Andrés Pérez | Apenas cuesta recordar cuando desde los tronos de la prensa mediática se calificaba a España como la campeona del mundo en amistosos. El término, a mitad de camino entre lo jocoso y lo autocomplaciente, servía para rellenar notables actuaciones ante selecciones de nivel, candidatas, campeonas del mundo, competitivas. Por aquel entonces España y su título no solían atravesar la barrera de los cuartos de final. El feliz título se vio enterrado tras ganar la Eurocopa y comenzamos a bailar sobre su tumba cuando la selección se proclamó campeona del mundo. Como tal, ayer, perdió abultadamente ante Argentina.
Se podría decir que Argentina es la campeona del mundo en amistosos. En honor a la verdad, Argentina fue algo más: fue una selección que durante los primeros quince minutos supo aprovechar su exceso de revoluciones y la apatía desesperante de su rival; fue un conjunto no rejuvenecido pero sí inteligentemente dirigido, no como en el Mundial; y fue un equipo, en suma. El resultado es justo pero abultado e irreal. Amén de los primeros quince minutos de absoluto caos español, Argentina no demostró tener ningún atributo futbolístico superior a España. Prueba de ello fue la constante y progresiva mejora del seleccionado nacional, que poco a poco consiguió conectar ideas para encerrar a una Argentina que, también hay que decirlo, no pareció preocuparse.
Intentar extrapolar conclusiones definitivas de un amistoso ante Argentina en Argentina es temerario y absurdo. Lo es por diversos motivos: el once titular de España, el espíritu con el que Del Bosque —sus cambios mecánicos en la segunda parte son buena prueba de ello— afrontó el encuentro, y la notable falta de agresividad de más de la mitad de los jugadores. En fin, un amistoso. Lo que habitualmente no sería en absoluto noticiable hoy es un drama. España es así. El término medio es un incómodo intruso, aquí nos van los extremos.
Cabría plantearse lo injusto de verter críticas sobre Del Bosque y este plantel de jugadores que apenas han sufrido dos derrotas en dos años y lo han ganado absolutamente todo; esto es, cabría plantearse lo injusto de crucificar a alguien por el mero hecho actuar lo más humanamente posible, errando, pero el terreno de la ética es un fangoso lugar para el debate futbolístico. Probablemente. Se cuestiona la importancia del partido, pues. En ese caso, no cabe remitirse más que a la definición que da la RAE: 2. adj. Dicho de un encuentro deportivo: Que no es de competición. Realmente, no parece factible que el prestigio logrado en la competición más importante del mundo se desvanezca por la primera derrota clara, por resultado, en dos años.
Leerán que la derrota oscurece el brillo de la estrella en el pecho. En fin, más allá del bonito recurso poético, los amistosos están para perderlos.
Imagen | El País
Se podría decir que Argentina es la campeona del mundo en amistosos. En honor a la verdad, Argentina fue algo más: fue una selección que durante los primeros quince minutos supo aprovechar su exceso de revoluciones y la apatía desesperante de su rival; fue un conjunto no rejuvenecido pero sí inteligentemente dirigido, no como en el Mundial; y fue un equipo, en suma. El resultado es justo pero abultado e irreal. Amén de los primeros quince minutos de absoluto caos español, Argentina no demostró tener ningún atributo futbolístico superior a España. Prueba de ello fue la constante y progresiva mejora del seleccionado nacional, que poco a poco consiguió conectar ideas para encerrar a una Argentina que, también hay que decirlo, no pareció preocuparse.
Intentar extrapolar conclusiones definitivas de un amistoso ante Argentina en Argentina es temerario y absurdo. Lo es por diversos motivos: el once titular de España, el espíritu con el que Del Bosque —sus cambios mecánicos en la segunda parte son buena prueba de ello— afrontó el encuentro, y la notable falta de agresividad de más de la mitad de los jugadores. En fin, un amistoso. Lo que habitualmente no sería en absoluto noticiable hoy es un drama. España es así. El término medio es un incómodo intruso, aquí nos van los extremos.
Cabría plantearse lo injusto de verter críticas sobre Del Bosque y este plantel de jugadores que apenas han sufrido dos derrotas en dos años y lo han ganado absolutamente todo; esto es, cabría plantearse lo injusto de crucificar a alguien por el mero hecho actuar lo más humanamente posible, errando, pero el terreno de la ética es un fangoso lugar para el debate futbolístico. Probablemente. Se cuestiona la importancia del partido, pues. En ese caso, no cabe remitirse más que a la definición que da la RAE: 2. adj. Dicho de un encuentro deportivo: Que no es de competición. Realmente, no parece factible que el prestigio logrado en la competición más importante del mundo se desvanezca por la primera derrota clara, por resultado, en dos años.
Leerán que la derrota oscurece el brillo de la estrella en el pecho. En fin, más allá del bonito recurso poético, los amistosos están para perderlos.
Imagen | El País