Andrés Pérez | ¿Se puede ser campeón de Europa con un equipo insultantemente joven? La respuesta, por el momento, es no. El año pasado el Arsenal cayó en Anfield frente a un envalentonado Liverpool y en 2006, aún con Henry en sus filas, perdió la final tras un partido en el que el equipo de Wenger fue de todo menos uno mismo. Fue infiel a sí mismo. Se fue Henry, Fábregas se alzó como líder, se renovó el equipo y la juventud tomó el poder. Ahí están, una vez más. Imperecederos a pesar de su edad. Frente al eterno Manchester, en las semifinales de la Copa de Europa, a un paso de la final. De la gloria, a dos. El Arsenal saltó ayer en Old Trafford con un equipo donde tan sólo Almunia, Touré y Silvestre pasaban de los 25 años. Llegar a semifinales ya supone una proeza. Hacerlo con un equipo tan inexperto como el del Arsenal aumenta el valor cualitativo del logro. Sin embargo, una vez allí, cabe preguntarse si, tras pasar por encima del equipo de Wenger el Manchester, es aún posible, en el fútbol de hoy, vencer la Copa de Europa con un grupo de niños geniales.
De momento la respuesta es un conduntende no que obliga a quienes sueñan con la proeza gunner —no lo negaré, me encuentro entre ellos— a darse de bruces con la cruda realidad. El Manchester ayer demostró porqué es el vigente campeón de la Copa de Europa y probablemente, junto al Barcelona, el mejor equipo del mundo. Vertical, eterno, permanente, imparable. Un ciclón que conjuga poderío físico, una técnica envidiable y una compenetración inalcanzable para el resto de los equipos. La velocidad con la que el Manchester juega de tres cuartos de cancha hacia arriba no la logra ningún otro equipo en el planeta y, acelerar de manera precisa en las inmediaciones del área rival aumenta siempre las posibilidades de ganar un partido. El Manchester era favorito y demostró porqué. Sin embargo, a pesar de ello, a pesar de que el Arsenal nunca pareció poder empatar, de su defensa endeble y despistada, de la desconcentración que todos y cada uno de los jugadores gunners a excepción de Almunia sufrieron durante la primera parte, a pesar de todo, el resultado tran sólo fue de 1-0 —gol de O'Shea, sí—.
Un resultado a todas luces corto. Visto lo visto anoche, el Arsenal puede volver con tranquilidad a Londres. La goleada pudo ser mayor de no ser por un Almunia que, de nacionalizarse, jugará el Mundial con Inglaterra casi con toda probabilidad, temo. No hay ningún portero nativo a su altura, a pesar de lo que siempre fue Inglaterra para los porteros. Ferguson no debe estar contento. El Manchester pudo liquidar la eliminatoria y sin embargo decidió perdonar la vida al Arsenal. No sentenciar ayer con dos o tres goles más, una idea nada descabellada a tenor de las ocasiones mancunianas, y, a pesar de ello, acudirá a Londres con una efímera ventaja. Para qué negarlo, deseo que el Arsenal alcance la final porque me enamora Wenger, lo hace Fábregas, también Nasri o Adebayor. El fútbol necesita proyectos como el de Wenger. Un equipo imberbe, indolente, que aprende a no arrugarse a pesar de su juventud. Un proyecto, una filosofía. El fútbol necesita de filosofías triunfales en estos tiempos de talonario e indiferencia hacia lo que una idea supone. Un sentimiento. No conviene negarlo, el Arsenal tiene todas las de perder. Sin embargo, el idealismo aún no ha muerto. El Arsenal sigue vivo.
Vía | Más que Fútbol, El País
Imagen | El Mundo
Más que Fútbol ● 2009
De momento la respuesta es un conduntende no que obliga a quienes sueñan con la proeza gunner —no lo negaré, me encuentro entre ellos— a darse de bruces con la cruda realidad. El Manchester ayer demostró porqué es el vigente campeón de la Copa de Europa y probablemente, junto al Barcelona, el mejor equipo del mundo. Vertical, eterno, permanente, imparable. Un ciclón que conjuga poderío físico, una técnica envidiable y una compenetración inalcanzable para el resto de los equipos. La velocidad con la que el Manchester juega de tres cuartos de cancha hacia arriba no la logra ningún otro equipo en el planeta y, acelerar de manera precisa en las inmediaciones del área rival aumenta siempre las posibilidades de ganar un partido. El Manchester era favorito y demostró porqué. Sin embargo, a pesar de ello, a pesar de que el Arsenal nunca pareció poder empatar, de su defensa endeble y despistada, de la desconcentración que todos y cada uno de los jugadores gunners a excepción de Almunia sufrieron durante la primera parte, a pesar de todo, el resultado tran sólo fue de 1-0 —gol de O'Shea, sí—.
Un resultado a todas luces corto. Visto lo visto anoche, el Arsenal puede volver con tranquilidad a Londres. La goleada pudo ser mayor de no ser por un Almunia que, de nacionalizarse, jugará el Mundial con Inglaterra casi con toda probabilidad, temo. No hay ningún portero nativo a su altura, a pesar de lo que siempre fue Inglaterra para los porteros. Ferguson no debe estar contento. El Manchester pudo liquidar la eliminatoria y sin embargo decidió perdonar la vida al Arsenal. No sentenciar ayer con dos o tres goles más, una idea nada descabellada a tenor de las ocasiones mancunianas, y, a pesar de ello, acudirá a Londres con una efímera ventaja. Para qué negarlo, deseo que el Arsenal alcance la final porque me enamora Wenger, lo hace Fábregas, también Nasri o Adebayor. El fútbol necesita proyectos como el de Wenger. Un equipo imberbe, indolente, que aprende a no arrugarse a pesar de su juventud. Un proyecto, una filosofía. El fútbol necesita de filosofías triunfales en estos tiempos de talonario e indiferencia hacia lo que una idea supone. Un sentimiento. No conviene negarlo, el Arsenal tiene todas las de perder. Sin embargo, el idealismo aún no ha muerto. El Arsenal sigue vivo.
Vía | Más que Fútbol, El País
Imagen | El Mundo
Más que Fútbol ● 2009