miércoles, 13 de abril de 2011

Un más que digno Shakhtar para pasar el trámite


Pablo Orleans | Todos sabíamos que la vuelta en Donetsk, salvo catástrofe mayúscula, iba a ser un mero trámite para el Barça de Guardiola. Un partido de entrenamiento a cinco grados centígrados, lejos de casa y ante un equipo de Champions que llegó a una fase con poco futuro para su nivel. El 5-1 de la ida despejaba las incógnitas de los protagonistas de una de las semifinales de la máxima competición europea y en la diligencia de Ucrania sucedía lo esperado, lo lógico. Era la hora de probar jugadores, de dar algunos descansos —no muchos— y de sellar el pase ante el más que seguro gran rival de Madrid.

Pero las declaraciones de Pep tras la goleada en el Camp Nou hace apenas una semana no estaban infundadas en falsa modestia. El equipo debía conservar la competitividad, la seriedad de la Champions y la concentración para rematar la eliminatoria y no pasar apuros. Y es que, frente a los azulgrana —de verde en las gélidas tierras ucranias— estaba un Shakhtar que se plantó en su bello estadio dispuesto a morir matando, a vender cara su eliminación. Con el mismo espíritu del Camp Nou, sin ningún tipo de complejo y jugando con criterio el esférico estrellado de la Champions, los de Lucescu demostraron ser un excelente conjunto de filosofía inquebrantable.

La valentía naranja y el aliento de sus atrevidos aficionados volvieron a despistar constantemente a la zaga culé. Sin Puyol, el Barça sufre. Ni Busquets ni Milito suplen con todas las garantías la baja del capitán. El de Badía, acoplándose a su nueva y circunstancial posición, no termina de cuajar en la dupla con Piqué. Con él, mientras el Barça gana en la salida del balón, pierde en contundencia y velocidad en el repliegue. Con Milito, las carencias son latentes y el argentino no está en un buen momento. Las lesiones se cebaron con él en el mejor momento de su carrera y el central todavía está pagando las consecuencias.


El Shakhtar tomó la iniciativa. Los ucranianos, lejos de arrugarse y buscar el empate ante sus aficionados, se apropiaron del balón y buscaron constantemente el hueco libre en los dominios de un Valdés pletórico y en un estado de forma envidiable. Los locales, perfectos en la elaboración, pecaron de fallones en la finalización. Así, las internadas naranjas se sucedían y el Barça buscaba con titulares y sin éxito la habitual autoridad del esférico. Hasta que apareció Messi y el rumbo del encuentro dio un giro considerable. El 0-1, golpe cruel para los de Lucescu que veían, incrédulos, como el marcador se tornaba en su contra tras mucho trabajo realizado. Todo el esfuerzo, esfumado en un latigazo del mejor.

Y así, prácticamente con el trabajo hecho, se llegó al descanso y el descanso llevó el partido a una segunda mitad de más trámite —si cabe— en la que Guardiola dio descanso a Piqué, Xavi y Villa pensando en el Madrid. Los ucranios, inagotables, lo siguieron pretendiendo sin éxito pero con mucha fe. Y es que, hoy por hoy, y para derrotar a este Barça, hay que tener mucho más que fe para conseguir arrebatarle una victoria o la eliminatoria a unas semifinales de la Champions. El Madrid será el próximo rival. De momento, los culés ya llevan un intenso entrenamiento de ventaja.

Imagen | El País

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