Andrés Pérez | En uno de sus primeros enfrentamientos desde que aterrizara en Madrid, Mourinho acusó al Sporting de no competir ante el Barça. Preciado, por supuesto, reaccionó con sobriedad y elegancia: «Mourinho es un canalla y un mal compañero». Las quejas del portugués rotaban en torno a la falta de competitividad que algunos equipos de la parte baja de la tabla mostraban cuando saltaban al Camp Nou: como si hubieran regalado el partido de antemano. Huelga decir que Mourinho no protestó anoche cuando Pellegrini afirmó que había saltado al Bernabéu sin ánimo alguno de vencer. Su Málaga había perdido por siete goles de diferencia.
La pregunta se planteó al inicio de la temporada y se mantiene vigente aún hoy: ¿es lícito reservar jugadores cuando se visita a un equipo ante el cual las posibilidades de victoria son nulas? En Italia tendrían clara la respuesta. En Inglaterra, posiblemente, también, aunque sería antagónica. En España Mourinho afirmaría ladinamente que sólo en función de los intereses de su equipo. A Guardiola le imaginamos loando las virtudes de la competición y relajando el tono comprometido de la pregunta. En general, hay una verdad soterrada: todos los equipos que se juegan el descenso llegan al Bernabéu o al Camp Nou con el partido perdido.
El sábado es turno del Zaragoza en Barcelona. Veleidades del destino, ya saben, Aguirre acude con jugadores como Pinter, Marco Pérez o Edmilson, desde hace días apartados de las convocatorias del equipo. Es posible que alguno de ellos sea titular. Aguirre habla de vencer en el Camp Nou pero la realidad de fondo es otra: ante la imposibilidad de vencer a las superpotencias, reservar jugadores y no arriesgar a posibles lesiones o percances de otro tipo parece la opción más inteligente. Se cierne la sospecha de la competición adulterada, pero cabe preguntarse si los equipos menos capacitados económicamente no parten de inicio también ante una competición adulterada dadas las diferencias no proporcionales en el apartado de ingresos televisivos. Es un suponer: de mediar menor diferencia económica entre ambos, quizá alguno de estos equipos se dignara a intentarlo.
Hasta entonces, cumplir el trámite, ejercer de comparsa, sale más rentable. Incluso reconocerlo en público, como Pellegrini. Ante lo que Italia o Inglaterra tendrían una respuesta predeterminada y clara, en España simplemente se asume la realidad como si tal. Ni se aplaude ni se combate: se desiste de superar los defectos.
Imagen | El País
viernes, 4 de marzo de 2011
Competir o desistir
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