Andrés Pérez | Pocos atributos le quedan a un Milan fosilizado, y pocos demostró durante sesenta minutos. Sin embargo, en su apatía, en su lentitud, en su extrema vejez, consiguió arrastrar al Madrid. Consiguió lo que nadie supo ver, desconozco si fruto de su propia y triste penuria o de un planteamiento táctico inteligente por parte de Leonardo. Adormecido, alicaído, lento, sin espíritu ni energía, cementerio de viejas glorias, penó durante tres cuartas partes del partido tras un Madrid absolutamente inocuo. Se dejó llevar. Se arrastró a la misma desidia adormecida en la que el Milan lleva atascado dos años, equiparó su energía a la de los seniles futbolistas de conjunto rossonero, no hizo absolutamente nada por rematar a un equipo de nivel mediocre que vive por lo que fue, melancólico, taciturno, apenas brillante. Sin embargo, llegado su momento, el Milan supo aprovechar su larga y excesiva experiencia. Supo comprender que el Madrid, tras dormirse, no sería capaz de despertar. Que los años, aunque pesados, son sabiduría. Y desató su huracán. Un último grito de orgullo y rebeldía. Por un momento, quien hasta hace apenas diez minutos parecían decrépitos y ruinosos alrededor de jóvenes y vigorosos muchachos vestidos de blanco, decidió rememorar quién fue. Y lo hizo.
Lo hizo a costa de un Madrid imperfecto y de nuevo desdibujado. Comenzó de manera vibrante el partido, con un clarísimo penalti no pitado a Benzema y con un gol de Raúl tras descorazonador fallo de Dida, a quien la edad domina como a pocos. Consiguió el Madrid afianzarse arriba en el marcador y, la verdad, nadie esperaba que el Milan reaccionara. Pirlo no corría y Seedorf se limitaba a lanzar pases a un joven y descontrolado Pato. Inzaghi no apareció y Ronaldinho confirmó su total arrastre. Tan sólo Nesta imponía seguridad y energía en una zaga lenta e insegura. El Milan era un cromo. Un caramelo para un Madrid que pudo haberlo machacado de haberlo deseado. Pero no lo hizo y en tal error descubrimos el porqué de la victoria visitante. El Milan no ganó por méritos propios, lo hizo por deméritos del conjunto de Pellegrini, quien, apesumbrado, desquiciado por la falta de ritmo de los once viejos jugadores de Leonardo, decidió sentarse y esperar. Como esperaron todos, desde Casillas hasta Benzema pasando por un triste Kaka’. En tal actitud, en tal garrafal error, adivinamos las carencias de un Madrid que anoche paseó sin alma ni espíritu, sin fútbol ni inteligencia. Se dejó llevar al mismo lodo infernal del Milan. Se dejó llevar al mismo partido entre veteranos del conjunto rossonero. Se dejó llevar, en suma, al patetismo, a la ruina, a la tragicomedia, al esperpento.
Por momentos, el encuentro de ayer rozó lo que Valle-Inclán, acertadamente, definía como esperpento. Una situación cochambrosa y patética, aderezada únicamente por el humor. Desde el humor ha de afrontarse lo sucedido anoche y tan sólo desde la sonrisa podría el aficionado perdonar tal gesto de indolencia y pasividad a sus jugadores. Cuesta imaginar porqué con un equipo prácticamente de veteranos, el Madrid decidió perdonarle la vida. La historia se resume en: el Madrid posee el partido, el Madrid tira el partido. Y el Milan, perro viejo, lento pero jamás exento de calidad, supo aprovecharlo. Bastó un fogonazo de Pirlo, otro de Pato, dos garrafales errores de Casillas, un gol de Drenthe que recuperó la ilusión y una genialidad de Seedorf para hacer del partido de anoche algo histórico. Por lo irrepetible, por lo inesperado. Jamás un partido con tan poco ritmo, con tan poca vitalidad, deparó tantas emociones. Entre tanto, haría bien el Madrid en replantearse su sino, en sentar la cabeza tras lo sucedido frente al Milan. Se enfrentaba al primer equipo grande de la temporada y perdió, pero no por la superioridad del rival, como cabría esperar, sino por la propia inferioridad de un Madrid que, empapado, se dejó llevar por la corriente milanesa. Y terminó hundido en lo más profundo pozo del océano.
Vía | Wikipedia
Imagen | Marca
Lo hizo a costa de un Madrid imperfecto y de nuevo desdibujado. Comenzó de manera vibrante el partido, con un clarísimo penalti no pitado a Benzema y con un gol de Raúl tras descorazonador fallo de Dida, a quien la edad domina como a pocos. Consiguió el Madrid afianzarse arriba en el marcador y, la verdad, nadie esperaba que el Milan reaccionara. Pirlo no corría y Seedorf se limitaba a lanzar pases a un joven y descontrolado Pato. Inzaghi no apareció y Ronaldinho confirmó su total arrastre. Tan sólo Nesta imponía seguridad y energía en una zaga lenta e insegura. El Milan era un cromo. Un caramelo para un Madrid que pudo haberlo machacado de haberlo deseado. Pero no lo hizo y en tal error descubrimos el porqué de la victoria visitante. El Milan no ganó por méritos propios, lo hizo por deméritos del conjunto de Pellegrini, quien, apesumbrado, desquiciado por la falta de ritmo de los once viejos jugadores de Leonardo, decidió sentarse y esperar. Como esperaron todos, desde Casillas hasta Benzema pasando por un triste Kaka’. En tal actitud, en tal garrafal error, adivinamos las carencias de un Madrid que anoche paseó sin alma ni espíritu, sin fútbol ni inteligencia. Se dejó llevar al mismo lodo infernal del Milan. Se dejó llevar al mismo partido entre veteranos del conjunto rossonero. Se dejó llevar, en suma, al patetismo, a la ruina, a la tragicomedia, al esperpento.
Por momentos, el encuentro de ayer rozó lo que Valle-Inclán, acertadamente, definía como esperpento. Una situación cochambrosa y patética, aderezada únicamente por el humor. Desde el humor ha de afrontarse lo sucedido anoche y tan sólo desde la sonrisa podría el aficionado perdonar tal gesto de indolencia y pasividad a sus jugadores. Cuesta imaginar porqué con un equipo prácticamente de veteranos, el Madrid decidió perdonarle la vida. La historia se resume en: el Madrid posee el partido, el Madrid tira el partido. Y el Milan, perro viejo, lento pero jamás exento de calidad, supo aprovecharlo. Bastó un fogonazo de Pirlo, otro de Pato, dos garrafales errores de Casillas, un gol de Drenthe que recuperó la ilusión y una genialidad de Seedorf para hacer del partido de anoche algo histórico. Por lo irrepetible, por lo inesperado. Jamás un partido con tan poco ritmo, con tan poca vitalidad, deparó tantas emociones. Entre tanto, haría bien el Madrid en replantearse su sino, en sentar la cabeza tras lo sucedido frente al Milan. Se enfrentaba al primer equipo grande de la temporada y perdió, pero no por la superioridad del rival, como cabría esperar, sino por la propia inferioridad de un Madrid que, empapado, se dejó llevar por la corriente milanesa. Y terminó hundido en lo más profundo pozo del océano.
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3 Comentarios:
Tristísimo Real Madrid. Veremos a ver qué pasa...
No obstante, muy poco a propuesto el Real Madrid para lo que se le presupone por sus futbolistas y presupuesto. No ha propuesto mucho más el Milán.
Casillas se ha metido la cena de su vida... vaya empacho de tragar.
Pues sí, es así: el Madrid posee el partido y tira el partido. Podía haber goleado a un grande de Europa pero optó por perder. No me vale que el Milan sea un zorro viejo, no creo que tuviera mucho que ver porque fue el Madrid el que no quiso golear. El planteamiento táctico de Leonardo tampoco me pareció decisivo si bien hay que reconocerle su valentía de jugar con esos tres arriba.
Saludos desde paraisofutbol.blogspot.com
@ Eduardo: Muy muy triste, de verdad. Ni Milan ni Madrid propusieron absolutamente nada, pero duele más en un Madrid netamente superior a un equipo, como digo, vetusto.
@ Chechu: No debería valerle al Madrid lo del zorro viejo. El Milan ayer salió a arrastarse y el Madrid no supo rematarlo, tan sólo descendió a su mismo nivel. No creo que sea Leonardo el artífice de la victoria, simplemente doy pie a una posibilidad: ¿Y si estaba planteado? Fuera como fuere es todo excusa y ninguna debería valer.
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