miércoles, 23 de junio de 2010

Tiempo de repudiados

Andrés Pérez | Georges Clemenceau fue un notable político francés durante las primeras décadas del siglo XX. A él le atribuyen las exigentes y revanchistas cláusulas del Tratado de Versalles por el cual Alemania, tras la Primera Guerra Mundial, quedaba reducida a la mísera República de Weimar y veía su orgullo nacional y sus recursos económicos diezmados hasta el punto de provocar un ánimo revanchista aún más fuerte, capaz de derivar en la Segunda Guerra Mundial. Clemenceau también dijo una vez que la vida de un hombre es más interesante si ha fracasado puesto que eso denotaba intención de superarse. Quizá era una frase autobiográfica a tenor de lo sucedido dos décadas después del Tratado de Versalles.

Raymond Domenech es un fracasado. También es francés y también es un repudiado. Entre lo poético y lo desgraciado navega el repudiado, el mártir, el culpable únicamente de ser recordado por lo único fiable en un ser humano: su capacidad de fallo. Domenech navegará el resto de su vida recordado por la caótica forma de dirigir a Francia durante seis años largos. Pasará a la memoria colectiva de Francia como uno de los entrenadores más fracasados de su historia, un título amargo y melancólico, gris, pesado, y a su vez redentor. Redentor puesto que el repudiado termina convirtiéndose en el desdichado eje de la cólera de sus semejantes, culpable únicamente, ante los ojos de la historia, tras el linchamiento público pertinente, de haber fallado. De haber expuesto al público su real condición: la del fallo como lo único seguro del ser humano.

Yakubu Aiyegbeni es otro fracasado y probablemente otro repudiado. Ante la portería de Corea del Sur vacía empujó, a un escaso metro de la línea de gol, un balón fuera. Más allá de lo ridículo de la acción, en su fallo reside el sino de su selección y del fútbol africano: ya fuera del Mundial, incomprensiblemente caótica haciendo del mísero acto de colocar el pie toda una odisea. Hoy, ayer, mañana, Yakubu protagonizará una de las imágenes más desgraciadas de la historia de los mundiales, como en su día Cardeñosa. Como Domenech, como Cardeñosa, cargará con su cruz por el resto de sus días y la injusta memoria colectiva le recordará por un error puntual, por el peso de su error y no por el de sus aciertos.

Tendemos a discriminar al fracado, al repudiado, porque tememos convertirnos en uno de ellos. Porque sabemos que la capacidad de error es lo que define por naturaleza al ser humano, que es nuestra constante como raza y que en cualquier momento estamos a merced del fracaso. Lo alejamos, lo satanizamos, lo satirizamos, lo dilapidamos hasta que conseguimos hacernos creer que no somos como ellos. La sociedad es cobarde y el fútbol no entiende de justicia ni de amparo. Yakubu y Domenech son hoy las dos personas más desgraciadas del planeta puesto que sobre ellos se desploma la enorme losa del fracaso nacional. Son, serán, unos repudiados.

No olviden las palabras de Clemenceau. Si fracasaron fue porque intentaron superarse.



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Imagen | CBC

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