viernes, 5 de noviembre de 2010

Caminos cruzados


Andrés Pérez | Comienza el Madrid a parecer un equipo de altos vuelos. Su primera parte el pasado miércoles ante el Milan fue sencillamente asombrosa. Lo fue en dos sentidos: por un lado, demostró una capacidad inédita en los últimos cinco años de mostrarse profundamente superior a un rival de tallaje elevado como lo era este Milan, venido a menos, envejecido, desordenado, sí, todo eso, pero Milan a fin de cuentas; por otro, Higuaín anotó un tanto en San Siro: no es una noticia menor puesto que si algo se le podía reprochar al delantero argentino era precisamente su carencia de oportunismo y determinación ante conjuntos poderosos. Anoche su partido siguió siendo un espejismo de lo que demuestra frente a equipos de media tabla en la competición doméstica, pero un paso es un paso.

En lo tocante al rendimiento del Madrid, Mourinho comienza a observar los frutos de los automatismos que tan buenos resultados le dieron en Chelsea e Inter. Esto es, conseguir que cada jugador sepa en todo momento qué debe hacer. Se trata de una creatividad mecanizada y altamente efectiva que entronca con el caos habitual en el que el Real Madrid se sumía cada temporada, incluida la pasada, récord de goles superado inclusive. Comienza a jugar el Madrid de memoria y la calidad de sus jugadores permite triangulaciones rápidas, internadas por banda con dos falsos extremos como Higuaín —anoche obligado al ocupar Ronaldo la punta de ataque— y el creciente pero aún obtuso Di María.

A la electricidad que sus rápidos delanteros imprimen al ataque, el Madrid suma, a buen seguro, una de las mejores parejas de mediocentros de toda Europa: Xabi Alonso y Khedira aúnan una colocación táctica notable, llegada, disparo desde media y larga distancia, capacidad defensiva, técnica depurada, desplazamientos en largo, desplazamientos en corto y jerarquía. Ambos reflejan todo lo que debe ser un mediocentro entendido como tal, y la inteligencia sobrenatural de Xabi Alonso para leer los partidos del modo más simple pero más efectivo posible potencia las virtudes de su compañero Khedira, menos dotado para la creación, más peligroso y vertical en sus internadas hacia el área.

En honor a la realidad, toca aplaudir al Milan. De ser aficionados del Milan, deberíamos haber terminado todos con una enorme sonrisa y sensación de satisfacción tras el partido: como decía, un conjunto que cuenta con los principales jugadores de su plantilla y estandartes durante toda una década de la poderosa imagen rossonera en decadencia fue capaz de remontar un partido complicadísimo a base de inteligencia y coraje. La lucha casi embriagadora de Gattuso durante todo el partido o la forma en la que Inzaghi revolucionó el partido son suficientes atributos para satisfacer al aficionado medio. Dentro de la marea en la que se convirtió el partido, Inzaghi pescó como lo lleva haciendo toda su vida, y a este hombre no queda sino aplaudirle.

El partido, precioso, fue reflejo de lo que tanto uno como otro equipo representan: uno su potencial candidatura a rey de Europa, a falta de ajustar aún más la maquinaría y aprender de fallos garrafales de concentración como el que impidió que ganara el partido; el otro, los últimos coletazos de un grupo irrepetible, fenómeno, como el que representan los previamente citados junto a Pirlo o Nesta, últimos genios de una quinta a la que la historia colocará en su lugar. Parece, eso sí, un espejismo la travesía hacia ninguna parte en un equipo sin proyecto la de Ibrahimovic, Robinho o Ronaldinho. Pero esa ya es otra historia.

Imagen | El País

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