sábado, 31 de marzo de 2007

Cristiano Ronaldo al Madrid ¿Verdad o mentira?



¿Hablamos del nuevo fichaje del Real Madrid o hablamos de un enésimo pufo más de la prensa y de las fuentes internas del Real Madrid?
No hay respuesta. Lo único que se puede afirmar sin miedo a equivocarse es la propaganda total que tanto As como Marca hacen del "futuro madridista".

La herencia dejada por Florentino perdura. La "técnica galáctico" puede volver a funcionar. La operación es fácil, cuando un gran jugador interesa se difunde el interés desinteresado del Real Madrid por el jugador nunca dejando claro si lo quieren fichar o no. Luego la prensa se ocupa de todo, en particular de vender el interés irreprimible del jugador por vesir de blanco. Esa es la baza a jugar por el Real Madrid, la querencia de la estrella por vestir la camiseta que posee 9 copas de europa.
Es entoces cuando todos los días vemos noticias relacionadas con el jugador y su "futuro" club. El estado de forma del jugador, sus partidos día a día, declaraciones de mentes preclaras en fútbol halagando al jugador etc.

Y con Cristiano pasa lo mismo. As ya se encarga de recordar que el portugués tiene una camiseta con el 25 del Madrid, supuestamente el 25 porque es el único libre en su "futuro" club, el Madrid. Hoy, As, habla de la división entre Glazer y Ferguson, el primero quiere hacer negocio vendiéndolo y el segundo construir un equipo campeón alrededor de Ronaldo.
Esa vez la mediatización es doble, ya que el supuesto futuro entrenador del Madrid, Schuster, dice que por Ronaldo hay que pagar lo que sea... Así que de momento tenemos al presidente del Manchester vendiéndolo muy caro, y al futuro entrenador del Madrid diciendo que hay que pagar por él lo que sea. Y esque, prima el vender a Ronaldo al lector, antes de que el Manchester lo venda al Madrid. ¿Dónde acabará? Nadie lo sabe.

Vía / AS, AS, Marca

jueves, 22 de marzo de 2007

Goles cortesía de Oasis

Os dejo una recopliación de goles antológicos, la mayoría pepinazos desde fuera del área.
La música es "The Masterplan" de Oasis, por eso he escogido el vídeo.



PD: Estoy cambiando la plantilla del antiguo Blogger al nuevo, por eso unos días estará la página un poco rara, a no ser de que me diga alguien como cambiarla sin perder los colores y la barra del lateral. ¡Os lo agradecería!

sábado, 17 de marzo de 2007

Un sentimiento


Y de repente, se levantó zaragocista. No era la primera vez, le sucedía a menudo, muchas mañanas de lunes, con el conocimiento del resultado del domingo por la tarde. Le gustaba.
Era la sensación de estar defendiendo los colores del equipo de su ciudad, de su región, de su tierra. Le gustaba sentirse afortunado, siendo de un equipo humilde, lejos de los convencionalismos del pueblo. Era muy fácil por aquél entonces hacerse del Real Madrid, fue muy fácil años atrás hacerse del Barça. Pero él, seguía fiel a sus colores, a unos colores que a buen seguro, nunca le darían la Copa de Europa, pero eran los colores que sentía.

Llegaba a su clase, y todos estaban felices. Claro, eran del Real Madrid, del de Zidane, del de Figo, del de Raúl, el que ese año ganaría la Copa de Europa con un gol antológico de Zidane. Nunca se veían caras tristes en aquellos sus compañeros. En las inmortales discusiones futbolísticas, sus argumentos no podían equiparar los de sus amigos; claro, si su súper-equipo perdía, siempre les quedaba la excusa de que iban primeros, de que tenían a los mejores, de que eran los que más títulos tenían, etc.
Y él, nunca les podía llevar la contraria. Su Zaragoza no iba primero, estaba en Segunda. Su Zaragoza no tenía a Zidane, tenía a Cani. Su Zaragoza no tenía 9 Copas de Europa, tenia 5 Copas del Rey, de las cuales el había visto sólo una.

Y a pesar de todo siguió queriendo ser zaragocista. Para él no era apoyar un equipo como hacían sus compañeros, para él era un sentimiento. Una forma de vida, una manera de entender el mundo del fútbol. Un mundo alejado de las modas, un mundo que vivía en segunda. Porque la realidad era cruda, muy cruda. Su equipo se paseaba por campos como el del Leganés o el del Terrasa, mientras el equipo de sus amigos viajaba por toda Europa, tomando las fortalezas de San Siro, Old Trafford, Olympiastadion de Munich...

Y a pesar de todo, se levantaba cada mañana zaragocista, y se sentía de verdad zaragocista los lunes después de la victoria de su equipo. Llegaba a su clase con la sonrisa nueva, con una cara que emanaba felicidad. El ascenso más cerca, mientras ellos, aquellos que prefirieron el camino fácil, levantaban su novena Copa de Europa.
Los años pasaban, y volvió a ver un partido del Zaragoza en primera, en La Romareda. Él, que había empezado a visitarla cuando tenía 10 años, el año que el Zaragoza ganó la quinta; él, que había viajado a Leganés con la esperanza de un ascenso seguro, a 40 ºC a la sombra.
No tardó en sufrir. Un equipo de jóvenes promesas, que estuvo toda la temporada luchando por no descender, era su equipo.

Hasta que llegó ese día. El día de la Final de la Copa del Rey 2004. Era el Real Madrid el rival, el Real Madrid de sus compañeros, el Real Madrid que practicaba el fútbol antológico y fantasioso que enamoró a toda Europa.
Sus amigos se rieron. Asumieron que el gran Madrid ganaría la Copa. Le instaron a resignarse a las marsellesas de Zidane. No lo hizo. Tuvo que aguantar todo tipo de burlas y bromas, todo tipo de porras dolorosas en las que siempre se incluía una goleada cuando no un gol en propia meta de Toledo.
Lo que ellos no sabían, es que la fuerza de un pueblo, la fuerza de un sentimiento, empujaba al equipo de su ciudad. El sí lo sabía. Por eso hizo oídos sordos. Por eso no quiso mirar la clasificación, ni las eliminatorias de la Champions. Ni siquiera leyó el periódico en los días previos. Cada mañana previa a la final se levantaba más zaragocista que nunca, su sentimiento inundaba su corazón, que en la víspera era blanco y azul.

Descontaba las horas para que empezara el partido. Como siempre, Carrusel, palomitas, patatas, aperitivos variados, para vivir a su equipo. Para que él y el Zaragoza fueran uno sólo.
Concentró toda su energía en su equipo. Deseaba que ganara, ahora no importaba lo que dijeran, ahora importaba que su equipo venciera para sentirse feliz. Pero la cosa empezó mal: Beckham era el mejor lanzando faltas. Jarro de agua fría. Se imaginó como sus colegas al día siguiente se reirían de su ingenuidad. Pero vió el partido. Y estaba para remotarlo. Que importaban ya las Copas de Europa, o los Zidanes, en el campo eran uno contra otro.
Primero Dani, luego Villa, y su rabia, su alegría contenida, se desbordó. Por unos momentos fue el chico más feliz del mundo. Luego llegaría la segunda parte y el gol de Roberto Carlos.
La prórroga, las uñas acabadas, la comida también, no se podía sentar, daba vueltas y se enfurecía con cualquier decisión arbitral. Y ahí llegó Galletti.

Fue como una explosión. Perdió la noción del tiempo. Sólo oía la voz de Manolo Lama gritar gol, sólo veía a la grada en Montjuic celebrando el golazo. Celebrando el triunfo. Ni siquiera gritó. Se quedó sentado, perplejo, casi sin creérselo. Lo celebró por dentro. No tenía fuerzas para expresar lo que sentía. Fue ahí, sentado en el sofá de su casa, con la cara de un padre que acaba de ver a su hijo recién nacido, cuando se sintió feliz. Cuando se sintió zaragocista de arriba abajo.
Al día siguiente sus amigos se excusarían con los títulos y la Liga. Él sabía, que se lo perderían, que nunca sabrían lo que es ganar un título al mejor equipo del mundo cuando eres humilde. Por eso nunca serán tan felices con el fútbol, de como lo será él con cada título de su equipo.
Se fue a la cama, al día siguiente no importaría nada. Esa noche, soñó con Galletti, Villa, Movilla, Milito, Álvaro, Láinez, Savio...


Estamos de cumpleaños: El Real Zaragoza hace 75 (de ahí el post), y MQF hace 50 post desde que comenzó en la Blogsfera. Decir, que sin vosotros nunca habría llegado a esa cifra, sin vuestros comentarios y sin vuestras casi 10000 visitas.
Gracias por estar ahí, a todos. Que sean otros 50.

miércoles, 14 de marzo de 2007

Historia del Fútbol: El Maracanzo



El fútbol lo inventaron los ingleses, pero los que de verdad descubrieron el verdadero significado del fútbol fueron los brasileños.
En ningún otro país del mundo pod
emos encontrar tal cantidad de campos de fútbol (ya estén bien o mal) como en Brasil, en ningún otro lugar del mundo hay tantos niños futbolístas y ningún otro país del mundo tiene tantas copas del mundo como Brasil. Y es que allí el fútbol es algo más que un sueño, algo más que un agradable entretenimiento, es algo más, quizá, porque aquí tenemos todo lo que ellos no tienen. Una buena vida.

La pobreza en Brasil afecta a 44 millones de personas en todo el país. La población de España es de 40 millones de personas ¿Se imaginan a toda España hundida en la miseria? No, por eso nunca el fútbol será para nosotros lo que es para ellos. Para ellos el fútbol es su vida, su futuro, la única posibilidad real de salir de una pobreza axfisiante por la que niños de 12 años ya trabajan en la construción. Los chavales de las favelas no ven otra salida más que el fútbol, la vida real es demasiado dura como para intentar probarla directamente.

Sólo en la favela más grande de Río de Janeiro (ciudad con unas diferencias sociales tremendas) hay más de 250.000 personas que no tienen una vida digna. Allí, todos los chavales sueñan con llegar a ser algún día como Adriano, Ronaldo, Roberto Carlos, sueñan con hacer lo que ellos hicieron: Ser futbolistas saliendo de la pobreza.
Normalmente en estas favelas los campos de fútbol son descampados, muchos juegan descal
zos, los balones son caseros, y las porterías (cuando las hay) tres palos encontrados por la calle; una calle que es peligrosa y adictiva, donde las drogas son el pan de cada día y donde hay que tener mucha fuerza de voluntad para conseguir que no te cautiven. Por todo esto, Brasil es el país más grande futbolísticamente hablando del mundo.

Y con un panorama en el que la mejor salida es el fútbol, no es de extrañar que sea el lugar donde más veces ha llegado la Copa del Mundo.
Brasil tiene en su haber 5 Copas del Mundo. La primera en el 58 con el jovencísimo Pelé, la segunda en el 62, la tercera
en el 70 con el mejor equipo de la historia, la cuarta en el 94 y la última en el 2002.
Los mundiales empezaron en el 30, y teniendo en cuenta que Brasil empezó en los 40 a profesionalizar el fútbol ¿por qué no consiguieron nunca una antes de Pelé si eran los que mejor practicaben el deporte rey?

Lo mismo se preguntaban los seguidores brasileños cuando la Copa del Mundo volvía después de la Segunda Guerra Mundial. Sede: Brasil. Año: 1950.
La FIFA aprovechó el incipiente crecimiento de Brasil en el panorama futbolístico, que se ganaba a pasos agigantados ser el país del fútbol. No hicieron mal, por otro lado era la única candidatura que se había presentado.
No se esperaba un gran Mundial, las secuelas de la Segunda Guerra Mundial eran todavía muy dolorosas y muchos de los grandes países se negaron a participar en un campeonato de ese nivel: Alemania y Japón fueron expulsadas de la FIFA, Argentina, F
rancia y Portugal renunciaron. Ante ese panorama Brasil se frotaba las manos, era la máxima candidata al título; un título que se hacía esperar demasiado en los corazones de los aficionados brasileños, era un título que tenía que ser conseguido sí o sí, y sería sorpresa cualquier otra cosa que no fuera una victoria de Brasil. Y lo fue.
Brasil llegó a la final sin problemas. Había ganado todos sus partidos de goleada menos el empate frente a Suiza. El rival era el ex-campeón del mundo Uruguay, que tuvo más problemas que los brasileños. Era el día, era el año, era el lugar, era el equipo. Brasil iba a ser campeona del mundo.

Fue el 16-7-1950, el día que Uruguay hizo historia. Se enfrentaban a los campeones del mundo sin jugar el partido, se enfrentaban quizá, a toda una nación que conta
ba con 51 millones de habitantes, se enfrentaban a la tarea imposible de frenar a un equipo que venía de golear a Suecia 7-1 y a España (en semifinales) 6-1. Pero eran Uruguayos. Si usted conoce algún uruguayo comprenderá que no se arrugaran ante ese ambiente, son ellos, fuertes, de coraje y corazón, son charrúas, y nombrando esa palabra nombro un carácter. Sangre Charrúa.
El partido se iba a celebrar en Maracaná. El estadio más grande jamás contemplado, 200.000 almas gritando por Brasil. Los uruguayos prácticamente hubieran cumplido encajando menos de 4, pero en sus filas había un tipo, mejor dicho, una voz, que les dió fé y coraje a los charrúas. Obdulio Varela.

Obdulio era el capitán, y quizá nuncá fue
un gran jugador en lo que a detalles técnicos se refiere pero fue en su día el más psicológico. Su mente, su personalidad, venció a los brasileños.
El partido empezó como se preveía. Friaça marcó gol, Brasil ganaba. En Maracaná se vivía la fiesta del siglo. En el campo, todos los uruguayos resignados a su destino contemplaban atónitos como su capitán, se enzarzaba contra el mundo. Varela vió que el línier había levantado el banderín antes del gol, y le protestó. Con la pelota debajo del brazo, protestó al árbitro, gritó a los brasileños que cada vez se extrañaban y se cabreaban con Varela, y grito a su equipo. A uno de sus jugadores cuando intentó quitarle la bola le dijo: "O ganamos aquí o ellos nos matan, es una orden".
La desesperación no llegó todavía con el gol de Schiaffino (gran jugador), el drama, llegó cuando Gigghia marcó el gol más dramático que se recuerda: "Sólo tres personas han hecho callar a Maracaná con un sólo gesto, Frank Sinatra, Juan Pablo II y yo".
Final del partido. Uruguay campeona del mundo. "¿pero como?" Se preguntaban los aficionados brasileños.


Cuando una nación se hace ilusiones de tal calibre es normal que suceda lo que en las gradas ocurrió tras la derrota. Llanto, desgarro, dolor, angustia, muertes por paro cardíaco, fue como enterarse que su madre había muerto, o peor, fue como enterarse que a sus hijos no les gustaba el fútbol, que preferían el baloncesto.
Fue una completa ecatombe nacional. Fue la desgracia del siglo para Brasil. Y sin embargo, reaccionaron. Habían perdido, Uruguay ganaba. Reaccionaron como gran nación, serenos ante la tempestad. Se levantaron y aplaudieron cuando Varela levantó el trofeo.
Ese día, Brasil creció como nación, creció su fútbol, y creció su gente.
Brasil comenzó a convertirse en lo que es hoy, tras esa derrota. Tras el Maracanazo.