Andrés Pérez | Le sirvió a Torres, merecedor de un triplete como el que consiguió el domingo, y a la afición de Sudáfrica, merecedora en términos genéricos de un torneo como el Mundial. La Copa Confederaciones no es más que el preludio donde ensayan sus cánticos, sus peculiares bailes y el ensordecedor por axfisiante zumbido a cargo de las trompetas pertinentes, iniciado en el pitido inicial y finalizado tras el minuto noventa. Por lo demás, el España-Nueva Zelanda fue un puro trámite. Corría el minuto 26 y España ya vencía por cuatro goles de diferencia. Renta más que digna y suficiente. Sin embargo, tal resultado entrañaba un riesgo: humillar al rival. Y digo que lo entrañaba para España puesto que nunca es agradable aparentar ser un matón de barrio recién llegado. Villa anotó su vigésimo octavo tanto y el equipo neocelandés se contentó con acercarse levemente a un Casillas soberanamente aburrido. Haría bien la selección de Nueva Zelanda en, por lo menos, vestir de negro. En algo inspirarían a sus colegas del rugby. Por lo demás, la noche y el día.
España camina firme, engrasa la maquinaria, calienta motores y demás metáforas. El otro grupo es menos benigno. Verán. Brasil, que hace tiempo que dejó de ser una Brasil poderosa para ser una temerosa de sí misma, venció por un gol a la nada cenicienta Egipto e Italia hubo de utilizar todos los recursos a su alcance para doblegar a la siempre digna Estados Unidos. Ganaron los dos, sí, es una obviedad, pero la sensación que imprimieron dista mucho de la de un equipo solvente y ganador en un futuro próximo y lejano. Es curioso, en especial, el caso estadounidense. Siempre deambulan por los grandes torneos sabedores de su potencial —más de 300 millones de habitantes— al tiempo que resignados a su suerte. La de ser unos marginados dentro de tan magno país, distraído por el beísbol, la NHL, la NFL y la NBA. En cualquier caso, presentan batalla. Efímera, puede, pero batalla al fin y al cabo. Algo loable en este torneo descafeinado.
Imagen | Marca
España camina firme, engrasa la maquinaria, calienta motores y demás metáforas. El otro grupo es menos benigno. Verán. Brasil, que hace tiempo que dejó de ser una Brasil poderosa para ser una temerosa de sí misma, venció por un gol a la nada cenicienta Egipto e Italia hubo de utilizar todos los recursos a su alcance para doblegar a la siempre digna Estados Unidos. Ganaron los dos, sí, es una obviedad, pero la sensación que imprimieron dista mucho de la de un equipo solvente y ganador en un futuro próximo y lejano. Es curioso, en especial, el caso estadounidense. Siempre deambulan por los grandes torneos sabedores de su potencial —más de 300 millones de habitantes— al tiempo que resignados a su suerte. La de ser unos marginados dentro de tan magno país, distraído por el beísbol, la NHL, la NFL y la NBA. En cualquier caso, presentan batalla. Efímera, puede, pero batalla al fin y al cabo. Algo loable en este torneo descafeinado.
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1 Comentarios:
Coincidimos en cuanto a Brasil, esta seleccion es una sombra de aquella campeona del mundo en 2002, años luz de futbol, calidad y contundencia.
Me gusto la actitud de EEUU a pesar de tener un hombre menos, fue un bonito partido donde Pirlo aporto la magia y Rossi la pegada. España, tranquila, es la apuesta mas clara para consagrarse en un torneo bastante pobre.
Saludos, ya estoy de vuelta.
El Balón Europeo
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