lunes, 4 de mayo de 2009

Xavi en mayúsculas (Real Madrid 2 - 6 Barcelona)

Andrés Pérez | Si algo positivo pudo extraer el Real Madrid del partido del sábado es sin duda, que las formas importan. El cotejo, los preliminares, la elegancia, la palabra, la cena en sí misma son requisitos indispensables a la hora de seducir a una mujer o a un hombre. Sucede exactamente lo mismo en el fútbol. El éxito no entiende de caminos puesto que innumerables son los ejemplos de equipos grises campeones, pero, hay sendas gloriosas donde la probabilidad de alzarse con la victoria siempre es superior. Voy más allá. No ya de alzarse, sino de proclamarse historia pura del balompié, de pasar a los anales dorados de este deporte que tan capaz es de cautivar a la sociedad. La victoria puede serlo todo, no lo negaré, pero edulcorada ella con pequeñas porciones hedonistas, con trazos placenteros de un cuadro dibujado para la gloria, siempre sabe al paladar mucho mejor. El Barça de Guardiola y de Xavi lo sabe. El Madrid de Juande y de dos años de nefasta gestión deportiva a pesar de los títulos ligueros no. Nadie se acordará de quienes alcanzaron dos ligas vulgarmente. Todos guardaremos en nuestros más gratos recuerdos de un equipo creado no para la gloria, sino para el disfrute propio y ajeno. El Barça anotó seis goles en el Bernabeú. No hubo justicia. En fútbol, tal término no existe. El Bernabeú asistió a una dosis de realismo no por esperada menos impactante.

Insisto en que el Barça puede haber mostrado la vía hacia la gloria para el Real Madrid. No hacia la misma sino el camino correcto para hacerlo. Los grandes clubes, al menos en España, siempre tienen la obligación de ganar y de hacerlo soberanamente, con elegacia, cortejando el balón, haciendo de cada jugada algo digno por lo que pagar la entrada. No basta con la épica, la gloria, la raza o la casta, tampoco con el espíritu de Juanito. Si acaso todo ello debe ser la rebeldía de un équipo que se sabe grande, al que la historia le empuja, pero como recurso último cuando las demás armas, las que hacen de los equipos historia viva de este deporte, se hayan agotado. Cuando la munición futbolística escasee. Es entonces cuando la épica deja atrás cualquier axioma lógico y permite el paso a la locura y el desenfreno. Suelen ser contadas las ocasiones en las que tales arrebatos de locura permiten alzarse entre la mediocridad y, no conviene negarlo, pocos equipos, tales como el Madrid, están capacitados para vencer por el puro y simplista hecho de portar un escudo o una zamarra.

Sin embargo y redundo en lo mismo, todo ello no basta. El público siempre exigente necesita de algo más que todo aquello. El Real Madrid caminó el sábado sin saberlo y el Barça planteó su temporada desde ese punto de vista. La diferencia es abismal. Tano cualitativa como psicológica. Hubo un equipo que saltó al campo con un plan, un estilo, una filosofía que aplicar en la práctica y hubo otro que salió en su propio campo a verlas venir, a esperar que el equipo rival, atemorizado por la leyenda de su propio nombre, sucumbiera ante los desafiantes arrebatos enajenados de once jugadores exentos de calidad exhuberante pero no de coraje. No sirvió para nada porque enfrente se postraba un equipo cimentado en el buen fútbol, en la soberana tranquilidad de Xavi en cada jugada que hila, en la elegancia de un rejuvenecido Henry, en la seguridad infranqueable de Piqué, en la genialida de Messi, en un compendio de todo ello llamado Iniesta y en un entrenador que mama de una escuela legendiaria basada en el buen fútbol, el de tocar y moverse, el de jugar fácil y bonito, ofensivamente, pensando siempre en uno mismo y no en el rival. Fallará el Barça porque es mortal, pero lo hará siendo fiel a su filosofía. Como lo fue España este verano. La memoria colectiva no entiende de momentos puntuales como los del Madrid ante el Getafe. Nadie osará pensar que el Madrid de la Quinta del Buitre es uno de los mejores equipos de la historia, a pesar de todo, a pesar de ser un gran equipo. Sin embargo, victorias aparte, todos recordaremos la Holanda de Cruijff. El resultadismo es temporal. La belleza, eterna.

Que el Barça marcara seis tantos en el Bernabeú resume todo el partido, toda la temporada. No caben paliativos. La Liga recaerá en Barcelona con todo merecimiento. El partido del sábado no hizo más que reflejar la trayectoria de ambos equipos durante toda la temporada. Se adelantó el Madrid pero el Barça, guiado por un Xavi para la historia, no se mostró nervioso ni se sumió en la histeria colectiva. Conocedor del ímpetu madridista templó los ánimos a base de fútbol, de triangulaciones interminables en el medio campo, de verticalidad supina, de un Messi estelar y de un Henry que, al igual que Ronaldinho en 2006, mostró las vergüenzas de un Sergio Ramos cada día más endeble en las citas importantes. No es un gran defensor, nadie debe olvidarlo. Es un excelente lateral valiente con proyección ofensiva pero no el lateral derecho definitivo. Cometió tres fallos imperdonables en su banda. El segundo gol de Henry fue absolutamente sangrante. Decíamos que, tras el gol de Higuaín —amén del gol desaparecido, una vez más en una cita importante, por completo— el Barcelona cimentó su victoria a base de tranquilidad y fútbol. Tres goles remontaron el tanto madridista y cuando en la segunda parte de nuevo el Madrid pareció animarse, otros tres goles echaron por tierra la esperanza blanca. No había Liga por más que parara Casillas, el único hombre realmente válido para un club de la categoría del Madrid.

Se terminó la Liga. La eterna persecución. Se terminó este Madrid de entretiempo que ha cosechado dos Ligas y tres fracasos en Europa, allí donde se mide el nivel de los grandes equipos. El Real Madrid, este Real Madrid, nunca fue un equipo solvente y siempre careció de grandes estrellas, suplantadas por un rigor y un compromiso envidiables. Lo decíamos hace poco. Siempre fue encomiable el tesón del equipo de Juande en su empeño por echar por tierra la magnífica temporada del Barcelona —cien goles y 85 puntos a falta de varias jornadas— pero no era más que el espejismo de una Liga de nivel paupérrimo y de un equipo sin compromisos europeos ni coperos y de otro que jugada cada semana dos partidos. Quizá todo se reduzca a una jugada. El sexto gol. Piqué, con tres goles de ventaja a falta de diez minutos arrancó desde su defensa tras un robo para marcar gol. Un central. Un aventajado central. Fútbol espectáculo incluso en la definición, hoy por hoy, no le caben defectos al Barcelona. Supuso lo del sábado el triunfo de una filosofía frente a un planteamiento pragmático debido a las circunstancias. Es suyo el mérito y de nadie más. Alaben hoy a Xavi puesto que él hace un fútbol de otro planeta. Es el jugador perfecto quizá para ejemplificar qué es este Barça. Su partido del Bernabeú es digno para enmarcar. Haría bien el Real Madrid en visualizar todas sus jugadas durante un mes. Aprenderían algo quizá. Sea como fuere, el Madrid volverá. El camino ya lo ha mostrado el Barça. Los títulos se olvidan. El fútbol, el buen fútbol, es eterno.



Vía | Más que Fútbol, YouTube
Imagen | El Mundo, Marca, El País, As

Más que Fútbol ● 2009

2 Comentarios:

Orly dijo...

Lo he dicho en Casi todo fútbol, y lo leo aquí, pero mucho mejor expresado. Y lo pido aquí, como lo pido ahi, que más o menos es lo que tu vienes a suplicar también. Que el Madrid copie el camino de la filosofía que el Barça ha marcado esta temporada, para que los que sufrimos y disfrutamos y viceversa (la alegría va por barrios), lo hagamos por buen fútbol, por partidos para la historia y no por equipos rácanos que buscan el resultadismo en lugar del espectáculo. Enhorabuena por el artículo.