miércoles, 4 de mayo de 2011

La épica no resultó para llegar a Wembley


Juandi Mora | Llovía, se había confirmado que no habría show Mourinho y el Real Madrid salía con Kaka' e Higuaín al campo. A los optimistas la lluvia les sabía a épica. Los pesimistas recordaban el estado de forma del brasileño y el canguelo del argentino cuando hay que agarrarse los machos y luchar. Yo, en mitad de las dos posturas, confiaba en un gol blanco en la primera mitad y de ahí a lo desconocido.

Agobiante, inquieto, desbocado. Así salía el Real Madrid al Camp Nou. Con ganas de asustar, de dejar constancia de que la camiseta blanca y el escudo redondo con corona y franja morada cruzando no es novato en estas lindezas. Se había cambiado a los toros por elegantes caballos. Que corrían, pero no lo suficiente con el objetivo de amasar el balón cuando estuviese de cara. Sin embargo, el despliegue físico duró treinta minutos. Aquí se acababa la actitud que me gusta del «luchan por sus laureles». Lo de «con respeto y emoción» terminó cuando quien está en el banquillo no respeta la historia de un club señor.

Seguía optimista. Las paradas de Casillas se acercaba a aquel binomio de principios de siglo cuando el guardameta madridista se convertía en santo y la demoledora delantera ajusticiaba al intrépido rival. Sin embargo, ni ruido ni nueces. El Real Madrid no era capaz de llegar y el Barça asediaba la portería. Con la llegada del segundo tiempo volvió a llover. Volví a creer en la épica.

Fallo arbitral al margen, porque lo hubo, el Madrid perdió la concentración y ahí llegó el gol de Pedro. Un jugador con el don de la oportunidad. Cuesta arriba, lloviendo y con afiladas piedras en la subida afrontaba el nuevo partido de treinta minutos el equipo madridista. Los blancos no se resignaban y luchando llegó un balón al palo que parecía otra gracia más de Zeus. En cambio, el balón volvía a Di María que regalaba el empate a Marcelo. Tiempo había, veinte minutos. Dos veces diez para un equipo que no es capaz de jugar al fútbol sin atropellos. Ansiedad y fútbol directo es lo mismo que cabeza, cesta y guillotina. Un suicidio. Mi ilusión se esfumaba. Ese optimismo del equipo luchador que juega de blanco. Ni los arreones de Cristiano, ni los destellos de Ozil. Nada ha sido suficiente para mandar al Real Madrid a Wembley. Irá el que mejor jugó a fútbol. A jugar una final que ya creen ganada. Ojo, hay que jugarla. Por experiencia madridista lo digo.

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Imagen | El País

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