martes, 15 de febrero de 2011

De Raúl y las segundas oportunidades


Andrés Pérez | Probablemente, la imagen que evoca Raúl en la mente de todo espectador cuando se habla de su figura es la de la cuchara. Una forma de vaselina no inventada por él pero sí patentada. Pocos futbolistas han sido capaces de identificar con tamaña facilidad un gesto a su persona. Raúl ha podido, como con tantas otras cosas: un sinfín de goles, trofeos y elogios de todo tipo. Amor y odio, también por partes iguales, despertando los recelos de tantos y la idolatría de otros, ya en su recta final en el Real Madrid, abatido, viejo, lento y sumido en un eterno debate siempre al margen de sus méritos futbolísticos.

El mejor Raúl se apagó hace tiempo. Se pueden esgrimir los datos de dos de sus tres últimas temporadas en el Bernabéu —donde superó la veintena de goles en dos de ellas— e intentar defender la inmaculada trayectoria del delantero, su siempre innegable derroche de energías y de talento, en efecto. Raúl siempre estuvo ahí, en mayor o menor medida, pero el buen Raúl comenzó a desdibujarse tras el Mundial de Corea y la última Liga que consiguió aquel Madrid de ensueño liderado por él y comandado por Zidane, Ronaldo o Figo. La opacidad de la última etapa de aquella gloriosa conjunción de futbolistas ensombreció a Raúl que, cuando se marcharon todos, siguió al borde del acantilado. Seguir en aquel Madrid, post-Florentino y post-galácticos al que se le asociaba de un modo intrínseco a pesar de sus méritos previos, le valió la división definitiva entre detractores y aduladores.

Sus últimos días en España pasaron desapercibidos. Le valió un gol a modo póstumo en La Romareda cierta despedida honorífica antes de tiempo. Decidió marcharse a Alemania sabedor de que su ciclo se había terminado, quizá entendiéndolo demasiado tarde, quizá no. Sea como fuere, la decisión ha rejuvenecido a Raúl, que vive una suerte de segunda juventud más encorvado, más lento, pero igual de intuitivo. Asentado en la titularidad del Schalke, Raúl regresa a España para enfrentarse al Valencia en octavos loando las virtudes del competitivo campeonato alemán, disfrutando los gozos del anonimato en tierra germánica.

Ha marcado 12 goles. Ya ha dejado como marca su habitual cuchara en alguno de ellos. No sería de extrañar encontrar una vez más a Raúl anotando en Mestalla, ante uno de sus equipos fetiche, el Valencia, a quien amargó en la final del 2000 con un último gol imborrable de la retina colectiva. Por ahí andará Raúl, a ratos apagado, a ratos inspirado, con la planta extraña y poco ortodoxa que le caracterizó en su última etapa en el Madrid, revoloteando como siempre ha hecho entre líneas, silencioso, callado, en apariencia dócil. No sería extraño que no apareciera en todo el partido. Para entonces, a modo de destello del futbolista que fue y alardeando de una virtud que nunca perderá, quizá ya haya marcado en una jugada inverosímil, apareciendo tras un rechace, a la espera de una segunda oportunidad. Raúl, asentiremos para entonces todos, asintiendo lacónicamente a los últimos días de un delantero para la posteridad.



Lectura recomendada | "Estoy disfrutando en una Liga mucho más física" (El País)
Imagen | El País

1 Comentarios:

Matías Rodríguez dijo...

raul fue, es y sera siempre un animal de area, sus records son implacables y sus metas no tienen limites, es un goleador furtivo que vive de eso y entiende como reinvertarse despues de un mal año o una mala racha, es un fenomeno que tal vez toda su carrera, excepto al principio, fue infravalorado. un saludo desde argentina y fobal2000, te invito a pasar por mi blog si te interesa