Eduardo Lázaro | Hay veces en las que a uno no le queda otro remedio que pensar en la vida como un cúmulo de contradicciones. Cuestiones triviales toman un cariz revelador; y empiezo a pensar que el extraño en este mundo soy yo. Cuando quiero ir rápido, oigo voces que me recomiendan ir con calma. Hay días en los que espero ansiosamente la noche. En otras ocasiones, tomo un refresco que no hace sino aumentar mi sed. Salgo a la calle y me encuentro con grandes dosis de ignorancia orgullosa de sí misma —lo cuál me parece una incongruencia—. Y como éstos, podría poner innumerables ejemplos que formarían una lista, cuando menos, curiosa.
Perdónenme por esta monserga existencialista, pero es que por mucho que le doy vueltas desde el suceso, aún no consigo responderme a la siguiente cuestión: ¿qué coño pinta el Frente Atlético en un entrenamiento a puerta cerrada del Atlético de Madrid?, ¿acaso el fútbol no caminaba por los derroteros de aislar y silenciar a estas bandas de cafres? De verdad, todavía no he podido resolver el crucigrama mental que me ha supuesto esta contradicción porque no sé que ha pretendido el club madrileño.
No pretendo hacer demagogia barata demonizando su ideología que, por otro lado, es comúnmente conocida. Tampoco pretendo recordar que en su triste historial se pueden encontrar innumerables detenciones, agresiones, destrozos e incluso asesinatos de aficionados rivales. Ni siquiera me he propuesto sacar a relucir supuestas actitudes xenófobas o racistas. No sería justo, por otra parte, dar estopa a un grupo que no es más que uno más de los que ocupan las gradas en todos y cada uno de los estadios de España. Cada uno con su ideología, sí; pero sea cual sea el punto cardinal de la misma siempre confluyen en unas coordenadas: la violencia.
Por tanto, volviendo al hilo argumental del post, me resulta difícil de comprender que el Atlético de Madrid, a través de decisiones como ésta, dé publicidad a este grupo cuando, en teoría, se está tratando de quitar voz y voto a los aficionados que se pasen de la raya. O lo que podría ser lo mismo, quitar fuerza e influencia a aquellos aficionados incapaces de comprender los valores del respeto y sana rivalidad que deberían imperar en el deporte.
No menos sangrante es leer las declaraciones del nuevo míster colchonero, Quique Sánchez Flores —al que personalmente respeto mucho como preparador—. No es de recibo que a las primeras de cambio salte a la palestra hablando en los siguientes términos acerca del suceso: “son aficionados normales, hay que darles cariño y hablar con ellos. El diálogo es la base del entendimiento”.
Qué razón tienes, el diálogo es la base del entendimiento con quien puede entenderte. Pero no con quien se presenta al estadio con aires chulescos y exigiendo la comparecencia de los jugadores. ¿Acaso no hay un presidente de peñas o representante de la afición?, ¿qué han hecho para merecer ese trato de favor por parte del club? Yo no comulgo con ruedas de molino. No quieran venderme como aficionado normal al prototipo de cantamañanas que va al estadio a insultar, a enseñar emblemas violentos y a provocar el caos; que se desplaza fuera de casa a apoyar a su equipo con el único propósito de incordiar y, si se puede, hostiar —sí, acción y efecto de dar de hostias— a todo aquel que no comparta sus silvestres pensamientos. Que se presenta en un entrenamiento con caretas y un bate para amedrentar a los jugadores y cuerpo técnico.
Mal hace pues el equipo del Manzanares en dar publicidad a quien no debería tener cabida en el club, y peor todavía es rebajarse a su altura. Lamentable que un club con historia tenga miedo de una jauría de baja ralea que más que beneficiar, está demostrado que les ha perjudicado. Sobre todo a nivel de imagen —¿seguirá queriendo venderse como la mejor afición de España esa que monta una manifestación en la jornada dos?—.Y repugnante se antoja que presidentes y demás soplagaitas que copan el fútbol se tengan que defender soltando y azuzando a estos cachorros. Si el éxito de los equipos y su capacidad de salir de situaciones adversas se cimentara en los berridos y los pitotes que éstos organizan en las gradas aún podría verle sentido al asunto; lo que no significa entenderlo.
Con actitudes serviles como éstas, seguirán pagando aficionados justos por los pecadores. Y así, gilipollas asalariados y otros como yo, que lo hacemos por amor al arte, tendremos que seguir escribiendo y dándole bombo a quien menos lo merece.
Pero, ustedes mismos, ¿acaso es mejor callarse y mirar para otro lado?
Imagen | Google Images, Fútbol 91
Perdónenme por esta monserga existencialista, pero es que por mucho que le doy vueltas desde el suceso, aún no consigo responderme a la siguiente cuestión: ¿qué coño pinta el Frente Atlético en un entrenamiento a puerta cerrada del Atlético de Madrid?, ¿acaso el fútbol no caminaba por los derroteros de aislar y silenciar a estas bandas de cafres? De verdad, todavía no he podido resolver el crucigrama mental que me ha supuesto esta contradicción porque no sé que ha pretendido el club madrileño.
No pretendo hacer demagogia barata demonizando su ideología que, por otro lado, es comúnmente conocida. Tampoco pretendo recordar que en su triste historial se pueden encontrar innumerables detenciones, agresiones, destrozos e incluso asesinatos de aficionados rivales. Ni siquiera me he propuesto sacar a relucir supuestas actitudes xenófobas o racistas. No sería justo, por otra parte, dar estopa a un grupo que no es más que uno más de los que ocupan las gradas en todos y cada uno de los estadios de España. Cada uno con su ideología, sí; pero sea cual sea el punto cardinal de la misma siempre confluyen en unas coordenadas: la violencia.
Por tanto, volviendo al hilo argumental del post, me resulta difícil de comprender que el Atlético de Madrid, a través de decisiones como ésta, dé publicidad a este grupo cuando, en teoría, se está tratando de quitar voz y voto a los aficionados que se pasen de la raya. O lo que podría ser lo mismo, quitar fuerza e influencia a aquellos aficionados incapaces de comprender los valores del respeto y sana rivalidad que deberían imperar en el deporte.
No menos sangrante es leer las declaraciones del nuevo míster colchonero, Quique Sánchez Flores —al que personalmente respeto mucho como preparador—. No es de recibo que a las primeras de cambio salte a la palestra hablando en los siguientes términos acerca del suceso: “son aficionados normales, hay que darles cariño y hablar con ellos. El diálogo es la base del entendimiento”.
Qué razón tienes, el diálogo es la base del entendimiento con quien puede entenderte. Pero no con quien se presenta al estadio con aires chulescos y exigiendo la comparecencia de los jugadores. ¿Acaso no hay un presidente de peñas o representante de la afición?, ¿qué han hecho para merecer ese trato de favor por parte del club? Yo no comulgo con ruedas de molino. No quieran venderme como aficionado normal al prototipo de cantamañanas que va al estadio a insultar, a enseñar emblemas violentos y a provocar el caos; que se desplaza fuera de casa a apoyar a su equipo con el único propósito de incordiar y, si se puede, hostiar —sí, acción y efecto de dar de hostias— a todo aquel que no comparta sus silvestres pensamientos. Que se presenta en un entrenamiento con caretas y un bate para amedrentar a los jugadores y cuerpo técnico.
Mal hace pues el equipo del Manzanares en dar publicidad a quien no debería tener cabida en el club, y peor todavía es rebajarse a su altura. Lamentable que un club con historia tenga miedo de una jauría de baja ralea que más que beneficiar, está demostrado que les ha perjudicado. Sobre todo a nivel de imagen —¿seguirá queriendo venderse como la mejor afición de España esa que monta una manifestación en la jornada dos?—.Y repugnante se antoja que presidentes y demás soplagaitas que copan el fútbol se tengan que defender soltando y azuzando a estos cachorros. Si el éxito de los equipos y su capacidad de salir de situaciones adversas se cimentara en los berridos y los pitotes que éstos organizan en las gradas aún podría verle sentido al asunto; lo que no significa entenderlo.
Con actitudes serviles como éstas, seguirán pagando aficionados justos por los pecadores. Y así, gilipollas asalariados y otros como yo, que lo hacemos por amor al arte, tendremos que seguir escribiendo y dándole bombo a quien menos lo merece.
Pero, ustedes mismos, ¿acaso es mejor callarse y mirar para otro lado?
Imagen | Google Images, Fútbol 91
1 Comentarios:
La mejor afición de España, sí. Ya de por sí repudio este tipo de sentencias, pero en el caso del Atlético me repele aún más. El Frente Atlético actúa con la total impunidad allá por donde va y el club no hace nada por evitar tan patétivca situación y tan desprestigio al que somete la panda de cafres del Frente Atlético.
Una pena, pero el fútbol que queremos es así.
Un abrazo y gran post.
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