Andrés Pérez | Hay equipos gafados desde su nacimiento. Equipos etiquetados para bien y para mal. Clubes que, tan sólo al pronunciar su nombre, el aficionado ya identifica una virtud, o una carencia. Una forma de vida, una trayectoria vital. Clubes que van más allá, que suponen algo más, que toman forma en el imaginario colectivo de un modo u otro. Sucede en España con el Atlético, y hasta hace bien poco con la selección. Perdedores, gafados, nunca exitosos, siempre penados, siempre lamentándose. Pupas, que decimos. Lacónicamente los aficionados a tal equipo asumen su rol y lo aplican, desdichados pero orgullosos, sabedores de la notoriedad de su escudo, de sus colores, sabedores de que suponen algo más que un simple conjunto de hombres que juegan al fútbol defendiendo una misma camiseta. Sucede en España y sucede en Italia. Allí es el Inter. El equipo eternamente castigado. El más sufrido. Gane o pierda, nunca contenta a sus aficionados. Hoy es líder, vigente campeón de la Liga Italiana y, sin embargo, todos le lloran. ¿Qué será, será, será, lo que le sucede al Inter?
El Inter de Mourinho es líder con 16 puntos en la Liga Italiana, los mismos que la Sampdoria, y el pasado fin de semana venció al Udinese. Lo hizo con gol de Sneijder, en el último minuto e implorando por un milagro que finalmente llegó, pero ganó. Ha ganado los tres últimos campeonatos ligueros de Italia —cuatro, si contamos aquel que ganó en los despachos a raíz del Moggi-gate—, dos veces la Copa de Italia desde 2006 y dos veces la Supercopa de Italia. Suficientes argumentos para hablar de un periódo espléndido, pero no en Milan. No si hablamos del Inter. El pesimismo allí siempre se apodera. El vaso medio vacío, no medio lleno.
El caso del Inter es pardigmático. Por sus filas han pasado jugadores de la más alta gama y pocos, o muy pocos, han calado hondo en la historia del club, pocos han hecho de su tránsito por las filas neroazurras un periodo espléndido. Sucede que el Inter, como tantos otros clubs, aún sigue anhelando la Copa de Europa. La misma que se llevó por última vez en el 65, la misma que se planta como objetivo primario cada temporada. Y de poco sirve Diego Milito, Eto'o, Sneijder o un técnico carísimo. De poco sirven porque al Inter el estigma de mal fútbol y pesadumbre se le apodera siempre. Se trata de una cuestión psicológica de hondo calado y de difícil solución. Por jugadores, estructura económica y cuerpo técnico el conjunto milanés debería, sin problema alguno, convencer cada temporada sí o sí. Pero no lo consigue. No va más allá de lágrimas y grisáceos balances al final de la temporada.
Esta camina por los mismos senderos. La llegada de dos de los cinco mejores delanteros del mundo, Eto'o y Milito, aupó las esperanzas de los tifossi milaneses, los mismos que adoran a Materazzi y lanzan motos desde lo alto de la grada. La realidad hoy es muy diferente. El Inter, para no variar, no carbura y no apisiona. Su juego no convence y sus dos delanteros más la dosis habitual de suerte en un equipo grande hacen el resto. Desesperación, lo llaman. Sus carencias, a pesar de la inversión, a pesar de los jugadores, se demostraron frente al Barça, que lo ahogó y lo trató como un equipo de enjundia menor. Por atributos futbolísticos, no en vano, así era. Cabe preguntarse, pues, qué extraño mal fario afecta al Inter. Qué le sucede para que haga lo que haga, fiche como fiche, venda como venda, plantee el fútbol que plantee, siempre le sale mal. Figúrense hasta qué punto el Inter es un club hundido en la pesadumbre que a pesar de los cuatro títulos ligueros obtenidos, la sombra del beneficio del Moggi-gate y la decadencia derivada de Juventus y Milan siempre planea sobre San Siro, cuando pertenece al Inter. Siempre da la sensación que, de recuperarse los otros dos grandes, el Inter quedaría relegado. Qué será, será, será lo que le sucede al Inter, que no levanta cabeza.
Vía | Más que Fútbol, Wikipedia, El Mundo, AFP
Imagen | Fútbol Red, Fútbol es todo, Sneijder Official, ESPN
El Inter de Mourinho es líder con 16 puntos en la Liga Italiana, los mismos que la Sampdoria, y el pasado fin de semana venció al Udinese. Lo hizo con gol de Sneijder, en el último minuto e implorando por un milagro que finalmente llegó, pero ganó. Ha ganado los tres últimos campeonatos ligueros de Italia —cuatro, si contamos aquel que ganó en los despachos a raíz del Moggi-gate—, dos veces la Copa de Italia desde 2006 y dos veces la Supercopa de Italia. Suficientes argumentos para hablar de un periódo espléndido, pero no en Milan. No si hablamos del Inter. El pesimismo allí siempre se apodera. El vaso medio vacío, no medio lleno.
El caso del Inter es pardigmático. Por sus filas han pasado jugadores de la más alta gama y pocos, o muy pocos, han calado hondo en la historia del club, pocos han hecho de su tránsito por las filas neroazurras un periodo espléndido. Sucede que el Inter, como tantos otros clubs, aún sigue anhelando la Copa de Europa. La misma que se llevó por última vez en el 65, la misma que se planta como objetivo primario cada temporada. Y de poco sirve Diego Milito, Eto'o, Sneijder o un técnico carísimo. De poco sirven porque al Inter el estigma de mal fútbol y pesadumbre se le apodera siempre. Se trata de una cuestión psicológica de hondo calado y de difícil solución. Por jugadores, estructura económica y cuerpo técnico el conjunto milanés debería, sin problema alguno, convencer cada temporada sí o sí. Pero no lo consigue. No va más allá de lágrimas y grisáceos balances al final de la temporada.
Esta camina por los mismos senderos. La llegada de dos de los cinco mejores delanteros del mundo, Eto'o y Milito, aupó las esperanzas de los tifossi milaneses, los mismos que adoran a Materazzi y lanzan motos desde lo alto de la grada. La realidad hoy es muy diferente. El Inter, para no variar, no carbura y no apisiona. Su juego no convence y sus dos delanteros más la dosis habitual de suerte en un equipo grande hacen el resto. Desesperación, lo llaman. Sus carencias, a pesar de la inversión, a pesar de los jugadores, se demostraron frente al Barça, que lo ahogó y lo trató como un equipo de enjundia menor. Por atributos futbolísticos, no en vano, así era. Cabe preguntarse, pues, qué extraño mal fario afecta al Inter. Qué le sucede para que haga lo que haga, fiche como fiche, venda como venda, plantee el fútbol que plantee, siempre le sale mal. Figúrense hasta qué punto el Inter es un club hundido en la pesadumbre que a pesar de los cuatro títulos ligueros obtenidos, la sombra del beneficio del Moggi-gate y la decadencia derivada de Juventus y Milan siempre planea sobre San Siro, cuando pertenece al Inter. Siempre da la sensación que, de recuperarse los otros dos grandes, el Inter quedaría relegado. Qué será, será, será lo que le sucede al Inter, que no levanta cabeza.
Vía | Más que Fútbol, Wikipedia, El Mundo, AFP
Imagen | Fútbol Red, Fútbol es todo, Sneijder Official, ESPN
1 Comentarios:
Buenas,siempre existen equipos así,y sobre lo del Atléti que es el equipo gafado de España,no siempre fué así. Saludos!
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