martes, 31 de mayo de 2011

92 puntos


Andrés Pérez | Las temporadas en el Real Madrid nunca son comunes ni rutinarias. En ello ponen especial énfasis todos los medios de comunicación que rodean al club de la capital. Era previsible que este año, tras la contratación de Mourinho, lo que ya de por sí era un circo se elevara a la máxima potencia. Ha sucedido y no ha sido agradable, ni en Madrid ni en Barcelona. En general, se puede calificar la temporada del Madrid como levemente exitosa respecto a la del año anterior —mejora exponencial en las dos competiciones coperas y semejantes resultados en Liga— pero constantemente torpedeada y ensuciada por la marea mediática desatada a su alrededor. Así pues, no es de extrañar que se observe en retrospectiva el año con cierto sabor amargo.

Tras la cierta desazón que produjo la temporada pasada, con Pellegrini al mando, con las recientes incorporaciones de Cristiano Ronaldo, Kaka' y Benzema y la llegada de uno de los mejores entrenadores de la última década, sobrado de carisma y con la aureola de ganador nato que le había llevado a conquistar dos Champions League, varias ligas y varias copas en Portugal, Inglaterra e Italia, el ambiente en Madrid era realmente ilusionante. La llegada de estrellas pujantes como Ozil o Di María y la incorporación de jugadores bastante fiables a priori como Carvalho o el metalúrgico Khedira consiguieron que, en términos genéricos, el Madrid aspirara a competir de igual a igual con el Barcelona. Este último punto serviría de losa para el equipo durante el resto del año.

Nadie recaería por aquel entonces en lo ilusorio de pretender que un equipo recién formado igualara en compenetración y proyección de juego a uno que llevaba casi cinco años gestándose en una misma base de futbolistas —Messi, Puyol, Iniesta, Xavi, Valdés, Abidal—. Comenzó el Madrid precipitado en Mallorca, donde se llevó el primer varapalo de la temporada empatando ante un rival, a priori, asequible. En aquel partido fue titular el también recién adquirido Canales, joven promesa del fútbol español que pareció contar, a principios del curso, con el beneplácito de Mourinho. A Canales le sucedería como a Pedro León: ambos se apagarían el restod el año. La derrota más tarde del Barcelona en casa ante el Hércules y los progresos evidentes del Madrid harían olvidar las dudas iniciales.

El Madrid cogió cuajo. Higuaín seguía en un espléndido estado de forma, Ronaldo también, Ozil se acoplaba a la perfección en la parcela ofensiva, Di María crecía en confianza, Carvalho desprendía carisma y seguridad en el centro de la defensa y Xabi Alonso se erguía definitivamente como el líder nato del conjunto. En Champions apenas tuvo inconvenientes e incluso se permitió el lujo de empatar en San Siro en los compases finales, uno de esos partidos que en los últimos años habría perdido casi con toda probabilidad —sería Pedro León el héroe de la noche, en el único momento feliz de su estancia en el Bernabéu—, y en Liga mantenía con firmeza la primera plaza ejerciendo de equipo autoritario en casa y práctico y resolutivo lejos de ella. Tal era la situación de optimismo creciente en Madrid que, en vísperas del importante partido en el Camp Nou, no eran pocos quienes observaban en el conjunto de Mourinho cierto favoritismo.

Y a partir de ahí, tras el cinco cero demoledor que el Barcelona infligió al equipo blanco, todo lo que durante prácticamente una vuelta había sido un camino esperanzador se tiñó de acidez. Mourinho respondió con el carácter que le caracteriza a las primeras críticas que le vertía cierto sector de la prensa. El partido del Camp Nou dejó entrever ciertas carencias ofensivas del equipo. El Madrid no mezclaba bien, sufría en los partidos y no jugaba particularmente bonito. A pesar de ello terminó la primera vuelta como una centella imponiéndose a Villarreal, Sevilla y Valencia, manteniendo vivas las esperanzas de conquistar aún la Liga. Sucedió, en el último partido de la primera vuelta, que empató en casa de un deshauciado Almería y que, dos jornadas después, perdió en casa de Osasuna, también equipo que luchaba por no descender.

A partir de ahí la Liga pareció un objetivo más lejano —pese a que el Barça empataría más tarde en casa del Sporting—. La clasificación tanto de Madrid como de Barcelona para semifinales de la Champions y la ya por aquel entonces segura final de Copa entre ambos dejó en un segundo plano la competición doméstica para el Madrid. Frente a sí tenía dos títulos bastante lejanos en el tiempo y los debía conseguir frente al Barça. En abril el punto de amargura, ambiente viciado y provocaciones constantes entre uno y otro lado llegaba a su punto álgido y, en tal situación, demostrada en la primera vuelta la inferioridad deportiva del Madrid respecto al Barcelona, ganar tanto la Copa como la Champions eran requisitos indispensables.

Y sucedió que el Madrid ganó la Copa del Rey brillantemente, que previamente había empatado en el Bernabéu y que en Champions no tuvo ninguna opción. En fin, todo aquello había saltado por los aires con la rueda de prensa de Guardiola el día antes del partido de ida en el Bernabéu. Tras el partido de vuelta en el Camp Nou la temporada del Madrid había terminado, no sin un poso ciertamente agrio, resultante de lo acontecido en el ámbito extradeportivo. Algunos aficionados neutrales tenían la sensación de que toda aquella parafernalia creada en el entorno del Madrid y que felizmente secundó el del Barça sólo podía quedar justificada en caso de victoria en la mayor parte de las competiciones. Al no ser así, aquel capítulo resultó bastante ridículo.

La temporada del Madrid no se puede entender sin lo sucedido a su alrededor, especialmente en el mes de abril. Entre otros motivos porque ha servido de punta de lanza de algunos sectores tanto de la afición como del Barcelona —como del periodismo más próximo al Madrid— para exigir la dimisión o la destitución de Mourinho pese a los logros deportivos. Y más allá del ruido creado sobre el club, hay que valorar los resultados deportivos para emitir un juicio de valor medianamente útil a la hora de analizar el futuro del Madrid — lejos de las etéreas e intangibles cualidades de imagen, filosofía y espíritu de club.

En general, el año ha sido bastante positivo en Madrid. A excepción de la Liga, donde ha conseguido cuatro puntos menos que el año pasado, el equipo ha mejorado en todas las competiciones —consiguiendo una que se resistía desde hacía casi veinte años y superando los octavos en otra, algo que no lograba hacía siete años—. Por otro lado, y algo que puede ser incluso más importante, es posible que se haya apostado definitivamente por un proyecto realmente a largo plazo. Mourinho ha llegado para quedarse y a una plantilla espectacular, excelsa y sobrada de talento se le adivinan enormes posibilidades con el poso de un año de toma de contacto y sistemas de juego ya adquiridos. Porque este que llega y no el que abandonamos, será la auténtica prueba de fuego para Mourinho.

Lectura recomendada | Comparativa en Liga entre Madrid y Barcelona (Marca)
En MQF | 96 puntos (temporada 09/10)
Imagen | El País

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