viernes, 21 de mayo de 2010

Extremos

Andrés Pérez | La profesión de extremo quedó relegada a un segundo plano, hace mucho tiempo, cuando el fútbol moderno, o el fútbol post-moderno, decidió que todos debían defender. En aquel momento todos nos preguntamos que porqué narices no iban a atacar todos, por la misma regla de tres, pero nuestra pregunta quedó sin respuesta. Los extremos fueron los grandes sacrificados de aquella nueva teoría futbolística: anárquicos, rápidos, inestables mentalmente, eléctricos y genios incomprendidos, fueron reconvertidos a interiores de tres al cuarto. Se les exigió zafarse en la trinchera del medio campo por el bien del equipo.

Fue su fin. El fútbol los perdió casi por completo y sólo unos reductos aislados sobrevivieron. El Sevilla es un equipo que en su estilo, desde que Juande Ramos lo aupara a la gloria, aboga por los extremos. Abiertos, pegados a la línea de cal, aprovecha la amplitud de su proyecto ofensivo para resquebrajar las líneas defensivas del rival. Además, en un acto admirable, sus extremos son canteranos. El miércoles pasado Capel y Navas, dos extremos, le entregaron su segunda Copa del Rey en tres años.

Golpeó primero Capel con un certero y seco disparo desde fuera del área. No es Capel un futbolista que me maraville, pero es digno de mención, en cualquier caso, el esfuerzo permanente que hacen los entrenadores del Sevilla con este jugador, propenso al teatro y a no levantar la cabeza. Desde el gol de Capel hasta el de Navas medió un mundo. Un mundo en el que el Atlético optó por lo único que debía optar si quería proclamarse campeón también en el Camp Nou: el espíritu. Con su fútbol poco iba a conseguir. Sea como fuere, le pudo su ansiedad, o su falta de talento, o la falta de puntería: hasta dos veces un defensa del Sevilla hubo de sacar un balón que entraba con Palop ya vencido; hasta dos veces Palop evitó un gol previsible.

Meritoria fue la actitud del Atlético. Mejor equipo fue el Sevilla. El partido condensó emoción y dos talentos: Navas y Kanouté. El segundo era el mejor jugador que se encontraba aquella noche sobre el terreno de juego y su elegancia es un deleite para los ojos que extrañaremos el día que no esté. El primero era el extremo por excelencia del fútbol español. Portento físico, a pesar de su diminuta estatura, Navas es un futbolista imparable en carrera que ha aprendido a marcar goles y a ponerlos en la cabeza de los delanteros. En el minuto noventa, le ganó la carrera a Domínguez y batió a De Gea. De un extremo a otro, el Sevilla se proclamó campeón.

Imagen | Marca

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