lunes, 29 de septiembre de 2008

No les valdrá en Europa (Jornada 5)

Andrés Pérez | Dice el anuncio que la vida es la Liga y que la Liga es tal. Tal marca de cerveza. Más o menos tiene razón, al menos en la primera parte de la frase, aquella que reza eso de la vida es la Liga. Y la Liga es como la vida. Y como la vida, tiende a cambiar poco, la Liga, como la vida, sigue igual. Los grandes, a lo suyo. A ganar sin merecerlo y a jugar rácanamente, unos con más suerte que otros. El Real Madrid se vuelve a aferrar a la fuente inagotable de goles llamada Van Nistelrooy y el Barça a algo no muy certero. Si bien es cierto que el Barça juega, por momentos, mejor que el año pasado, no deja de ser un destello de lo que Guardiola pretende con su equipo. El Barcelona no atina lejos del Camp Nou -no me vale lo de Gijón y el pobre Sporting- y en casa, a pesar de jugar relativamente bien, no convence. El Madrid tampoco, pero lleva tres años haciendo lo mismo. Ganando sin merecerlo y finalmente, llevándose la Liga por la cara. Este año, si nada cambia, tiene pinta de pasar lo mismo. Un Madrid entonado es capaz de marcar a pesar de las mil y una paradas de Casillas, de las mil y una ocasiones desperdiciadas del equipo rival. De las mil y una críticas.

Aunque es muy probable que, un año más, eso no sea suficiente en Europa. Los de Schuster se enfrentan mañana al Zenit de San Petersburgo, actual campeón de la Copa de la UEFA y auténtico tapado en las apuestas de la Copa de Europa. El Madrid se aferra a los argumentos que le han llevado a ganar dos Ligas seguidas y a fracasar dos años seguidos en Europa. Una defensa sólida cuyas fisuras se ocultan cuando Casillas entra en acción, un mediocampo trotón que tan sólo funciona si Guti está entonado, y una delantera que aprovecha todas las oportunidades que le llegan. Del buen fútbol ni rastro. El estilo del equipo es plenamente capellista y pobres de aquellos que quieran negarse a aceptar tal realidad, a pesar de la marcha del técnico transalpino hace dos años, cuando devolvió ruinosamente, a la italiana, al Madrid a la senda del triunfo, aquella que abandonó durante tres penosos años. Schuster no ha hecho más que continuar con la línea de Capello si bien el juego del Madrid, en ocasiones, brilla más que cuando el actual seleccionador de Inglaterra reinaba en el banquillo blanco. En ocasiones, insisto. Tal genialidad fogosa de la mano de Van der Vaart, Sjenider, Guti o el exigüo Robinho ni sirve, ni ha servido, ni servirá para conquistar por décima vez Europa. Mientras tanto, los paladines merengues pueden seguir soñando con el máximo trofeo continental. Sólo encontrarán consuelo en la Liga. Maravilloso consuelo, añado. 1-2 al Betis en los últimos minutos. Busquen, comparen, y si encuentran una definición mejor se la compro.

El Barça por su parte busca su camino. Desechado injustamente Rijkaard, limpiado -dicen- el vestuario tras la marcha de Ronaldinho y Deco, Guardiola mantiene la línea de Rijkard sin variar el esquema 4-3-3 y el equipo se adapta sin dificultad. Pero sigue sin convencer plenamente. No lo hizo en su primer partido en Europa y no lo hizo el sábado en el polémico partido en Montjuic de cuyos acontecimientos ya habrá tiempo de hablar. El equipo juega mejor que su archienemigo, eso está claro, pero no de la manera en la que maravilló hace dos años. La defensa se ha reforzado y es una grata noticia para un portero tan inconstante como Valdés, pero por arriba el estilo ni cambia ni parecer querer hacerlo. Me explico. A pesar de las incorporación de Keita quien juega de titular en el medio campo es el canterano Busquets. Buen jugador pero con nulo sentido táctico en defensa, algo indispensable en la posición de cinco en el Barça, con dos jugones del calibre de Iniesta y Xavi por delante. Keita y Touré, dos jugadores por los que cualquier equipo del mundo se pegarían, quedan relevados al banquillo inexplicablemente. Alves no es el jugador omnipresente que fue quien sabe si cohibido ante tanta estrella inexistente en Sevilla, donde era el amo y señor del equipo. Y arriba Eto'o no atina todo lo que pudiera, Henry sigue desaparecido y Messi se pierde en sus regates. En resumen, exceptuando la salida de Ronaldinho y Deco, nada muy diferente al año pasado.

Al Barça tampoco le servirá su equipo y su estilo en Europa. Se atasca por momentos y tan sólo encuentra salida en Iniesta y Xavi, dos jugadores imprescindibles en cualquier esquema del equipo. Mientras Bojan permanezca en el banquillo, Eto'o se ofusque ante la portería, Messi mantenga su tónica de mucho regate espectacular y poca efectividad y Henry sea la sombra de lo que fue, la falta de pegada, tan acusada el año pasado frente al Manchester en las semifinales de la Copa de Europa, supondrá su lacra. Todo esto puede cambiar esta misma semana o la próxima jornada, tanto para unos como para otros. Lo único que ha cambiado ha sido el Valencia. Lacrados sus jugadores el año pasado por la fatal dinámica en la que se sumergió el club tras la llegada de Koeman, este año, de la mano de Emery, el Valencia resucita y sin Silva, lo cual da a pensar del potencial de los chés en caso de que el mejor jugador del equipo vuelva. Solvencia y dinaminta arriba. La fórmula del éxito que el año pasado no cuajó. Por su parte el Villarreal mantiene su racha de cuatro años y se afianza líder junto al Valencia. Argumentos los de siempre, pero los mejora cada año. El Sevilla sigue buscando el camino y ayer lo encontró en uno de los peores partidos que recuerdo frente al exultante Atlético de Madrid. Un Atlético que naufragó ante el primer rival serio de la temporada. Y van.

Resultados de la Jornada 5 |

Atlético 0 - 1 Sevilla
Valencia 4 - 2 Deportivo
Málaga 2 - 1 Valladolid
Almería 1 - 0 Recreativo
Athletic 0 - 1 Getafe
Racing 1 - 2 Mallorca
Numancia 0 - 0 Osasuna
Betis 1 - 2 Real Madrid
Sporting 0 - 1 Villarreal
Espanyol 1 - 2 Barcelona

Clasificación | (pincha aquí)

El golazo de Casquero, para el recuerdo:



Vía | As, Marca, Más que Fútbol
Imagen | Marca

Más que Fútbol ● 2008

martes, 23 de septiembre de 2008

Desde Segunda con amor (desilusión)

Andrés Pérez | No hacía falta ser un genio de la intuición para comprobar como el ánimo en las gradas de la Romareda había caído el fin de semana pasado. Me explico, no se trata de que la afición anduviera a tortas con el equipo por su comportamiento y resultado, se trataba de una desilusión permanente, de un estado pasivo de por sí más peligroso que el activo, aunque furioso. Saltó el equipo al campo y ni siquiera los habituales aficionados peligrosamente negativos tuvieron intención de silbar en señal de dolorosa protesta. Cada uno estaba ojeando la revista, fumando plácidamente un cigarro o charlando con el de al lado. De todo menos fútbol. Me acerqué sinuosamente a la Romareda con poca esperanza, he de añadir, de disfrutar de una buena tarde de fútbol de plata. Por mucho que lo intenten llamar de plata, no quita para que sea de Segunda División, pensé. Al tomar asiento comprobé como el ambiente estaba adormilado. Ni un aplauso, ni un silbido. Nada, el hastío llegó a tal punto que no quedaban ganas para hacer nada. Tan sólo la irrupción de la multimedallista Teresa Perales arrancó la ovación de la grada. Tan desilusionada como pasiva.

Saltó el equipo al campo. Silencio sepulcral. Jamás vi cosa igual en un campo mde fútbol. El Zaragoza comenzó como una exalación dirigido por Jorge López y rematado por Ewerthon. Antes de llegar al descanso ya ganaba dos a cero frente a un Elche tan pasivo como la Romareda pero en términos genéricos, de mucha menor calidad. Carne de descenso, temo. Su portero se autoexoulsó en un penalty clamoroso y a partir de ahí el equipo alicantino fue un alma en pena, un juguete en manos de un Zaragoza que, miesterios de la vida, sin estar espoleado por la afición y sin ser machacado por la misma, practicaba su mejor fútbol. Lo que tiene jugar sin presión, deduje. Al cabo de media hora lo confirmé. Es recomendable cerrar el acceso al público, que los jugadores jueguen sin gente a su alrededor con expectativas creadas que cumplir. Que jueguen sin deber nada a nadie. Es como mejor lo harán, y con la plantilla que ostenta el Zaragoza, es poco probable que no sunba de tal manera. Por el contrario, el efecto grada, eufórica o cabreada, provoca que los futbolsitas -esas grandes mentes desequilibradas- sean extrañas almas en pena sobre el tupido césped de cualquier estadio.

El partido estaba interesante, no crean, pero preferí pensar filosóficamente sobre la idiosincrasia de un jugador de fútbol en relación a su afición a contemplar como mi equipo, aquel mismo que llevaba tres partidos seguidos en Liga sin ganar, bailaba a un Elche fúnebre pero no conseguía rematarlo. Ni siquiera hubo desesperación al término de la primera parte. Cada uno en la grada tenía su propia opinión, pero por una vez, y sin que sirva de precedente, nadie la daba. Y es algo extraño dentro de las colmenas sociales llamadas estadios de fútbol, donde la opinión es lo único que cuenta. Tengas argumentos o no. Comenzó la segunda parte y el sueño de la grada se trasladó al campo. Allí el Zaragoza se veía tan superior que se durmió en su propia magnificencia. Contra el Elche servirá, contra otros equipos, más preparados y con los once sobre el campo, es posible que no. Entonces, por aquellos lares del minuto 60 de partido, la afición despertó digna de sí misma. Los pásala que eres un absoluto chupón y los mercenarios, marcad otro gol, volvieron a hacerse presentes en el cielo de Zaragoza, para satisfacción propia he de decir. No están muertos, lo cual supuso un alivio para completar todos los post del año.

Caffa se convirtió en el blanco de todos los disparos de un señor de avanzada edad a mi derecha. "Es muy malo, ¡corre!", explicaba elocuentemente tras perder un balón. "Que bueno es, ójala se quede", señalaba diez minutos después, tras una interesante jugada del propio Caffa. Esto es otra cosa, deduje para mis adentros, ya iba siendo hora que el caballero de al lado, tan propenso a la bipolaridad, despertara de su letargo. Y así, sucesivamente, todo el estadio, que a pesar de dominar y ganar holgadamente exigía un mejor juego y más goles. En ese momento comprendí que el letargo de la primera parte se debía a sendos goles. Porque tras no marcar, todo se volvió gris. Lo cual no tiene mucho sentido si tenemos en cuenta que el equipo está en Segunda, y no se le puede exigir un juego comparable a, digamos, el Brasil de 1970. Ni los goles del Manchester del año pasado. Ganar dos a cero sin apuros debería ser motivo suficiente para aplaudir y volver feliz al dulce hogar estando en Segunda. Pero la afición de la Romareda no entiende de lógica. Ni cierto grupo de animación, por decir algo, que se dedicó a cantar un bonito pareado a Bandrés, en relación a su relación con su mujer y a su presunto hurto del escudo. Bastante lamentable, en términos genéricos. Aunque, a estas alturas, no debiera extrañarme nada.

Imagen | Marca

Más que Fútbol ● 2008

miércoles, 10 de septiembre de 2008

No más Capel -de momento-

Andrés Pérez | Siempre he sido un enamorado de los extremos. Me parecen esos grandes olvidados del fútbol moderno, en el que cualquier genio de una capacidad física limitada se ve obligado a defender en pro de su equipo. El fútbol total es lo que conlleva, la desaparición total o parcial de extremos. Hoy en día no gustan, los entrenadores y los propios jugadores prefieren reconvertirlos. Si se tiene la clase suficiente el jugador termina por ser un atacante letal, que puede abarcar cualquier zona del campo; si no, la opción más recurrente es la de reconvertirlo a interior figurante o medio centro luchador. En cualquier caso, el fútbol pierde. Normalmente, los genios de la banda condicionan el comportamiento de un equipo, y ya no gusta. Hablo de ellos como defensor de su causa, pero he de alegar, que en este caso no trato de defender la presencia de un extremo en la Selección Española.

Hablo de Diego Capel, el flamante jugador del Sevilla que de una temporada a otra se ha convertido en la revelación zurda de la Liga. Capel es un jugador extremadamente rápido. Demasiado, creo. Su velocidad no es acorde a su rapidez mental, y eso, en determinadas circunstancias que contra una selección como la española se repiten contínuamente, es un problema para él y para el resto del equipo. Desconozco el empeño de Del Bosque -del que ya habrá tiempo para hablar- por situar a este buen jugador, pero joven y con muchas cosas que aprender, en el once inicial de la selección. Acto seguido, de desconocerlo, me refiero, me paro y pienso acertadamente: "Faltaba Silva", pero temo que no sea esa el fondo de la cuestión. Es decir, intuyo en la presencia de Capel un mal endémico que comienza a afectar a la prensa y al seleccionador. Un capricho, un genio de un día, un Morning Glory. Algo parecido a lo que supuso Reyes en su día, pero de menor calidad, añado.

Capel es un jugador desequilibrante y un extremo de calidad pero de un nivel menor. Para que un extremo de tales circunstancias encajara en el ya clarificado tras la Eurocopa estilo de la selección, su calidad debiera ser desbordante, de tal calibre que eclipsara a las estrellas ya conocidas y consagradas. Que ocultara bajo su sombra, en definitiva, el estilo pausado, horizontal, mentalmente activo y preciso de Xavi, Iniesta o Fábregas. El estilo del que Torres y Villa se nutren de manera geométrica en cada pase que los mediapuntas destinan hacia el área rival. Capel no es ni de lejos, un jugador que supere en calidad al resto. Y su estilo de juego, por posición y habilidad, no encaja en el esquema de la selección, que rompe de lleno con la idea de jugar con cuatro mediapuntas que dominen por completo los partidos. Capel es un jugador excesivamente hiperactivo, nervioso hasta el extremo. Tan útil para romper defensas como inservible para parar un partido, para pensar.

Es misión del entrenador elegir a cada jugador para cada partido sí, y una vez expuestos los motivos por los que creo que Capel no debería ser titular en la selección, paso al plano personal. Capel no levanta la cabeza. Su jugada más típica, a la par que dañina, es coger el balón escorado en la banda izquierda, bajar la cabeza y correr, correr tanto como pueda hasta que el campo no de para más y centre, por supuesto, sin levantar la cabeza. Está bien frente a defensas de talla menor y lentos. Pero no está tan bien frente a selecciones de calidad. Y ese es el principal defecto en el que Capel incurre una y otra vez, sin siquiera intentar remediarlo. No concibo como un jugador puede llegar a ser muy bueno sin levantar la cabeza, y por tanto, no concibo como Capel puede jugar en la selección de titular en detrimento de jugadores más imaginativos, no tan rápidos, pero igual de desequilibrantes, como es el caso de Cazorla. La selección se condiciona a sí misma con el jugador del Sevilla, quien, por su parte, se pone la venda y corre. Una de las últimas jugadas del partido contra Bosnia de Capel sobre el campo fue el ejemplo perefcto de su defecto. Agarró el balón en la banda izquierda, corrió hacia la derecha obviando varios desmarques de Villa y una vez no tuvo más campo para correr se vio rodeado de bosnios. Ante tal tesitura, pasó atrás y desperdició el contraatque. Si corrije el error, probablemente, Capel será un extremo superior cuya habilidad encaje en el estilo de la selección -estilo que excluye los extremos-, pero hasta entonces, no más Capel, gracias.

PD: No soy el único.

Vía | As, Diario de Sevilla
Foto | Marca, Daily Mail, El País

Más que Fútbol ● 2008

domingo, 7 de septiembre de 2008

Desde Segunda con amor (Post-Mallorca)

(Desde Segunda con amor no tratan de ser crónicas al uso desde un punto de vista omnisciente sobre la vida del Real Zaragoza en su viaje por el infierno. Son las cartas de un aficionado desencantado, que viajó a Mallorca, se empapó de agua y volvió, al año siguiente, a la Segunda División con su equipo de siempre, el mismo que el año anterior le dio la decepción de su vida)

Andrés Pérez | Subí las escaleras del estadio y me encontré, de frente, con lo mismo de siempre. Siempre, entendido como un año atrás, el año de la debacle, el año cero. El año primero, post-Mallorca. Insisto, olía a lo de siempre. Sabía a lo de siempre. El mismo aroma producido por la mezcla -fatal o no, según se quiera ver- de tabaco, cerveza, césped, puros, cacahuetes y bocadillos de cualquier índole. En fin, no debiera cambiar, pensé, a fin de cuentas es un año más, en Segunda, pero no el fin del mundo. Aunque algo sí cambia, deducí de nuevo, tras echar una ojeada al estadio, semivacío, semidormido. Aletargado por la nueva estancia en segunda. Triste estancia, he de decir.

Nada hacia presagiar que algo pudiera cambiar. De hecho los resultados, en Segunda o no, no eran nada alentadores. Me explico, perdimos contra el Levante de manera fatal y perdimos contra el mismo equipo que aquella tarde estaba enfrente, la Real Sociedad. Sí, nos podíamos superar, podíamos volver a pifiarla, a fin de cuentas nos pegamos un año de error en error hasta que acabamos con nuestros huesos en Segunda. Nada de eso. Al minuto el regreso de Ewerthon -jugador que jamás debió salir- se transformó en gol tras un buen centro de Arizmendi. Un buen hombre, este Arizmendi, jamás confiaré en él a pesar de sus supuestas buenas maneras. En fin, pensé, mejor que tener en esa banda a Iñaki, como teníamos en nuestro último periplo en Segunda, cualquier cosa. Al parecer dominabamos guiados por Jorge López, de largo el mejor jugador en el medio campo dele quipo, y la Real se agazapaba presionada por Oliveira, uno de los que se quedaron. Todo ello al parecer, ya que no me atrevo ya a expresarme en términos absolutos desde el fracaso del descenso, toda medida es cauta para no volver a cometer los mismos eufóricos errores.

El partido avanzó, y Ewerthon marcó otro gol. La Real, para entonces, era un cadáver sobre la Romareda. En aquel momento desconocía si la causa de su lamentable partido se debía a su equipación, una mezcla de piolín, australia y el Norwich inglés. Es decir, de todo menos la Real. "Mejor azul marino, o rojo, no parecen ellos", escuché a mi espalda. Razón no le faltaba. La equipación era -es, será- absolutamente ridícula. Mientras los vascos perdían de dos, su afición, unos 1.000, a ojo, se pusieron a cantar aquello de: "¡Real, Real, Real!". No era el mejor lugar, teniendo en cuenta que su rival también ostentaba aquel dichoso y monárquico pseudónimo. Daba igual, se callaron tan pronto como el árbitro pitó el final y Oliveira se marchó renqueante al banquillo, entre aplausos vítores y alegría a partes iguales.

Qué bonito resultaba aquel momento. Me resultó chocante, cuanto menos, que un ser humano unas tres filas más atrás de mi asiento al iniciar el partido soltara un elegante: "¡Hijos de puta!, ¡mercenarios!, ¡paquetes!". Llevamos dos partidos y ya son todo eso, deduje, no quiero pensar si quiera que pasará cuando en la jornada vigésimo quinta no estemos en ascenso. Probablemente la Romareda será tomada por la grada, que declarará un golpe de Estado en contra de Bandrés y que hará del Zaragoza el equipo más laureado de la historia. Es más, exigiremos en tal momento que nos entreguen, de golpe, y por ser quienes somos, diez Copas de Europa. Por otro lado ir al campo a insultar y amargarse la existencia no entra dentro de mis esquemas, y menos pagando una cuantiosa suma de dinero. Aquel comentario, repetido y cacareado a lo largo del Fondo Norte, fue el preludio de lo que pasaría en la segunda mitad, cuando la Real empató, la grada vasca lo celebró, el Zaragoza se durmió, Ewerthon al larguero disparó, y el estadio a su santa madre mentó.

Para entonces había cambiado mi posición invitado por un buen amigo. Desde allí divisaba los palcos, donde dos gemelos rubios, idénticos en todo, a nivel físico y mental, echaban pestes sobre Agapito y pedían decididamente su dimisión. Incluso uno de ellos se levantó e hizo un gesto de desprecio con la mano, al tiempo que afirmaba cual mártir a punto de morir: "Me voy, no aguanto más", mientras sus compañeros de palco le agarraban del brazo deseando que se quedara, que no lo hiciera, que luego uno se arrepiente de tal desplante -aunque, más bien, se arrepiente de haber pagado-. Mientras lo observaba deduje que ese hombre no había viajado a Mallorca, ni probablemente a ningún otro desplazamiento. Era el típico cascarrabias de la Romareda, aunque joven, deseoso de quejarse por todo. Es más, aquellos como él y sus alrededores prefieren que las cosas vayan mal, porque su sino en un campo de fútbol es cabrearse, indignarse y gritar. No es pasión, ni siquiera dolor por un mal resultado, o rabia. Es vicio por la protesta. Si no es contra Agapito es contra los jugadores, y si no, contra el árbitro, a pesar de que ayer, el pobre hombre, no tuviera la culpa del desastre. Por cierto, empatamos. Y mal. Por otro lado, es la segunda jornada.

Vía | Más que Fútbol, As
Imagen | As, Marca, Hemeroteca

Más que Fútbol ● 2008

sábado, 6 de septiembre de 2008

Sobre Robinho, Calderón, Schuster y el Madrid, en términos genéricos

Andrés Pérez | Primera jornada de Liga sin Robinho en tres años. En fin, puede parecer un dato sin importancia, pero es decidor que la salida del jugador brasileño se haya producido una vez iniciada la primera jornada, una vez cerrado el mercado de fichajes. Decidor, por ejemplo, de la política de fichajes del Real Madrid. Robinho no es el malo, tan sólo es un hombre desesperado por no ser quien cree que es -y, dicho sea de paso, jamás será-. El malo, quien no ha sabido manejar la situación con delicadeza e inteligencia -a falta de esto último, una plática llena de mentiras acerca de la unión del vestuario y de la confianza en Schuster-, es Calderón, el presidente de la sonrisa embaucadora y la voz melosa, que jamás ocultará el mal mandatario que supone para la entidad blanca. Y me preparo para recibir las críticas de aquellos afines al presidente, renovador de los Galácticos, a pesar de todo. Calderón no tiene criterio alguno a la hora de manejar la plantilla y el caso Robinho ha estallada justo cuando Schuster, el eterno enfadado, pedía más jugadores.

No soy aficionado del Madrid, simplemente juzgo desde una perspectiva ligeramente objetiva -la objetividad como tal no existe- la situación en la que se ve inmerso actualmente en club blanco. Es curioso comprobar cómo la táctica empleada por el Real Madrid para fichar jugadores se ha vuelto en su contra. Antes, el mayor aliciente del Madrid no era el dinero, sino el prestigio. Presionando, declarándose en rebeldía y afirmando su fe blanca como única religión, Zidane, Ronaldo o Figo recalaron en el Bernabeú. Por no hablar del mismo Robinho. Marca ahora lo olvida, como As, pero tras Cádiz sus portadas hablaban del nuevo Pelé y alababan el fichaje estrella de Florentino Pérez. Nada más lejos de la realidad cuando tres años después de copar las portadas de dos meses con noticias sobre el jugador -por aquel entonces- del Santos, la misma prensa, ellos, los culpables de tantas cosas, llamaban a Robinho traidor y pesetero. Curioso. Si el Madrid presiona y consigue que un jugador se declare en rebeldía para no jugar más en su club y viajar a la capital de España, bien, aceptable, es un gran hombre, siente los colores, déjenle salir hombres de poca fe; por el contrario, si el jugador que se declara en rebeldía pertenece al Madrid es un pesetero infiel que no siente los colores y además le hace un favor al Madrid yéndose. Como Makélélé en su día.

Es la gran hipocresía del Madrid y de la prensa de sus alrededores. Insisto en que me resulta chocante este asunto porque en su día infravaloré -acertadamente, como tres años después el tiempo ha demostrado- las habilidades del supuesto heredero de Pelé. 25 millones por Robinho fueron una exageración que Florentino jamás debió pagar, por un jugador que explotó en un año haciendo bicicletas, en una Liga con defensas de juguetes. Llegó a Europa, se estrelló año sí y año también más allá de algún destello de calidad -tenerla la tiene, pero no tanta como se le supone- en algún partido aislado. Nada más. Robinho es un ejemplo de mal criterio deportivo a la hora de fichar. Eso sí, cuando se trata de vender, el club blanco lo hace mejor que nadie. El City del nuevo jeque árabe ha pagado 42 millones de euros por un futbolista cuyo valor no pasa de los 15. Interesante negocio ha conseguido Calderón, se ha embolsado 40 kilos y se ha quitado un lastre de encima. ¿A cambio de qué? de quedarse sin banda derecha, tener un equipo desequilibrado y mantener a un entrenador que no ha recibido lo que quería y para colmo, le han quitado lo que ya ostentaba. ¿De verdad alguien cree todavía que las dos Ligas de Calderón y Mijatovic son fruto de una buena planificación deportiva?

Vía | Europa Press, You Tube
Imagen | RTV, Vale Chumbar, The Sun

Más que Fútbol ● 2008