lunes, 23 de mayo de 2011
El drama aparca en Riazor
Andrés Pérez | Una década después de que el Deportivo se proclamara campeón de Liga por primera vez en su historia, tras la consecución de un título de Copa, de una Supercopa de España, de deslumbrar a Europa, todo ello, sí, pero también cinco años después de la agria digestión del éxito, de un lustro de decadencia continuada y sin freno, de varios años de descapitalización económica y de grises expectativas, el Deportivo, decíamos, es equipo de Segunda División. Lo es tras una temporada bordeando el filo del abismo en compañía de otros tantos equipos que durante las últimas jornadas firmaron un cuadro majestuoso, trágico, sangriento y envuelto en lágrimas del fútbol, de esta competición ruinosa e injusta en la que se ha convertido la Liga Española.
Como el Zaragoza había decidido salvarse de cualquier modo en el Ciudad de Valencia, en compañía de 12.000 personas enfervorizadas ante la expectativa de la salvación, alguien virtualmente salvado en la penúltima jornada tenía que ocupar el puesto vacante del conjunto aragonés. Tanto Deportivo de la Coruña, como Mallorca, como Osasuna se jugarían la vida o la muerte ante equipos cuyas intenciones deportivas quedaban muy alejadas de la supervivencia en Primera División por lo que, a priori, partían con cierta ventaja respecto a Real Sociedad y Getafe, equipos enfrentados con posibilidades de descender. De este último enfrentamiento nacían gran parte de las aspiraciones del resto puesto que les hacía depender de sí mismo.
De poco le sirvió al Deportivo. Enfrentado a un Valencia visiblemente apático —posiblemente un hecho derivado no tanto de los maletines como de la compasión—, el conjunto de Lotina, carente de talento, cegado por la mala suerte, deudor durante toda la temporada de capacidad competitiva, se estrelló repetidamente ante César, excelso bajo los palos como sólo los porteros son capaces de hacer en situaciones de apatía generalizada y brillantez aislada y rutilante. César, al igual que De Gea, al igual que Munúa, crecieron ante el reto de lo imposible: superar la dejadez generalizada de sus compañeros de equipo. Entre los tres estuvieron cerca de arruinar la noche a todos sus rivales, siendo el más desgraciado el Deportivo, imborrable la estampa de Lopo exigiendo explicaciones a César, equipo de Segunda División una vez el drama hubo aparcado en Riazor.
Tiempo habrá de analizar, con mayor frialdad, la década inverosímil, el trayecto descendente, del Deportivo en la Liga y sus posibilidades de futuro. Como bien sabe la Real Sociedad, varios años en segunda son una losa difícilmente superable. Un ejemplo de todo ello es el Celta. Otro ejemplo puede llegar a ser el Deportivo. Cerca de sufrir en sus carnes la absoluta ruina deportiva y económica, en un epílogo trágico y descorazonador, el Mallorca, club cuya paupérrima situación le obligó la pasada temporada a renunciar a Europa y a un equipo maravilloso construido desde la inteligencia, se dejó arrastrar por su propia tendencia negativa, incapaz durante el último mes de entender sus posibilidades de descenso. Perdió agónicamente ante el Atlético de Madrid y dejó su cuerpo a merced de un tiro de gracia de sus rivales. Fue el otro gran protagonista de la noche.
Osasuna y Zaragoza ganaron, felices ellos, conjuntos criados en el norte pero lejos de la cornisa cantábrica, tan dispares, tan semejantes, creados para la supervivencia, batalladores infatigables, guerreros en la trinchera, embarrados desde su concepción, inevitablemente salvados, conocedores de su condición. Lo hicieron frente a equipos del Levante, en compañía, felices para siempre o, como mínimo, por un año más. Se escuchaba en el Ciudad de Valencia, ya con el partido muerto, que el Zaragoza, de mantener la dinámica arriesgada de los dos últimos años, volvería a catar las agrias mieles de Segunda División. Bueno, ahí está el Osasuna para reivindicar su capacidad agónica de sufrimiento año sí, año también, indeleble en el imaginario colectivo como el eterno aspirante al descenso. Aspirantes ambos, un año más, un año menos.
En toda esta historia de tintes épicos resta hablar del Getafe y de la Real. Sorprendentemente, fue el Getafe el equipo convencido de sus posibilidades, el que pudo explotar su calidad dentro del campo mejor que su rival, en apariencia mejor preparado para partidos parcos en lindezas como los de esta clase. Ambos equipos llegaban aquí casi sin querer, tras una penosa segunda vuelta. Se le apreció a la Real. No tanto al Getafe. Finalmente empataron y todos fueron felices. Todos, los cinco, Osasuna, Zaragoza, Mallorca, Real Sociedad y Getafe a costa de un desangelado Deportivo, el club de más reciente éxito de los seis contendientes. Quizá ahí se encuentre el motivo de que algunos, salvado el Zaragoza en Valencia, aún nos costara asimilar que un club así, que un nombre semejante durante la última década, pisara la Segunda División. A posterior, es el club más extraño en su posición de todos los que la podrían haberla ocupado. Y ahora, tristemente alicaído, sólo le queda llorar. Llorar y volver.
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Imagen | Diarios de Fútbol | El Periódico de Aragón
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1 Comentarios:
Sigo esperando un especial del partido y del día del Zaragoza en Valencia, y las fotos!
JM
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