yepes —todo el partido— para empujar el balón a la red.
Aparecían los fantasmas de una maldición post-campeonato del mundo pero Silva, que se reivindicó ayer con un partido más que decente, plantando cara a la situación apática de sus compañeros y anotando el gol de la victoria, los borró con elegancia. España ya ha ganado un amistoso, aunque haya sido de forma inmerecida y con más sobresaltos de los esperados. La lectura, no obstante, es en cierto modo preocupante. Los amistosos ante Portugal, México y Argentina llegaron cerca del verano y con la temporada apenas recién estrenada, por lo que la desconcentración y falta de tono físico estaban plenamente justificadas. Este partido, aburrido y previsible por parte de España, llega en plena temporada, con, en teoría, todos los seleccionados a pleno rendimiento.
En descargo del equipo, cabe recordar que cuando España quiso, pudo. Y en esencia eso sigue diferenciando a un equipo histórico del resto.
Imagen | El País | RTVE
España saltó al campo convencida de que lo sucedido ante Argentina y Portugal no podía repetirse. Fue Iniesta, suave y ligero como acostumbra, quien enarboló la bandera del olvido de tales partidos apareciendo entre líneas, tocando y desapareciendo, revelándose en las esquinas más olvidadas de la defensa rival, creando fantasmas a los defensas colombianos, que perseguían sombras. Para su desgracia, Iniesta, muy activo en los primeros compases del partido, apenas encontró aliados. A los pocos minutos del pitido inicial el manchego encontró un hueco entre la amalgama de camisetas azules y asistió a Villa en profundidad, quien una vez se hubo desprendido del portero envió el balón al palo. También en el rebote de la jugada, a puerta vacía. Algunos pensaron en Raúl y en una marca goleadora aún no superada por Villa, que lleva cinco palos seguidos con la selección y que no hizo nada más el resto del partido.
España ni siquiera chocaba contra un muro. Con Villa centrado, Pedro tomó la banda izquierda y su rapidez fue tan efímera como escasamente violentas las ofensivas españolas. Xavi se hundió entre la alta densidad de jugadores que se apelotonaban frente a la portería de Ospina, al que se le adivinaban carencias en cada balón en alto o inofensivo pero del que no se tuvo ninguna noticia en todo el partido. Culpa de España. Los restantes minutos de la primera parte apenas sirvieron para una veloz jugada de Armero, que en un contraataque enviaría el balón lejos de la portería de Casillas tras zafarse de un perdido Ramos y un realmente soñoliento Piqué.
La segunda parte comenzó relativamente bien para el equipo de Del Bosque. Duró, aproximadamente, siete minutos. Los primeros cambios, lejos de reavivar el tedio, descolocaron a los que se mantuvieron en el campo y el caos fue espectacular. Durante más de veinte minutos de la segunda parte, España perdió el norte, situación que no le fue ajena a Colombia, quien se lanzó airadamente al ataque perdiéndole el respeto a España. Un fallo de Arbeloa en la entrega avisaría de las internadas posteriores del activo Cuadrado, un jugador del que se pudieron entrever maneras. Posteriormente sería Piqué y un recién entrado Silva quienes perderían la concentración en ejemplos degradantes de falta de intensidad. Colombia, espoleada por los numerosos errores españoles y por su falta de ideas y ganas en la parcela ofensiva, se terminó creyendo que, efectivamente, acudía al Bernabeu en calidad de algo más que de simple invitada al baile. De hecho, la jugada más clara de todo el partido para el conjunto colombiano llegó en una jugada envidiable por parte de Zúñiga, Guarín y Rolladega. Una simple superioridad numérica en la banda de Arbeloa —calamitoso— deparó en un disparo a bocajarro del delantero del Wigan.
El susto despertó en cierto modo a España, que tras la salida de Silva, enérgico y príncipe sobre el césped cuando se encuentra pleno de facultades y de físico, y de Cazorla, habitual en todas las concentraciones a pesar de su ausencia por lesión en Sudáfrica, se lanzó hacia arriba. Entre el del Villarreal y el del City, pasado el minuto 80, intentaron poner orden en el caos desatado en el Bernabeu para gloria de los miles de aficionados colombianos que se acercaron al estadio. Con Torres y Llorente arriba una vez se retiraron Pedro y Villa y con Navas recuperando el tono en la banda que defendía Armero, España encontró línea discursiva. En una jugada al borde del final del partido, cuando apenas restaban seis minutos para el pitido concluyente, Cazorla abrió a Navas, que tras desbordar al lateral centró raso al primer palo, donde flotó Silva por encima del enorme Yepes —todo el partido— para empujar el balón a la red.
Aparecían los fantasmas de una maldición post-campeonato del mundo pero Silva, que se reivindicó ayer con un partido más que decente, plantando cara a la situación apática de sus compañeros y anotando el gol de la victoria, los borró con elegancia. España ya ha ganado un amistoso, aunque haya sido de forma inmerecida y con más sobresaltos de los esperados. La lectura, no obstante, es en cierto modo preocupante. Los amistosos ante Portugal, México y Argentina llegaron cerca del verano y con la temporada apenas recién estrenada, por lo que la desconcentración y falta de tono físico estaban plenamente justificadas. Este partido, aburrido y previsible por parte de España, llega en plena temporada, con, en teoría, todos los seleccionados a pleno rendimiento.
En descargo del equipo, cabe recordar que cuando España quiso, pudo. Y en esencia eso sigue diferenciando a un equipo histórico del resto.
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miércoles, 30 de junio de 2010
Capítulo 19 | España encontró a Llorente

Andrés Pérez | Parece paradójico y decidor que España encontrara la vía de escape en Llorente, un delantero que de los pies a la cabeza se eleva por encima del metro noventa. Paradójico puesto que España es un equipo pequeño en estatura, que radica su virtud en la triangulación de jugadores técnicos y físicamente poco dotados. Decidor puesto que pone de relieve las dificultades que atravesó el conjunto para traspasar la red portuguesa: no lo consiguió hasta que el hombre que desentona provocó un cortocircuito en la defensa portuguesa.
Fue Llorente y fue España. Un Mundial se compone de una mezcla de psicología y suerte. Jugar bien no siempre es indispensable. España, a pesar del peso de la historia, ha encontrado la psicología en la capacidad de no mermar su juego a pesar de la adversidad o de la impotencia; también ha encontrado la suerte ya que de otro modo no se explica que, aun jugando de modo mediocre o al menos mediocre para lo que nos tenía acostumbrados, se imponga a sus rivales. Sucedió con Chile y sucedió con Portugal.
Hasta la entrada de Llorente por un desubicado, bajo de forma, desmotivado e indigesto Torres, para el que la solución más evidente es la suplencia, España anduvo perdida en un doble pivote que ni creó ni destruyó. Achicó Portugal sabiamente cualquier espacio y convirtió su defensa en una cárcel de difícil salida para Xavi e Iniesta, perdidos en la maraña de pantalones verdes, anhelando un movimiento de desmarque que nunca llegaba y una referencia válida arriba que no existía. Ahogada en su sistema y en la sapiencia defensiva lusa, la selección chocaba una y otra vez primero frente a sí misma y luego frente a Portugal.
Segura de sí misma, la selección de Queiroz buscó sus bazas: sin practicar gran fútbol buscaba a Almeida, referencia ofensiva, para encontrar segundas jugadas o superioridad numérica frente a la defensa española. Encontró ciertos vericuetos por los que intimidar a un preocupante e inseguro Casillas, pero no anotó. No mereció más Portugal que España y lo demostró tras recibir el gol, en posible fuera de juego. Gol que llegó tras una jugada excelsa de Busquets, Iniesta, Xavi y Villa y tras dos ocasiones claras que no entraron.
Las dudas se ciernen sobre España pero adopta la forma de un conjunto campeón a pesar de todo. Está en cuartos de final y se la jugará ante Paraguay, que no demostró nada ante Japón. Quizá la solución sea sustituir a uno de los dos del doble pivote para dar entrada a Fábregas o quizá, simplemente, Del Bosque no quiera asumir riesgos innecesarios en la creación y de ahí, y no tanto por el doble pivote, la lentitud y la parsimonia creativa de España. Quizá no, seguro, Torres no esté para jugar. En cualquier caso, y esto no es un probable sino algo real, España está en cuartos tras dos partidos que, años atrás hubiera perdido.
El peso del campeón, lo llaman. Sin ilusionar ni convencer a un aficionado medio acostumbrado a la divinidad durante dos años, el camino sigue siendo firme. Es la mejor noticia.
Resultados de la decimonovena jornada:
Paraguay 0 - 0 Japón (pasa Paraguay en los penaltis)
España 1 - 0 Portugal
P.D.
Del otro partido mejor no hablar, porque se puede hallar fácilmente entre los dos o tres peores de la historia de los mundiales. Cobardes Japón y Paraguay, la suerte se decantó del lado sudamericano en unos penaltis, de nuevo, dramáticos. Cualquiera de los dos hubiera sido un injusto vencedor.
Imagen | El País
Fue Llorente y fue España. Un Mundial se compone de una mezcla de psicología y suerte. Jugar bien no siempre es indispensable. España, a pesar del peso de la historia, ha encontrado la psicología en la capacidad de no mermar su juego a pesar de la adversidad o de la impotencia; también ha encontrado la suerte ya que de otro modo no se explica que, aun jugando de modo mediocre o al menos mediocre para lo que nos tenía acostumbrados, se imponga a sus rivales. Sucedió con Chile y sucedió con Portugal.

Segura de sí misma, la selección de Queiroz buscó sus bazas: sin practicar gran fútbol buscaba a Almeida, referencia ofensiva, para encontrar segundas jugadas o superioridad numérica frente a la defensa española. Encontró ciertos vericuetos por los que intimidar a un preocupante e inseguro Casillas, pero no anotó. No mereció más Portugal que España y lo demostró tras recibir el gol, en posible fuera de juego. Gol que llegó tras una jugada excelsa de Busquets, Iniesta, Xavi y Villa y tras dos ocasiones claras que no entraron.

El peso del campeón, lo llaman. Sin ilusionar ni convencer a un aficionado medio acostumbrado a la divinidad durante dos años, el camino sigue siendo firme. Es la mejor noticia.
Resultados de la decimonovena jornada:
Paraguay 0 - 0 Japón (pasa Paraguay en los penaltis)
España 1 - 0 Portugal
P.D.
Del otro partido mejor no hablar, porque se puede hallar fácilmente entre los dos o tres peores de la historia de los mundiales. Cobardes Japón y Paraguay, la suerte se decantó del lado sudamericano en unos penaltis, de nuevo, dramáticos. Cualquiera de los dos hubiera sido un injusto vencedor.
Imagen | El País
martes, 22 de junio de 2010
Capítulo 11 | España se desquita

Andrés Pérez | Atemorizada como llegaba España a la cita frente a Honduras, el resultado obtenido, un dos a cero claro y evidente que no pudo convertirse en la exhibición de Portugal por falta de puntería y cierta ambición en los últimos minutos, es positivo. Lo es porque recupera el aliento de un grupo al que se le había dilapidado o enterrado tras la derrota ante Suiza y lo es, esencialmente, porque en un Mundial cuesta purgar las heridas y más a España. Honduras se enfrentó a un equipo obligado a redimirse y a convencer, espoleado por el fracaso de la primera jornada, y necesitado de gustarse a sí mismo, de autocomplacerse. En esa situación sucumbió, como cabía esperar.
Es cierto y no cabe ningún pero a la siguiente afirmación: Honduras es un rival menor cuya presencia en el Mundial es prácticamente exótica y que para colmo de sus males adolece de la falta de cierto gen competitivo como selección. Intentar elevar a los altares el partido de España frente al combinado centroamericano es distanciarse de la realidad, convengamos, pero no lo es en menor medida exhibir el ímpetu habitual, tan de aficionado español, de crítica por la pura crítica. Esto es: de hablar de horrendo partido de España y fatal resolución frente a la portería hondureña, de aventurar la inminente y segura eliminación ante Chile.
Los fantasmas no los crea el fútbol sino sus aficionados, y en España tenemos una fábrica de sábanas agujereadas en la que trabajan cuarenta y cinco millones de obreros. La selección modificó el esquema para darle mayor verticalidad a su juego y una Honduras latina, adelantada, deseosa de lanzarse al ataque y menos ordenada y seria que la Suiza de Hitzfeld, hizo el resto. Le regaló a España espacio y Xavi abrió a Navas y a Villa para que aprovecharan desde la banda la función de pivote de Torres, anoche ensimismado en su desgracia, en su lesión y en su fatal racha con la camiseta española. Perdió posesión España, en lo que algunos interpretan como peor fútbol que el habitual cuando antes precisamente criticaban la posesión, a favor de un fútbol más vertical y punzante, más peligroso.
Encolerizada como andaba, Villa alzó la voz con un zarpazo estrellado en el larguero de Valladares y refrendó la virulencia del combinado nacional cuando al borde del área grande, escorado a banda, porque el asturiano no entiende de táctica para buscar el marco contrario, se zafó de dos defensores hondureños para colocar el balón en la escuadra. A partir de entonces España dominó y jugó a su gusto, no creando posesiones anodinas y estériles en el medio campo y sí buscando con perpetuidad el marco hondureño, alertando de una goleada escandalosa que no llegó por los continuos desatinos de Torres y la falta de originalidad de un, en apariencia, maniatado Navas, quién sabe si por ser el último en llegar.
Le sentaron bien los cambios a España y ahora a Del Bosque se le plantea una duda razoble: si mantener este once tipo o imaginar un mediocampo con un pivote menos y con Fábregas al lado de Xavi. En cualquier caso el camino será complejo: espera una Chile ordenada y fogosa al mismo tiempo necesitada únicamente del empate para pasar a octavos de final. España se complicó la vida en Suiza y por eso hoy el país es una suerte de cisma entre los optimistas y los cenizos, pero la vorágine absurda de debates inocuos entre aficionados radicales no debería desteñir una evidencia futbolística: ningún equipo, y sí, repítanselo si quieren, era Honduras, ha dominado tanto y ha creado tanto peligro como España. Parece un buen aval.
P.D.1
En el resto de la jornada, Portugal decidió destrozar a las cándidas almas norcoreanas para asegurarse virtualmente el pase a los octavos de final tras la chapuza de Costa de Marfil ante Brasil el domingo. Chile, por su parte, se impuso a la misma Suiza de España y casi, casi, roza con placer el cruce ante Portugal o Brasil.
Es cierto y no cabe ningún pero a la siguiente afirmación: Honduras es un rival menor cuya presencia en el Mundial es prácticamente exótica y que para colmo de sus males adolece de la falta de cierto gen competitivo como selección. Intentar elevar a los altares el partido de España frente al combinado centroamericano es distanciarse de la realidad, convengamos, pero no lo es en menor medida exhibir el ímpetu habitual, tan de aficionado español, de crítica por la pura crítica. Esto es: de hablar de horrendo partido de España y fatal resolución frente a la portería hondureña, de aventurar la inminente y segura eliminación ante Chile.

Encolerizada como andaba, Villa alzó la voz con un zarpazo estrellado en el larguero de Valladares y refrendó la virulencia del combinado nacional cuando al borde del área grande, escorado a banda, porque el asturiano no entiende de táctica para buscar el marco contrario, se zafó de dos defensores hondureños para colocar el balón en la escuadra. A partir de entonces España dominó y jugó a su gusto, no creando posesiones anodinas y estériles en el medio campo y sí buscando con perpetuidad el marco hondureño, alertando de una goleada escandalosa que no llegó por los continuos desatinos de Torres y la falta de originalidad de un, en apariencia, maniatado Navas, quién sabe si por ser el último en llegar.
Le sentaron bien los cambios a España y ahora a Del Bosque se le plantea una duda razoble: si mantener este once tipo o imaginar un mediocampo con un pivote menos y con Fábregas al lado de Xavi. En cualquier caso el camino será complejo: espera una Chile ordenada y fogosa al mismo tiempo necesitada únicamente del empate para pasar a octavos de final. España se complicó la vida en Suiza y por eso hoy el país es una suerte de cisma entre los optimistas y los cenizos, pero la vorágine absurda de debates inocuos entre aficionados radicales no debería desteñir una evidencia futbolística: ningún equipo, y sí, repítanselo si quieren, era Honduras, ha dominado tanto y ha creado tanto peligro como España. Parece un buen aval.
P.D.1
En el resto de la jornada, Portugal decidió destrozar a las cándidas almas norcoreanas para asegurarse virtualmente el pase a los octavos de final tras la chapuza de Costa de Marfil ante Brasil el domingo. Chile, por su parte, se impuso a la misma Suiza de España y casi, casi, roza con placer el cruce ante Portugal o Brasil.
Resultados de la undécima jornada:
Portugal 7 - 0 Corea del Norte
Chile 1 - 0 Suiza
España 2 - 0 Honduras
P.D.2
Más que Fútbol, tras el parón del fin de semana, volverá a la normalidad hasta el final del Mundial. Espero.
Imagen | El País
miércoles, 16 de junio de 2010
Capítulo 6 | Entre lo paranormal y lo racional: España tropieza ante Suiza

Andrés Pérez | Podía suceder y sucedió aunque fuera improbable: Suiza venció a España en el primer partido del combinado nacional en el Mundial. Fracaso, decepción, desastre, hecatombre, hundimiento, pueden buscar todas las definiciones que quieran en el diccionario pero todas se quedarán cortas y serán una absurda exageración muy española al mismo tiempo. Se quedarán cortas: perder contra Suiza es peligroso y es una mala noticia porque se trata de un equipo menor a España; son exageradas: perder contra Suiza no nos echa del Mundial ni nos resta un ápice de capacidad para llegar lejos o ganarlo.
Cuando la selección pierde partidos como éste, al que no hay que restarle drama pero tampoco sumárselo, llegan los comentarios de toda la vida, el prototipo de español cenizo que por la mañana anda eufórico y por la tarde es un alma desgraciada implorando a las brujas, las meigas y los fenómenos paranormales que se detenga su injusta tortura. Es la Selección un aglutinador de radicales sentimentales incapaces de apartar lo racional de lo emocional, y aunque suene absurdo, quién sabe hasta qué punto ese conjunto de efluvios químicos que rodea al equipo le puede afectar.
Cuando la selección pierde partidos como éste, al que no hay que restarle drama pero tampoco sumárselo, llegan los comentarios de toda la vida, el prototipo de español cenizo que por la mañana anda eufórico y por la tarde es un alma desgraciada implorando a las brujas, las meigas y los fenómenos paranormales que se detenga su injusta tortura. Es la Selección un aglutinador de radicales sentimentales incapaces de apartar lo racional de lo emocional, y aunque suene absurdo, quién sabe hasta qué punto ese conjunto de efluvios químicos que rodea al equipo le puede afectar.

Frente al orden y al muro suizo España planteó un partido algo lento pero progresivamente dañino para Suiza, que no dejaba de correr tras el balón. En la primera parte España contó con suficientes ocasiones como para adelantarse en el marcador, y de haberlo hecho estaríamos hablando de una historia muy diferente. No lo hizo, marró, permitió a Suiza marcar y fruto de la ansiedad no supo afrontar una posible remontada. Reaccionó tarde Del Bosque o quizá el error consistió en que jamás tenía que haber reaccionado: en partidos como éste Busquets es un estorbo.
Salieron Navas y Torres y España condicionó su juego al poderío del sevillano en la banda derecha. Inspirado como parecía Navas, España fabricó suficientes ocasiones, de nuevo, como para empatar: un disparo de Iniesta que se escapó a escasos centímetros del palo de la portería Suiza y una jugada en la que Torres demostró no estar físicamente disponible, pero clara. Se lesionó Iniesta en una fuerte entrada de los suizos, a los que no cabe achacarles violencia, entró Pedro, Xabi Alonso estrelló un balón en el larguero y Navas casi rompe la red en un disparo lejano.

Yo no la he perdido. Sería irracional y absurdo hacerlo. Ahora, quien se quiera aferrar a las meigas, las brujas, los santos y lo paranormal para sumirse en la desesperación y en el fatalismo, está en todo su derecho.
P.D.1
En el partido de la una y media Chile despachó a Honduras sin mayor complicación. Probablemente mereciera más y demostró ser una selección muy complicada. España tendrá que vencer tanto a Honduras como a Chile para pasar a octavos.
P.D.2
Es en estos días uno encuentra el rencor y la mediocridad por doquier. Ésta es la noticia que encabeza la portada del diario deportivo argentino más afamado, Olé: "¿Candidato? Joder..." Y nos quejamos de Inda.
Más Mundial | España descarrila en la primera curva (Enrique Ballester en Diarios de Fútbol) | Sangrante derrota de España (Fran Castarlenas en Let's Dance To Goal) | ¿Pesimista? No, realista (Sergio Santomé en Planeta Fútbol)
Imagen | El País
miércoles, 9 de junio de 2010
España fulima a Polonia

Andrés Pérez | Decía Poli Rincón en Carrusel Deportivo que España no había metido ni cuarta velocidad en el partido de anoche frente a Polonia. Se equivocaba, claro. España se desenvuelve entre la cuarta y la tercera velocidad, jugando a un ritmo medio-alto durante todo el partido, sin necesidad de acariciar el cambio de marchas para introducir la quinta velocidad porque España no es un equipo de arrebatos sino un conjunto que cimenta sus victorias en el poso tranquilo y paciente del toque, en el desgaste continuado y suave del rival, la letanía silenciosa de Xavi.
España asesina con dulzura. No lo hace con virulencia, como, por poner un ejemplo cercano, lo hace el Madrid, equipo que siempre introduce quinta o sexta velocidad para vencer sus partidos. En la constancia España encuentra su veneno y pocos antídotos sirven para frenarlo. Polonia no pudo hacer nada, e incluso hizo de más. De poco sirvió: seis goles le endosó el combinado nacional de forma majestuosa rozando en ocasiones la excelencia, como en el segundo gol, una jugada eterna entre Xavi, Iniesta y Silva, tres jugadores que por sí solos son capaces de ganar el Mundial.
La fase de clasificación comenzó en Murcia, con un uno a cero frente a Bosnia, gol de Villa, y terminó en Murcia con un amistoso de preparación que supone una inyección de moral esencial de cara a Sudáfrica. Acudirá España al Mundial repleta de moral, de confianza en sí misma y de adrenalina en vena. Es la favorita, no debemos tener miedo a reconocerlo, pero aplicando la más estricta lógica es la a priori tiene más papeletas de vencer. Polonia fue un juguete a manos de un equipo que se quiso desquitar de sus dos malos partidos en Austria jugando en tercera, con la pausa en la faceta defensiva, y en cuarta, presionando en faceta defensiva. La falta de grietas auguran un Mundial apasionante y suceda lo que suceda, si España plantea estos exhuberantes atributos nadie le podrá reprochar nada.
Imagen | RTVE
España asesina con dulzura. No lo hace con virulencia, como, por poner un ejemplo cercano, lo hace el Madrid, equipo que siempre introduce quinta o sexta velocidad para vencer sus partidos. En la constancia España encuentra su veneno y pocos antídotos sirven para frenarlo. Polonia no pudo hacer nada, e incluso hizo de más. De poco sirvió: seis goles le endosó el combinado nacional de forma majestuosa rozando en ocasiones la excelencia, como en el segundo gol, una jugada eterna entre Xavi, Iniesta y Silva, tres jugadores que por sí solos son capaces de ganar el Mundial.
La fase de clasificación comenzó en Murcia, con un uno a cero frente a Bosnia, gol de Villa, y terminó en Murcia con un amistoso de preparación que supone una inyección de moral esencial de cara a Sudáfrica. Acudirá España al Mundial repleta de moral, de confianza en sí misma y de adrenalina en vena. Es la favorita, no debemos tener miedo a reconocerlo, pero aplicando la más estricta lógica es la a priori tiene más papeletas de vencer. Polonia fue un juguete a manos de un equipo que se quiso desquitar de sus dos malos partidos en Austria jugando en tercera, con la pausa en la faceta defensiva, y en cuarta, presionando en faceta defensiva. La falta de grietas auguran un Mundial apasionante y suceda lo que suceda, si España plantea estos exhuberantes atributos nadie le podrá reprochar nada.
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jueves, 4 de marzo de 2010
Una sensación de superioridad insultante

Andrés Pérez | Lo nunca visto: España se basta ya únicamente con su capacidad de intimidación. Aquello de lo que, precisamente, siempre adolecía. A la sencilla compenetración de todos los futbolistas, la sensación de ser un equipo antes que una selección, la calidad de todos los futbolistas titulares y suplentes y el fútbol virtuoso que ponen en práctica se le une ahora la capacidad de dominar al rival a su gusto. Anoche España se impuso a Francia dónde y cuando quiso. Marcó el ritmo del partido y decidió quién atacaba y cómo. Fue la auténtica dueña del partido.
No es de extrañar, pues, que ante tal tesitura, L'Equipe, en su versión digital, titulara "España se pasea en el Stade de France". En efecto, a pesar de no mantener un juego constante a nivel ofensivo durante todo el encuentro, España se bastó de dos momentos iluminados para finiquitar el amistoso ante una Francia desesperada y desesperante, sin ideas y asentada en futbolistas de más corte táctico que técnico. Dos destellos, de cinco minutos, en los que, en la primera parte, el conjunto de Del Bosque decidió acabar con el partido.
El resto fue un soporífero espectáculo de auto-flagelación para el aficionado francés y un aburrido por emocionante, dadas las circunstancias, encuentro para el seguidor español, que pudo ver cómo su selección se regodeaba andando, repito, andando, frente a su eterna bestia negra. La salida de Xavi en la segunda parte no hizo más que redundar en lo mismo: posesión del balón cuando y cómo quería el combinado nacional. En los momentos en los que se perdía la posesión, España tampoco sufría: ni el ataque de Francia es lo suficientemente poderoso ni la defensa de España hubo de esforzarse lo más mínimo, apenas sufrió, demostrando otra gran virtud del equipo de Del Bosque. La capacidad defensiva.
En la primera parte fue insultante el modo en el cual los Iniesta, Fábregas, Villa, Silva Busquets y Xabi Alonso presionaban, un poco, tampoco demasiado, a la defensa francesa que, ante la falta de ideas, siempre recurría al pelotazo. En tal tesitura, y con un Xabi Alonso espléndido en la recuperación, cualquier fallo de los galos supondría el gol. Así fue. Primero Villa y luego Sergio Ramos. España se largo de París con la sensación de haber domado a Francia de un modo escandalosamente ofensivo para el orgullo de los jugadores franceses. Terminó el partido sin apenas forzar la máquina. Dio la sensación de ser un equipo no ya grande, sino consciente de que es muy grande.
Vía | L'Equipe
Imagen | Qué.es, Marca
No es de extrañar, pues, que ante tal tesitura, L'Equipe, en su versión digital, titulara "España se pasea en el Stade de France". En efecto, a pesar de no mantener un juego constante a nivel ofensivo durante todo el encuentro, España se bastó de dos momentos iluminados para finiquitar el amistoso ante una Francia desesperada y desesperante, sin ideas y asentada en futbolistas de más corte táctico que técnico. Dos destellos, de cinco minutos, en los que, en la primera parte, el conjunto de Del Bosque decidió acabar con el partido.

En la primera parte fue insultante el modo en el cual los Iniesta, Fábregas, Villa, Silva Busquets y Xabi Alonso presionaban, un poco, tampoco demasiado, a la defensa francesa que, ante la falta de ideas, siempre recurría al pelotazo. En tal tesitura, y con un Xabi Alonso espléndido en la recuperación, cualquier fallo de los galos supondría el gol. Así fue. Primero Villa y luego Sergio Ramos. España se largo de París con la sensación de haber domado a Francia de un modo escandalosamente ofensivo para el orgullo de los jugadores franceses. Terminó el partido sin apenas forzar la máquina. Dio la sensación de ser un equipo no ya grande, sino consciente de que es muy grande.
Vía | L'Equipe
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lunes, 16 de noviembre de 2009
España o la peligrosa autocomplacencia

Andrés Pérez | Cayó España en la apatía de la rutina victoriosa. Lo hizo consciente de su superioridad sobre un rival enclenque, venido a menos, marrullero y dirigido por un impresentable revanchista incapaz de asumir los notables fallos que atesora su conjunto. No es excusa que Argentina trasladara el partido a su terreno, al de la confrontación, la patada fácil y la bronca generalizada. España se durmió como venía avisando Del Bosque, a quien el tiempo le dio la razón. Haría bien el seleccionador nacional en arengar debidamente a un grupo que no debe dormirse porque en tal apatía reside el fracaso.
No digo que España haya entrado en una dinámica de confianza excesiva, sino que podría llegar a ella. A pesar de todo cuajó un primer tiempo maravilloso en el que aunló a una Argentina muy débil. Sin recursos a los que aferrarse, con un Messi desesperado, se resignó al contragolpe. Y en tal resignación descubrimos las carencias de un equipo mediocre. El baile de seleccionados impide que llegue la estabilidad para un equipo cuyo juego no fluye porque sus líneas se deshilachan ante el dominio del rival. Sucede que Argentina no sabe a qué juega, y en tal vacío de ideal reside su estraetgia. Embarrar el partido y lanzarse rápida hacia la portería contraria cuando el contrario entra en su demencial juego. España lo hizo, cayó en la trampa, y Argentina consiguió que el combinado nacional olvidara su esencia. En tal tesitura llegó el gol de Argentina.
Al contragolpe. Balón y a correr. Argumentos escasos para ganar un Mundial, si es lo que pretende Maradona. La marrullería habitual de Heinze contagió al resto de argentinos y las piernas de Xavi, Silva, Iniesta o Villa lo pagaron caro. A pesar de todo, de una segunda parte floja y conformista de España, un último arreón plagado de fútbol logró de penalty el tanto que otorgaba la victoria a España. Justamente. Argentina puede desenvolverse bien en un partido de este nivel, pero España no debería haber caído en el círculo vicioso al que le arrastró una impotente Argentina. A pulir por parte de Del Bosque la inquietante muestra de arrogancia por parte de España. El trabajo psicológico se antoja esencial, primero, para no caer en el la autocomplacencia, y, segundo, para saber sobreponerse a rivales que ante la impotencia que supone plantar cara al fútbol de España, actuarán como Argentina. Tirarán de barrio, por si suena la flauta. Sea como fuere, es una alegría saber que un campeón del mundo siempre estigmatizado por encima de España, ha de recurrir a ello.
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lunes, 29 de junio de 2009
No hablen de Leyenda Negra

Andrés Pérez | Como es de costumbre en este país al mínimo síntoma de debilidad que la selección española, la misma que ha batido todos los récordos de victorias consecutivas, partidos invicta y para colmo de bienes se ha proclamado campeona de Europa, ha mostrado el fatalismo ha resurgido. España cayó frente a Estados Unidos y se despidió tercera de la Copa Confederaciones gracias a que Güiza salvó los muebles frente a Sudáfrica en el partido del tercer y cuarto puesto, una patraña de la FIFA. La selección se despide del país africano con un balance desolador. Del buen juego ni rastro, de los goles tan sólo ante Nueva Zelanda y de partidos frente a selecciones presumiblemente rivales en el Mundial nada. Cero. Niet. En efecto no es una buena noticia. España ha llegado cansada y desmotivada a un torneo desprestigiado cuyo único aliciente es medirse a rivales de la talla de Brasil. Siquiera ese objetivo ha sido conseguido por lo que sin paliativos se puede decir que el paso del conjunto de Del Bosque por la competición ha sido un estrepitoso fra-ca-so.
Ahora bien. No seré yo quien dilapide ahora a la selección que hace un año obtuvo el cetro europeo. No sería justo ni real aunque haya carencias notables a pulir. Conviene empezar por los fallos, ya saben, para invitar al optimismo una vez analizados los problemas. Del Bosque no es Aragonés, no es ninguna novedad pero es lo más concluyente que se puede extraer de la estancia en Sudáfrica. Quien antaño ganara la Copa de Europa con el Madrid ni ha mantenido la línea de su predecesor ni la ha mejorado. En la Eurocopa, España jugaba con tres mediapuntas cuando no eran cuatro con la inclusión de Fábregas. Todos ellos por delante de Senna, un único recuperador. A priori una tarea imposible y un suicidio futbolístico. Sin embargo en la abrumadora posesión de balón y en la exhuberante calidad de los mediapuntas residió la clave del éxito. La mejor defensa era un buen ataque y España no sufrió en la retaguardia ni en semifinales ni en la final. Todo un logro, toda una lección de fútbol.
Sin embargo la llegada del Del Bosque ha enterrado en cierto modo la utopía de un centro del campo poblado de jugadores aparantemente incompatibles. Incompetibles puesto que, en teoría, reúnen características semejantes y se mueven en la misma franja del campo. En teoría, no en la práctica. La utopía la confirmó Luis en Viena: se puede jugar con cuatro genios a la vez, sin atender a las bandas ni al tacticismo. Del Bosque en esta Copa y como venía haciendo no ha hecho más que enterrar el sueño de quienes creen en un fútbol plenamente preciosista. Es cierto que faltaba Iniesta y que Silva no estaba en su mejor nivel, pero no es menos cierto que la posición de Villa no ha sido tan retrasada como lo fue en los primeros compases de la Eurocopa o que Xavi ha jugado retrasadísimo, prácticamente a la altura de Xabi Alonso. El espíritu de posesión se mantenía, pero sin el fútbol asociativo de antaño, sin toda una amalgama de jugones alrededor del área. El toque se ha retrasado hacia el medio campo y por tanto, ha aumentado el peligro de no hacer daño a defensas parapetadas frente a su portería.
Tal esquema provoca que Xavi tenga que recorrer mucho campo para asistir a los delanteros, Villa y Torres, ahogados y sin espacios. A excepción de Nueva Zelanda, todos los equipos se han sabido defender de España. No hablamos de selecciones de estima, en absoluto. Sudáfrica, Irak y Estados Unidos. Ante ese panorama, ante un bloqueo insalvable, las bandas se han presentado como la única vía de escape. Así se ganó a Irak, con un centro de Capdevilla y así llegó una y otra vez España al área de Estados Unidos, por medio de Sergio Ramos. Bien, está Torres, dirán los más optimistas. Pero no basta. Torres es un gran cabeceador pero está solo, abandonado a su suerte entre dos o tres centrales tan fuertes y altos como él. Los demás no dan la talla en el área, no nacieron para ello, edifican su fútbol en el balón al suelo, en bajar la pelota al piso, no en la guerra aérea.
Los mediapuntas no han existido esta vez. Hemos pasado de cuatro a cero. Xavi no lo era puesto que jugaba prácticamente a la par de Xabi Alonso. Riera es extremo y Cazorla ha estado por completo desaparecido, por no hablar de Fábregas, quien fue el mejor frente a los americanos pero fue sustituido. Sobre él recaía la misión de enlazar con Villa y Torres pero el esquema de Del Bosque le desplazaba hacia la derecha, perdiendo la asociación adecuada con Xavi. Del fútbol de toque y un socio en cada esquina hemos pasado a la soledad de cada uno de sus componentes. He ahí la clave del fracaso. Porque no conviene engañarse. España ha fracasado.
Sea como fuere la inesperada eliminación no ha de ser necesariamente un drama. Se ha hecho mal pero hay razones de peso para creer que tal desastre no se repetirá en el Mundial. Por lo pronto, la temporada ha hecho mucho daño a determinados jugadores, como los del Barça, agotados, fulminados tras una temproada extenuante. Es posible que el próximo año tal situación se repita, pero entendamos que la temporada terminará mucho antes. Para todos. El grupo tiene calidad, está unido, y a pesar de todo, a pesar del fatalismo imperante, de los medios de comunicación morbosos y lamentables intentando vendernos que la leyenda negra resucita y que la Eurocopa fue flor de un día, seguimos estando ante la mejor generación de futbolistas que este país haya contemplado jamás. Faltaba Iniesta, faltaba Senna, faltaba Silva mentalmente a pesar de su presencia constante en el banquillo. Faltaban los pilares básicos, la filosofía, el espíritu y sobre todo la motivación necesaria para afrontar un torneo de estas características. Conviene pulir los errores sin perder la perspectiva. El equipo sigue siendo el mismo. Su fútbol no ha variado. Del Bosque tendrá que aprender de esta experiencia. Obviando la contumaz estupidez de la leyenda negra.
Vía | El País, Marca, Más que Fútbol
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jueves, 18 de junio de 2009
Copa Confederaciones 2009 | Día 3

Andrés Pérez | En otro universo paralelo, o mejor dicho, en otra latitud muy diferente a la nuestra, el fútbol mantiene aún su espíritu. Sobrevive incorrupto a los desmanes ajenos al propio deporte, se presenta como la esperanza de cualquier humano lastrado por las guerras, las dictaduras, las pestes, las pandemias y la injusticia. Amén de la pobreza, claro. En tal panorama, es normal que el ser humano sea de la raza que sea busque algo de complacencia en un mero y simple deporte. En la ilusión de cada día, en la fiesta, en la felicidad, en evadirse por noventa minutos del drama cotidiano que rodea sus días. Sudáfrica no es el país más pobre de África, al contrario, es el más rico, pero su espíritu es el espíritu del continente. No es el mundial de Sudáfrica. Es el mundial de África, de una cultura, de otro modo de ver la vida. Es el torneo que situará a África, el malogrado continente, la tierra profanada y desmembrada por el hombre blanco tantos años atrás, en el mapa occidental.
No es un asunto menor, no en vano, que por primera vez un país de África sea noticia por un hecho positivo. La afición sudafricana dio una lección a Europa. Entraron gratuitamente, es posible, pero no cejaron en su empeño feliz y decidieron animar, cantar y bailar pese al tedioso partido que se jugaba en el tapiz verde. Animaban a Irak, animaban a España. En realidad era un partido indiferente para todos ellos pero allí estaban, sabedores de su suerte y sabedores de que el fútbol, por encima de todo lo demás, es una fiesta irrepetible capaz de llenar el corazón de quienes lo viven de alegría. España ganó sí, lo hizo a trompicones y jugando uno de los peores partidos del último año, cierto. Pero la noticia no es esa. La noticia es ver sonreir a África.
Sea como fuere, ajenos a la fiesta mundana de la grada, España decidió saltar al campo al ralentí. Con el césped altísimo y dificultando notablemente la circulación del balón del conjunto de Del Bosque, la selección no pudo más que tocar y tocar frente a la muralla que Milutinovic había perpetrado en torno a su portería. Irak se defendió lo más honrosamente posible y demostró como el fútbol es capaz de superar la pobreza y la guerra, amén de la injusticia. Es loable por parte de Irak mantener un conjunto en tales circunstancias y no es menos elogiable que se planten en plena Copa Confederaciones y aguanten el tipo muy dignamente frente a la España actual. Villa, adormecido durante todo el partido, finiquitó el encuentro y se reconcilió consigo mismo tras un centro magistral de Capdevilla. Lo demás, probablemente sobró. Ayer España se enfrentó a muchos de sus rivales de aquí en adelante, y mejor o peor, se sobrepuso para seguir supernado marcas. Ya son 34 partidos sin perder. Histórico.
Sudáfrica venció a Nueva Zelanda por dos goles. Irak, para clasificarse, tendrá que hacer lo propio y esperar que España venza por una diferencia mayor de un gol. Lo tiene complicado, y no deseo nada negativo a Sudáfrica, pero sería memorable que una selección como la irakí alcanzara las semifinales de la Confederaciones y se enfrentara o a Brasil, o a Italia. Mis mejores deseos para ellos. Si alguien se lo merece, es Irak.
Vía | As
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No es un asunto menor, no en vano, que por primera vez un país de África sea noticia por un hecho positivo. La afición sudafricana dio una lección a Europa. Entraron gratuitamente, es posible, pero no cejaron en su empeño feliz y decidieron animar, cantar y bailar pese al tedioso partido que se jugaba en el tapiz verde. Animaban a Irak, animaban a España. En realidad era un partido indiferente para todos ellos pero allí estaban, sabedores de su suerte y sabedores de que el fútbol, por encima de todo lo demás, es una fiesta irrepetible capaz de llenar el corazón de quienes lo viven de alegría. España ganó sí, lo hizo a trompicones y jugando uno de los peores partidos del último año, cierto. Pero la noticia no es esa. La noticia es ver sonreir a África.

Sudáfrica venció a Nueva Zelanda por dos goles. Irak, para clasificarse, tendrá que hacer lo propio y esperar que España venza por una diferencia mayor de un gol. Lo tiene complicado, y no deseo nada negativo a Sudáfrica, pero sería memorable que una selección como la irakí alcanzara las semifinales de la Confederaciones y se enfrentara o a Brasil, o a Italia. Mis mejores deseos para ellos. Si alguien se lo merece, es Irak.
Vía | As
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martes, 9 de junio de 2009
Incompetencia federativa

Andrés Pérez | Los partidos amistosos, huelga decirlo, son intrascendentes y más si se trata de uno de estas características. El malogrado país azerí, Azarbaiyán, pudo congratularse de la presencia de la mejor seleccion hoy por hoy del planeta y el conjunto de Del Bosque decidió afrontarlo como lo que era: una pachanga. No da para más. Un 6-0 más, Villa batiendo récords y el resto del equipo superando el trámite de la manera más honrosa posible. Aún no alcanzo a comprender el verdadero propósito de hoy. ¿Tan mal están las arcas de la Federación que necesita viajar hasta un país que dista de Sudáfrica ocho mil kilómetros? ¿Era un mal necesario? Según parece. Los 750.000 euros que percibirá la federación ya pueden servir verdaderamente para algo, el cansancio de semejante viaje no vale tanto. El equipo de Vogts ni siquiera sirvió como sparring de altura.
Dejando a un lado el asunto azerí, España viajará a Sudáfrica, allí donde se juega la Copa Confederaciones, con la vitola de favorita. Por jugadores, por juego, por experiencia reciente y por la asombrosa racha de 32 victorias consecutivas, todo un logro sin precedentes en la historia de la selección y cercana ya a los legendarios récords de Hungría y Brasil. Es posible que la Copa Confederaciones no desperte la pasión que pueda despertar la Eurocopa o el Mundial, es algo absolutamente lógico. Servirá, sin embargo, para reforzar moralmente al equipo en caso de victoria. La derrota se tornará intrascendente al tratarse de un torneo menor y la victoria será interpretada en clave de superioridad frente a dos selecciones candidatas a adjudicarse el mundial de 2010: Italia y Brasil. Entendamos, España nunca ha sido capaz de doblegar a Brasil en torneo oficial. La victoria supondría un refrendo moral jamás contemplado. Amén del premio económico, tan importante para esta Federación, la cual alcanza cotas de incompetencia jamás imaginadas.
Vía | Wikipedia, Noticias24
Imagen | El País
Dejando a un lado el asunto azerí, España viajará a Sudáfrica, allí donde se juega la Copa Confederaciones, con la vitola de favorita. Por jugadores, por juego, por experiencia reciente y por la asombrosa racha de 32 victorias consecutivas, todo un logro sin precedentes en la historia de la selección y cercana ya a los legendarios récords de Hungría y Brasil. Es posible que la Copa Confederaciones no desperte la pasión que pueda despertar la Eurocopa o el Mundial, es algo absolutamente lógico. Servirá, sin embargo, para reforzar moralmente al equipo en caso de victoria. La derrota se tornará intrascendente al tratarse de un torneo menor y la victoria será interpretada en clave de superioridad frente a dos selecciones candidatas a adjudicarse el mundial de 2010: Italia y Brasil. Entendamos, España nunca ha sido capaz de doblegar a Brasil en torneo oficial. La victoria supondría un refrendo moral jamás contemplado. Amén del premio económico, tan importante para esta Federación, la cual alcanza cotas de incompetencia jamás imaginadas.
Vía | Wikipedia, Noticias24
Imagen | El País
viernes, 5 de junio de 2009
No lo destruyan más

Andrés Pérez | Nunca he sido especial amigo de los constantes rumores que durante esta época del año bombardean al espectador, al lector, al oyente. Rumores variopintos: unos creíbles, otros tantos irrisorios merecedores de una sección en cualquier programa de humor que cope la radio o la televisión española. Dar relevancia a tales rumores es un error que todos, absolutamente todos, cometen. Y cuando se habla del Real Madrid, rumor, es igual a audiencia, morbo, periódicos vendidos, en resumen: dinero. Rumor, morbo, dinero, espectadores. Es así de simple y no hay que buscar mayores explicaciones a tal desprestigio de la autoridad periodística deportiva.
Pese a todo, simpre queda un pequeño resquicio para hablar de tales rumores, en muchas ocasiones incluso creíbles. Quizá Kaka', Silva, Riberý, Cristiano Ronaldo —y van—, Xabi Alonso o Villa terminen en el Madrid. Quizá. Quizá los extraterrestres aterricen este verano en el planeta tierra y se apoderen del deporte rey, para escarnio de los humanos. Quizá a Messi le crezca otra pierna con la que volver aún más locos a los defensas. Quizá Platini recobre el conocimiento. Hasta entonces, por favor, no destruyan aún más esta profesión. Tan vejada. Tan maltratada.
Vía | As, Mundo Deportivo, Marca
Imagen | As
Más que Fútbol ● 2009
Pese a todo, simpre queda un pequeño resquicio para hablar de tales rumores, en muchas ocasiones incluso creíbles. Quizá Kaka', Silva, Riberý, Cristiano Ronaldo —y van—, Xabi Alonso o Villa terminen en el Madrid. Quizá. Quizá los extraterrestres aterricen este verano en el planeta tierra y se apoderen del deporte rey, para escarnio de los humanos. Quizá a Messi le crezca otra pierna con la que volver aún más locos a los defensas. Quizá Platini recobre el conocimiento. Hasta entonces, por favor, no destruyan aún más esta profesión. Tan vejada. Tan maltratada.
Vía | As, Mundo Deportivo, Marca
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martes, 24 de marzo de 2009
No conviene confiarse

Andrés Pérez | España es por méritos propios la número uno del ránking mundial de selecciones de la FIFA. Se proclamó campeona de Europa con un fútbol antológico el pasado verano en Austria y Suiza y actualmente atesora dos de los mejores delanteros del planeta, una media de ensueño con cuatro futbolistas de otro mundo cuyo valor se revaloriza constantemente y en defensa, a pesar de no contar con jugadores que marcarán una época, se muestra fiable y segura. Amén de Casillas, del que sobran las palabras. No sufre en la fase de clasificación para Sudáfrica 2010 y es la máxima favorita para llevarse la inminente Copa Confederaciones. Todo es un camino adornado con pétalos de rosas, ciervos inocentes y demás metáforas que se les ocurran, sí, todo es precioso y nunca lo fue por lo que magnificamos el actual momento de la selección, servidor el primero. Sin embargo ante Turquía conviene no confiarse. Primero porque seguimos siendo España, la misma selección de toda la vida, falible y perdedora, y segundo porque los excesos de confianza siempre repercuten en una catástrofe tan magna como la heróica gesta anteriormente conseguida. Y, ya puestos, porque Turquía fue eliminada de milagro en la pasada Eurocopa en semifinales.
A nivel futbolístico y en teoría Turquía no tiene nada que hacer frente a España. Veremos si es cierto. El combinado turco cuenta con jugadores de calidad notable y con un espíritu inigualable que les llevó a las semifinales en Austria a base de goles en el último minuto, in extremis, causando serios traumas a la República Checa, a Suiza y a Croacia en el colmo del oportunismo turco. Si bien Turquía es un equipo complicado no debiera suponer un escollo de relevancia alguna para España. Entendamos pues que el único enemigo de la selección es la propia selección. Es su creciente ego, su comprensible exceso de confianza a tenor no ya de los resultados, sino del juego practicado sobre cualquier estadio que cuente con cualquier tupido césped verde sobre el que un balón de cuero pueda rodar. España se enfrenta el próximo fin de semana a España. A once jugadores contra su subconsciente. A excepción de Bélgica y Grecia —en un partido de puro trámite— la selección no ha tenido que remontar ni en la Eurocopa ni en lo que llevamos de la fase de clasificación por lo que su comportamiento ante un posible gol que le ponga contra la espada y la pared es absolutamente imprevisible. El dominio constanet del balón, apabullante, en ocasiones desesperante para el conjunto rival se puede tornar en un arma de doble filo cuando el equipo rival se encierra atrás parapetado tras un gol a favor.
Las semejanzas con el Barça de Riijkard son notables. Era un equipo que, si bien estaba perefctamente capacitado para remontar, siempre parecía hacerlo de forma agoníca, por completo desesperante llevando el balón de uno a otro lado del campo, frenet al área rival, buscando un hueco en una pared de hormigón armado. Basta recordar eliminatorias frente al Chelsea, el Liverpool o la final de 2006 frente al Arsenal para comprobarlo. España no sabe jugar alocadamente, con corazón. Juega con cabeza, con una prodigiosa cabeza personificada en Xavi, Iniesta y Xabi Alonso, pero sin empuje cuando más necesario es. Por el momento tal estado de ánimo nunca ha sido necesario. Con el control total del esférico se han solucionado todos los problemas, nunca la máxima de un buen ataque es la mejor defensa ha sido tan plausible sobre un campo de fútbol; y es por ello por lo que debiera preocuparse Del Bosque. Si Turquía se pone con un gol por delante la selección se colapsará en un fútbol que se perderá en lo superfluo a no ser que el técnico tenga algo preparado. Quizá una arenga. Quizá un revulsivo que rompa la línea defensiva del conjunto otomano. Quizá un milagro. Desconocemos el dato porque la selección no ha necesitado remontar jamás en esta nueva era, no al menos en partidos de relevancia supina —obviemos por un instante a la endeble Bélgica, Turquía está a otro nivel—, lo cual es una excelente noticia, pero siempre se ha de ir un paso por delante.
España se puede sumir en la desesperación de lo efímero del tiempo. Es decir, España puede tocar, tocar, tocar y tocar fiel a su estilo y dejar escapar el tiempo buscando una grieta en el muro armado que pretende esquivar. Obviamente el conjunto cuenta con recursos de sobra para superar el hándicap. La convocatoria de Mata por el maltrecho Iniesta es una buena y una mala noticia. España pierde al jugador que, junto a Xavi, mueve los hilos del equipo; pero gana en verticalidad y desparpajo. Mata es delantero o extremo, es rápido, es regateador y tiene gol. Idóneo ante la posibilidad de una remontada heróica. Nada que ver con el descontrolado Capel. Villa, otro valencianista siempre pesca en río revuelto, la movilidad de Torres siempre consigue abrir espacios en las defensas y el recurso de Llorente permite incluso buscar balones aéreos en un último intento desesperado por remontar. Claro que todo esto son suposiciones. Benditas suposiciones, añado. Bendito problema si éste es del único que España tiene que preocuparse. Quizá este post caiga en balde y la selección siga deleitanto al mundo entero con un fútbol por completo fuera de lo normal.
Vía | Más que Fútbol, FIFA
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Más que Fútbol ● 2009



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Más que Fútbol ● 2009
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jueves, 12 de febrero de 2009
Probablemente la mejor selección del mundo (España 2 - 0 Inglaterra)

Andrés Pérez | Digo más. El probablemente es puro eufemismo, corrección política, tan dada a nuestros tiempos. Probablemente indica que no hay seguridad en tu afirmación y yo creo firmemente que España, hoy por hoy y a tenor de lo visto una vez más, es la mejor selección del planeta. Sin parangón alguno. No hablo ya de resultados, ni de individualidades; tampoco quiero centrarme en títulos conseguidos recientemente ni en el futuro inmediato que pueda tener el equipo. España es la mejor porque practica un fútbol imposible para el resto, un fútbol que en absoluto tiene que envidiar algo a la mejor Brasil de 1970 o a la Holanda de Cruijff. Inglaterra lo sufrió ayer, con un equipo mediocre que justo le dio para capear el temporal español, mediada la segunda parte, lo mejor que pudo. Si hay algo achacable a España, cosa que dudo, es la poca agresividad que muestra en determinadas ocasiones. No es un mal mayor puesto que se ganó la Eurocopa con idéntica poca atracción por la goleada, pero es un pequeño resquicio por el que en un próximo Mundial una selección de un calibre mayor al de una pésima Inglaterra, puede destrozar el sueño de ser campeones del mundo. Un sueño, por muy repetitivo que se antoje, cada vez más real.
España da motivos para soñar. Dejando a un lado la espléndida Eurocopa, el equipo es precisamente eso. Un equipo. España no se sustenta en el individuo sino en el colectivo y eso provoca que estando incluso cualquier figura de primer nivel de la selección, que sin duda los tiene, a un ritmo bajo o en un segundo plano, el resto se eleva ante las adversidades para sacar de sí mismo lo mejor que tenga. Desconozco a estas alturas sin tal demostración de fútbol es la mecha encendida en la Eurocopa y se apagará en pocos meses o, si por el contrario, es el verdadero talento individual que se plasma en el colectivo de cada seleccionado. Probablemente tal disyuntiva se responda a que, en efecto, es la suma de ambas la que conduce a España a la arcadia feliz, sin algún tinte de ironía en éstas últimas palabras. El fútbol roza la perfección cuando la selección lo juega, para desesperación del rival que asiste impotente a un equipo superior en todos los aspectos, sueprlativo, a este ritmo histórico si no lo es ya. Una escuadra absolutamente brillante que nada tiene que envidiarle, definitivamente, tantos años después, a ningún otro.
No es necesario comentar el partido de ayer. No al menos en profundidad. No difiere mucho de cualquier otro a pesar de que el rival diera para que mayores ríos de tinta corrieran en este blog. Inglaterra esperaba enfrente, tiempo después de la escabrosa situación del Bernabeú y de la ya olvidada negativa de la Federación inglesa jugar en el campo madrileño. Es agua pasada. No hay manera mejor de acallar a un rival en cualquier aspecto que otorgándole un precioso baño de fútbol, un regalo para la vista. A pesar de las complicaciones iniciales, comunes para España puesto que el resto ya sabe a qué se enfrenta, la selección supo reponerse y mejor aún, supo adaptarse a las circustancias. Es cierto que cuando se tiene una filosofía con la que morir, conjugado con una calidad colectiva irrepetible, los éxitos llegan, pero la filosofía está para adaptarla. Y cuando el equipo contrario axfisia, España tiene los sufientes recursos más allá del toque aburrido para el rival y glorioso para el aficionado al que el combinado nacional nos acostumbra. Se aferra a algo más que eso. A una contra probable. A un orden notable. A Villa.
Villa abrió la escasa lata que tenía Inglaterra en su interior. Para entonces, mediada la segunda parte, España no jugaba lo mejor que podía. El extraño planteamiento de Del Bosque, con la banda derecha abandonada exclusivamente para Sergio Ramos y con Xabi Alonso y Senna compartiendo centro del campo, provocó que un desorientado Xavi —lo cual es sí mismo es una contradicción— no engranara como suele el equipo. Torres, notablemente bajo de forma, no se enteraba parcialmente de nada y Villa estaba relativamente perdido en el extraño planteamiento del nuevo seleccionador. Inglaterra, pasito misi pasito misa, mantenía el tipo e incluso planteaba ciertos problemas por su lateral izquierdo, con Ashley Cole y Downing. Sin embargo, a pesar de la visible incomodidad del equipo en su totalidad, los escasos destellos de estilismo sirvieron para que, Villa, en una obra genial, adelantara al conjunto nacional.
De ahí al paraíso. Lo que vino en la segunda parte fue un recital del hoy por hoy mejor centrocampista del mundo y para un servidor, uno de los mejores jugadores españoles de la historia sino el mejor. Hablo de Xavi. Ni Ronaldo, ni Messi, ni Kaka' ni Torres. Que me disculpen el resto de nominados al FIFA World Player pero yo me quedo con Xavi. Juega a otra cosa. Vive en otro mundo, mejor, por supuesto. De su cabeza nacieron los mejores momentos de España que humilló literalmente a Inglaterra, impotente ante tal demostración de calidad de los de Del Bosque. Y junto a Xavi, Iniesta, Xabi Alonso, Senna, Silva y demás gente preparada, destinada más bien, a hacer del fútbol un deporte creado para el entretenimiento de la masa. Cuando España juega, el fútbol, definitivamente, es el opio del pueblo. Por ende, la mejor defensa es un buen ataque. No sirve de nada replegarse atrás. No sirve de nada tildar de antiguos a aquellos que ven en el conservadurismo la antítesis del fútbol ententido como espectáculo. No sirve de nada todo ello cuando al tiempo que te humillan, te dominan, te ganan, al tiempo de todo ello decíamos, se defienden inquebrantablemente. España no sufrió atrás. No lo hizo porque quien posee el balón, posee el fútbol. Y, hoy por hoy, quien posee el fútbol es Xavi.
Vía | Más que Fútbol
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Más que Fútbol ● 2009




Vía | Más que Fútbol
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Más que Fútbol ● 2009
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