domingo, 13 de febrero de 2011

Emoción en el barro


Andrés Pérez | Cuando el drama del Zaragoza se condensaba en un planteamiento táctico inexistente y en una motivación psicológica negativa, el hecho de que la plantilla fuera de corte mediocre pasaba en cierto modo desapercibido. Digo en cierto modo porque, de un modo evidente rastros de la falta de calidad los había en cada partido, pero en general las derrotas se cimentaban en errores flagrantes o una apatía desesperante. El Zaragoza parecía un trapo. Un trapo raspado y sucio, sin vida, muerto.

Ahora que Aguirre ha agarrado las riendas de conjunto, el Zaragoza muestra una solvencia táctica antes impensable. El equipo sabe a lo que juega y la imagen que transmite no es la del desvencijado futuro club de Segunda División que apuntaba en la primera vuelta. No obstante, la calidad de la plantilla sigue siendo la que era a pesar de las incorporaciones de N'Daw y Da Silva. El primero ha debutado hoy sin aportar nada realmente destacable. Esto es, el Zaragoza sigue siendo un equipo mediocre, de perfil bajo e inferior a la mayoría de sus rivales. También al Hércules, por lo que el planteamiento de Aguirre hoy tenía sentido: pescar un gol y parapetarse atrás aguantando las embestidas de un rival superior.


El Hércules no encontró más camino que el de Tiago Gomes, que entre líneas llegó a causar serios quebraderos de cabeza a la defensa de Leo Franco. Por ahí se encontró Ponzio imperial, a gusto en su rol de barrendero oficial del reino. Lo hace como nadie. La labor defensiva del Zaragoza, por ende, fue irreprochable y los datos lo demuestran: tan sólo un tiro de volea débil y manso ejerció el equipo alicantino antes del esplendoroso gol de Farinós. El Zaragoza no sufría y ganaba gracias a un tempranero gol de Braulio. En ataque se ofuscaba, puesto que sus ideas no rezuman genialidad, pero el planteamiento era correcto, el Zaragoza, como equipo inferior que es, jugaba sus bazas y sus bazas consistían en aguantar y salir al contraataque.

No sirvió porque el Hércules contó con dos excelsas jugadas de Farinós. La primera un golazo para enmarcar y la segunda un pase a la espalda de Jarosik que aprovechó el siempre presente Trezeguet. La diferencia la marcan los jugadores, y en última instancia el Hércules los tiene y el Zaragoza no. La derrota se debe a eso. Nada más. Jarosik y Contini se coordinaron mal en la última jugada del partido regalando a Trezeguet su décimo gol en liga, todos en casa.


La zona baja de la clasificación es un espectáculo gozoso. El Hércules anotaba el segundo sobre la bocina, como un Málaga envalentonado en el segundo tiempo que remontó dos goles en contra del Getafe por pura ambición, espoleado por el empuje de sus fichajes invernales, superior Baptista a todos los demás. La locura se desataba en La Rosaleda con el gol de Rondón más allá del último segundo, pura adrenalina. Emoción en el barro, espectáculo sin límites. También el del Levante. Hace poco escribía Enrique Ballester esto en Diarios de Fútbol:

Como gran parte de la plantilla que bracea, con apuro, hacia la meta de la salvación, esa defensa conquista por la empatía que provoca. A saber, es el motor de una banda de marginados, viejos y/o cedidos. A mitad camino entre grupo salvaje y pandilla basura. Y encima visten Luanvi. Nadie los quería, pobres, y nadie está explicando ahora como ellos, en romántica lección, el valor colectivo del juego. A veces sale mal, como en Copa en el Bernabéu; y a veces sale bien, como al rascar un empate en casa al Madrid, o al provocar el sudor del Barça en el Camp Nou, pero el Levante es siempre un equipo con plan. En concreto, con el plan comunal que marca Luis García Plaza, que ya firmó un ascenso inverosímil -el club en pleno rescate financiero, un presupuesto ridículo…- subrayando la importancia del concepto de bloque.

Pocos equipos merecen la salvación tanto como el Levante, en lo que cabe calificar como un hermoso milagro. Hoy sumaba a costa del Almería su tercera victoria consecutiva: algo que contradice toda lógica.

Hay más: ayer el Racing fulminó al Sevilla para alegría de su nuevo dueño en pleno éxtasis de El Sardinero. También en Gijón la afición terminó dando por bueno el empate ante el Barça. Todos ganan, todos pierden, todos empatan. Las jornadas pasan y cada derrota parece la última en el fondo de la tabla, pero en realidad las distancias siguen siendo semejantes. No en vano el Hércules está dos puntos por encima del Zaragoza. Todos los demás se siguen condensando en un espacio de tres-cuatro puntos jornada tras jornada, suceso tras suceso, hasta el drama de la recta final. Una competición enajenada y sensacional.

Lectura recomendada | Resultados de la Jornada 23 y clasificación
Imagen | Heraldo | El País

1 Comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando no hay dinero, las deudas ahogan, y con ello, existe una grave falta de calidad, y en ocasiones de competitividad, los equipos que luchan por el descenso nos ofrecen partidos con emoción. Es cierto, en muchas ocasiones - por no decir la mayoría - observamos partidos infumables, que duelen a los ojos, pero los buenos aficionados al fútbol siempre serán capaces de sacar algo positivo. A pesar de los pesares, "La Otra Liga", la de la permanencia, es actualmente lo más emocionante que tiene nuestra Liga BBVA. Cada jornada que pasa, la lucha por el título tiene a los mismos protagonistas, aunque siempre con el Barça por delante. Sin embargo, la liga de 'los pequeños' cada jornada da un vuelvo y mete más equipos en el ajo. Ante la falta de calidad, que viva la emoción.

Un saludo compañero!

Viko