Andres Pérez | ¿Se acuerdan de lo que sucedió en el año 2004? El Oporto rácano e industrial de Mourinho comandado magníficamente por Deco se imponía en la Copa de Europa. Días después, Grecia, la Grecia de Otto Rehaggel, la Grecia del absoluto cerrojazo en torno a Nikopolidis se imponía en la Eurocopa. En una Eurocopa mediocre y aburrida, donde el único aliciente de observar a un equipo netamente inferior imponiéndose a todos los demás le dio atractivo. Hagan memoria. Observen. Recuerden ahora lo que sucedió, hará en un mes, el año pasado. España se impuso ante el resto de Europa con un fútbol preciosista, técnico, virtuoso, ofensivo, precioso. Estilista. Un fútbol protagonizado por benditos locos, obsesionados con la estética, despreocupados por todo aquello que no sea jugar al ataque, jugar no ya a ganar, sino a crear arte. Anoche el Barcelona, tal y como hiciera el conjunto de Aragonés hace un año, alcanzó exactamente la misma hazaña. El Barça, este Barça, es historia. Leyenda. El Barça ha conseguido demostrar al mundo que un valor, una filosofía torpedeada por el fútbol pragmático, es capaz de conquistar el planeta.
Es posible que cada uno tenga sus gustos, que la propuesta del Barça no tenga porqué contentar a todo el mundo, pero desde este mínimo rincón de Internet permitan que un servidor se maraville y se congratule de que éste sea el fútbol que impere. El fútbol que conquiste títulos y no se convierta en polvo. No creo que haya comparación entre aquel Oporto y este Barça, como no la hay entre aquella Grecia y esta España. En cinco años el fútbol ha cambiado, y lo que antaño parecía estar determinado por el tacticismo y la ortodoxia de los entrenadores ha dejado paso a un fútbol dominado por la valentía, por el virtuosismo. Por los futbolistas. Por Xavi. Una vez más, Xavi se alzó por encima del bien y del mal y dictaminó el sino de un partido. Su letanía es silenciosa. Dibuja el fútbol como nadie y desiste de llamar la atención. No por ello se ha de menospreciar su valor, ya que, entendamos, Xavi es por méritos propios y más allá de lo que diga el fútbol mediático, el mejor jugador de la Eurocopa y el mejor jugador de la final de la Copa de Europa.
Y posiblemente el mejor jugador del planeta junto a su fiel escudero, junto al más completo y por antonomasia virtuoso. Junto al héroe de Stamford Bridge, Iniesta. Ambos, junto a Puyol, han ganado en un año cuatro títulos de alcance y han otorgado tanto a la selección como al Barça otro estatus histórico. Es una obviedad, sí, pero hay que recordarlo: el Barça ha ganado todo lo que ha disputado este año; y voy más allá, no sólo ha ganado sino que lo ha hecho de la manera más brillante posible, con un fútbol perfecto ante el cual los rivales no tienen nada que hacer. No es tanto la maravilla que fabrica Xavi y engalonan los demás cada partido lo que hace de este Barça un prodigio como la capacidad que tiene de adormecer a su rival, de amilanarlo, de conseguir que, embelesado, se diluya entre las triangulaciones infinitas de unos diabólicos pequeños futbolistas. La prueba más refutable de ello es el Manchester de anoche. Se hundió, anonadado, ante el fútbol de su rival. No supo desplegar su juego, lo cual no implica que no lo tenga. El Barça anula a los rivales, ahí reside su verdadero mérito.
Y anoche, obviamente, no podía ser menos. En realidad, si detalláramos en verdadera profundiad los pormenores de la final, encontraríamos un partido plano y común. Común entendido como la tónica general a la que el Barça nos trae acostumbrados durante toda la temporada. No fue un partido brillante, ni emocionante. No más brillante que el resto de año que el conjunto de Guardiola lleva firmando. Guardiola. Otro inciso: Xavi es su reflejo como fue el reflejo del pensamiento de Aragonés en Austria. Esta es una obra de Guardiola, su más perfecta creación. Su valentía, su aplicación absoluta en cada circunstancia de su ideario futbolístico hacen de su figura la clave para comprender todo lo sucedido este año. Decíamos que el partido fue común. El Barça jugó siempre a lo que ha jugado durante todo el año y ante tal caudal el Manchester se diluyó, se ofuscó, se perdió, no comprendió jamás lo que se gestaba a su alrededor. Puro fútbol.
Comenzó el conjunto de Ferguson, quien ayer erró el planteamiento de manera escandalosa, altivo, poderoso, campeón de Europa. Personificado todo ello en Cristiano Ronaldo, egoísta y ególatra como pocos pero un gran jugador a fin de cuentas. Cuatro disparos suyos sirvieron para desquiciar el planteamiento inicial del Barcelona y sembrar dudas sobre si el conjunto baulgrana podría dominar y aplastar al Manchester tal y como lleva haciendo desde que comenzó el curso futbolístico. Duraron las dudas diez minutos. El tiempo suficiente para que Iniesta arrancara frente al mundo desde el medio campo, abriera a Eto'o y éste firmara un golazo tras sentar a Vidic. De ahí al final de la primera parte sólo hubo un equipo sobre el terreno de juego. Un equipo, que por cierto, desistió de imponer su ley inmediatamente. Sabe el Barça, y ahí reside otra de sus virtudes, que la paciencia es una virtud magnífica cuando se plantea un fútbol de este calibre. No se lanzó desaforadamente por tanto a por el partido. Lo templó. Lo dominó. El Manchester no tuvo capacidad de respuesta en ningún momento, se empequeñeció resignado.
El descanso era el mayor enemigo del conjunto barcelonés ya que permitiría al Manchester despertarse de su letargo constante. Lo hizo. Comandado por Ronaldo, claro, quién si no. Salió Tévez y el Manchester se lanzó hacia arriba, esperanzado de encontrar algún agujero entre el magnífico entramado que Guardiola había tejido. Sin embargo resultó contraproducente ya que la disposición táctica del medio campo de Guardiola unido a la inseguridad del conjunto mancuniano permitió que Xavi e Iniesta se hincharan a robar balones con el equipo rival envalentonado en la meta de Valdés. Esto es, espacios. Espacios cuando Messi, Eto'o y Henry son lanzados por Iniesta y especialmente por Xavi, es sinónimo de peligro. Lo fue, pero el Barça perdonó las tres ocasiones claras que tuvo seguidas al comienzo de la segunda parte y el Manchester, vivo una vez más, volvió a creer. Erróneamente, quizá, pero creyente a fin de cuentas. Se lanzó arriba y su caudal ofensivo no fue más que un leve arañazo en el lomo de la fiera.
Xavi, una vez más, levantó la cabeza. Armó su pie derecho. La puso en la cabeza de un genial Messi. Firmaron, entre ambos, el segundo ante la pasividad de Ferdinand. El Barça terminó el partido en el área del Manchester. Como España en Viena. Quizá, cuando el fútbol de diez años en adelante se vuelva de nuevo táctico y tedioso, los que hayamos presenciado a este Barça nos preguntemos: "Y ustedes, ¿se acuerdan del Barça de Xavi, de la España de los bajitos?". Comprenderemos entonces, que fuimos afortunados.
Vía | Wikipedia, Más que Fútbol
Imagen | El País
Más que Fútbol ● 2009
Es posible que cada uno tenga sus gustos, que la propuesta del Barça no tenga porqué contentar a todo el mundo, pero desde este mínimo rincón de Internet permitan que un servidor se maraville y se congratule de que éste sea el fútbol que impere. El fútbol que conquiste títulos y no se convierta en polvo. No creo que haya comparación entre aquel Oporto y este Barça, como no la hay entre aquella Grecia y esta España. En cinco años el fútbol ha cambiado, y lo que antaño parecía estar determinado por el tacticismo y la ortodoxia de los entrenadores ha dejado paso a un fútbol dominado por la valentía, por el virtuosismo. Por los futbolistas. Por Xavi. Una vez más, Xavi se alzó por encima del bien y del mal y dictaminó el sino de un partido. Su letanía es silenciosa. Dibuja el fútbol como nadie y desiste de llamar la atención. No por ello se ha de menospreciar su valor, ya que, entendamos, Xavi es por méritos propios y más allá de lo que diga el fútbol mediático, el mejor jugador de la Eurocopa y el mejor jugador de la final de la Copa de Europa.
Y posiblemente el mejor jugador del planeta junto a su fiel escudero, junto al más completo y por antonomasia virtuoso. Junto al héroe de Stamford Bridge, Iniesta. Ambos, junto a Puyol, han ganado en un año cuatro títulos de alcance y han otorgado tanto a la selección como al Barça otro estatus histórico. Es una obviedad, sí, pero hay que recordarlo: el Barça ha ganado todo lo que ha disputado este año; y voy más allá, no sólo ha ganado sino que lo ha hecho de la manera más brillante posible, con un fútbol perfecto ante el cual los rivales no tienen nada que hacer. No es tanto la maravilla que fabrica Xavi y engalonan los demás cada partido lo que hace de este Barça un prodigio como la capacidad que tiene de adormecer a su rival, de amilanarlo, de conseguir que, embelesado, se diluya entre las triangulaciones infinitas de unos diabólicos pequeños futbolistas. La prueba más refutable de ello es el Manchester de anoche. Se hundió, anonadado, ante el fútbol de su rival. No supo desplegar su juego, lo cual no implica que no lo tenga. El Barça anula a los rivales, ahí reside su verdadero mérito.
Y anoche, obviamente, no podía ser menos. En realidad, si detalláramos en verdadera profundiad los pormenores de la final, encontraríamos un partido plano y común. Común entendido como la tónica general a la que el Barça nos trae acostumbrados durante toda la temporada. No fue un partido brillante, ni emocionante. No más brillante que el resto de año que el conjunto de Guardiola lleva firmando. Guardiola. Otro inciso: Xavi es su reflejo como fue el reflejo del pensamiento de Aragonés en Austria. Esta es una obra de Guardiola, su más perfecta creación. Su valentía, su aplicación absoluta en cada circunstancia de su ideario futbolístico hacen de su figura la clave para comprender todo lo sucedido este año. Decíamos que el partido fue común. El Barça jugó siempre a lo que ha jugado durante todo el año y ante tal caudal el Manchester se diluyó, se ofuscó, se perdió, no comprendió jamás lo que se gestaba a su alrededor. Puro fútbol.
Comenzó el conjunto de Ferguson, quien ayer erró el planteamiento de manera escandalosa, altivo, poderoso, campeón de Europa. Personificado todo ello en Cristiano Ronaldo, egoísta y ególatra como pocos pero un gran jugador a fin de cuentas. Cuatro disparos suyos sirvieron para desquiciar el planteamiento inicial del Barcelona y sembrar dudas sobre si el conjunto baulgrana podría dominar y aplastar al Manchester tal y como lleva haciendo desde que comenzó el curso futbolístico. Duraron las dudas diez minutos. El tiempo suficiente para que Iniesta arrancara frente al mundo desde el medio campo, abriera a Eto'o y éste firmara un golazo tras sentar a Vidic. De ahí al final de la primera parte sólo hubo un equipo sobre el terreno de juego. Un equipo, que por cierto, desistió de imponer su ley inmediatamente. Sabe el Barça, y ahí reside otra de sus virtudes, que la paciencia es una virtud magnífica cuando se plantea un fútbol de este calibre. No se lanzó desaforadamente por tanto a por el partido. Lo templó. Lo dominó. El Manchester no tuvo capacidad de respuesta en ningún momento, se empequeñeció resignado.
El descanso era el mayor enemigo del conjunto barcelonés ya que permitiría al Manchester despertarse de su letargo constante. Lo hizo. Comandado por Ronaldo, claro, quién si no. Salió Tévez y el Manchester se lanzó hacia arriba, esperanzado de encontrar algún agujero entre el magnífico entramado que Guardiola había tejido. Sin embargo resultó contraproducente ya que la disposición táctica del medio campo de Guardiola unido a la inseguridad del conjunto mancuniano permitió que Xavi e Iniesta se hincharan a robar balones con el equipo rival envalentonado en la meta de Valdés. Esto es, espacios. Espacios cuando Messi, Eto'o y Henry son lanzados por Iniesta y especialmente por Xavi, es sinónimo de peligro. Lo fue, pero el Barça perdonó las tres ocasiones claras que tuvo seguidas al comienzo de la segunda parte y el Manchester, vivo una vez más, volvió a creer. Erróneamente, quizá, pero creyente a fin de cuentas. Se lanzó arriba y su caudal ofensivo no fue más que un leve arañazo en el lomo de la fiera.
Xavi, una vez más, levantó la cabeza. Armó su pie derecho. La puso en la cabeza de un genial Messi. Firmaron, entre ambos, el segundo ante la pasividad de Ferdinand. El Barça terminó el partido en el área del Manchester. Como España en Viena. Quizá, cuando el fútbol de diez años en adelante se vuelva de nuevo táctico y tedioso, los que hayamos presenciado a este Barça nos preguntemos: "Y ustedes, ¿se acuerdan del Barça de Xavi, de la España de los bajitos?". Comprenderemos entonces, que fuimos afortunados.
Vía | Wikipedia, Más que Fútbol
Imagen | El País
Más que Fútbol ● 2009