viernes, 1 de abril de 2011

Mis momentos junto a la selección

Andrés Pérez | El siguiente ejercicio obedece a una práctica realizada en el Título de Experto en Periodismo Deportivo impartido por la Universidad San Jorge y que tanto Juandi Mora, Víctor Úcar y yo estamos cursando. El ejercicio consiste en rememorar desde un punto de vista personal los momentos más significativos que hayamos vivido junto a la selección. Ahí van los míos:

1) Cuartos de final ante Italia 2008


Eran Fábregas y Buffon. Fábregas, un imberbe repentinamente maduro espoleado por su liderazgo en el Arsenal tenía frente a sí a Gianluigi Buffon, portero de leyenda. Entre ellos distaban algo más de once metros y un balón de fútbol. Algo terrenal en apariencia que, dadas las circunstancias, se convertía en algo de una profundidad espiritual casi trágica. La responsabilidad que recaía sobre Fábregas era mayúscula ya que suponía desterrar toda una historia de infortunios. Antes, mucho antes de que el español hubiera golpeado el balón, escuché gol. Lo hice y me mantuve en trance, en parálisis momentánea. Lo que sucedió después fueron los cinco segundos más largos de mi vida. Los que transcurrieron entre el momento en que escuché y vi el gol. Podría tratarse de una premonición o de una revelación divina así que, para no aguar la celebración a mis compañeros, decidí mantenerme en silencio. Petrificado para más tarde estallar en el mayor golpe de júbilo que jamás haya experimentado. Más tarde comprendería que no había ningún Dios susurrándome al oído lo que iba a suceder, sino que el desfase de la narración radiofónica y la retransmisión me había jugado una mala pasada. Pero eso ya no importaba.

2) Cuartos de final ante Inglaterra 1996

Recuerdo a Manjarín desmarcándose en la banda derecha, recibiendo un pase de Hierro. Del partido en sí apenas guardo mayor recuerdo que el de un familiar cercano mofándose desesperadamente de los michelines de un tal Shearer en el momento en que se disponía a lanzar un penalty. No alcanzaba a entender el motivo por el que lo hacía ni por qué particularmente de ese señor con aspecto de alcohólico inglés, pero me bastó para comprender con gravedad la importancia del suceso. Ese tipo rosado era el enemigo. Y nos iba a fusilar sin piedad. Shearer lo hizo y de lo demás no guardo mayor imagen. Es aquel episodio mi primer idilio futbolístico, la primera imagen de un campo de fútbol y un balón. Manjarín y Shearer. No deja de tener su gracia que terminara gustándome este deporte con tamaña introducción.

3) Nigeria - España 1998


Era consciente de que mi padre había viajado a Nantes a ver jugar a la selección. La noche anterior un grupo de hombres de León y de Cuenca habían movilizado sus nada saludables vehículos para cruzar la frontera, perderse, y aparecer en un estadio francés con la esperanza de que España ganara el Mundial. Incomprensiblemente Clemente había conseguido que su selección de cinco centrales en el equipo titular fuera considerada favorita, algo que no dice ahora demasiado en perspectiva de las casas de apuestas. En fin, sea como fuere observé el partido con atención. Nada de lo que sucedía en el campo, ni siquiera el bello gol de Raúl, me interesaba tanto como la grada. Obviamente no encontré a mi padre. Pero alcancé a comprender que aquella selección que perdía de modo tan infortunado ante Nigeria no era, ni remotamente, un equipo que me fuera a deparar excesivas alegrías.

4) Cuartos de final ante Corea 2002

Pese a mantener un vivo recuerdo del penalty fallado por Raúl ante la Francia que más tarde se proclamaría por segunda vez campeona de Europa en el 2000, decidí otorgar un nuevo voto de confianza en la selección. Más que de confianza de fe, pero eso ahora es indiferente. Resulta que España se exhibió ante Eslovenia, Paraguay y Sudáfrica. Por primera y única vez en mi vida tuve que seguir un partido de fútbol desde clase. Como era junio y existían los aparatos de radio móviles, a ningún profesor le molestó en exceso que andáramos más preocupados, medio sumergidos en la clandestinidad, escuchando los avatares de España. Eso fue Corea 2002. Eso y Al Ghandour. Supongo que el levantarme cada mañana de mal humor me viene de entonces. Eran las ocho de la mañana y un árbitro egipcio había decidido que España no ganaría aquel Mundial. No tengo constancia de haber odiado más a un país que aquel día. Corea nos había arrebatado el sueño y yo había pisado voluntariamente el perro de un amigo mío en señal de rabia. Por supuesto me excusé ante mi colega. «He imaginado que su cola era Corea», le expliqué. Y no hizo falta decir nada más.

5) Los cinco minutos de locura de los cuartos contra Paraguay 2010


Penalty, escuché. En ese momento, no pregunten, no estaba mirando hacia la gran televisión que al fondo del bar retransmitía el Paraguay - España del último Mundial. Penalty de Piqué, clarísimo. Ni siquiera restaba la posibilidad de enfurecerse con el colegiado. Piqué había agarrado con el menor disimulo posible a un paraguayo en el área y la pena máxima era obligada. «Los cuartos tío, los cuartos», me decía Víctor a mi derecha. No hicimos más que repetir esa palabra maldita en cada infortunio sucedido en aquel partido, lo cual englobaba todo lo jugado incluido ese momento. «Los cuartos». Cardozo lanzó hacia su izquierda, Casillas le adivinó el disparo y repentinamente todo pareció de otro color. Los cuartos no eran tan temibles. Otro colega acudió eufórico hacia nuestra posición a celebrarlo y para entonces ya se había producido otro penalty. Tampoco lo vi, simplemente lo intuí, andaba muy ocupado abrazándome con gente desconocida. ¿Cómo que penalty?, pregunté. Villa había caído en el área. Rápidamente: Xabi Alonso, gol, repetición, para Villar, Sergio Ramos, penalty no pitado, córner. «Los cuartos», me insistía Víctor. Joder, los cuartos, me convencí. Posiblemente fueron los cinco minutos de mayor exceso emocional que haya vivido jamás. Posteriormente Villa refrendaría que España, aquel año sí, se abría camino. Como era de esperar tampoco vi el gol.

Imagen | Cuatro | FIFA | Gol Spain

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