Andrés Pérez | Televisión española procuró darle la menor relevancia al himno nacional. En el momento de su interpretación, la cadena estatal decidió marcharse a publicidad alegando que un error humano había impedido escuchar la sonora pitada que determinados sectores de la afición del Barça y del Athletic dedicaban a la Marcha Granadera. La censura en cuestión otorga al abucheo una relevancia mayor al que tiene, otorga a un hecho consabido un carácter sorpresivo, para algarabía de tantos y escarnio de muchos. No por extravagante debe sorprender, sin embargo. El fútbol históricamente ha servido, o al menos así lo han intentado los grandes mandatarios, como instrumento político. Su capacidad de embriagar a las masas ha sido, es y será un caramelo para quienes desde el poder, pretenden aletargar a la población, convencerla, dominarla con toda la parafernalia pertinente. La pitada de la final de Copa no es mas que el ejemplo de todo ello.
Ambos equipos, tanto Barça como Athletic, son dos equipos cuyos directivos históricamente han pretendido catalogar como nacionalistas. Identificarlos con un sentimiento ideológico. El Barça de hecho, desde sus inicios, siempre aglutinó a una amalgama social de variopinta ideología, estamento social o religión; sin embargo, la diversidad propia de una ciudad cosmopólita como Barcelona jamás impidió que el equipo azulgrana fuera considerado la identidad de Cataluña en el exterior. Su lema no es casual: Més que un club. Más allá del fútbol. Manuel Vázquez Montalbán consideró en su día que el Barça sustituye a la añorada selección catalana por el mundo y Pujol, ex presidente de la Generalitat, otorgó la Cruz de San Jorge —la máxima distintiva que expende el gobierno de Cataluña— al Barcelona por la defensa de los valores catalanes que éste llevaba a cabo por el mundo.
Así como el Barça ha sido identificado comúnmente por propios y ajenos como simbolismo de Cataluña y de la sociedad catalana, el Athletic, a falta de tener una dimensión mayor y de cimentarse en una base social más amplia, ha sido históricamente el baluarte del nacionalismo vasco. No hace falta más que contemplar su plantilla. No hay jugadores extranjeros, en lo que supone, más allá de la interpretación política que se le pueda dar, todo un ejemplo de cómo sobrevivir en primera durante más de cien años con la cantera. Más allá del fútbol, el Athletic ha sido asociado históricamente al PNV. Sin ir más lejos, el lehendakari del País Vasco en el exilio y durante la Segunda Repúblia, José Antonio Aguirre, fue, antes de ocupar Ajuria Enea, jugador del Athletic de Bilbao. La dictadura franquista solapó durante cuarenta años los símbolos nacionalistas lo que provocó que durante la transición explotara con más fuerza que nunca el ansia nacionalista, ejemplificada en el Athletic.
Sin embargo, no solo para soflamas nacionalistas ha sido utilizado el poder de subversión del fútbol. Franco utilizó las victorias de la selección española durante los sesenta para ejemplificar cómo el sistema político e ideológico español, es decir, el franquismo, era superior al comunismo soviético. No en vano, en la Eurocopa de 1960, el combinado nacional hubo de retirarse en cuartos de final por orden expresa del gobierno franquista, cuando debía enfrentarse al conjunto soviético. El acto provocó que la selección, por aquel entonces legendaria con Di Stéfano, Puskas o Kubala, entre otros, en sus filas, no pudiera conquistar un más que probable primer título continental. Lo hizo, sin embargo, cuatro años más tarde frente a la propia Unión Soviética. El triunfo se mostró como la victoria frente a las hordas comunistas rusas, de alto valor propagandístico.
Más allá de España, durante los alborotados años treinta europeos, los fascismos se sirvieron del fútbol para ejemplificar como el sistema triunfaba por encima de todo lo demás. Mussolini procuró en exceso ganar el Mundial de 1934, celebrado en su Italia fascista, sobornando árbitros y amedrentando rivales, cuando no recurriendo a la violencia tan característica de cualquier régimen autoritario. Hitler por su parte identificó al combinado alemán con el saludo romano durante la interpretación del himno, y tal fue la humillación a la que hubo de someterse tras caer derrotado en Berlín ante Austria, que Sindelar, la legendaria estrella del conjunto austríaco y máximo artífice de la victoria austríaca frente a los alemanes cuando todo estaba designado para que sucediera exactamente lo contrario, desapareció para siempre días más tarde, en uno de los capítulos más oscuros del fútbol. Sindelar evidenció el proyecto de superioridad aria de Hitler al vencer en un partido de fútbol y al negarse a jugar con el conjunto combinado de Austria-Alemania. Medio mundo se hizo eco de ello, un golpe así, no podía quedar impune.
Durante los tiempos en color, si hay un país donde la política está íntimamente ligada al fútbol es Italia. Italia, el país desastre por excelencia. Raro es el año donde no se difunden noticias de algún aficionado muerto a manos de otro, o de algún policía caído por la violencia de los tifosi. Sin ir más lejos, el Milan glorioso de Arrigo Sacchi estuvo presidido por el actual presidente de Italia, Silvio Berlusconi, poseedor de un emporio que va más allá del fútbol y de la política. Di Canio, ex-jugador del Lazio, alzaba el brazo como lo hacía Il Duce cada vez que anotaba un tanto frente a su afición lazial, cuyo sector más radical se caracteriza por ser fascista sin tapujos. Controvertidos suelen ser los encuentros entre el Livorno, cuya afición se declara izquierdista y el Lazio, equipo mayoritario en Roma a pesar de su paulatina decadencia.
Incluso una guerra tiene por nombre el fútbol. El Salvador y Honduras se enfrentaban en un partido de fútbol allá por 1969, y tras los graves altercados al término del encuentro, ambos países decidieron declararse la guerra. No fue más que una tapadera que escondía los motivos reales: luchas de poder en ambos países evidenciadas en la deportación masiva de trabajadores salvadoreños en Honduras. Probablemente unos pensarán que es una falta de respeto silbar un himno nacional, sea de la índole que sea. Probablemente, si consideramos que silbar la marsellesa, por ejemplo, es irrespetuoso debamos considerar lo mismo respecto al himno español. Probablemente, quien escuchara los silbidos de anoche interprete que todos los allí presentes detestan España. Sí. Todo ello es muy probable. Lo que también es probable, a buen seguro, es que nadie recuerda al mismo tiempo que un día de junio, cuando la Selección Española se proclamó campeona de Europa, no pocos fueron quienes festejaron por las calles de Bilbao y de Barcelona el título nacional.
Sindelar y los nazis |
El himno censurado |
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Vía | Más que Fútbol, Wikipedia, YouTube, Marca, Todos los mundiales, Asociación Deportiva del Livorno de Madrid
Imagen | As, Wikipedia, Google Images
Más que Fútbol ● 2009
Ambos equipos, tanto Barça como Athletic, son dos equipos cuyos directivos históricamente han pretendido catalogar como nacionalistas. Identificarlos con un sentimiento ideológico. El Barça de hecho, desde sus inicios, siempre aglutinó a una amalgama social de variopinta ideología, estamento social o religión; sin embargo, la diversidad propia de una ciudad cosmopólita como Barcelona jamás impidió que el equipo azulgrana fuera considerado la identidad de Cataluña en el exterior. Su lema no es casual: Més que un club. Más allá del fútbol. Manuel Vázquez Montalbán consideró en su día que el Barça sustituye a la añorada selección catalana por el mundo y Pujol, ex presidente de la Generalitat, otorgó la Cruz de San Jorge —la máxima distintiva que expende el gobierno de Cataluña— al Barcelona por la defensa de los valores catalanes que éste llevaba a cabo por el mundo.
Así como el Barça ha sido identificado comúnmente por propios y ajenos como simbolismo de Cataluña y de la sociedad catalana, el Athletic, a falta de tener una dimensión mayor y de cimentarse en una base social más amplia, ha sido históricamente el baluarte del nacionalismo vasco. No hace falta más que contemplar su plantilla. No hay jugadores extranjeros, en lo que supone, más allá de la interpretación política que se le pueda dar, todo un ejemplo de cómo sobrevivir en primera durante más de cien años con la cantera. Más allá del fútbol, el Athletic ha sido asociado históricamente al PNV. Sin ir más lejos, el lehendakari del País Vasco en el exilio y durante la Segunda Repúblia, José Antonio Aguirre, fue, antes de ocupar Ajuria Enea, jugador del Athletic de Bilbao. La dictadura franquista solapó durante cuarenta años los símbolos nacionalistas lo que provocó que durante la transición explotara con más fuerza que nunca el ansia nacionalista, ejemplificada en el Athletic.
Sin embargo, no solo para soflamas nacionalistas ha sido utilizado el poder de subversión del fútbol. Franco utilizó las victorias de la selección española durante los sesenta para ejemplificar cómo el sistema político e ideológico español, es decir, el franquismo, era superior al comunismo soviético. No en vano, en la Eurocopa de 1960, el combinado nacional hubo de retirarse en cuartos de final por orden expresa del gobierno franquista, cuando debía enfrentarse al conjunto soviético. El acto provocó que la selección, por aquel entonces legendaria con Di Stéfano, Puskas o Kubala, entre otros, en sus filas, no pudiera conquistar un más que probable primer título continental. Lo hizo, sin embargo, cuatro años más tarde frente a la propia Unión Soviética. El triunfo se mostró como la victoria frente a las hordas comunistas rusas, de alto valor propagandístico.
Más allá de España, durante los alborotados años treinta europeos, los fascismos se sirvieron del fútbol para ejemplificar como el sistema triunfaba por encima de todo lo demás. Mussolini procuró en exceso ganar el Mundial de 1934, celebrado en su Italia fascista, sobornando árbitros y amedrentando rivales, cuando no recurriendo a la violencia tan característica de cualquier régimen autoritario. Hitler por su parte identificó al combinado alemán con el saludo romano durante la interpretación del himno, y tal fue la humillación a la que hubo de someterse tras caer derrotado en Berlín ante Austria, que Sindelar, la legendaria estrella del conjunto austríaco y máximo artífice de la victoria austríaca frente a los alemanes cuando todo estaba designado para que sucediera exactamente lo contrario, desapareció para siempre días más tarde, en uno de los capítulos más oscuros del fútbol. Sindelar evidenció el proyecto de superioridad aria de Hitler al vencer en un partido de fútbol y al negarse a jugar con el conjunto combinado de Austria-Alemania. Medio mundo se hizo eco de ello, un golpe así, no podía quedar impune.
Durante los tiempos en color, si hay un país donde la política está íntimamente ligada al fútbol es Italia. Italia, el país desastre por excelencia. Raro es el año donde no se difunden noticias de algún aficionado muerto a manos de otro, o de algún policía caído por la violencia de los tifosi. Sin ir más lejos, el Milan glorioso de Arrigo Sacchi estuvo presidido por el actual presidente de Italia, Silvio Berlusconi, poseedor de un emporio que va más allá del fútbol y de la política. Di Canio, ex-jugador del Lazio, alzaba el brazo como lo hacía Il Duce cada vez que anotaba un tanto frente a su afición lazial, cuyo sector más radical se caracteriza por ser fascista sin tapujos. Controvertidos suelen ser los encuentros entre el Livorno, cuya afición se declara izquierdista y el Lazio, equipo mayoritario en Roma a pesar de su paulatina decadencia.
Incluso una guerra tiene por nombre el fútbol. El Salvador y Honduras se enfrentaban en un partido de fútbol allá por 1969, y tras los graves altercados al término del encuentro, ambos países decidieron declararse la guerra. No fue más que una tapadera que escondía los motivos reales: luchas de poder en ambos países evidenciadas en la deportación masiva de trabajadores salvadoreños en Honduras. Probablemente unos pensarán que es una falta de respeto silbar un himno nacional, sea de la índole que sea. Probablemente, si consideramos que silbar la marsellesa, por ejemplo, es irrespetuoso debamos considerar lo mismo respecto al himno español. Probablemente, quien escuchara los silbidos de anoche interprete que todos los allí presentes detestan España. Sí. Todo ello es muy probable. Lo que también es probable, a buen seguro, es que nadie recuerda al mismo tiempo que un día de junio, cuando la Selección Española se proclamó campeona de Europa, no pocos fueron quienes festejaron por las calles de Bilbao y de Barcelona el título nacional.
Sindelar y los nazis |
El himno censurado |
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Más que Fútbol ● 2009
9 Comentarios:
Muy fuerte lo de Sindelar. Algo conocía de esto y de lo que hizo Mussolini en el fútbol también. El vídeo que has colgado de Sindelar es muy interesante.
En cuanto a lo acontecido políticamente ayer, me parece que desde las directivas de ambos clubes, en especial la del Barcelona, se invita a hacer este tipo de eacciones. Laporta ha mostrado su nacionalismo (independentismo se podría decir incluso) en reiteradas ocasiones y no ha hecho nada para evitar que silbaran el himno aun sabiendo que lo harían. TVE estuvo aún peor. Vaya censura.
Es triste que los equipos se identifiquen políticamennte. El fútbol es el fútbol y la política debe estar al margen. En Italia cada equipo podríamos decir que tiene una ideología (el caso que bien has señalado del Livorno y el de la Lazio).
Saludos
Que mas puedo agregar. Tremendo.
Has dado una clase con este post. Mis apalusos. Ah, y coincido plenamente con lo que indicas en las ultimas lineas del articulo. Fijate que el futbol siempre une a las masas, por mas opuestas que estas sean.
Lo linkeare en mi blog, si no te molesta.
Un abrazo Andres.
www.dalepelota.blogspot.com
Muy buena nota. Excelente. Saludos!
Increíble chico... vaya post!
No hay nada que añadir... por tanto me quito el sombrero.
Saludos!
@ Chechu
Lo de Sindelar da para un post entero. Lo más fuerte es que aún se duda de la autoría de su crimen, o de si realmente fue un crimen. Teniendo en cuenta que aquello era la Viena ocupada por los nazis, en fin, está bastante claro lo que sucedió.
Sí, Laporta es nacionalista. Tiene derecho a serlo. Su afición también tiene derecho a pitar el himno. Pero el miércoles no demostraron más que lo que demuestran los nacionalistas españoles a quien tanto critican. Se mostraron como auténticos incultos, irrespetuosos, patrióticos, faltones, radicales, intransigentes... En fin, se mostraron rancios y paletos, pienso yo. Tanto como los nacionalistas de la vieja escuela española, a quien tanto critican. Y sí, lo que sucedió en Mestalla es triste porque allí se jugaba un partido de fútbol, no un mítin político.
@ Nicolás
Ya he visto que lo has linkeado, obviamente tienes permiso. Y estás en lo cierto, el fútbol es motivo de unión para las masas, para las personas. Aún recuerdo un anuncio del Atlético de Madrid en el que, ambientado en 1937, dos guerrilleros españoles, uno republicano y otro nacional se hacían amigos por el simple hecho de compartir su afición al Atlético. Conmovedor.
@ NoTe
Gracias.
@ Eduardo
Mil gracias de nuevo. Puedo decir lo mismo de tu post de la Recopa.
La política siempre ha utilizado el fútbol, no al revés. Por eso, los aficionados no debemos caer en el mismo error y tenemos que disfrutar del fútbol y alejar la politica de él. Un abrazo.
El partidazo del Barcelona se ensombrece por esos matices políticos. Saludos
Y hoy se han vuelto a cubrir de gloria dando en diferido el partido que definía la Premier. En fin...
Estoy de acuerdo que es una falta de respeto el abuchear un himno sea el que sea,aunque sea el franquista,cuan do España jugo contra Turquia,en madrid tambien se pito,pero claro los que pitaron como son españoles no pasa nada.Yo solo digo estoel Barça ha jugado finales de la copa del rey anteriormente,os acordais de alguna que pasara lo que esta.Cada uno que saque sus conclusiones.
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