jueves, 30 de abril de 2009

El idealismo no ha muerto (Manchester United 1 - 0 Arsenal)

Andrés Pérez | ¿Se puede ser campeón de Europa con un equipo insultantemente joven? La respuesta, por el momento, es no. El año pasado el Arsenal cayó en Anfield frente a un envalentonado Liverpool y en 2006, aún con Henry en sus filas, perdió la final tras un partido en el que el equipo de Wenger fue de todo menos uno mismo. Fue infiel a sí mismo. Se fue Henry, Fábregas se alzó como líder, se renovó el equipo y la juventud tomó el poder. Ahí están, una vez más. Imperecederos a pesar de su edad. Frente al eterno Manchester, en las semifinales de la Copa de Europa, a un paso de la final. De la gloria, a dos. El Arsenal saltó ayer en Old Trafford con un equipo donde tan sólo Almunia, Touré y Silvestre pasaban de los 25 años. Llegar a semifinales ya supone una proeza. Hacerlo con un equipo tan inexperto como el del Arsenal aumenta el valor cualitativo del logro. Sin embargo, una vez allí, cabe preguntarse si, tras pasar por encima del equipo de Wenger el Manchester, es aún posible, en el fútbol de hoy, vencer la Copa de Europa con un grupo de niños geniales.

De momento la respuesta es un conduntende no que obliga a quienes sueñan con la proeza gunner —no lo negaré, me encuentro entre ellos— a darse de bruces con la cruda realidad. El Manchester ayer demostró porqué es el vigente campeón de la Copa de Europa y probablemente, junto al Barcelona, el mejor equipo del mundo. Vertical, eterno, permanente, imparable. Un ciclón que conjuga poderío físico, una técnica envidiable y una compenetración inalcanzable para el resto de los equipos. La velocidad con la que el Manchester juega de tres cuartos de cancha hacia arriba no la logra ningún otro equipo en el planeta y, acelerar de manera precisa en las inmediaciones del área rival aumenta siempre las posibilidades de ganar un partido. El Manchester era favorito y demostró porqué. Sin embargo, a pesar de ello, a pesar de que el Arsenal nunca pareció poder empatar, de su defensa endeble y despistada, de la desconcentración que todos y cada uno de los jugadores gunners a excepción de Almunia sufrieron durante la primera parte, a pesar de todo, el resultado tran sólo fue de 1-0 —gol de O'Shea, sí—.

Un resultado a todas luces corto. Visto lo visto anoche, el Arsenal puede volver con tranquilidad a Londres. La goleada pudo ser mayor de no ser por un Almunia que, de nacionalizarse, jugará el Mundial con Inglaterra casi con toda probabilidad, temo. No hay ningún portero nativo a su altura, a pesar de lo que siempre fue Inglaterra para los porteros. Ferguson no debe estar contento. El Manchester pudo liquidar la eliminatoria y sin embargo decidió perdonar la vida al Arsenal. No sentenciar ayer con dos o tres goles más, una idea nada descabellada a tenor de las ocasiones mancunianas, y, a pesar de ello, acudirá a Londres con una efímera ventaja. Para qué negarlo, deseo que el Arsenal alcance la final porque me enamora Wenger, lo hace Fábregas, también Nasri o Adebayor. El fútbol necesita proyectos como el de Wenger. Un equipo imberbe, indolente, que aprende a no arrugarse a pesar de su juventud. Un proyecto, una filosofía. El fútbol necesita de filosofías triunfales en estos tiempos de talonario e indiferencia hacia lo que una idea supone. Un sentimiento. No conviene negarlo, el Arsenal tiene todas las de perder. Sin embargo, el idealismo aún no ha muerto. El Arsenal sigue vivo.

Vía | Más que Fútbol, El País
Imagen | El Mundo

Más que Fútbol ● 2009

miércoles, 29 de abril de 2009

Dominio anodino (Barcelona 0 - 0 Chelsea)

Andrés Pérez | Es posible que al magnífico Barcelona que durante tantos meses ha deleitado a media Europa con su preciosista fútbol se le haya encendido la luz de reserva. Se queda sin gasolina. Digo que es posible puesto que no soy muy dado a aventurarme en arriesgadas premoniciones, las cuales entrañan mucho riesgo para tan poco beneficio posterior. Ayer frente al Chelsea, en casa, donde pocos equipos de nivel han sido capaces de contener la verborrea futbolística de este equipo, el Barcelona tocó y tocó, dominó durante los noventa minutos para nada. El marcador no se movió. Se podrá alegar que el entramado que Hiddink montó en torno a Messi, Iniesta o Xavi era infranqueable, que el fútbol planteado por el equipo londinense fue lamentable e indigno de un semifinalista de Copa de Europa, que Cech paró la ocasión de Eto'o y que Bojan o Hleb perdonaron cuando el partido moría, sí, se puede alegar todo eso y más; sin embargo, hay motivos para la preocupación y entre ellos encontramos la poca profundidad con la que el Barça se desempeñó anoche. El partido de Messi fue bochornoso. Eto'o un contínuo quiero y no puedo sumamente egoísta y Henry pareció perder la frescura que había recuperado tras el pasado año.

Decíamos que el Barcelona dominó durante todo el partido, pero se trató de un dominio absoluto anodino. Horizontal, plano. Se trató más de un partido de balonmano eterno que de un caudal ofensivo imparable por parte del conjunto de Guardiola lo cual puede dar a varias interpretaciones. La primera es que hasta la fecha el Barça no se había enfrentado a un equipo inglés y por ende a uno de los mejores equipos del planeta y la segunda es que el Barça ha perdido el fuelle de hace no ya un mes, sino dos semanas ante el Getafe y su dominio goleador, de toque espectacular y transiciones rápidas, se ha diluido en una red de fútbol que pretende ser estilista convirtiéndose, finalmente, en un soporífero monólogo sin gracia alguna. Quizá la respuesta la hallemos en la conjunción de ambos planteamientos. El Barça tiene menos gasolina, menos chispa, menos verticalidad y el Chelsea es mucho mejor que cualquier equipo al que se haya enfrentado el equipo culé hasta la fecha. El planteamiento defensivo del equipo de Stamford Bridge fue simplemente perfecto.

Si no hablo del partido es porque no lo merece. ¿Ocasiones? Contadas. Drogba casi da el susto tras un error enorme de Márquez en la primera parte justo en el momento en que el Barça mejor jugaba. La ocasión, despejada de manera brillante por Víctor Valdés supuso un punto de inflexión para el resto del partido. El Barcelona se salió por completo del encuentro, perdió la concentración atemorado por la voracidad del delantero africano y por el escandaloso poderío físico del Chelsea. Los últimos minutos de la primera mitad, de hecho, son una prueba fehaciente de ello. Durante la segunda parte el Barça continuó dominando, tocando horizontalmente a excepción de un siempre brillante Iniesta y recibiendo patatas por doquier, seña de identidad de un equipo, el Chelsea, que si bien no es violento no se anda con pequeñeces. Ahí están Essien, Mikel, Terry, Alex o Ballack. Tipos duros. Cuando el equipo de Guardiola quiso encontrar tras tanto mareo de balón a sus delanteros, no lo hizo. O al menos no de la manera deseada. Ni Messi, ni Eto'o, excesivamente egoísta anoche, ni Henry estuvieron a la altura y me preocupa especialmente el asunto Messi, quien lleva más de un partido sin la chispa que hace un mes causaba estragos en los rivales. Anoche no hizo absolutamente nada. Y lo poco que hizo lo hizo mal, lento, apagado, impreciso, desmotivado, cabizbajo, deprimido. De todo menos Messi.

Entre tanto, Iniesta y Xavi siguieron a lo suyo. Sin referencias arriba no podían hacer nada y no lo hicieron. El partido no lo ganó el Barça porque sus delanteros, quienes atesoran más de sesenta goles juntos, no estuvieron y que alguien termine las jugadas es un requisito imprescindible para que el fútbol que plantea el Barça tenga éxito. El Chelsea, sabedor de su superioridad física y bien entrada la segunda parte, psicológica, se creció. Como lo hará en Stamford Bridge. Más allá del resultado, el Barça ha sido un poco menos Barça. La oportunidad era esta, sumar dos goles o más en casa y acudir a Londres con los deberes hechos. Sin embargo, una vez más, la cita en Londres se antoja definitiva para las aspiraciones del Barça esta temporada. Corre el riesgo el Barcelona con la Copa de Europa de que el éxito o fracaso en dicha competición condicione al equipo hasta el punto de echar por tierra sus aspiraciones domésticas. Hará bien Guardiola en reflexionar sobre el partido de anoche —que no fue malo, sucede que acostumbrado uno al caviar detesta el buen paté francés— y acudir a Londres con otro planteamiento. El Chelsea en casa no saldrá parapetado en su defensa. Ni mucho menos.



Vía | You Tube
Imagen | El Mundo

Más que Fútbol ● 2009

lunes, 27 de abril de 2009

Hay Liga (Jornada 33)

Andrés Pérez | Para que de aquí al final la Liga tuviera un mínimo de expectación uno de los dos, o Barça o Real Madrid, tenía que fallar. Paradójicamente quien lo hizo fue el equipo que mejor fútbol practica en el planeta. Lo hizo ante el Valencia, en un partido trepidante dirimido finalmente por errores ajenos que terminó con un justo empate a dos, a pesar del empuje final del Barcelona. Tenía el Real Madrid en Sevilla la oportunidad de oro para acercarse al Barcelona, recortar una vez más dos puntos y colocarse a cuatro en vísperas del derbi; y lo que es más importante: infundir miedo en la hinchada barcelonista. Lo comentaba hace pocos días Mighty Magyar en Fútbol Arte:

Que este Madrid, como dicen en los comentarios, esté apretando al mejor Barça de los últimos quince años es digno de ciencia ficción; si el Barça tuviera una plantilla y una situación institucional similar a la del Madrid estaría peleando por entrar en UEFA —y gracias—".

Raúl lo consiguió. El Sevilla se difuminó ante el poderío físico de un Madrid que, sin alardes, ha conseguido enlazar victoria tras victoria hasta llegar al tramo final de la temporada con todo por decidir. Es cuanto menos envidiable la actitud que atesora el equipo blanco ante los momentos de máxima dificultad. Por extraño que parezca, un equipo gris, exento de calidad en su juego colectivo y de brillantez en sus victorias, aferrado a la siempre dudosa épica o a la veleidosa fortuna, se mantiene a tiro de piedra del equipo definitivo, del que dicen marcará una época, de quien algunos dicen ser el mejor Barça de la historia. ¿Cómo? Nadie es capaz de adivinarlo. Como dije, el Madrid no atiende a la lógica y analizarlo desde un punto de vista racional es del todo inútil. No lleva a ninguna parte. Supongo que hay que sentirlo, o vivirlo, o creerlo. Tener fe, lo llaman. Sea como sea el próximo fin de semana se juega el derbi, allí donde estarán puestas todas las miradas, allí donde probablemente se dirimirá el tramo final de campeonato. Un campeonato ambigüo, goleador y extrañamente conmovedor.

Decíamos que al tiempo que el Barcelona empataba en Valencia, el Madrid superaba el penúltimo escollo final de la temporada ante el Sevilla, dejando de lado las teorías conspiratorias tan dadas a los periodistas y al lúcido Marcelo que daban pie a la idea de que frente al Barça los equipos salían derrotados mientras que ante el Madrid lo daban todo. En la jornada pasada sucedió lo contrario. Un Valencia renovado desde hace más de un mes salió a comerse al Barça y le plantó cara de una manera inédita desde el partido del Calderón. No se amilanó como hizo el Sevilla o como hacen todos los equipos en el Camp Nou. Al contrario, supo presionar arriba al equipo de Guardiola y aprovechar las contadas ocasiones con las que contó en los últimos minutos de la primera parte. La maldición del último minuto. Pablo, en una jugada preciosa, adelantó al Valencia tras ir perdiendo por un gol en el minuto final de la primera parte. Como empató Higuaín ante el Getafe. Como empató ayer Raúl ante el Sevilla en el Sánchez Pijuán.

Lo hizo Raúl tras una primera parte en la que el Sevilla contó con veinte minutos brillantes y el Madrid se dedicó posteriormente a asediar a Palop, a su estilo, pero a asediarle a fin de cuentas. Con un control absoluto a nivel físico en el medio campo dada su superioridad numérica consiguió hilar jugadas gracias a Guti y a la movilidad de Higuaín y Raúl. Cuando mejor jugaba el Madrid, llegó el empate. Lo hizo en el momento psicológico, en el último minuto. El Madrid no es el Madrid si no marca en cada minuto final de cada parte, minando la moral del rival, haciéndole ver que su flor, su casta, su empeño, como lo quieran llamar, no tiene límites y no se detiene ante nada. La diferencia entre el Madrid y el Barça es que mientras los catalanes se aferran al buen fútbol única y exclusivamente, sin excusas, los blancos resisten viento y marea, aguantan la tempestad y de manera inexplicable llegan a final de temporada con opciones del título. El valor de no rendirse nunca ha de ser reconocido, creo, a pesar de lo mediocre de su fútbol. Ese y no otro es el mérito de un equipo gris que de portar la camiseta de otro equipo, de jugar en otro estadio y de besar otro escudo, probablemente, caminaría lejos de la Copa de Europa y pugnando por la UEFA.

Sin embargo todo esto caerá en balde. Tantas jornadas después todo se decide en el Bernabeú, el sábado próximo. Lo que suceda allí es un misterio. La lógica dice que el Barça debe vencer ese partido y esta Liga. Sin embargo, huelga decirlo, la lógica es completamente inútil si hablamos del Real Madrid. Hay Liga. Por fin. Como la hay por abajo y por la Champions. Al tiempo que el Sevilla se hunde poco a poco, jugando a nada, sin emoción, sin la calidad y el ritmo que antaño ostentaba, el Valencia emerge entre tanto lodo de los últimos años y ya está a un punto del equipo andaluz. El Villarreal con poco vence a un Getafe que de seguir así corre el serio riesgo de descender y el Atlético se aprovecha a costa de un necesitado Sporting. De lo demás, lo más destacable como siempre es lo que suceda por abajo. Para desgracia de cualquier humilde, el Numancia está virtualmente descendido. Si la próxima jornada no vence estará en Segunda. Y así cada fin de semana. Tal tensión es inhumana. Al Recreativo le vale con algo menos que un milagro pero sus cenizas en Primera se consumen poco a poco. Así que, salvo sorpresa, el equipo que a día de hoy puede salvarse de la quema es el Sporting. Puede hacerlo puesto que cuenta con un equipo digno de ello y con una afición aún más honesta. Lo tendrá difícil, para qué negarlo. El Espanyol renace como cada año, el Betis se mete en problemas, el Getafe cae psicológicamente —quizá el mayor de los males cuando se compite por no descender— y el resto se aleja paulatinamente. A cinco jornadas del final nada está decidido. Quién lo hubiera dicho en Diciembre.

Clasificación | (pincha aquí)

Resultados | (pincha aquí)

Los goles de Mestalla |



Y los del Sánchez Pijuán |



Vía | As, You Tube, Marca, Fútbol Arte
Imagen | El Mundo

Más que Fútbol ● 2009

miércoles, 22 de abril de 2009

No atiende a razones (Real Madrid 3 - 2 Getafe)

Andrés Pérez | Mientras dilucidaba mi teoría final sobre porqué el Real Madrid no juega a nada, es un equipo mediocre y sin embargo se mantiene segundo y con una racha de victorias absolutamente envidiable, sucedió lo que podía suceder y de hecho era previsible. Decía, mientras remataba genialmente toda una serie de argumentos expuestos en una teoría definitiva, la lógica se derrumbó ante la épica, la gloria y demás términos abstractos en los que el lector, el espectador y el aficionado al fútbol tan dado es a perderse. Analizar el partido de ayer del Real Madrid frente al Getafe por medio de un razonamiento lógico es absurdo. Como lo es, probablemente, pretender entender porqué nadie quiere a este Madrid que tantos disgustos da, tantas pitadas causa, tantos planes renovadores de futuro promueve a pesar de su increíble racha de victorias. A pesar de todo ello sigue segundo a seis puntos del Barça, en caso de que éste mañana venza. Por lo pronto, el tan fatídico mes de abril que presuponíamos al Barcelona no ha sido tal. Más bien al contrario. Veremos que sucede ahora que se amontonan los partidos.

Lo de ayer no tuvo nombre. Antes de echar por tierra cualquier razonamiento, cualquier argumento esgrimido con todo tipo de detalles, inclusive el mecanismo lógico por el cual se había llegado hasta él, el Madrid había cuajado un partido lamentable frente al Getafe. O mejor dicho, el Madrid se había mostrado tal y como era frente a un Getafe que juega muy bien al fútbol cuando es él quien controla el balón. Le sucede al equipo de Víctor Muñoz que flojea en defensa, espíritu y otros atributos de los que el Real Madrid sí hace gala. El Getafe jugó anoche mucho mejor al fútbol que el Real Madrid, no tuvo parangón; de hecho, la primera parte, de no ser por el psicológico gol de ese magnífico jugador llamado Higuaín, hubiera finalizado como un auténtico recital del equipo azulón. Controló el juego, axfisió al Madrid en la salida del balón y no cedió ocasiones a una delantera cuanto menos peligrosa por su contundencia. EL Real Madrid fue barrido. No estuvo. Se limitó a figurar y a contemplar el gol de Soldado.

Higuaín alcanzó a empatar antes de que la primera parte finalizara y la grada explotara, el equipo se deprimiera, el Getafe se viniera arriba, el Madrid perdiera y tirara por la borda una Liga que jamás merecerá ganar. Suceda lo que suceda y lo digo ahora. Decíamos que Higuaín empató, y todo lo que pudo ser una hecatombe se convirtió en esperanza. Empate psicológico, el Getafe se hundió, la grada obvió el lamentable juego —no en vano aún celebraba el gol—, y la remontada aún más cerca. Un gol fortuito, en la práctica, maquilló toda una primera parte de despropósitos y deleznables espectaculos ofensivos del equipo de Juande. Así es el fútbol, qué le vamos a hacer, la justicia no figura entre sus características. Justo o no, el marcador ofrecía un empate. Lo que vino después de la primera parte dejó de ser fútbol, añado, dejó de ser un partido. Se convirtió en un bendito esperpento de lo que hasta entonces se estaba jugando, pasó de ser fútbol a espectáculo puro, a adrenalina insuflada directamente en vena. A un teatro de ida y vuelta donde no ganaba quien más acertara sino quien menos fallara, lo que, aun pudiendo parecer una estupidez por la obviedad que rezuma, no tiene nada que ver, amén de lo que finalmente sucedió.

Que fue, aplicado al fútbol, el camarote de los hermanos Marx. Ordenar todo lo que sucedió en la segunda parte es una tarea harto complicada e imposible, temo. Al menos de manera racional, pretendiendo transmitir todo el frenesí que se vivió en directo, desde el sofá de casa o desde el estadio, dio igual, un partido así levanta de su asiento a cualquier espectador se halle donde quiera que se halle. Si algo podía hacer mal el Getafe era precisamente temer la estampida del Real Madrid, agazaparse en torno a Stojkovic y buscar una contra desesperada. Lo hizo, y por momentos parecía tener todo perdido cuando antaño lo tuvo todo ganado, sin embargo y a pesar de fallar Soldado y Albín dos ocasiones absolutamente clamorosas con tintes surrealistas, el Getafe finalmente, se volvió a adelantar, con todo el merecimiento del mundo para qué negarlo. Fue Albín, en un contraataque que fructificó más por demérito madridista que por mérito getafense. No sirvió de mucho. Guti se inventó una falta a la escuadra dos minutos después y empató.

Corría el minuto 86, el partido agonizaba, pero aún quedaba demasiado como para dejarlo escapar. En otro contraataque y con la defensa del Madrid sabrá Dios donde una vez más, Pepe, un buen central, perdió la cabeza si es que alguna vez la tuvo. Corría Casquero hacia Casillas con el consecuente peligro que ello conllevaba y apareció Pepe. Primero empujó a Casquero dentro del área sin ninguna intención de disimular, al conseguirlo, le pisoteó una vez mal, una segunda en plena espalda y no contento con eso cuando el árbitro ya le había expulsado con todo el merecimiento del mundo —queda por ver de cuántos partidos es la sanción, porque debiera serla de muchos— volvió a por un Casquero tendido en el suelo agonizante para pisarle disimuladamente una vez más, pretender pisarle de nuevo y pegarle un bofetón a Albín que pasaba por allí, pero que vestía de azul y alguna culpa tendría que tener para Pepe. Un despropósito. Él solito se lo guisó, el sólito se lo comió. Y cuando el Getafe lo tenía todo en su mano, una vez más... Casquero se inventó un amago de penalty de Panenka, Casillas lo detuvo mansamente, y dos jugadas más tarde Higuaín le rompió la cintura a Cata y posteriormente reventó la red en la escuadra de Stojkovic. ¿Qué por qué el Madrid está segundo a pesar de todo? Repasen los últimos diez minutos del partido de anoche y quizá, por alguna remota casualidad, encuentren una mera explicación banal y mínimamente lógica. Quizá.

Vía | Más que Fútbol
Imagen | El Mundo

Más que Fútbol ● 2009

domingo, 5 de abril de 2009

La ¿persecución? continúa (Jornada 29)

Andrés Pérez | Cuesta asumir que la Liga se ha vuelto monótona con el tiempo, con el paso de los años, curiosamente al tiempo que su nivel ha decrecido. Al menos en lo que respecta a los clubes de mayor poderío económico. Desde que aquel Barça de Riijkard comenzara su senda gloriosa con dos ligas consecutivas y una Copa de Europa y el Real Madrid le sucediera haciendo lo propio pero sin la Copa de Europa, la Liga no tiene más aliciente, en lo que a lucha por el título se refiere, que comprobar año sí año también cómo sendos clubes pugnan por el título. Este año es la prueba más refutable de ello. Tras la resaca internacional y el mal llamado virus FIFA —si tanto protestan porque las estrellas vayan con sus selecciones, que fichen jugadores no internacionales, pienso— la jornada 29 se presentaba intercalda entre la selección, la Copa de Europa y sus cuartos de final y la Semana Santa. Intercalda pues como un quehacer semanal entre eventos excepcionales, esto es, con menos expectación de la que suele acaparar. Nada cambió, para no variar, para mantenerse en el ostracismo de estas dos semanas. Nada varió puesto que el Barça, con penas que no fueron duras, venció; y el Madrid, con la habitual racanería que atesora, hizo lo propio.

Y temo que el resto de jornadas deparen lo mismo para el pobre espectador neutral, quien debiera apasionarse por dos equipos luchando fervientemente por el título y sin embargo no ve más emocion cada fin de semana que la de la lucha por no descender, el penoso calvario que los equipos humildes han de sufrir año sí año también. Esto es, lo que le depara al Osasuna, al Getafe, al Espanyol, al Numancia, al Betis y al resto de equipos, que son muchos, que hasta las últimas jornadas —si no lo son ya— mantendrán a sus aficionados en vilo por la improbable permanencia. Decíamos que esto último, la dramática lucha por la permanencia, es lo único que parecer quedarle al espectador, visto que por arriba, amén de los pinchazos habituales de Villarreal, Sevilla, Valencia y Atlético de Madrid, todo se decidirá a partir del Madrid-Barcelona del Bernabeú. Hasta entonces no parece creíble la teoría de la remontada madridista. Si se trata de una persecución lo disimulan bastante bien. El Madrid juega como durante todo el año. Mal. Pero gana. Como durante todo el año. No parece bastar ante un Barça netamente superior en todas las líneas.

Los alicientes para el iluso espectador que busca el espectáculo cada fin de semana desde el sofá de su casa, pegado al transistor o a la televisión —ya ven que ahora hasta Hogar 10 emite la Liga—, son más bien pocos. Se reducen a uno. A que el Barça cuaje uno de esos partidos por los que merece pagar la entrada. No más. Que nadie pretenda contemplar tal soberbia futbolística en el Madrid puesto que ni su entrenador ni sus futbolistas lo permiten. Ayer ganó al Málaga, sobrado, con un Casillas cumplidor y un destello de ese magnífico jugador llamado Higuaín, según dicen los más reputados forofos blancos cada vez que el argentino anota un gol ante un equipo de rango menor, como lo era el Málaga. El caso es que casi sin pretenderlo, el Madrid de Juande se encontró con una victoria a todas luces inmerecidas, a tenor de lo sucedido en la primera parte, para continuar con su persecución al Barcelona; Barcelona que, pasito misí, pasito misá, venció al Valladolid con una pared entre Xavi y Eto'o. No necesitó más. Abril será duro. No merece la pena deleitar cada fin de semana, la Copa de Europa y la misma Copa del Rey esperan.

Hay vida más allá de la Liga para el Barça, pero, no vencer en el campeonato doméstico supondría una losa para la moral del club. Aficionados incluidos. Esta Liga, por su desarrollo y por juego desplegado, ha de ser del Barça. Todo lo demás es fracaso. Si el Madrid gana por tercer año consecutivo habrá que comenzar a creer en las películas para no dormir de Tomás Roncero y demás palmeros del Espíritu de Juanito, habremos de creer en las brujas, las hadas, las meigas y demás entes mitológicos que se les ocurran. Será un milagro. Una maravilla, algo histórico. Sin embargo, por justicia deportiva a pesar de lo épico que pudiera parecer, no lo deseo. No por que pueda ser barcelonista, o anti-madridista —ya que no lo soy, cualquiera que pase por aquí frecuentemente lo sabe—, sino porque la supuesta gesta épica del Madrid se debería a una catástrofe de dimensiones inigualables del Barcelona. Cuesta creer que tras una jornada de Liga lo más interesante, amén de la amarga lucha de los de abajo, de la misma sean las teorías hipotéticas sobre el desarrollo de la Liga. Pero es así. La Liga lleva reducida a dos varios años. Reducida al mérito de uno y demérito de otro —alternándose entre ambos—. Triste pero cierto. El interés se desvanece en lo superfluo.

Vía | Más que Fútbol, As
Imagen | El Mundo

Más que Fútbol ● 2009