domingo, 29 de mayo de 2011

Al Barça no se le adivina ocaso


Andrés Pérez | Escudado en una perfección ineludible, el Barça cerró en Wembley un círculo que abarca dos décadas y que compone el más brillante cuadro futbolístico que se recuerda en Barcelona. Lo hizo de nuevo ante el Manchester United mostrándose enormemente superior, apenas acuciado en tareas defensivas durante la mayor parte del partido, bailarín, grácil, eternamente móvil, enrevesado en sí mismo, gustoso del fútbol que explota, victorioso al fin y al cabo, firmando en pleno siglo XXI un dominio cíclico semejante al que Ajax, Bayern o Liverpool impusieron en la década de los 70, mostrando su firme candidatura a uno de los mejores equipos de siempre. Fue otra vez en Londres y fueron otra vez Messi, Iniesta y Xavi, símbolos junto a Valdés y Puyol de las tres últimas Copas de Europa del conjunto culé, historia viva del fútbol.

Cuadró el Barcelona de Guardiola el círculo en Wembley. Sin mayores sobresaltos, tan sólo aquellos reglamentados en cada final de este equipo durante los diez primeros minutos, atando el balón en corto, haciendo correr al rival, acelerando en los metros finales, buscando amigos en cada esquina, asociación y espacios a la espaldas de todas las líneas del rival. Es el del Barça un fútbol ofensivo y vertical pese a que en ocasiones transite por la horizontalidad. No en vano se encarga Messi, en un estado de forma encomiable año tras año, postulándose como el jugador más determinante de la década que abandona y de la que llega, de dotar de carácter agresivo y vertical al juego del Barcelona. Messi y el Barça son una asociación inevitablemente ganadora, entendiendo al Barça como una espléndida generación de jugadores extremadamente competitivos, concienciados, conocedores de sus virtudes y en posición de hacerlas prevalecer frente a las de su rival. No hay mayor virtud en el deporte que la capacidad infinita y recurrente de ser mejor. Y el Barça es uno de los pocos equipos en la historia capacitado para ello.

Entra el conjunto culé en el club de las cuatro coronas continentales y con su tercer título en seis años confirma su hegemonía en Europa durante los últimos años. Enfrente se encontró de nuevo un United excesivamente desnortado, sin recursos más allá del combate agresivo y rudimentario que por momentos volvió a inquietar a Valdés durante los primeros minutos. Ya en la rueda de prensa, destinado a la derrota ante un equipo invariablemente ganador, Ferguson, escocés airado al que difícilmente se le encuentra en un renuncio, afirmó sin paliativos que aquel era el mejor equipo que había visto jamás durante su cuarto de siglo como entrenador. Viniendo de un tipo que ha ganado más de una decena de ligas en Inglaterra y dos Copas de Europa son palabras a tener en cuenta. Aunque en realidad se trata de otra ristra de elogios que se suman al ya extenso palmarés del Barça, de este Barça capitaneado por Puyol y dirigido por Xavi, en este campo.


No hay novedad. El Barça ha conseguido de la excelencia la rutina y sólo por eso merece un aplauso y la rendición incondicional a su estilo en todo el universo fútbol. Guardiola y sus jugadores tienen una ideología y la aplican con fervorosa devoción. Independientemente de que se concorde con ella o no —es una ideología y como tal no vale nada más allá de la afinidad que cada uno quiera darle— es de inevitable admiración el tesón con el que la ejercen. El Barça tiene una idea y vive o muere con ella. Por el momento le ha tocado vivir. Quizá aún sea pronto para apreciar con profundidad lo logrado por esta generación de jugadores, que cabalgan cada temporada a lomos del éxito con absoluta normalidad, desmitificando la gloria, con toda la felicidad y todo el riesgo que ello conlleva. Quizá, decía, sea temprano para valorar en retrospectiva las gestas de este equipo. Hace seis años al Barça se le reprochaba escasez de bagaje europeo, una tez perdedora en los momentos de la verdad más allá de aquel oasis de Wembley firmado por Koeman. De la noche a la mañana, en menos de una década, el Barça está ya en la segunda fila por detrás de Liverpool, Milan y Real Madrid.

Tal fugacidad le ha llegado al Barça relativamente prolongada en el tiempo y en dos ciclos diferenciados: el de Rijkaard y el de Guardiola. Lo cual es aún más admirable. El Barça se ha sabido reconstruir para seguir en el mismo sitio. Es una hazaña a la altura tan sólo de los grandes equipos de la historia. Con todo ello, en este alegato que puede parecer póstumo, al Barça le sobran años por delante porque gran parte de la base de su equipo sigue siendo muy joven y se mantiene en una forma excelente. A excepción de Xavi o Puyol, el resto del equipo tiene aún mucho futuro por delante, y observando a tipos como Giggs o Scholes cuesta no decir lo mismo de los dos canteranos catalanes. Es decir: el año que viene habrá más si ningún equipo es capaz de crear un sistema de juego que frene la marea combinativa del Barça. Y al siguiente más. Y es posible que al siguiente más. No se le adivina ocaso al Barça y el culpable de ello es Messi, jugador celestial empeñado en ser irrepetible cabalgando a lomos de un conjunto ya, no hay duda, bañado en leyenda.

Imagen | El País

0 Comentarios: