Andrés Pérez | España es por méritos propios
la número uno del ránking mundial de selecciones de la FIFA.
Se proclamó campeona de Europa con un fútbol antológico el pasado verano en
Austria y Suiza y actualmente atesora dos de los mejores delanteros del planeta, una media de ensueño con cuatro futbolistas de otro mundo cuyo valor se revaloriza constantemente y en defensa, a pesar de no contar con jugadores que marcarán una época, se muestra fiable y segura. Amén de
Casillas, del que sobran las palabras. No sufre en la fase de clasificación para
Sudáfrica 2010 y es la máxima favorita para llevarse la inminente C
opa Confederaciones. Todo es un camino adornado con pétalos de rosas, ciervos inocentes y demás metáforas que se les ocurran, sí, todo es precioso y nunca lo fue por lo que magnificamos el actual momento de la selección, servidor el primero. Sin embargo ante
Turquía conviene no confiarse. Primero porque seguimos siendo España, la misma selección de toda la vida, falible y perdedora, y segundo porque los excesos de confianza siempre repercuten en una catástrofe tan magna como la heróica gesta anteriormente conseguida. Y, ya puestos, porque Turquía fue eliminada de milagro en la pasada Eurocopa en semifinales.
A nivel futbolístico y en teoría Turquía no tiene nada que hacer frente a España. Veremos si es cierto. El combinado turco cuenta con jugadores de calidad notable y con un espíritu inigualable que les llevó a las semifinales en Austria a base de goles en el último minuto, in extremis, causando serios traumas a la República Checa, a Suiza y a Croacia en el colmo del oportunismo turco. Si bien Turquía es un equipo complicado no debiera suponer un escollo de relevancia alguna para España. Entendamos pues que el único enemigo de la selección es la propia selección. Es su creciente ego, su comprensible exceso de confianza a tenor no ya de los resultados, sino del juego practicado sobre cualquier estadio que cuente con cualquier tupido césped verde sobre el que un balón de cuero pueda rodar. España se enfrenta el próximo fin de semana a España. A once jugadores contra su subconsciente. A excepción de Bélgica y Grecia —en un partido de puro trámite— la selección no ha tenido que remontar ni en la Eurocopa ni en lo que llevamos de la fase de clasificación por lo que su comportamiento ante un posible gol que le ponga contra la espada y la pared es absolutamente imprevisible. El dominio constanet del balón, apabullante, en ocasiones desesperante para el conjunto rival se puede tornar en un arma de doble filo cuando el equipo rival se encierra atrás parapetado tras un gol a favor.
Las semejanzas con el Barça de Riijkard son notables. Era un equipo que, si bien estaba perefctamente capacitado para remontar, siempre parecía hacerlo de forma agoníca, por completo desesperante llevando el balón de uno a otro lado del campo, frenet al área rival, buscando un hueco en una pared de hormigón armado. Basta recordar eliminatorias frente al Chelsea, el Liverpool o la final de 2006 frente al Arsenal para comprobarlo. España no sabe jugar alocadamente, con corazón. Juega con cabeza, con una prodigiosa cabeza personificada en Xavi, Iniesta y Xabi Alonso, pero sin empuje cuando más necesario es. Por el momento tal estado de ánimo nunca ha sido necesario. Con el control total del esférico se han solucionado todos los problemas, nunca la máxima de un buen ataque es la mejor defensa ha sido tan plausible sobre un campo de fútbol; y es por ello por lo que debiera preocuparse Del Bosque. Si Turquía se pone con un gol por delante la selección se colapsará en un fútbol que se perderá en lo superfluo a no ser que el técnico tenga algo preparado. Quizá una arenga. Quizá un revulsivo que rompa la línea defensiva del conjunto otomano. Quizá un milagro. Desconocemos el dato porque la selección no ha necesitado remontar jamás en esta nueva era, no al menos en partidos de relevancia supina —obviemos por un instante a la endeble Bélgica, Turquía está a otro nivel—, lo cual es una excelente noticia, pero siempre se ha de ir un paso por delante.
España se puede sumir en la desesperación de lo efímero del tiempo. Es decir, España puede tocar, tocar, tocar y tocar fiel a su estilo y dejar escapar el tiempo buscando una grieta en el muro armado que pretende esquivar. Obviamente el conjunto cuenta con recursos de sobra para superar el hándicap. La convocatoria de Mata por el maltrecho Iniesta es una buena y una mala noticia. España pierde al jugador que, junto a Xavi, mueve los hilos del equipo; pero gana en verticalidad y desparpajo. Mata es delantero o extremo, es rápido, es regateador y tiene gol. Idóneo ante la posibilidad de una remontada heróica. Nada que ver con el descontrolado Capel. Villa, otro valencianista siempre pesca en río revuelto, la movilidad de Torres siempre consigue abrir espacios en las defensas y el recurso de Llorente permite incluso buscar balones aéreos en un último intento desesperado por remontar. Claro que todo esto son suposiciones. Benditas suposiciones, añado. Bendito problema si éste es del único que España tiene que preocuparse. Quizá este post caiga en balde y la selección siga deleitanto al mundo entero con un fútbol por completo fuera de lo normal.
Vía | Más que Fútbol, FIFA
Imagen | El Mundo, Marca
Más que Fútbol ● 2009