Pablo Orleans | No es hora de lamentarse. El FC Barcelona hizo 79 minutos dignos, dignos de su clase, de su estilo de juego y de su forma de entender el fútbol. Jugó fiel a su filosofía, a la de un grupo y un club que respeta el balón, que respeta el fútbol y que hace fluir el esférico como fluye el agua por un río bravo, sin presa que corte su curso. Pero la presa que amansó el caudal de un cauce azulgrana se llamó Arsenal. 79 minutos de espera, de acercamientos ingenuos, sin demasiado peligro. 79 minutos que se tradujeron en peligro en un par de veces contadas. Pero un magnífico Cesc Fábregas, junto con una pareja de delanteros como Walcott y Van Persie en la retaguardia apantanaron el fluir libre de un juego culé que no desmereció en el Emirates y que volvió a dominar un césped hermoso acompañado de una gran afición.
Pero no todo es dominio. El dominio se corta de raíz con rebeliones como la de los pupilos de Wenger. El francés ganó la partida de los suplentes a Guardiola y superó a un Barça acomodado en una segunda mitad en la que no todo estaba dicho. Y vaya que no. Mientras el catalán hacía cambios pensando en una placentera vuelta en el Camp Nou con su afición, Arsène arriesgó y sacó un elenco ofensivo que enturbió las claras aguas del Barça. Mientras Pep daba descanso a Villa intentando sujetar el marcador con la entrada de Keita, el coach del Arsenal ponía en el campo a Bendtner y Arshavin dando mucha frescura al equipo y quitando a un trabajador y eléctrico Walcott y a un duro —y probablemente mal ajusticiado— Song.
El partido dio un vuelco inesperado. El gol inicial de Villa no hacía presagiar una debacle final de tales características. El Barça controlaba y manejaba el tempo del choque a través de Xavi mientras los dirigidos en el campo por Cesc corrían tras el cuero como pollo sin cabeza. El contragolpe parecía el único recurso que podían utilizar los gunners y la eliminatoria parecía muy bien encarrilada. Nada más lejos de la realidad. El frío iba haciendo mella en un equipo culé que se empezaba a acomodar en la suave alfombra londinense mientras los locales se rearmaban para comenzar la última ofensiva. Matar o morir en el intento. Jugaron y ganaron.
El cañonazo de VanGoal, el nuevo hombre de hielo, calentó unas gradas hambrientas de venganza por tantos duelos perdidos ante los azulgrana en los últimos tiempos. El palo corto, tarea de Valdés, quedó desprotegido y el holandés la ajustó haciendo estallar el Emirates en un grito uniforme que congeló a los de Guardiola. A partir de ese momento, sufrimiento. El Barça, desdibujado sobre el terreno de juego, demostraba la tremenda debilidad y mortalidad de los que parecen inmortales. Sin centro del campo, y con una defensa languidecida —hay que destacar la tremenda labor de un Abidal magnífico en el centro de la zaga— llegó el segundo —obra de Arshavin tras una perfecta combinación— y lo placentero se tornaba desapacible. En la vuelta habría que trabajar más de lo esperado.
Una derrota que no puede minar la moral del FC Barcelona. El éxito se basa en saber levantarse tras una dura lucha de tú a tú y en convertir esa decepción en un triunfo logrado a base de trabajo. Eso es lo que deben hacer los de Guardiola. Levantar la cabeza y pensar que en el Camp Nou, ante los 99.354 espectadores que llenarán el estadio y rugirán con fuerza ante los ingleses, se va a remontar el resultado adverso de la ida. El juego del Barça deberá fluir en donde mejor sabe hacerlo. La filosofía heredada de Cruyff y Rexach hay que mostrarla en la vuelta. Que se note que es el equipo que mejor fútbol hace de Europa. Que se note el gusto por el buen fútbol. Qué mejor que ante un rival de la entidad y mentalidad del Arsenal. Que mejor que en casa, ante tu público. Nada vale más que eso.
Imagen | El País
Pero no todo es dominio. El dominio se corta de raíz con rebeliones como la de los pupilos de Wenger. El francés ganó la partida de los suplentes a Guardiola y superó a un Barça acomodado en una segunda mitad en la que no todo estaba dicho. Y vaya que no. Mientras el catalán hacía cambios pensando en una placentera vuelta en el Camp Nou con su afición, Arsène arriesgó y sacó un elenco ofensivo que enturbió las claras aguas del Barça. Mientras Pep daba descanso a Villa intentando sujetar el marcador con la entrada de Keita, el coach del Arsenal ponía en el campo a Bendtner y Arshavin dando mucha frescura al equipo y quitando a un trabajador y eléctrico Walcott y a un duro —y probablemente mal ajusticiado— Song.
El partido dio un vuelco inesperado. El gol inicial de Villa no hacía presagiar una debacle final de tales características. El Barça controlaba y manejaba el tempo del choque a través de Xavi mientras los dirigidos en el campo por Cesc corrían tras el cuero como pollo sin cabeza. El contragolpe parecía el único recurso que podían utilizar los gunners y la eliminatoria parecía muy bien encarrilada. Nada más lejos de la realidad. El frío iba haciendo mella en un equipo culé que se empezaba a acomodar en la suave alfombra londinense mientras los locales se rearmaban para comenzar la última ofensiva. Matar o morir en el intento. Jugaron y ganaron.
El cañonazo de VanGoal, el nuevo hombre de hielo, calentó unas gradas hambrientas de venganza por tantos duelos perdidos ante los azulgrana en los últimos tiempos. El palo corto, tarea de Valdés, quedó desprotegido y el holandés la ajustó haciendo estallar el Emirates en un grito uniforme que congeló a los de Guardiola. A partir de ese momento, sufrimiento. El Barça, desdibujado sobre el terreno de juego, demostraba la tremenda debilidad y mortalidad de los que parecen inmortales. Sin centro del campo, y con una defensa languidecida —hay que destacar la tremenda labor de un Abidal magnífico en el centro de la zaga— llegó el segundo —obra de Arshavin tras una perfecta combinación— y lo placentero se tornaba desapacible. En la vuelta habría que trabajar más de lo esperado.
Una derrota que no puede minar la moral del FC Barcelona. El éxito se basa en saber levantarse tras una dura lucha de tú a tú y en convertir esa decepción en un triunfo logrado a base de trabajo. Eso es lo que deben hacer los de Guardiola. Levantar la cabeza y pensar que en el Camp Nou, ante los 99.354 espectadores que llenarán el estadio y rugirán con fuerza ante los ingleses, se va a remontar el resultado adverso de la ida. El juego del Barça deberá fluir en donde mejor sabe hacerlo. La filosofía heredada de Cruyff y Rexach hay que mostrarla en la vuelta. Que se note que es el equipo que mejor fútbol hace de Europa. Que se note el gusto por el buen fútbol. Qué mejor que ante un rival de la entidad y mentalidad del Arsenal. Que mejor que en casa, ante tu público. Nada vale más que eso.
Imagen | El País
2 Comentarios:
El Barça se mostró excesivamente indeciso en la parcela ofensiva. Más que en la parcela ofensiva, en los momentos finales frente a la portería del Arsenal. Prueba de ello es el desatinado partido de Messi, poco inspirado como jamás se le había visto.
Por lo demás, considero la victoria del Arsenal como un accidente. El Barça, cuando quiso, mantuvo a raya al conjunto de Wenger e hizo con él lo que se le antojó. Todo, menos anotar un tanto.
A pesar de la derrota, no veo al Arsenal con mimbres como para aguantar en Barcelona. No obstante, estaré encantado de que me callen la boca.
Pues yo estaré encantado de no callarte la boca y espero que el Arsenal no tenga su día en el Camp Nou.
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