martes, 25 de mayo de 2010

Tirando a dar | La importancia del "otro" fútbol

Eduardo Lázaro | Si bien son ya conocidas las clasificaciones finales de las máximas categorías del fútbol europeo y es fácil conocer con exactitud no menos de cuatro equipos campeones en sus respectivos campeonatos domésticos a lo largo y ancho del continente, convendría cada cierto tiempo volver la vista a ese fútbol que está fuera de los focos, aislado de los medios. Ese fútbol viril y poco virtuoso en el cuál ponen sus ilusiones aquellas ciudades tan grandes de espíritu como las que más, pero tan cortas de recursos institucionales que quedan al margen reiteradamente del pastel que otros se reparten con sospechosa alegría.

Hablaba de la conveniencia de volver la vista hacia este "otro" deporte en un momento en el que nuestra región, Aragón, regresa a la 2ª B. Que el fútbol en general anda tocado es vox populi, que el fútbol en Aragón está de capa caída es una realidad confirmada por los años de ausencia de equipos nuestros en la categoría de bronce —y no digamos en la categoría de plata hasta la llegada de la SD Huesca—. El domingo, el CD Teruel cogió diligente el primer tren que salía hacia la 2ª B y, La Muela, consiguió avanzar firme en la fila de la ventanilla de billetes para el siguiente convoy.

¿Que veinte años no son nada? Pregúntenle al aficionado de Teruel. Veinte años en los que la tercera capital de Aragón se ha ausentado de la categoría en la que siempre debiera militar. ¿Quién no querría que, al menos, cada capital de provincia se situara por orden de jerarquía en las tres primeras categorías del fútbol nacional? Una vez conseguido, creo que será el momento de asentar proyectos. De construir un Real Zaragoza sólido en la Liga BBVA, una SD Huesca luchadora por sobrevivir en la siempre complicada Liga Adelante y un CD Teruel que haga de la 2ª B su lugar natural sin renunciar a cotas más ambiciosas.

Ahora mismo estamos así. Presentes en las tres primeras categorías; que no es poco. ¿Cuánto durará? No lo sabemos. Pero de lo que sí estoy seguro es que de todos nosotros depende que Aragón esté año tras año en el principal mapa futbolístico. Recordemos todos que no sólo existe un equipo, si no que en cada uno de nuestros pueblos, y en cada ciudad, la gente se deja las rodillas y algo más por una pasión. El balompié —en otros lugares, conocido como Football-Business—.

Mientras piensan en lo dicho, sigan desvelándose por el futuro de Mourinho, luego nos quejamos de lo que tenemos.

Enhorabuena al CD Teruel.

Lectura recomendada | Historias del infrafútbol II (Enrique Ballester en Diarios de Fútbol)
Imagen | Álvaro 13

domingo, 23 de mayo de 2010

El Inter, cuarenta y cinco años después



Andrés Pérez | Con Chivu ya reventado, en un momento cualquiera de la segunda parte, la eterna segunda pate que enfrentó al Bayern a sus demonios y a un Inter sabedor de que las oportunidades, casi cinco décadas después, no se deben dejar escapar, Robben enfiló por enésima vez su amada banda derecha. Lo hizo ya sin espacios: para entonces, cuatro jugadores del Inter se desplegaban en una diagonal perfectamente escalonada que comenzaba frente al holandés y se prolongaba hacia el centro del campo. Zanetti, Cambiasso, Pandev y Sneijder, por este orden, le indicaban sutilmente a Robben que por ahí no pasaría. La única salida era el suicidio o retroceder sus pasos e intentar buscar una fisura en otra parte.

No la encontró Robben, básicamente, porque su equipo se empeñó en que la encontrara él precisamente ahí, en la banda derecha. Con el partido ya decidido por la excelsa actuación de Diego Milito, soberbio, elegante, silenciosamente violento, tan común en apariencia que no mereció la atención de ningún grande cuando en 2008 se marchó del Zaragoza al Genoa por poco más de 8 millones de euros, el Bayern se agolpó sobre Robben. El Inter fue tras él. Van Bommel percutió una y otra vez hacia la banda derecha. El exceso fue tal que, por momentos, la banda que cubría Maicon y por la que anteriormente Altintop y en aquel entonces Müller atacaron escasas veces se hallaba despoblada.

El abuso de Robben definió a un Bayern opaco y sin ideas, sufrido en la creación y dubitativo anoche en la defensa, donde Diego Milito con sólo acercarse causó estragos. Planteó una vez más Mourinho el partido mejor que su oponente, un Van Gaal que se lamentó lacónicamente en la rueda de prensa de que el ataque es más complicado que la defensa, verdad a medias, excusa de perdedor inadaptado. El Inter forjó en su defensa los goles de Milito. Desesperó a Olic, amedrentó a Schweinsteiger —desaparecido— y apartó a Altintop. Cuando se cercioró del éxito esas tres labores, tuvo todo el tiempo del mundo para ocuparse de lo único que no podría parar siempre. De Robben.


Arriba, en el área del Bayern, Milito cayó a banda izquierda para permitir que Sneijder y Pandev entraran por el centro, una vez Eto'o había fijado a Badstuber. Sucedía, entonces, que el Inter, con superioridad numérica en el marcador, atacaba con cuatro jugadores, los mismos que tenían la misión de pararles en el Bayern. Así, el segundo gol, una obra maestra de Diego Milito, un recorte que en La Romareda realizó cada fin de semana hasta la exhasperación de los defensas rivales sin que nadie adivinara en él el delantero definitivo para un club campeón de Europa, sin que nadie intentara imaginarle levantando la orejuda y reclamando su candidatura para el Balón de Oro, finiquitó una final merecidamente ganada por el Inter.

Fue superior. En todas las facetas del juego. Lo fue por la convicción de sus futbolistas. Por el trabajo colectivo personificado en Eto'o, el mejor delantero de la década —tres Copas de Europa, dos tripletes—, resumido a tres carreras en vertical y a un soberano trabajo en labores defensivas, actuando en ocasiones de segundo lateral derecho. Eto'o, el que el año pasado marcara más de treinta goles para el Barça, el legendario Barça de los seis títulos, juega como le ordena Mourinho. Como Sneijder, que defiende ahora acuciado por el luso, ejemplifica este Inter: el colectivo por encima de lo individual; lo psíquico al mismo nivel que lo físico.

El Inter, que era un conjunto casi deshauciado para esta competición en sus albores, es el campeón de Europa. Lo es cuarenta y cinco años después, lo es mil y una miserias después. La de anoche no era una final más, sino su final. Y Mourinho, su Inter, su obra, su capacidad para crear bloques de la nada, para conseguir que un conjunto opere como el mecanismo perfecto que él preve en la cabeza, lo sabía. Lo sabía excesivamente bien. Lo sabía tan bien que, asumido como tenía que vencería, decidió irse del Inter. Irse por gloria y dinero, sí, pero irse, también, para no ensuciar lo logrado esta temporada. Para pasar a la historia como el hombre que devolvió al Inter al máximo trono europeo.

Lectura recomendada | El Inter toca el cielo (Diego Torres en El País), Milito llega primero (Eleonora Giovio en El País), Robben no puede contra todos (El País)
Imagen | El País

sábado, 22 de mayo de 2010

Y digo yo | Mou y los valores madridistas



Juandi Mora | "Mou encajaría en los valores del Madrid", Luis Figo, el interista anteriormente culé y madridista, dixit.

¿Cuales son los valores del Madrid? ¿Nos referimos a los valores históricos o los valores post-Florentino? A los primeros, a esos de veteranos y nóveles que luchan por los laureles con respeto y emoción. Puede ser, por eso de luchar por laureles. Faltaría algo de respeto al rival. Eso es mejorable en la figura del entrenador portugués, sin duda. El resto lo cumple. Le aprobamos en los valores históricos.

Tal vez en la era Florentino estos valores de 'Mou', famoso hostelero de Springfield, cumple con más espectativas. Mediático, caro y ganador. Chapeau. Un 10.

Ahora viene cuando la matan. ¿Es el entrenador que necesite el Real Madrid? ¿Es lo que el Bernabéu quiere? Si el estadio de La Castellana quiere futbol espectáculo poquito encontrarán. Eso si, puede asegurar victorias en casa y luchar por campeonatos. El portugués vendrá con una prioridad, que sus jugadores sean hombres, luchen por su camiseta hasta el desmayo —anda mira, un valor del madridismo, Juanito rules—. Sacará el máximo partido a los jugadores. Benzema y Kaka' lo agradecerán en su fútbol y, por consiguiente, el equipo blanco en su fútbol.

Mourinho es defensivo, dicen sus detractores. En Italia es dificil verlo de otra forma, o juegas a catenaccio o te comen. Lo que sus detractores no negarán es que es un ganador.

Como saben, yo soy un madridista conocido y reconocido. Y tengo muchos peros. El carácter es uno de ellos. En los valores del Madrid encontramos nobleza. Pero, ¿alguién se imagina a Mourinho sin su excentricidades? Es fácil mejorar el "no hay más que decir" de Schuster. ¿Mis pros? Los galácticos tendrán un "profe" cual niño hiperactivo. Conducta, trabajo, profesionalidad. Esto sin duda tendrá consecuencias: resultados.

Conclusión, tengo amor-odio a este entrenador. Realmente no sé si lo quiero para el Madrid. Sí que quiero su disciplina, su mano dura, su trabajo. Pero me tira para atrás ese carácter, ego y protagonismo. Pero, si es él el que se lleva toda la presión de los medios con sus pamplinas y los jugadores se centran en el deporte de la pelotita, me parece bien.

Para terminar: está casi fichado. Así que le buscaré cosas buenas, y trabajando en la asimilación he encontrado muchas. Espero que construya un proyecto, un equipo, lo que el Madrid lleva necesitando años.

Imagen | Fútbol puede ser maravilloso

viernes, 21 de mayo de 2010

Extremos

Andrés Pérez | La profesión de extremo quedó relegada a un segundo plano, hace mucho tiempo, cuando el fútbol moderno, o el fútbol post-moderno, decidió que todos debían defender. En aquel momento todos nos preguntamos que porqué narices no iban a atacar todos, por la misma regla de tres, pero nuestra pregunta quedó sin respuesta. Los extremos fueron los grandes sacrificados de aquella nueva teoría futbolística: anárquicos, rápidos, inestables mentalmente, eléctricos y genios incomprendidos, fueron reconvertidos a interiores de tres al cuarto. Se les exigió zafarse en la trinchera del medio campo por el bien del equipo.

Fue su fin. El fútbol los perdió casi por completo y sólo unos reductos aislados sobrevivieron. El Sevilla es un equipo que en su estilo, desde que Juande Ramos lo aupara a la gloria, aboga por los extremos. Abiertos, pegados a la línea de cal, aprovecha la amplitud de su proyecto ofensivo para resquebrajar las líneas defensivas del rival. Además, en un acto admirable, sus extremos son canteranos. El miércoles pasado Capel y Navas, dos extremos, le entregaron su segunda Copa del Rey en tres años.

Golpeó primero Capel con un certero y seco disparo desde fuera del área. No es Capel un futbolista que me maraville, pero es digno de mención, en cualquier caso, el esfuerzo permanente que hacen los entrenadores del Sevilla con este jugador, propenso al teatro y a no levantar la cabeza. Desde el gol de Capel hasta el de Navas medió un mundo. Un mundo en el que el Atlético optó por lo único que debía optar si quería proclamarse campeón también en el Camp Nou: el espíritu. Con su fútbol poco iba a conseguir. Sea como fuere, le pudo su ansiedad, o su falta de talento, o la falta de puntería: hasta dos veces un defensa del Sevilla hubo de sacar un balón que entraba con Palop ya vencido; hasta dos veces Palop evitó un gol previsible.

Meritoria fue la actitud del Atlético. Mejor equipo fue el Sevilla. El partido condensó emoción y dos talentos: Navas y Kanouté. El segundo era el mejor jugador que se encontraba aquella noche sobre el terreno de juego y su elegancia es un deleite para los ojos que extrañaremos el día que no esté. El primero era el extremo por excelencia del fútbol español. Portento físico, a pesar de su diminuta estatura, Navas es un futbolista imparable en carrera que ha aprendido a marcar goles y a ponerlos en la cabeza de los delanteros. En el minuto noventa, le ganó la carrera a Domínguez y batió a De Gea. De un extremo a otro, el Sevilla se proclamó campeón.

Imagen | Marca

miércoles, 19 de mayo de 2010

96 puntos

Andrés Pérez | Como es habitual, la normalidad en el Real Madrid no existe. O hay gloria o hay drama, el término medio brilla por su ausencia. A pesar de haber batido el récord de partidos ganados en una Liga de veinte equipos y de haber alcanzado la asombrosa cifra de 96 puntos, no ha sido campeón. Se ha quedado a un mísero punto del Barça. Visto así, su participación en el torneo es inmejorable. Si recordamos que cayó con un Segunda B en la primera ronda de Copa y que el Lyon, un buen equipo pero lejos de la élite europea, le tiró de la Champions, la temporada del Madrid ha sido desastrosa.

Decía que no se puede analizar o que los analistas no tienden a analizar las temporadas o los actos del Madrid de un modo racional. La normalidad es aquel sueño inalcanzable por la imperiosa necesidad de vender periódicos o aumentar la audiencia. La mediatización es tal que allá donde se pregunte habrá dos respuestas posibles: o no somos tan malos, o esto es un desastre; o Pellegrini no es culpable, o Pellegrini ha de marcharse. De ésto último tiene gran parte de culpa Eduardo Inda, del que sobran las palabras por mil y una veces pronunciadas. Sin embargo, y a pesar de lo sacrílego que pueda sonar, la temporada del Madrid ni es perfecta ni es un desastre. Como suele suceder, oscila en un término medio.

Llegó Florentino a le presidencia y desembolsó más de 250 millones de euros para hacer frente al mejor Barça de la historia. La recuperación del Madrid como gran adquisidor de estrellas polarizó un campeonato ya de por sí dividido entre los dos grandes y el resto. Lo que ha sucedido no es ninguna sorpresa: antes de empezar lo que todo el mundo esperaba era esto, dos equipos excesivamente grandes logrando récords inalcanzables para cualquier otro conjunto. Ronaldo, Kaka', Benzema, Albiol, Arbeloa, Granero y Garay. Siete adquisiciones para hacer un equipazo.

El Madrid ha jugado, por momentos, bien. Por momentos lo ha hecho fatídicamente. Hay que entender el contexto de cada situación: normalmente, ha cuajado partidos ofensivamente magníficos frente a equipos alejados de su órbita, esto es, de la parte baja de la tabla; habitualmente, y especialmente en la primera vuelta, se ha visto superado por conjutos de mayor talla. La falta de juego brillante del Madrid no debe ocultar su mérito: ha marcado más goles que nadie, la famosísima pegada. No es el estilo de este Madrid, o no ha sido, el de dominar futbolísticamente al rival, sino, más bien, el de destrozarle en cuanto ha tenido la oportunidad. Sin contemplaciones.

Es un estilo legítimo, pero ha fallado. Ha fallado en los momentos oportunos, en los que definen un campeonato. El Madrid, más allá de sus propios demonios internos, ha sido un conjunto imparable para 18 equipos de Liga. Ha sido regular, ha defendido bien y a pesar de arrastrar carencias notables en el medio campo, ha marcado más de cien goles. Sin embargo cuando tuvo que estar no estuvo: ni en el Camp Nou, ni en el Bernabeú frente al Barça, ni frente al Lyon, ni frente al Alcorcón. Luces, las de una temporada casi perfecta desde el punto de vista numérico; sombras, muy negras, si vamos a los momentos claves, a aquellos que definen una temporada.

No debería volverse loco el Real Madrid, aunque temo que ya lo ha hecho. Pellegrini se irá y considero que es un error: la primera temporada de Riijkard no fue buena, por más brillante segunda vuelta que cuajara. Cae el Madrid de nuevo en el error de pretender imitar al Barça, de pretender obtener seis títulos en un año, en el año de debut de su nuevo y flamante entrenador. Es tarde, Pellegrini está defenestrado. La plantilla necesita de reformas urgentes, pero no sustanciales: un delantero de mayor talla que Higuaín y un tipo que juegue por delante de Xabi Alonso con criterio, además de un extremo.

Obviando al delantero, que podían haber obtenido por cinco millones más el año pasado —Villa, que ahora se va al Barça—, el Madrid tenía lo que necesita: Sneijder y Robben. Se desprendió de ellos, y no está de más recordarles, porque fue el primer y mayor error de Florentino y sus directivos. Ya es tarde. Sin perder la cabeza, porque hay unos cimientos bestiales, el Madrid debería reponerse lejos de los radicalismos. Aunque, en fin, esa ya es la historia de un mundo utópico.

Lectura recomendada | ¿Queremos volver a ser grandes? (Alfonso del Corral en El País)
Imagen | Club Angel Portugués CR | El Espectador

martes, 18 de mayo de 2010

Nadie se acordó de ellos

Andrés Pérez | Cuando el árbitro señaló el final del encuento y el Camp Nou estalló en una alegría absoluta que más tarde depararía cien detenidos y las ramblas arrasadas, nadie se fijó en el Valladolid. Había descendido, pero era secundario. Probablemente la transcendencia de su descenso fuera mayor que la victoria del Barça, pero ni un sólo comentario escuché en la radio que hiciera referencia al conjunto descendido, de nuevo, seis años después, con todo lo que ello conlleva. El himno del Barça comenzó a sonar como homenaje al campeón. El fútbol en su máxima crudeza: las miradas se dirigen hacia el campeón; el perdedor se queda con la nada. Con el anonimato.

La humanidad, más bien, en su máxima crudeza. Mediada la primera parte, cuando el Barça se había sobrepuesto de su pájara inicial y se imponía por dos goles al conjunto de Clemente, observé a Diego Costa arrastrarse por la delantera, luchar en balde por una tarea imposible, y comprendí el drama que el Valladolid estaba a punto de virir. A otros nos tocó sufrirlo hace un par de años, aunque parece que fue ayer: caer de nuevo a Segunda División es tan doloroso que ni el paso de los años ahuyenta sus fantasmas. Siguen ahí. Por eso, el domingo, cuando observé a Diego Costa reclamar una falta con una cara de evidente melancolía y me fijé en el tiempo que había transcurrido, me apiadé de él como futbolista y de toda la afición del Valladolid: aún quedaban sesenta minutos.

Sesenta minutos para digerir el descenso. Sesenta minutos de zarandeo barcelonista a costa de un juguete a aquellas alturas inútil. Los futbolistas del Valladolid tendrían que seguir jugando aun a costa de conocer su destino: descender. No imagino un momento más duro para un futbolista ni para un aficionado. El drama afectó también al Tenerife, incapaz de vencer a un Valencia que no se jugaba nada por aquello del miedo escénico, la presión, o simplemente la incapacidad futbolística; y al Xerez, que no obró ningún milagro porque el Málaga había empatado y el Racing había ganado.

Su drama pasó desapercibido en las portadas del lunes y tampoco fue reflejado en las noticias del domingo por la noche. Nadie se acordó de ellos, simplemente, porque no importaban. Porque a pesar de las lágrimas derramadas, de los kilómetros recorridos en balde, de las ahora estériles y escasas victorias, de la ilusión creada o de la fe ciega, eran un anónimo equipo que volvía a Segunda División de nuevo. Nuevos protagonistas de la balanza: unos suben, otros bajan. Nadie se acordó de ellos durante la temporada, cuando la salvación se peleaba cada fin de semana, y nadie tuvo a bien acordarse de ellos cuando fue demasiado tarde.

Ni siquiera el día en que su desgracia superó la alegría de cualquier otro conjunto, fueron importantes. Así de cruel e inmisericorde es el fútbol. Así de cruel e inmisericorde es el ser humano.

Lectura recomendada | La transcendencia de un descenso (Borja Barba en Diarios de Fútbol),
Imagen | La Linterna de Ángel Velasco

lunes, 17 de mayo de 2010

La mejor Liga Escocesa del mundo

Andrés Pérez | En 1985 el Aberdeen se proclamaba campeón de la Premier League Escocesa. Durante las siguientes veinticinco temporadas, incluyendo esta que ya finaliza, dos equipos se han repartido tiránicamente el campeonató escocés: Celtic de Glasgow y Glasgow Rangers. La historia es harto conocida, hasta el punto de reducir al resto de equipos a meros comparsas en la lucha por el título, puro adorno, conjuntos que están ahí prácticamente con el objeto de rellenar. La victoria, como en el tenis, es cuestión de dos. El Celtic acumula 42 títulos ligueros; el Rangers 53. El siguiente equipo con más campeonatos conquistados es el Hibernian. En sus vitrinas relucen cuatro Ligas, la décima parte de las que ostenta el Celtic.

Puede que dentro de quince años recordemos la temporada 2003/2004 del mismo modo que hoy he recordado la del Aberdeen. Como un destello lejano de lo que un día fue una Liga con más de dos contendiendes. Ese año el Valencia se proclamó campeón de Liga en uno de los batacazos más sonados de la historia del Real Madrid, que en apenas media temporada perdió la final de Copa del Rey, ocho puntos de ventaja sobre el Valencia y una eliminatoria de cuartos de final en Champions League que tenía encarrilada frente al Mónaco. Es posible que en la temporada 2028/2029, echemos la vista atrás y observemos un cuarto de siglo de dualidad.

Desde la liga que conquistó el Valencia, Real Madrid y Barcelona han mantenido constantes pulsos por demostrar quién es mejor y quién consigue humillar aún más al rival. Si un año el Madrid obtiene un monumental pasillo del Barcelona, al siguiente el Barça le endosa seis goles en el Bernabeú, el mismo estadio que fue testigo del pasillo. El duelo es espectacular: cuenta con los mejores jugadores del planeta, con máquinas cimentadas en el dinero y en la poderosa fuerza de la cantera, se disputa en dos de los estadios más venerados de la historia del fútbol, acapara el centro de todas las miradas, sus enfrentamientos directos obtienen audiencias millonarias.

Salvando las distancias, que las hay en términos de calidad y poderío económico, en Escocia sucede algo semejante. Apenas cuatro fanáticos del fútbol anglosajón disfrutan de otros partidos de la Liga Escocesa que no enfrenten a los dos grandes. Por todo ello hoy duele en el raciocinio leer cosas como esta.

En el deporte es recurrente que a los gigantes se les infravalore con la coletilla de que prevalecen por la falta de competencia. Le ocurrió a Jordan, a Indurain... A tantos y tantos. Nada que ver con la realidad. Los genios resultan inalcanzables. Le ha ocurrido al Barça y al Madrid, dos superpotencias fuera del alcance del resto del pelotón. Dos equipos que alistan a buena parte de los mejores futbolistas del mundo, con Messi y Cristiano a la cabeza.

Un burdo alegato a la espectacularidad para defender treinta puntos de diferencia entre el segundo y el tercer clasificado; una mera excusa, la de la genialidad, para perpetuar una desigualdad sangrante para el fútbol español, para mantener no una injusticia sino un absurdo en términos de lógica deportiva. Si la Liga quiere ser la mejor del mundo no debería aferrarse a los 34 goles de Messi o al exhuberante cuerpo de Cristiano Ronaldo para conseguirlo, sino a la aparición de segundos actores que sean capaces de disputar, con mayor o menor suerte, el campeonato.

No es este un alegato para que Madrid y Barça dejen de ganar, o de fichar, o de crecer. La competitividad obliga y su estatus de superioridad excesivamente superlativa en todos los términos no es tanto culpa suya como de los supervisores y organizadores del torneo. El Madrid y el Barça están en su derecho de poder comprar los jugadores que deseen y así disputar todas las competiciones con posibilidades de victoria: es misión de la Federación y de la Liga intentar que tal derecho se vea regulado a nivel económico por el simple bien del fútbol español.

Quizá algún día eso suceda. Hasta entonces Barça y Madrid seguirán jugando su particular y dramática Liga —ya saben, la prensa obliga— al tiempo que el resto de conjuntos se reparten las migajas. Al tiempo que los ojos del mundo se fijan en Inglaterra o en Italia o en Alemania. Nuestros ojos, entre tanto, seguirán ciegos de talento exagerado en ambos equipos y nos afirmaremos a nosotros mismos que sí, que esto es genial, que nuestra Liga es preciosa y que es la mejor del mundo. Ebrios de un duelo más digno del tenis que del fútbol.

Lectura obligada | La mejor Liga del mundo (John Carlin en El País)
Imagen | El País

¿Qué dirán en Escocia?

No olvidemos tampoco lo que los comentaristas de La Sexta se pasaron toda la temporada recordándonos, que la española es "la mejor Liga del mundo". Sería interesante saber si los de la televisión escocesa dicen lo mismo de la suya, ya que su campeonato también se lo reparten siempre los dos mismos equipos.

Aunque, para ser justos, hay que reconocer que la Liga española tiene una ventaja sobre la escocesa: 18 puntos separan al segundo clasificado del tercero en Escocia; en España nos podemos vanagloriar de que la distancia es de 27 puntos. Eso es lo importante en una gran Liga: que, incluso antes del comienzo de la temporada, el suspense sea una cuestión de dos, como en el tenis.

John Carlin respaldando lo que muchos llevamos defendiendo todo el año. Esta es la mejor Liga Escocesa del Mundo.

jueves, 13 de mayo de 2010

La victoria de un equipo inverosímil



Andrés Pérez | El Atlético es un equipo de extremos. Oscila de manera permanente entre el patetismo y la épica, mostrando un comportamiento extraño, fruto de la convergencia de factores aún no comprensibles para la razón humana. No en vano, Perea ya atesora un título en su vitrina. Que el Atlético, este Atlético de Madrid de entreguerras sostenido por un joven canterano en defensa y por dos talentos en la línea ofensiva, se haya proclamado campeón de la Europa League dice mucho de esta competición: el nivel ha sido bajo, permitiendo que un digno pero parco en recursos Fulham llegue a la final y prácticamente la gane.

Anoche el Fulham no fue un equipo inferior al Atlético de Madrid y por momentos gozó de notables oportunidades, frustradas todas ellas por el buen hacer de De Gea, presumiblemente desesperado ante la continua pérdida de balones de Perea, la nula creación de Assunçao y Raúl García, la desubicación permanente de Ufjalusi y la siempre inútil ayuda de Antonio López. Él y Domínguez frenaron las acometidas de un Fulham que se vio obligado a controlar la pelota ya que el Atlético, inteligentemente, se la regaló en la primera parte y esperó el contragolpe. No debía ser ese el plan de Hodgson, que, a pesar del empate, sustituyó a Zamora nada más comenzar la segunda parte por Dempsey.

Dempsey es aquel buen futbolista estadounidense que martirizó a España en la Copa Confederaciones. Desde que salió fue el mejor del partido, sin más. Tal hecho es significativo: un reserva, un futbolista de calidad pero de segundo orden, puso las mejores gotas de criterio futbolístico en todo el partido. En el otro extremo Agüero hacia las veces de Dempsey: excelso en todo momento, el argentino es el alma de este conjunto, lo fue anoche y cuesta imaginar una victoria del Atlético sin Agüero en el campo. Es tan bueno que desentona con el resto del equipo. Mención aparte merece Forlán, que anotó dos goles peculiares: el primero en fuera de juego, el segundo de rebote. El fútbol decidió cebarse anoche con el Fulham.

Premió al Atlético, un equipo que llevaba diez años sin levantar cabeza. Lo hizo de un modo cetrino y aborrecible: la final fue pésima, redimida únicamente por la victoria de un conjunto nacional. El Atlético merece todas las felicitaciones, pero su gesta no oculta el auténtico cariz de la Europa League: que sea campeón el conjunto colchonero significa que algo falla, que, a pesar de la reestructuración de la competición y los nuevos horarios —iniciativa exitosa—, el talento escasea. Repasen el cuadro de semifinalistas y vuelvan a ver la final. No hablamos de la victoria de un genial equipo de segunda línea europea: se trata del triunfo del menos malo.

Imagen | Qué

miércoles, 12 de mayo de 2010

Pues yo no debo ser español


Andrés Pérez | Y, cuidado, no tengo nada en contra del Atlético. Simplemente no comparto esa visión unionista de "juega un equipo español, tienes que ir con él por narices". Esta noche no voy ni con el Atlético ni con el Fulham, y como yo, muchísimos aficionados neutrales que veremos el partido por el puro placer de disfrutar del fútbol. El periodismo también se muere por intentar hacer de las potadas atriles de opinión hegemónicos.

Imagen | Kiosco.net

martes, 11 de mayo de 2010

Los siete que no llevaría

La pre-selección habitual en vísperas de competición importante de la Selección ya se ha hecho pública. Treinta jugadores. Sobran siete en una lista que, para gracia de todos, rebosa calidad. No en vano, cualquier descarte que salga de la selección tendría serias posibilidades de ir convocado en el 80% de combinados nacionales del Mundial, incluidas algunas de las favoritas —cuesta creer que Javi Martínez no tuviera un hueco en Argentina, por ejemplo—.

Es esta, y remarco en negrita a los siete que descartaría:

Porteros

Casillas (Real Madrid)
Reina (Liverpool)
Diego López (Villarreal)
De Gea (Atlético)
Víctor Valdés (Barcelona)

Defensas

Sergio Ramos (Real Madrid)
Albiol (Real Madrid)
Arbeloa (Real Madrid)
Piqué (Barcelona)
Puyol (Barcelona)
Marchena (Valencia)
Capdevila (Villarreal)
Azpilicueta (Osasuna)

Centrocampistas

Xabi Alonso (Real Madrid)
Busquets (Barcelona)
Xavi (Barcelona)
Iniesta (Barcelona)
Silva (Valencia)
Mata (Valencia)
Marcos Senna (Villarreal)
Navas (Sevilla)
Cesc Fábregas (Arsenal)
Cazorla (Villarreal)
Javi Martínez (Athletic)

Delanteros

Villa (Valencia)
Negredo (Sevilla)
Fernando Torres (Liverpool)
Güiza (Fenerbahce)
Llorente (Athletic)
Pedro (Barcelona)

Y me explico:

  • De Gea - Diego López: A falta de un tercer portero que tradicionalmente haya copado las convocatorias y que suponga un peso específico en el vestuario, sería una injusticia y un error histórico dejar fuera de la lista al, probablemente, el portero más en forma del planeta: Víctor Valdés. Podríamos discutir ahora si merece ser el segundo portero o incluso el primero, pero dejémoslo para la lista definitiva. Cualquier lista en la que no aparezca Valdés estará incompleta.
  • Azpilicueta: Tanto el lateral derecho como el izquierdo están perfectamente cubiertos con Ramos y Capdevilla —uno a cada banda—, y Arbeloa como comodín —y previsible titular en el lateral izquierdo en los partidos importantes—. Aún no ha llegado su momento. Pero llegará, se trata de un jugador excelso.
  • Cazorla: A pesar de ser una pieza esencial en la consecución de la Eurocopa, el jugador del Villarreal ha sufrido una temporada repleta de alti-bajos, y su actual buen momento de forma —reflejado en la buena marcha del Villarreal en la recta final de Liga— no habría de ser motivo suficiente para incluirle en la lista definitiva. La exclusión de cualquier otro centrocampista en su favor se debería únicamente a méritos remotos y no cercanos, por lo que sería improductiva.
  • Javi Martínez: Un caso semejante al de Azpilicueta. No es, ni de lejos, un centrocampista de corte eminentemente defensivo con aptitudes para la construcción del juego ofensivo. Es decir, un jugador del corte de Xabi Alonso, Senna o Busquets. Se trata de un centrocampista llegador con potencia en medio campo, algo parco quizá, de momento, en la construcción del juego. Verde, por otro lado. Su proyección es magnífica, pero desentona en el elenco de centrocampistas de la selección y no está aún a la altura.

  • Pedro: Y hete aquí mi, probablemente, decisión más polémica. Me explico: para mí Pedro es un jugador magnífico con unos fundamentos futbolísticos excelentes, como casi todos los salidos de La Masía. Tiene, además, el privilegiado don de la oportunidad, de estar en el lugar oportuno en el momento oportuno. Su peso en el juego del Barça ha crecido y le ha ganado la carrera a Henry de un modo insultante. Pero Pedro está alzado a los altares de un modo tan sólo semejante al de Higuaín. Es cierto que su talento es innegable, pero no es menos cierto que su imagen talismán le han valido críticas excesivamente favorables alejadas de la realidad, en cierto modo. Su peso en el juego colectivo aún deja mucho que desear, y como extremos, Navas o Mata, amén de estar notablemente perparados, son más aptos.
  • Negredo: Si la duda rota alrededor de Güiza o Negredo no debería haber duda. La temporada de Negredo ha sido pobre. Sí, es cierto, también la de Güiza, pero en igualdad de condiciones el gaditano ha reunido más méritos que el jugador sevillista. El apartado de jugador alto y fuerte lo copa Llorente, Negredo sobra. Otra cuestión es si Güiza debiera ir. ¿Nadie se acuerda de Soldado?

Sea como fuere, habrá que esperar a la lista definitiva.

Imagen | Blogsasuna | Futbol Manía

lunes, 10 de mayo de 2010

Sólo podrán quedar dos

Andrés Pérez | Pocas melodías se adaptan mejor a este final de liga que la sinfonía del Nuevo Mundo, en su cuarto movimiento, de Antonín Dvorak, compositor checo del siglo XIX. La épica conjugada con el drama, el fin de nuestros tiempos, el fin como inicio, cinco equipos al borde del precipicio: a su espalda una tabla donde aferrarse económica y moralmente; enfrente, una sima abisal. El habitual drama futbolístico de cada final de liga. Cinco conjuntos —Xerez, Valladolid, Tenerife, Málaga y Racing— para dos plazas en la máxima categoría del fútbol español. A un lado, el dramático y definitivo resonar de los apocalípticos instrumentos de viento de Dvorak; al otro, el suave deslizar de sus violines, la calma tras la tempestad.

A excepción del milagroso Xerez, un equipo que durante la pre-temporada contaba con poco más de once jugadores, el resto de contendientes cuentan con 36 puntos. También el Tenerife, que empató con un gol de Nino en los últimos minutos de la pasada jornada frente al Almería en otro caprichoso desenlace del destino. Por increíble que parezca, el Xerez tiene 33 puntos y posibilidades reales de salvarse: se enfrenta al Osasuna en el Reyno de Navarra, equipo que no se juega absolutamente nada, y sólo le vale la victoria.

La carambola es tal que, avatares del destino, tan recurrido en estas situaciones, el descenso se jugará en los mismos escenarios en los que se dirimirá el título de Liga más insultante para el resto de conjuntos de Primera División de los últimos veinte años. El Barça se enfrenta al Valladolid en el Camp Nou; en Málaga, el Madrid tendrá que ganar si pretende optar aunque sea durante noventa minutos más al campeonato. Parece improbable: no ha perdido el Barça ni un sólo partido en su casa en todo el año y no es el Valladolid, a pesar de su imperiosa necesidad, el rival que más opciones pueda tener frente al conjunto de Guardiola.

En cualquier caso el fútbol depara inesperados acontecimientos. De sorprender el Valladolid con una victoria en el Camp Nou las casas de apuestas se sumirían en el caos y, lo que es más relevante, pondría en bandeja el triunfo global al Real Madrid, que tendría que ganar al Málaga. Sea como fuere, el Valladolid podría salvarse incluso perdiendo en Barcelona: de imponerse la lógica el Málaga habría de caer frente al Madrid y, sorprendente, el Tenerife ante el Valencia. Porque otro de los futuribles conjuntos de Segunda División se enfrenta al tercero de la Liga, lo cual no es especialmente relevante puesto que los de Emery tampoco se juegan gran cosa.

Así las cosas, parece el Racing —visita a un Sporting hermanado y salvado—, uno de los peores equipos de la segunda vuelta y uno de los más abatidos psicológicamente, el candidato número uno a optar a una plaza en Primera División para la temporada que viene. Abrazo la lógica una vez más: habría de ser el Tenerife el otro equipo que le acompañara en detrimento de Valladolid, Málaga y Xerez. Xerez que, eso sí, lo tiene tan cerca que no parece real: una derrota de todos los demás conjuntos frente a una victoria suya le dejarían en Primera. No es una ecuación descabellada habida cuenta de los rivales de Tenerife, Valladolid y Málaga.

Vivir para ver. El conjunto que parecía pre-destinado a descender desde el inicio de la temporada aún puede salvarse en un conjunto de casualidades tan sólo factibles en un deporte como el fútbol. Ahí, en que el Xerez aún esté vivo, reside el encanto de este deporte. Es ahí, y no en las portadas dedicadas a la absurda pugna entre Real Madrid y Barcelona por ver quién se alzará con el trofeo —ya hablaremos de ello—, donde el fútbol cobra encanto.

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viernes, 7 de mayo de 2010

Los números de la emotividad

Andrés Pérez | Publica hoy el Heraldo un interesante gráfico en el cual calcula las posibilidades de los siete últimos clasificados de la Liga de descender. El Zaragoza, con la victoria frente al Depor, tiene un 0'1% de posibilidades de caer al pozo con cinco puntos por encima del descenso. Restan por disputarse seis, y parece poco probable una carambola histórica en la cual todos los equipos venzan —no cuento al Valladolid, prácticamente hundido— sus respectivos partidos y el Zaragoza no obtenga un mísero punto.

Perdió el Tenerife como era de preveer, lo hizo también el Valladolid, el Xerez finiquitó su heróica estancia en priomera y Málaga y Racing se volvieron a complicar la vida más de la cuenta. Especialmente éste último, que con un equipo plano y romo ha ido descendido progresivamente al pozo de la clasificación a pesar de Canales y todo el entorno mediático que se ha creado a su alrededor. El Sporting tiene 39 puntos y un 0'4% de posibilidades de descender; el Zaragoza, ya citado, un 0'1%; el Racing, a pesar de todo, un 18%; el Málaga un 33%; el Tenerife un 58% y el Valladolid un 91%.

Gráficos, números, estadísticas, darán igual. El fútbol no se mide por las estadísticas sino por las sensaciones, y entre todos, el equipo que cierra la zona de descenso se presenta como el más apto para lograr la salvación. Antes de su derrota ante el Barça en el Camp Nou, engañosa, el conjunto canario obtuvo nueve de nueve puntos. Todo un hito. A pesar de todo no le sirvió de gran cosa: está a un punto de Málaga y Racing. Huegla decir que el Málaga ha de medirse al Madrid, lo cual despeja la incertidumbre de un equipo que necesita ganar sus dos partidos.

El Tenerife merece salvarse. No dudo de que Málaga y Racing también hayan reunido méritos suficientes para hacerlo, pero la pugna y la energía mostrada por el Tenerife en la recta final de la Liga le hacen merecedor de la salvación; al igual que su espléndida segunda vuelta le hace al Zaragoza valedor de un nuevo billete para la máxima categoría la próxima temporada. Como digo, el fútbol es un compendio de sensaciones, no de números, y en esa batalla emocional quien más tiene que perder es el Racing, desdibujado conjunto que en ocasiones de la presente temporada quiso aspirar a más, para desligarse de su real situación.

En cualquier caso, sea como fuere, la situación para todos, exceptuando quizá Zaragoza y Sporting, es dramática. No hay que olvidar, después de todo, que cuando se habla de bajar a Segunda División, el asunto es más grave que cuando se habla de perder la Liga. Un drama de difícil explicación en el que no tanto el fútbol se impone ante la emotividad. Que se lo pregunten al Zaragoza de hace dos años. O a tantos otros que cayeron por pura psicología.

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martes, 4 de mayo de 2010

Nueve equipos, tres jornadas

Andrés Pérez | Pocas veces, a falta de tres jornadas para que finalice el campeonato, el drama por la supervivencia implicaba a tantos equipos. Se trata de un efecto colateral de la tiranía de los equipos grandes frente a los pequeños: las diferencias aumentan diferentes, no entre iguales. Así, nueve equipos se enfrentan a las tres últimas jornadas de Liga con posibilidades de caer en el pozo de segunda del que tanto cuesta salir. Entre tanto, el Madrid firma el récord de victorias históricas en una liga y el Barça ha de ser campeón con 99 puntos. "La mejor liga del mundo".

Los devenires de la temporada han derivado en una igualdad encarnizada o en un nivel paupérrimo generalizado. Más allá de cualquier otra consideración, que haya tantos equipos metidos en la lucha por no descender es sinónimo de escasez de talento. La situación debería hacer que la Liga se replanteara el reparto de los beneficios televisivos y las exageradas diferencias entre clubes ricos y clubes pobres, pero como es habitual no lo hará, ya que amén de su habitual incompetencia no tiene suficientes arrestos para restar privilegios a los grandes.

Pero centrémonos en lo meramente futbolístico. Incluso el Xerez, a falta de tres partidos para el final, tiene posibilidades matemáticas de salvarse, deshauciado como estaba a principio de temporada. Valladolid y Tenerife le acompañan hoy en las posiciones de descenso, pero se pueden salvar, especialmente los tinerfeños, a dos puntos del oxígeno. Y por encima, una pléyade de equipos arremolonados en tres puntos: Málaga, Racing, Zaragoza, Almería, Sporting y Osasuna, que perdiendo frente al Madrid se complicó al vida. Como lo lleva haciendo el Sporting toda la segunda vuelta; como, a pesar del soplo de aire fresco que supuso Lillo, lo ha hecho el Almería; como, dejándose llevar, también ha caído el Racing.

Entre tanto, Tenerife, Valladolid y Zaragoza reaccionaron a tiempo, antes de que fuera demasiado tarde y tan sólo uno de ellos pudiera salvarse. Loable es la actitud del Tenerife, que lleva tres partidos seguidos ganando; extraño es el comportamiento del Valladolid, equipo que adolecía de una falta de competitividad notable; lógica ha sido la reacción del Zaragoza: siete incorporaciones invernales que han remodelado el conjunto de la mano de José Aurelio Gay, quien a pesar de las críticas ha encaminado al equipo hacia un salvación probable por calendario pero discutible porque esto es fútbol.

Paradójico es el caso del Zaragoza, o más bien paradigmático: a pesar de haber vencido al Sevilla o al Valencia en su campo y de ser uno de los mejores equipos de la segunda vuelta no ha conseguido zafarse de las garras del lodo del pozo del descenso. Decidor, tal dato, tal vez, de la paupérrima igualdad que existe en la oscuridad del fútbol español; o, de la admirable forma de aferrarse a la supervivencia de Tenerife, Valladolid, Xerez y Zaragoza. Al tiempo que entre ellos no pudieron distanciarse, provocaron la caída de cinco conjuntos más.

Nueve equipos se juegan la vida en tres jornadas. Tan triste situación es un espectáculo de mayor atractivo que la dictadura bis a bis de Barcelona y Real Madrid. Les invito a disfrutar, si pueden, de las tres últimas jornadas por abajo. Olvídense del campeón de Liga, aquello no tiene misterio en comparación del verdadero drama.

Lectura relacionada | La gran congestión de la otra Liga (El País)
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