miércoles, 16 de febrero de 2011

Raúl a lo suyo


Andrés Pérez | Debe ser frustrante para la afición del Valencia que Raúl, una vez había anotado a su equipo doce goles a lo largo de toda su carrera vistiendo los colores del Real Madrid, aparezca de nuevo en Mestalla, en la recta final de su carrera y portando los colores de un extravagante equipo alemán, para marcar más goles. Raúl sigue teniendo la habilidad de dejar con cara de pasmo a la grada rival. Anoche se adelantó a Navarro en el área al intuir como nadie la trayectoria de un centro lateral desde la banda izquierda y empató el partido tras un control sutil y un disparo renqueante y bulímico. Era Raúl, con otros colores y con más canas, pero seguía siendo Raúl.

Veleidades del destino, al observar al delantero madrileño celebrar un gol, una vez más, en un campo español, el automatismo inevitable es una sonrisa de incredulidad. Se fue del Madrid al Schalke e imaginamos pícaramente cómo Raúl se alzaría como estandarte de un equipo extranjero reviviendo los mejores años de su juventud. Se cumplió. Cruzó el Schalke la línea de los octavos de final y disfrutamos con la morbosa idea de ver a Raúl enfrentarse al Madrid o a otro equipo español. Se cumplió. Antes de que sucediera, a todo el mundo le cabía en la cabeza la imagen de Raúl anotando otro gol, el enésimo, en Mestalla. Se volvió a cumplir. Ante todo esto sólo cabe sonreír. Una sonrisa a mitad de camino entre la admiración y la estupefacción.

Para cuando Raúl había aguado la fiesta valencianista, Emery debía estar tirándose de los pelos. El Schalke, más allá del español, se comportó como un equipo mediocre por debajo de las posibilidades reales del Valencia. Cabe plantearse en este sentido si del Valencia se espera, ahora, más de lo que puede dar. Anoche amagó varias veces con mostrarse indolentemente superior al conjunto alemán pero no certificó tal sospecha. Se mantuvo algo tibio tras el gol de Soldado y sufrió en defensa oportunamente cada vez que Huntelaar peinaba hacia atrás y Raúl, Jurado o Farfán aparecían buscando la prolongación.


El desarrollo de la segunda parte prevía la hecatombe. A pesar del buen hacer de Banega o el Chori Domínguez, al que se le intuyen muchos minutos fructuosos en Liga, el Valencia no terminaba de rematar una faena que se podía complicar dada la voracidad carnívora de todo equipo alemán que se precie. El conjunto de Emery no aceleró el ritmo del partido para buscar el segundo, tampoco hizo sufrir a Neuer en exceso, perdió el norte cuando el Schalke se mostró más agresivo y sufrió en exceso de vértigo europeo. Soldado sólo apareció para un gol, Aduriz se mostró fallón y Joaquín y Vicente, dos aleros otrora titulares en la selección, aparecieron demasiado tarde. A Uchida, el lateral derecho del Schalke, ya se le veía débil y mareado por aquel entonces. Pero era demasiado tarde.

Raúl, que no sufre ni sufrió nunca de vértigo, ya había empatado la eliminatoria. Aún dispuso el Schalke incluso de una oportunidad de Hao, que tras un pase en profundidad del delantero español disparó seco y a la cepa del poste para que Guaita se estirara lo suficiente como para enviar el balón a córner. En esencia, el Schalke, por más que se le califique como un equipo inferior, hizo trabajar más al portero rival que el Valencia. Indómito, Raúl colocó con su gol al Schalke de cara a los cuartos de final. Quién lo iba a decir en verano. Quién se lo iba a decir a Emery tras comprender todos, incluso los aficionados del Schalke, que el Valencia tiene mejor equipo pero es incapaz de demostrarlo.

Imagen | El País

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