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miércoles, 25 de mayo de 2011
Profesionalidad y compromiso por bandera
Víctor Úcar | Hay equipos que cuentan con jugadores capaces de resolver un partido. Otros logran victorias gracias a un fantástico trabajo de estrategia. Y unos pocos consiguen formar un bloque compacto que gana los encuentros jugando de memoria. Sin embargo, aunque los objetivos de una plantilla sean ambiciosos —ganar títulos— o limitados —la permanencia en la élite—, hay dos cuestiones que un vestuario tiene la obligación de reunir si quiere cumplir sus metas: la profesionalidad y el compromiso. Un equipo puede tener más o menos calidad, puede contar con jugadores más o menos talentosos, puede congregar un presupuesto más o menos modesto, pero que el bloque se esfuerce al máximo y demuestre una entrega al cien por cien sobre el terreno de juego es algo que no debe cuestionarse.
En este sentido, aunque podemos recriminar y señalar muchas cuestiones negativas del Real Zaragoza 2010-2011, sería muy injusto no reconocer el esfuerzo que han hecho los profesionales que han conformado el equipo este año para lograr la salvación. Y es cierto, seguramente esta temporada hemos contemplado una de las plantillas zaragocistas con menor calidad de los últimos años, un equipo sin un referente ofensivo capaz de solventar los partidos con sus goles, una zaga lenta, insegura e incapaz de cerrar el grifo durante gran parte de la campaña, o un fondo de armario que ha sobrepasado los límites de la escasez futbolística. Sin embargo, si hay algo que los jugadores de este Real Zaragoza han sabido demostrar sobre el césped ha sido una profesionalidad intachable y un compromiso admirable. Es por eso que el mérito de la permanencia les pertenece exclusivamente a ellos. Bueno, a ellos y a su magnífico director de orquesta: Javier Aguirre.
El técnico mexicano arribó a la capital aragonesa a mediados del mes de noviembre para sustituir al tándem Gay-Nayim y bajo la vitola de ser un entrenador-psicólogo, capaz de levantar el ánimo de una plantilla que en algo más de dos meses se encontraba más cerca de segunda división que de la propia Liga BBVA —solo una victoria y siete puntos en 11 jornadas—. El reto no era nada sencillo, y la confección final de la plantilla tampoco invitaba al optimismo. Tan solo un cambio de dinámica y varios refuerzos invernales aparecían en el horizonte como lejanas soluciones, aunque muy poco convincentes. Además, con Aguirre ejerciendo ya en el cargo, los resultados no mejoraron antes de las navidades: tres puntos en cinco encuentros. El conjunto zaragocista continuaba como colista. La Segunda División parecía todo un hecho.
Sin embargo, con la llegada del nuevo año, el Real Zaragoza sufrió una agradable transformación. Aparentemente, nada que ver tuvieron en ella los dos fichajes invernales —N’Daw apenas ha jugado con la elástica blanquilla y Da Silva, aunque ha sido muy importante en el tramo final, no apareció en escena hasta que Contini cayó lesionado en el mes de abril—, aunque como dijo el técnico mexicano, «todo lo que viene suma para el equipo». Pero sí que cambio la suerte, y con ello la dinámica del grupo: cuatro victorias en cinco choques resucitaron al Zaragoza en un mes de enero milagroso. La salvación seguía siendo difícil, pero ya no resultaba una quimera. La victoria ante la Real Sociedad en la jornada 17 había marcado el punto de inflexión blanquillo, por lo que a partir de ahí la permanencia que había que gestar en la segunda vuelta pasaba por seguir creando de La Romareda un fortín y rascar algún punto fuera de casa.
La fortaleza casera se construyó a base de regularidad —ocho victorias y un empate en los 12 encuentros que se han disputado desde enero de 2011—, pero la hazaña visitante solo tuvo un espejismo de mejora en la jornada 20 con la victoria en La Rosaleda por 1-2 ante un rival directo como el Málaga. Desde entonces hasta el final de temporada un empate en Gijón fue el único botín de los de Aguirre, que acumularon hasta cuatro derrotas consecutivas a domicilio. Sin embargo, en el mejor escenario posible, durante último fin de semana de abril, el Real Zaragoza conseguía una victoria épica ante el Real Madrid (2-3) que le daba prácticamente la permanencia. Tras ese histórico resultado en la capital española, ganando sus dos últimos compromisos locales el club se agarraba a Primera. Pero después de una temporada sufriendo desde la jornada número uno, el equipo maño no iba a permitir que su afición respirase tranquila las últimas jornadas. Una derrota inesperada en La Romareda —que colgó el cartel de no hay billetes— frente a Osasuna y otra desafortunada y a última hora en San Sebastián volvían a meter al equipo en descenso y sin margen de error para atar la permanencia.
Pero si algo ha caracterizado a esta plantilla a lo largo de todo el año es que cuanta más presión y más cerca se encuentra la soga del cuello mejor rinde el colectivo. Y así se demostró en las dos últimas jornadas, concebidas como auténticas finales de copa. La penúltima final se jugó en La Romareda ante el Espanyol, y el equipo, arropado en todo momento por su afición, dio la cara y consiguió los tres puntos que necesitaba para llegar con vida a la última jornada. ¿Quién iba a imaginar que el equipo dependería de sí mismo para salvarse en la jornada 38? Lo cierto es que en navidades era absolutamente inimaginable, pero desde enero se empezó a observar que el compromiso y la profesionalidad de la plantilla podían ser suficientes para lograrlo. Y en esas circunstancias llegó la última y decisiva jornada de la liga. No había más. La derrota condenaba al equipo al infierno de la segunda división; el empate hacía depender del resto de equipos implicados; y la victoria aseguraba la permanencia matemática. Solo había por tanto un único camino a seguir: ganar al Levante —ya salvado— en el Ciudad de Valencia.
Y la afición no estaba dispuesta a perdérselo. En el momento más difícil del Real Zaragoza como institución, más de 10.000 zaragocistas decidieron arropar a su equipo lejos de La Romareda para demostrar su plena confianza en los jugadores. Sin duda, ellos no podían fallar. Se lo debían a la afición. Por eso, de nuevo en una situación de máxima tensión, los jugadores del Real Zaragoza volvieron a responder con otra victoria vital, la última de todas, la definitiva. La permanencia era ya un hecho, pero representaba también un éxito. Y todo ello a pesar de la crítica situación económica del club, de su grave crisis institucional y de su pésima gestión deportiva veraniega. Todo ello a pesar de vivir en un eterno escenario de tensión y presión salpicado por los impagos de Agapito Iglesias, golpeado por las denuncias recibidas de otros clubes nacionales y europeos y ocasionado por estar jugando finales desde las primeras jornadas de liga. Pero todo ello gracias a un excelente ejercicio de compromiso y profesionalidad que podríamos simbolizar en los jugadores más determinantes de la temporada —Gabi y Ponzio—, pero trasladable al resto de la plantilla y a su cuerpo técnico. Sin lugar a dudas, un gran ejemplo a seguir en el futuro.
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Víctor Úcar
lunes, 9 de mayo de 2011
La Premier se abona al Manchester United
Víctor Úcar | Eléctrico. Intenso. Agresivo. Convincente. Seguro. Con estos y muchos otros calificativos, el Manchester United se aseguró prácticamente el título de la Premier League ante el único rival que podía amenazarle, el Chelsea. Dicen que la fe mueve montañas, pues lo cierto es que los chicos de Sir Alex Ferguson se tomaron estas palabras ayer al pie de la letra, ya que a los 36 segundos ya habían dado el primer golpe sobre la mesa con un gol de Chicharito. Esa es la diferencia entre dos equipos que aspiran cada año a todo: solo el más mentalizado consigue alcanzar el éxito. Y es que en este deporte que tantas pasiones levanta no siempre gana el mejor, pero sí que lo suele hacer el que tiene más confianza en sus posibilidades. Ayer, únicamente un equipo creyó realmente en sí mismo en Old Trafford, y es por eso que, salvo catástrofe mayúscula, el United será el justo campeón de liga la próxima jornada.
A principio de temporada la gente estaba algo desilusionada con el proyecto de este club histórico. El fútbol del Manchester era poco vistoso y las pocas caras nuevas no entusiasmaron a la hinchada. Se apreciaban claras limitaciones y se dudaba del potencial de la plantilla. Sin embargo, ayer pudimos observar que los red devils han ido construyéndose poco a poco a lo largo del campeonato. Es cierto que no es una escuadra que juegue con exquisitez y la verdad es que no cuenta con la brillantez de otras temporadas. Sin embargo, el Manchester ha conseguido formar un equipo con unos valores que le han permitido estar en lo más alto. La solidaridad se ha impuesto este año a las individualidades. Además, el conjunto dirigido por Sir Alex Ferguson derrocha intensidad por los cuatro costados, presiona al equipo rival desde el minuto uno y aprovecha al máximo sus ocasiones de gol en cada partido. El Chelsea comprobó en la tarde de ayer por qué nadie ha sido capaz de anotar un gol en Old Trafford en los primeros 45 minutos de juego. Es por eso que el vendaval al que sometieron los red devils a los blues durante la primera media hora bastó para sellar una nueva victoria. Seguramente la definitiva para adjudicarse la Premier League.
Vidic y el mexicano Chicharito dejaron el partido encarrilado en el primer tercio del encuentro, ya que hasta entonces el Chelsea parecía no haber saltado todavía al césped. Carrick y un omnipresente Park Ji Sung noquearon el musculoso centro del campo ideado por los blues, y el ecuatoriano Valencia desbordó por la banda derecha con un descaro prodigioso. Arriba Rooney y Chicharito se movían con libertad, y un poquito más retrasado el incansable Ryan Giggs continuaba dando lecciones de fútbol. En la retaguardia, la defensa vivía tranquila y Van der Sar apenas tenía que intervenir. El Chelsea parecía no dar más de sí y era incapaz de mostrarse realmente como un serio candidato a revalidar el título de liga. Drogba, una vez más el mejor de los blues, trató de liderar a un equipo que vagaba por el terreno de juego sin las ideas claras y que estaba exhibiendo una actitud un tanto derrotista. Lo cierto es que el Chelsea saltó a Old Trafford sin ninguna esperanza y la justicia le correspondió con una derrota. La entrada de Torres y el gol de Lampard a 20 minutos del final se convirtieron en una mera anécdota. Los pupilos de Ancelotti sabían antes de nadie cómo terminaba la película.
En la recta final del encuentro, Chicharito dispuso de dos ocasiones clarísimas para certificar la victoria de los suyos, pero el hecho de verse ya campeón en su primera aventura con los red devils le impidieron concentrarse de cara a gol. Durante toda la temporada, hemos observado como el Arsenal parecía ser el único equipo capaz de acabar con la regularidad del conjunto dirigido por Sir Alex Ferguson. Sin embargo, los gunners volvieron a quedarse sin pilas en la recta final del campeonato y el Chelsea consiguió recortarle a los red devils nada más y menos que 12 puntos. Y es que, aunque a principios de marzo los blues estaban prácticamente descartados de la lucha por el título, su victoria en Stamford Bridge sobre el ManU logró devolverles la confianza que necesitaban para tratar de pelear por la victoria hasta el final. El problema es que los pupilos de Ancelotti no eran conscientes de lo que significa jugar en Old Trafford esta temporada. El Teatro de los Sueños se ha convertido en un templo inexpugnable para los equipos que lo visitan. En la Premier, los red devils solo han cedido un empate ante el West Brom, y en Liga de Campeones el Rangers escocés y el Valencia fueron los únicos capaces de obtener un punto en el mausoleo inglés. Ya se sabe, la imbatibilidad suele traer grandes recompensas.
Con este triunfo, el Manchester cierra una semana redonda. El miércoles consiguió un billete para disputar la final de la Champions de Wembley ante el FC Barcelona tras golear al Shalke 04 alemán, y ayer acercó un nuevo título de liga a sus vitrinas con un paso de gigante. Los red devils pueden estar contentos con la temporada que han realizado. Derrotar al Barça en la máxima competición europea se torna una empresa muy compleja, pero tienen en su mano ganar la Premier League. Y este año para el Manchester, ganar la Premier no es ninguna tontería. Es cierto que desde que la liga inglesa adoptó el formato actual en 1992 —hasta entonces se conocía como First Division—, el ManU es el máximo dominador. Pero el equipo de Ferguson tiene la oportunidad de hacer algo histórico en el fútbol británico: adelantar al Liverpool en títulos ligueros y convertirse en el equipo inglés más laureado de toda la historia del campeonato doméstico inglés. La historia está a punto de cambiar al norte de Inglaterra.
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jueves, 5 de mayo de 2011
La Sampdoria: del cielo al infierno en una temporada
Víctor Úcar | La campaña pasada, los seguidores de la Sampdoria vivieron un año para el recuerdo. De la mano de Luigi Del Neri, el conjunto genovés finalizó en cuarta posición el campeonato italiano, y con ello, consiguieron un billete para disputar la previa de la Liga de Campeones. El equipo había terminado la temporada a un gran nivel, y tres nombres aparecían por encima del resto como los verdaderos artífices de la gesta: Del Neri —el estratega—, Cassano —el cerebro—, y Pazzini —el goleador—. Sin duda, la hinchada de la Samp ya se veía en el mayor escenario del fútbol europeo. El subcampeonato en la edición de 1991/1992 de la Copa de Europa sobrevolaba la mente de los blucerchiati. Asentarse en la élite del fútbol italiano y europeo era un sueño hecho prácticamente realidad. Pero el futuro siempre es caprichoso, y nadie podía imaginarse que el éxtasis de alegría vivido en el estadio Luigi Ferraris el año pasado podía convertirse en una auténtica pesadilla al año siguiente.
Y es que el proyecto se topó con su primer obstáculo nada más finalizar la temporada. Sin duda, Del Neri sabía que su gran campaña en el equipo genovés no iba a pasar desapercibida. Por ello, tras clasificar a la Sampdoria para la fase previa de la Champions, el técnico italiano anunció que se marchaba a la Juventus de Turín. El director de orquesta del proyecto abandonaba un barco ilusionante para intentar llevar a la gloria a otro que hace aguas desde el escándalo del Moggigate. No había comenzado todavía el verano, pero la hinchada de la Samp se llevaba su primer chasco a las primeras de cambio. Sin embargo, el equipo y su afición debía mantenerse unido para lograr el gran objetivo: acceder a la fase de grupos de la Champions League para codearse con los grandes clubes de Europa.
En el sorteo de la previa, la Sampdoria quedó emparejada con el rocoso Werder Bremen alemán, pero los italianos confiaban en sus posibilidades y en el hecho de disputar la vuelta ante sus seguidores. Sin embargo, a pesar de estar aún en el mes de agosto, aquí llegaría el segundo mazazo para los blucerchiati. En el estadio de Weserstadion, el conjunto dirigido por Domenico di Carlo —el sustituto de Del Neri— cayó derrotado por 3-1. El curso futbolístico 2010/2011 para la Sampdoria empezaba con mal pie. Pero el equipo se había ganado el crédito suficiente la campaña anterior como para tener esperanzas de remontar la eliminatoria y clasificarse para la Champions. La Samp necesitaba solo dos goles, y Pazzini lograba darle la vuelta a la eliminatoria en el primer cuarto de hora del partido, recordando sus 19 determinantes tantos de la temporada anterior. Cassano se sumó a la fiesta a pocos minutos del final del encuentro estableciendo el 3-0, y el sueño de recibir en su estadio a equipos como el Real Madrid, el Barcelona o el Manchester United era ya una realidad.
Pero en el tiempo de prolongación, el sueco Rosenberg —actualmente en el Racing de Santander— silenció al respetable del Luigi Ferraris empatando la eliminatoria. La Sampdoria llegó noqueada a la primera parte de la prórroga, y el Bremen lo aprovechó para poner el 3-2, obra de Pizarro. Ahí terminó el sueño de jugar la Champions. La Samp no fue capaz de revertir la situación y el conjunto de Di Carlo tuvo que conformarse con disputar la Europa League. Sin duda, el segundo revés llegaba pronto y de forma cruel. Además, las estrellas del equipo blucerchiati habían rechazado ofertas en verano para apostar por el proyecto de Champions de Ricardo Garrone, máximo mandatario del club, pero no quedaba otra opción más que hacer borrón y cuenta nueva. Y así es como comenzó una nueva temporada en el Calcio. A pesar de la decepción europea, el conjunto genovés tenía ilusión por repetir una gran temporada y luchar de nuevo por cotas muy altas en la Serie A, hacer un buen papel en la copa e intentar demostrar en la Europa League que eran un equipo de Champions. Pero nada más lejos de la realidad.
Tras un comienzo discreto con siete puntos en seis jornadas, el equipo empezó a despegar. Sin embargo, un enfrentamiento entre Cassano y el presidente Garrone acabó con Talentino apartado del equipo. Su último partido fue a finales de octubre en San Siro, logrando un meritorio punto ante el Inter de Milán. Por aquel entonces, el equipo genovés era octavo y mantenía una línea ascendente, pero la polémica desatada con Cassano desorientó a un conjunto que debía sus éxitos de la temporada anterior a la unión entre el vestuario, los técnicos, los directivos y la afición. El proyecto seguía desmoronándose, y para zanjar el asunto Talentino fue traspasado al Milan. Para más inri, la Sampdoria, incapaz de ganar en Europa, cayó eliminada en la fase de grupos a mucha distancia del Metalist Kharkiv ucraniano y del PSV Eindhoven —tan solo consiguió una victoria en seis partidos—. Finalmente, con el equipo octavo y a siete puntos de la zona Champions, la Samp acababa con ganas el año 2010, aunque todavía con el campeonato inmerso en la primera vuelta —15 jornadas disputadas—. Sin saber todavía cómo, el conjunto genovés había liquidado en apenas cuatro meses todo lo logrado en la temporada 2009/2010.
Pero la historia todavía podía tornarse más dramática. Con la apertura del mercado de invierno, y sabedor del vacío futbolístico que se abría en el equipo tras la salida de Cassano, Pazzini solicitó abandonar la disciplina del club bluccerchiati para luchar por cotas mayores, para pelear por todo aquello que le prometieron al quedarse en verano. Ante esta situación, y del mismo modo que había hecho su compañero Talentino, Pazzini se marchó de Génova con destino a Milán, aunque en este caso para recalar en las filas del vigente campeón del Calcio y de la Champions, el Inter. La salida del goleador fue reemplazada con la cesión del joven talento del Manchester United Federico Macheda, al que también se sumaron el interista Biabiany y el veterano delantero italiano Massimo Maccarone. En un abrir y cerrar de ojos, la hinchada de la Samp se había quedado sin sus dos estrellas: Cassano y Pazzini. Si les sumamos la salida del técnico Del Neri antes de comenzar la temporada, la Sampdoria afrontaba la segunda vuelta del campeonato sin sus principales estandartes. Aquellos que habían pagado un abono para toda la temporada con el objetivo de ver a Pazzini y Cassano liderando el proyecto blucerchiati se quedaban con cara de tontos. La desilusión y el desencanto se instalaron en el Luigi Ferraris.
Aunque la salida de Pazzini fue la puntilla para el equipo italiano, realmente no eran conscientes de lo que les aguardaba el nuevo año. En las primeras 15 jornadas disputadas en 2010, la Samp contaba con 23 puntos y tan solo dos derrotas en su casillero, pero esa tendencia estaba a punto de cambiar de forma radical. Con la reanudación de la Serie A, inició una dinámica destructiva. El 17 de abril, Domenico di Carlo era despedido tras la decadente y alarmante trayectoria del conjunto genovés en el Calcio, puesto que desde que comenzara el nuevo año solo había sido capaz de ganar dos partidos y empatar tres encuentros de los 18 disputados —9 puntos de 54 posibles—. Con este pésimo balance de resultados la Sampdoria entró en puestos de descenso, y el ambiente se tornó violento alrededor del equipo italiano —tras perder por 3-0 con el Milan algunos aficionados encapuchados apedrearon el autobús del equipo y amenazaron de muerte a la plantilla—, algo absolutamente inimaginable a principio de temporada. Garrone se encomendó a Alberto Casavin para salvar la temporada.
Con el nuevo entrenador al frente, los blucerchiati han recuperado un poco de oxígeno después de vencer, hace dos semanas, por la mínima en el campo del Bari —ya matemáticamente equipo de la Serie B—, y con el empate cosechado esta jornada en casa ante el Brescia —otro rival por la permanencia que se hunde a cinco puntos de los genoveses—, gracias a un gol de Mannini en el último minuto. Este resultado deja a la Sampdoria fuera de la zona de descenso, pero con solo un punto de ventaja con respecto al Lecce —que cayó por la mínima con el Chievo Verona—. Además, los tres compromisos que le quedan a la Samp para terminar la temporada no invitan demasiado al optimismo. La próxima jornada asistiremos al derby genovés en casa del eterno rival, el Genoa, que aunque no se juega ya nada seguro que tratará de mandar a su máximo enemigo a la segunda división italiana. Después, el conjunto de Casavin recibirá al Palermo y visitará a la Roma en el Olímpico, que está inmersa en la lucha por la cuarta plaza que da acceso a la previa de la Champions.
Sin duda, un final difícil y cargado de tensión para la Sampdoria, que a pesar de haber perdido su identidad, todavía depende de sí misma para continuar en la Serie A. Todavía tiene en su mano que el fracaso de esta temporada no se convierta en debacle.
Imagen | Zimbio | Sky
miércoles, 27 de abril de 2011
Madrid y Barça en semifinales: breves reflexiones
Tras el empate en Liga y la victoria del Real Madrid en la final de la Copa del Rey, posiblemente llega el torneo más psicológico en el que se tendrán que enfrentar Real Madrid y Barcelona: la Champions League. Hoy se disputa el primer partido en el Bernabéu y la semana que viene el segundo en el Camp Nou. Si el Madrid elimina al Barcelona habrá alcanzado su primera final nueve años después y, de ser al revés, el Barça podrá presumir de haber jugado tres finales en seis años. Ante los dos emocionantes partidos que se presentan, los redactores de Más que Fútbol nos hemos animado a realizar una breve previa. Ahí van:
Andrés Pérez | Pese a la evidente mejoría del Real Madrid en el plano psicológico tras la victoria en Copa, creo firmemente que el Barcelona es el principal favorito. Lo es en tanto que el entramado defensivo del Madrid, de plantear Mourinho el mismo partido que en Mestalla, no es capaz de aguantar dos partidos con el marcador a cero y depender de sus genios arriba; y lo es porque el Barcelona tiene a su favor el factor campo. Las posibilidades del Madrid pasarán por plantear un partido agresivo y de presión muy adelantada como el Inter el año pasado y aferrarse a una defensa imperiosa como la de la final de Copa en la vuelta. El Barça jugará y debe jugar a lo que ha sabido jugar durante los tres últimos años. Es su fórmula y quiere morir con ella. Tampoco se me ocurre una mejor. En todo caso, se prevén dos partidos excelsos.
Pablo Orleans | El curso de la vida une destinos y cruza héroes. Abril de 2011 será recordado por el mes de los clásicos, por el mes de las batallas en mayúsculas, tanto dentro como fuera del campo. De momento, ambos han ganado. Los unos, los de Guardiola, se aseguraron la Liga en el feudo del otro. Los de Mou, los otros, volvieron a Cibeles de nuevo en la primera final del año. Los títulos nacionales están repartidos, pero en el duelo europeo la lucha es a doble partido. Y allí las cosas cambian. Mientras que el Real Madrid crece gracias a su propia mentalidad de equipo pequeño, el Barça mantiene la misma filosofía carente de vigencia ante planteamientos rácanos y reforzados de contundencia. Pero si recobra la eficacia y algo de verticalidad, los de Guardiola, este Barça de ensueño minado por algunas bajas inoportunas, se llevarán la eliminatoria que, a doble partido, le es más factible.
Víctor Úcar | Mientras la Liga se tiñe cada jornada de color blaugrana, la Copa del Rey —maltrecha— ya descansa en el Bernabéu. Empate técnico podríamos decir. Sin duda, el duelo de Champions inclinará la balanza hacia uno u otro lado. Y el primer round podría ser determinante. En cualquier caso valdrá para demostrar si el juego directo puede con el fútbol de toque. Nos permitirá comprobar si la estrategia, representada por Mourinho, es capaz de derrotar a la praxis, simbolizada por Guardiola. Nos revelará si la potencia —Cristiano Ronaldo— vuelve a ser más determinante que la magia —Leo Messi—. Pero en definitiva, servirá para mostrarnos si el Real Madrid posee una capacidad real de acabar con la supremacía del FC Barcelona. Aunque el veredicto no lo sabremos hasta dentro de una semana, esta noche, y con permiso del Manchester United, la hegemonía europea acoge su cita inicial en el Bernabéu. Que el fútbol dicte su primera sentencia.
Juandi Mora | La Champions es otra cosa, incluso otro deporte. Nada de lo que sucedió antes o sucederá después sirve. Es el premio gordo, el que todo el mundo quiere y tan solo uno se lleva. En los recuentos, a los que son muy dados los aficionados cuando hablan de fútbol, la Copa de Europa vale doble o triple. Real Madrid y Barcelona buscarán a partir de hoy la final que les permita ser el mejor club de Europa. La Champions es terreno del Real Madrid y del Bernabeu, las noches mágicas se cuentan en decenas. Mourinho planteará un partido tenso con más intensidad que fútbol. Los de Guardiola intentarán que la presión no pueda a su fútbol. Los dos partidos anteriores son historia lejana. Hoy se luchará por ser grande, más todavía. Siéntense y disfrute porque es difícil ver un espectáculo semejante en el fútbol mundial.
Miki Salazar | Cuarto clásico en lo que llevamos de temporada que sin embargo no tiene nada que ver con los ya disputados, la Copa es de Mourinho y la Liga de Guardiola. Queda pues la Champions en juego, competición diferente a las demás y que por la que cualquiera de los dos equipos renunciaría a los títulos ya ganados, o por ganar, si le aseguraran su consecución. Pero si por algo está marcado este choque es por la tensión creada, primero por los enfrentamientos anteriores y después por ambos entrenadores en la sala de prensa, algo nunca visto hasta el momento. Sobre todo la actitud del entrenador catalán que se ha dignado en responder duramente al portugués corroborando que la Copa de Europa es otra historia. Sobre el campo, Mourinho debería seguir con el planteamiento utilizado en los dos últimos choques con el que ha conseguido reducir considerablemente la distancia futbolística entre ambos conjuntos. El Barcelona por su parte tiene que seguir fiel al estilo con en el que ha logrado alcanzar la gloria. Partidazo en el Bernabéu en el que ninguno de los dos equipos saldrá a sentenciar sino a tantear al rival e intentar golpear primero en la eliminatoria.
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Víctor Úcar
lunes, 18 de abril de 2011
Los petrodólares no dan títulos, pero facilitan su consecución
Víctor Úcar | Está más que demostrado que en el fútbol el dinero no lo es todo. Es cierto que ayuda a confeccionar un equipo más competitivo y permite contar con jugadores de más calidad. Sin embargo, y afortunadamente para el fútbol, todavía está prohibido comprar títulos —o al menos jamás ha sido demostrado que algún club haya cometido esta irregularidad en el pasado más inmediato—, y por ello sigue siendo un deporte con algo de emoción. Los dirigentes del Manchester City aterrizaron en Inglaterra en 2008 con la idea de hacer del City una potencia futbolística en la Premier League y también en Europa. Sin embargo, el conjunto celeste continúa sin añadir un solo trofeo a sus vitrinas, repletas de polvo desde los años 70.
Pero tres años después de la llegada de los petrodólares, el vecino «pobre» de Manchester —el United ha sido históricamente el equipo más potente de esta región inglesa, tanto en parámetros económicos como sobre todo deportivos—, tiene por fin la posibilidad de cambiar la tendencia. Es cierto que los red devils tienen la Premier prácticamente en el bolsillo y son favoritos para disputar la final de la Champions contra una de las dos superpotencias de la Liga BBVA —el Real Madrid o el Barcelona—, pero los citizens han logrado algo que hacía mucho tiempo que no conseguían: arrebatarle a su máximo rival la posibilidad de levantar un trofeo; superar el papel de víctima que han desempeñado habitualmente a lo largo de su historia; competir de tú a tú con el vecino «rico»... En definitiva, ser protagonistas por un día en la ciudad de Manchester.
Eso es lo que ocurrió ayer en el majestuoso templo británico de Wembley en las semifinales de la FA Cup, la competición futbolística más antigua del mundo. Los red devils, siempre favoritos en el derby de Manchester, acusaron las ausencias de sus dos estrellas: el delantero de la selección inglesa Wayne Rooney —sancionado por soltar improperios en un partido ante una cámara de televisión— y el veterano y talentoso Ryan Giggs —lesionado tras su magnífica actuación en la vuelta de los cuartos de final de la Champions contra el Chelsea—. Sin duda, dos bajas notables, puesto que se trata de los dos jugadores que mejor entienden este deporte en el conjunto que dirige Sir Alex Ferguson. Por su parte, el City arribaba en Londres con la ausencia de su referente ofensivo, el «apache» Carlos Tévez, posición que Mancini decidió cubrir con el italiano Mario Balotelli, dejando de nuevo a su fichaje estrella del mercado invernal —Dzeko — en el banquillo.
El partido auguraba un clásico choque inglés: las gradas abarrotadas, alternativas para ambas escuadras y mucho músculo e intensidad en el centro del campo. Sin duda, el equipo que fuese capaz de adueñarse de esa parcela del terreno de juego, partiría con una gran ventaja. Y ese es el motivo por el que los citizens consiguieron noquear a sus vecinos. En el primer período ambos conjuntos dispusieron de opciones interesantes, pero nadie se adueñó plenamente del esférico. Es cierto que el City atacaba con más intención que su rival, pero los red devils se agarraban a las siempre peligrosas internadas de Nani por banda y al peligro de su estilete con mayor envergadura, Dimitar Berbatov, en las jugadas aéreas. Sin embargo, en la segunda mitad todo cambió. El marfileño Touré Yaya decidió tomar las riendas de su equipo y, junto a su escudero el holandés De Jong, comenzó a ejercer una dictadura en el centro del campo que ahogó al Manchester United en su propia área. Los de Ferguson se habían quedado sin oxígeno. Y en uno de los intentos por desatascar el juego, Carrick erró un pase al borde del área del United que Touré adivinó a la perfección. El ex jugador del Barça se introdujo en el área y batió a Van der Sar por bajo con un disparo certero. La historia estaba cambiando.
Tras el gol de Touré Yaya, el partido se tornó agresivo, más intenso y muy físico. Mientras los citizens habían salido en el descanso con las ideas muy claras y con el único objetivo de ir a por el partido, el conjunto dirigido por Sir Alex Ferguson, a pesar de estar físicamente en el estadio de Wembley, su actitud mostraba todo lo contrario. Parecía que el ManU no había saltado al césped del histórico campo inglés tras la reanudación, y que seguía en el vestuario. De Jong y Touré Yaya se hicieron dueños absolutos del centro del campo anulando a Scholes y Carrick, que ni siquiera con faltas conseguían arrebatarle la posesión a los musculosos futbolistas que dirige Mancini. Tampoco podemos olvidarnos de la labor de David Silva. Ayer, una vez más, el canario demostró ser el jugador con más calidad sobre el terreno de juego. Gestos sutiles, movimientos inteligentes y pases con una precisión desmesurada permitieron que su equipo le jugase de tú a tú a un Manchester United muy poco consistente y algo desconcentrado. Además, las bandas del conjunto citizen, lideradas por Barry y un omnipresente Kolarov, funcionaron como cuchillas afiladas, para desgracia de los red devils.
Y por si fuera poco, el veterano futbolista del ManU, Paul Scholes, ante la impotencia de ver cómo su equipo era incapaz de hacerle daño a su vecino de Manchester, decidió borrarse del partido a falta de 20 minutos para la conclusión con una entrada criminal y sin ningún sentido —que bien podría haber sido firmada por su mentor y compañero en el centro del campo en sus primeros años de profesional, el irlandés Roy Keane—. Triste final en esta competición para un jugador que ha marcado historia en el club —lleva 17 temporadas y ha afirmado que es probable que se retire el próximo verano— y que es un auténtico referente para la hinchada del United y también para todo el fútbol inglés. Pero paradójicamente, la expulsión del pelirrojo animó a los red devils y amilanó a los citizens. Solo la imprecisión de los de Ferguson pemitió al Manchester City crear algo de peligro en el área de Van der Sar durante los últimos minutos. Nani y el revulsivo Chicharito aportaron electricidad a su equipo y mantuvieron la esperanza hasta el final, aunque ambos sabían que el partido se había perdido en la reanudación debido a una grave falta de actitud de su equipo.
Una locomotora llamada Touré Yaya, bien secundada por sus compañeros, hicieron ayer del City un equipo compacto y difícil de franquear. Una victoria merecida que le permite al Manchester City jugar la final de la FA Cup contra el Stoke City —clasificado tras vencer por 5-0 al Bolton en la otra semifinal— y seguir creciendo como club. Una oportunidad de oro para que los jeques árabes empiecen a estar más tranquilos con sus multimillonarias inversiones —aunque no siempre efectivas—. Una ocasión de ver al vecino «pobre» de Manchester superar por una vez a su máximo rival. Pero la duda está en ver si los citizens serán capaces de aumentar su reducido palmarés o les podrá la presión ante un rival claramente inferior. Lo único que está claro es que, mientras sigan teniendo tanto capital para poder invertir en grandes jugadores, podrán aspirar a títulos con muchas más facilidades que el resto. Y eso, aunque no asegure su consecución, ya es una gran ventaja.
Imagen | Europa Press | Medio Tiempo | El País
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lunes, 4 de abril de 2011
El scudetto se tiñe de color rossonero
Víctor Úcar | Los derbis tienen algo especial. Siempre que se disputa un encuentro de estas características los equipos se juegan mucho más que tres puntos. Historia, orgullo y respeto son algunos de los valores que el equipo vencedor añade a su currículum al derrotar a su eterno rival. Además, si el partido se disputa en la recta final de la liga y la diferencia entre ambos equipos es mínima, entonces el choque se contempla como trascendental y decisivo. Así ocurrió el sábado en San Siro. El liderato se jugaba en la ciudad de Milán, y posiblemente el título de la Serie A. Milán e Inter de Milán llegaban a la cita con apenas dos puntos de diferencia a favor del conjunto dirigido por Allegri, por lo que una victoria interista habría dejado la disputa del título mucho más apretada. Pero el Inter no es el mismo equipo del año pasado.
La marcha de Mourinho y la consecución del triplete la temporada pasada parecen muy lejanos en este momento. La escuadra neroazzurra es una sombra de lo que fue hace un año. Es cierto que, a diferencia de su vecino rossonero, el conjunto de Leonardo se mantiene entre los ocho mejores clubes del continente, siendo el único representante italiano en competiciones europeas. Pero las sensaciones y la dinámica del equipo no permiten ser muy optimistas. El dominio que los interistas han impuesto en el campeonato doméstico a lo largo del último lustro —incluyendo el polémico caso Moggigate— parece llegar a su fin. Paradójicamente, el equipo con el que comparte casa está más cerca de romper su sequía en el Calcio —no gana la liga desde la campaña 2002/2003—, y todo ello gracias a una victoria justa y convincente.
El encuentro comenzó con un gol tempranero. Apenas se habían sentado los aficionados en las gradas cuando el brasileño Pato aprovechó un rechace dentro del área para adelantar al Milán a los 42 segundos de partido. El Inter no empezaba con buen pie. Y lo cierto es que, a pesar de contar con ocasiones a lo largo del choque, no demostró ser el equipo serio y trabajado que hemos acostumbrado a ver en los últimos años. Por su parte, los pupilos de Massimiliano Allegri se tomaron el choque como una final, y por eso no decepcionaron. Es cierto que la expulsión de Chivu a los diez minutos del segundo tiempo dejó al Inter todavía más mermado, pero la escuadra neroazurra, puede que con la vista puesta en su cruce de cuartos de final de Champions contra el Shalke 04 del próximo martes, dio más importancia a las individualidades y se olvidó que al fútbol hay que jugar en equipo. Con Eto’o sin puntería, Sneijder desaparecido y una defensa muy lenta y algo endeble, el actual campeón del scudetto no fue rival para su vecino en San Siro.
Y es que la actitud ganadora la pusieron los jugadores del Milán. Seedorf ejerció de director de orquesta. Pato asumió el papel de killer. Pero en realidad la clave del partido fue que todos los jugadores del conjunto rossonero funcionaron como un equipo, remando siempre hacia el mismo lado, buscando un juego de combinación y abriendo el campo por las bandas. Así llegó el segundo gol del Milán, también el segundo en la cuenta personal de Pato, que remató con la testa a placer un centro de Abate. Ahí se terminó el partido. Y eso que todavía restaba media hora de juego. La expulsión de Chivu le hizo mucho daño al Inter, que no fue capaz de acortar distancias. Ni siquiera el hecho de volver a ver a Diego Milito sobre el campo inspiró a sus compañeros. Finalmente, cuando el partido agonizaba, Cassano transformó un penalti que él mismo había sufrido. Apenas un minuto después, el polémico jugador italiano se marcharía a la ducha por una entrada sin sentido que suponía su segunda tarjeta amarilla. Pero era una mera anécdota.
Tras esta victoria, el bloque milanista da un claro puñetazo sobre la mesa, y a falta de siete jornadas para el final del campeonato, se confirma como el máximo candidato al título. Es cierto que el Nápoles continúa a solo tres puntos de los milanistas —venció 4-3 a la Lazio en un partido vibrante—, y que el Inter todavía tiene opciones – le separan solo cinco puntos del liderato -, pero lo cierto es que la victoria en el derby ha reforzado moral y deportivamente al Milán. Sin duda, la regularidad que está mostrando el equipo de Allegri explica su solidez en el campeonato doméstico, aunque también es verdad que aún no hay nada decidido. El mes de abril será decisivo, pero el scudetto cada vez pinta más rossonero.
Imagen | Medio Tiempo
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Víctor Úcar
martes, 22 de marzo de 2011
La clase media de la Premier se atasca en Europa
Víctor Úcar | En el eterno debate por saber cuál es la liga europea más competitiva hay muchos que se posicionan a favor de la Premier League. Y no les falta razón. Hace unos meses, en Más que Futbol, Mohorte realizó una profunda reflexión acerca de esta cuestión. Sin embargo, a la hora de valorar el potencial de los equipos que forman cada campeonato hay que tener en cuenta otra serie de factores, puesto que es una cuestión que difiere. Un gran termómetro para evaluar el nivel de un equipo consiste en comprobar su rendimiento en competiciones europeas. De este modo, la Premier puede presumir este año, una vez más, de contar con tres equipos entre el selecto grupo de ocho que se disputan la corona del fútbol europeo: Manchester United, Chelsea y Totenham. El Arsenal se quedó por el camino por culpa de un Barça poderoso. Sin embargo, las potencias de la Premier han demostrado que lo son también en Europa.
En cambio, la clase media de la liga inglesa no ha sido capaz de seguir la estela de sus hermanos mayores. Y es que no habrá ningún conjunto inglés entre los ocho mejores de la Europa League; un torneo que sirve para demostrar que hay vida más allá de las potencias futbolísticas europeas, así como para conceder una segunda oportunidad a aquellos equipos a los que la Champions League se les ha quedado grande. Pero a la vez un campeonato difícil y exigente, sobre todo durante las últimas rondas eliminatorias. Al fin y al cabo hablamos de levantar un trofeo, y eso nunca es una tarea sencilla. Aunque parecía serlo para Liverpool y Manchester City. Sin duda, clubes con un presupuesto y una plantilla muy superiores a las de la mayoría —o la totalidad— del resto de equipos de la competición.
El caso de los reds puede hacernos sentir incluso lástima, pues se trata de un conjunto histórico que posee cinco Copas de Europa y tres Copas de la UEFA en sus vitrinas, y que, sin embargo, actualmente camina por un sendero infructuoso. Sin duda hablamos de un clásico, un histórico participante de la máxima competición europea —después de siete años consecutivos, esta temporada es la primera en la que no ha logrado clasificarse para disputar la Champions League—, pero que atraviesa una etapa de cambios y de renovación, tras la salida de jugadores importantes, que le está impidiendo rendir como el club grande europeo que debería ser. El año pasado, al menos, los reds alcanzaron las semifinales de la Europa League tras quedar terceros en la fase de grupos de la Champions. Pero este año no han sido capaces de vencer al Sporting de Braga, un equipo que ha dado la sorpresa —una más esta temporada— y ha impedido que el equipo de Anfield Road luchase por un título que le permitiese salvar la temporada.
Por su parte, el modelo impuesto por el jeque árabe del Manchester City sigue sin ser productivo. Muchos millones invertidos en fichajes, pero el equipo de Roberto Mancini no logra rentabilizarlos con títulos. En esta ocasión, los ucranianos del Dinamo de Kiev frenaron las aspiraciones de the citizens en esta edición de la Europa League, por lo que, un año más, los vecinos del Manchester United continuarán sin tener un nombre en el fútbol continental actual. El 2-0 de la ida se convirtió en una losa importante para el conjunto del norte de Inglaterra, que solo fue capaz de anotar un gol, por mediación de Kolarov, en el City of Manchester en el choque de vuelta. El italiano Mario Ballotelli se convirtió en un gran impedimento para sus compañeros al ser expulsado por una entrada injustificada a la media hora de partido. De este modo, una Recopa de Europa es el único título internacional que ha conseguido el City hasta el momento, y de eso hace ya más de 40 años.
Tampoco debemos olvidarnos que el Aston Villa, sexto en la Premier la temporada pasada, era el equipo que conformaba la terna de equipos clasificados para esta competición, pero los villanos tiraron por la borda su gran campaña 2009/2010 en Inglaterra al no clasificarse siquiera para la fase de grupos del torneo. Y es que este año, la clase media de la Liga Inglesa ha ofrecido un rendimiento muy inferior a lo esperado. Es cierto que, durante los últimos años, los equipos ingleses no han sido capaces de situarse entre los mejores conjuntos de la segunda máxima competición europea —únicamente un subcampeonato del Middlesbrough en la edición de 2006—. Pero la temporada pasada, en la que el Fulham fue subcampeón y el Liverpool semifinalista, los resultados invitaron a creer en un cambio de dinámica. Más aún viendo que este año un club histórico de la Copa de Europa, como el Liverpool, y un aspirante a ser un equipo grande con una plantilla temible, como la del Machester City, participaban en la edición de este año. Dos claros candidatos a llevarse el trofeo de la Europa League. Sin embargo, equipos con un potencial inferior, pero con mucha más entereza han tirado por tierra las expectativas de la clase media inglesa. Está claro que tienen mucho que aprender aún de sus hermanos mayores de la Champions.
Imagen | Zimbio
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Víctor Úcar
miércoles, 2 de marzo de 2011
El modelo de Wenger se agota: buen fútbol, pero nada productivo
Víctor Úcar | Nadie puede discutirle a Arséne Wenger su magnífica labor como manager del Arsenal en estos últimos 15 años. A lo largo de este tiempo, el equipo londinense ha aumentado su palmarés nacional —incluyendo dos dobletes históricos—, ha disputado una final de la Champions League y ha transformado jóvenes promesas en grandes futbolistas a nivel internacional. Juventud, fútbol de toque y estrategias calculadas son las señas de identidad de los equipos que ha dirigido el técnico francés desde que llegó a este club. Sin embargo, en el mundo del fútbol lo que importa es el presente, y los equipos no pueden vivir eternamente de su historia más gloriosa. Por eso, aunque destaquen por ejercer un fútbol distinto y atractivo, nunca serán recordados si no consiguen refrendar ese estilo añadiendo títulos a sus vitrinas. Y la exigencia es todavía mayor al referirnos a uno de los clubes más importantes del fútbol británico.
Para recordar el último trofeo que levantaron los gunners tenemos que remontarnos a 2005, año en el que el Arsenal de Wenger conquistó la Copa de Inglaterra. El pasado domingo, seis años después de su última conquista, el conjunto londinense aterrizó en Wembley con el objetivo de aumentar su palmarés, en esta ocasión en una final de la Copa de la Liga Inglesa, conocida popularmente – y por motivos de patrocinio – como la Carling Cup. Un modesto Birmingham, cuyo único objetivo esta temporada es la permanencia, se antojaba un cómodo rival para refrendar la óptima temporada del club de Londres. Pero una final siempre es una final, y ningún equipo debe verse nunca como favorito, por mucho que el mundo del fútbol diga que lo sea, y por mucho que se practique un estilo de juego exquisito, de salón, pues son comentarios que jamás han asegurado nada a nadie. Únicamente al actual Barça, diría yo.
Precisamente el conjunto de Guardiola fue víctima del Arsenal hace unas semanas, aunque considero que los de Pep demostrarán en el Camp Nou que lo ocurrido en el Emirates Stadium se trató de un simple y enmendable accidente. Pero el técnico del Birmingham, Alex McLeish, tenía muy claro cuáles eran las claves para tener alguna opción de alargar la sequía de La Orquesta Sinfónica de Londres: esperar en su campo, ejercer una fuerte presión y salir al contragolpe. Además, por si eso no daba sus frutos, tenía pensado un plan B llamado Nikola Zigic. El ex jugador de Racing y Valencia se convirtió en una auténtica pesadilla para los gunners en el juego aéreo —con gol incluido—, especialmente para la joven pareja de centrales formada por Djourou y Koscielny, muy desacertados a lo largo del encuentro.
Para más inri, Rosicky no estuvo a la altura a la hora de interpretar el papel del capitán Cesc Fábregas —lesionado desde el partido contra el Barcelona—, y Wilshere, a pesar de demostrar que es la nueva perla de este Arsenal, tuvo que asumir más galones de los que hasta el momento Wenger le había adjudicado. Aún así, The Arsenal consiguió atrincherar al Birmingham en su propio campo con las embestidas de Nasri y Arshavin por las bandas. Tampoco podemos olvidarnos de la destreza y el acierto de un Van Persie que se marcharía a la ducha antes de tiempo por lesión, aunque con el mérito de ser el único gunner capaz de batir a Ben Foster, sin duda, el mejor jugador durante la final —así lo consideró también la organización de la Carling—.
El partido moría sin llegar a una resolución, y los pupilos de Wenger ganaban terreno al conjunto blue, asfixiado en su propia presión y físicamente agotado. La prórroga no era ninguna solución para el Birmingham, que observaba con sigilo las embestidas de los gunners. Seis años después, la fórmula del técnico galo se encontraba muy cerca de volver a fructificar, pero el destino quiso ser caprichoso una vez más. La fortuna se alió con los blues, y la desgracia fue a parar al bando londinense de la forma más cruel posible. Un pelotazo de Foster desde su campo que buscaba la testa de Zigic acabó en las botas del recien incorporado Martins, no sin antes contemplar la falta de experiencia y entendimiento entre Koscielny y el joven cancerbero Szczesny. Era el minuto 89, y el nigeriano no perdonó el 2-1 a puerta vacía.
Creo que es una gran noticia que en el fútbol actual sigan existiendo equipos como el Arsenal: idealistas, comprometidos con el buen juego y que apuesten por sus jóvenes valores. Sin embargo, todos esos atributos no son suficientes si al final no se logra armar un equipo capaz de competir con los más fuertes. Por eso, considero que todos aquellos que en ocasiones han comparado este Arsenal con el Barça de Guardiola por su despliegue futbolístico y la potenciación de sus jóvenes promesas, deberían reconsiderarlo, puesto que su alarmante ausencia de productividad lo condena a ser una eterna copia muy poco efectiva. Por el fútbol, ojalá que me equivoque.
Lectura recomendada | Birmingham City, cameón de la Curling Cup (Diarios de Fútbol)
Imagen | Eurosport | Sky Sports
Para recordar el último trofeo que levantaron los gunners tenemos que remontarnos a 2005, año en el que el Arsenal de Wenger conquistó la Copa de Inglaterra. El pasado domingo, seis años después de su última conquista, el conjunto londinense aterrizó en Wembley con el objetivo de aumentar su palmarés, en esta ocasión en una final de la Copa de la Liga Inglesa, conocida popularmente – y por motivos de patrocinio – como la Carling Cup. Un modesto Birmingham, cuyo único objetivo esta temporada es la permanencia, se antojaba un cómodo rival para refrendar la óptima temporada del club de Londres. Pero una final siempre es una final, y ningún equipo debe verse nunca como favorito, por mucho que el mundo del fútbol diga que lo sea, y por mucho que se practique un estilo de juego exquisito, de salón, pues son comentarios que jamás han asegurado nada a nadie. Únicamente al actual Barça, diría yo.
Precisamente el conjunto de Guardiola fue víctima del Arsenal hace unas semanas, aunque considero que los de Pep demostrarán en el Camp Nou que lo ocurrido en el Emirates Stadium se trató de un simple y enmendable accidente. Pero el técnico del Birmingham, Alex McLeish, tenía muy claro cuáles eran las claves para tener alguna opción de alargar la sequía de La Orquesta Sinfónica de Londres: esperar en su campo, ejercer una fuerte presión y salir al contragolpe. Además, por si eso no daba sus frutos, tenía pensado un plan B llamado Nikola Zigic. El ex jugador de Racing y Valencia se convirtió en una auténtica pesadilla para los gunners en el juego aéreo —con gol incluido—, especialmente para la joven pareja de centrales formada por Djourou y Koscielny, muy desacertados a lo largo del encuentro.
Para más inri, Rosicky no estuvo a la altura a la hora de interpretar el papel del capitán Cesc Fábregas —lesionado desde el partido contra el Barcelona—, y Wilshere, a pesar de demostrar que es la nueva perla de este Arsenal, tuvo que asumir más galones de los que hasta el momento Wenger le había adjudicado. Aún así, The Arsenal consiguió atrincherar al Birmingham en su propio campo con las embestidas de Nasri y Arshavin por las bandas. Tampoco podemos olvidarnos de la destreza y el acierto de un Van Persie que se marcharía a la ducha antes de tiempo por lesión, aunque con el mérito de ser el único gunner capaz de batir a Ben Foster, sin duda, el mejor jugador durante la final —así lo consideró también la organización de la Carling—.
El partido moría sin llegar a una resolución, y los pupilos de Wenger ganaban terreno al conjunto blue, asfixiado en su propia presión y físicamente agotado. La prórroga no era ninguna solución para el Birmingham, que observaba con sigilo las embestidas de los gunners. Seis años después, la fórmula del técnico galo se encontraba muy cerca de volver a fructificar, pero el destino quiso ser caprichoso una vez más. La fortuna se alió con los blues, y la desgracia fue a parar al bando londinense de la forma más cruel posible. Un pelotazo de Foster desde su campo que buscaba la testa de Zigic acabó en las botas del recien incorporado Martins, no sin antes contemplar la falta de experiencia y entendimiento entre Koscielny y el joven cancerbero Szczesny. Era el minuto 89, y el nigeriano no perdonó el 2-1 a puerta vacía.
Creo que es una gran noticia que en el fútbol actual sigan existiendo equipos como el Arsenal: idealistas, comprometidos con el buen juego y que apuesten por sus jóvenes valores. Sin embargo, todos esos atributos no son suficientes si al final no se logra armar un equipo capaz de competir con los más fuertes. Por eso, considero que todos aquellos que en ocasiones han comparado este Arsenal con el Barça de Guardiola por su despliegue futbolístico y la potenciación de sus jóvenes promesas, deberían reconsiderarlo, puesto que su alarmante ausencia de productividad lo condena a ser una eterna copia muy poco efectiva. Por el fútbol, ojalá que me equivoque.
Lectura recomendada | Birmingham City, cameón de la Curling Cup (Diarios de Fútbol)
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