domingo, 10 de mayo de 2009

Momentos que he vivido | El Gol de Nayim y la Recopa del Zaragoza

(Coincidiendo con el decimocuarto aniversario de la consecución del Real Zaragoza de la Recopa, se inician hoy en Más que Fútbol una serie de relatos personales, alejados de la crónica o del objetivismo si es que existe. Relatos individuales, en los que cada uno contamos aquellas hazañas futbolísticas que tanto nos marcaron previamente a 2006, antes de que este blog existiera. Que lo disfruten)

Eduardo Lázaro |
…Y entre los muertos habrá siempre una lengua viva para decir que Zaragoza no se rinde…” - Benito Pérez Galdós, genio y escritor.

Aquél 10 de Mayo de 1995, la ciudad de Zaragoza respiraba fútbol por los cuatro costados y Aragón, así como España, rendían pleitesía a un equipo que desarrollaba un juego osado, vistoso, vertical y, sobre todo, atrevido. Las clases en los colegios de ambos márgenes del río Ebro fueron un pasatiempo para los que como yo, niños de EGB por aquel entonces, esperábamos las 20.15 horas de la tarde. En el recreo se jugaba al fútbol con una valentía y agresividad inusitada. Ese día jugaba nuestro Real Zaragoza, esa noche íbamos a "trasnochar". Paradójicamente, la retransmisión de TVE comenzó con puntualidad británica. Las primeras imágenes nos mostraban a los afortunados aragoneses que habían podido asistir al Parque de los Príncipes de París. En sus rostros se dibujaba la ilusión, la esperanza y sobre todo esa mueca pícara de quien se sabe partícipe de una proeza así como de una parte de Historia —sí, con mayúsculas—.

Jesús entró al estadio con sentimientos encontrados; sentimientos de alegría y confianza así como de congoja y ¿por qué no?, algo de escepticismo. Ataviado con la camiseta blanquilla pudo inmortalizar su estancia en aquella final saludando ante las cámaras que retransmitían para toda España mientras guardaba fila camino de su localidad en la grada. Jesús era niño como yo, sólo que un poco más grande. Su ilusión y la mía —y la nuestra— nos igualaba a todos como un ente, como hermanos zaragocistas. Que hubiéramos mojado la oreja en cuartos de final al Feyenoord y en semifinal al Chelsea no era nada comparable a tener enfrente al todopoderoso Arsenal —muy típico por aquellos días escuchar en la ciudad del cierzo aquello de "El Arsenál de Inglaterra"—. El caso es, que de Inglaterra o de Gran Bretaña, llegaban a París en calidad de defensores del título conquistado un año antes al vencer al Parma.

La empresa no era nada fácil, pensaba Jesús. En su cabeza resonaban de carrerilla los nombres de los defensas gunners: Winterburn, Tony Adams, Martin Keown, y Lee Dixon. Sin olvidar al omnipresente David Seaman. No importa, Juan Eduardo es grande, se autoconvencía. No quería ni pensar en la calidad de un medio campo comandado por Ray Parlour, Paul Merson y Stefan Schwarz, jugadores sinónimo como mínimo de seriedad y trabajo. Tampoco quería hablar de la pólvora de Ian Wright o de John Hartson, vaya. El primero, icono de su equipo a.B. —antes de Bergkamp—. El segundo, típico delantero inglés —aunque era galés— poco fino pero con capacidad de golear allí donde estuviera.

Embebido en sus pensamientos observaba al resto de parroquianos cantar enfervorizados. Y es que el Real Zaragoza acababa de hacer acto de presencia en el césped de París. Pose y foto para la posteridad. Jesús sumó su garganta a la causa. En sus pantallas cerebrales se proyectaban fragmentos a modo de película de tantos y tantos partidos vividos en La Romareda para llegar hasta donde ahora se encontraba. Sabía que el joven Víctor había armado un equipo fuerte con jugadores de poco renombre pero con casta, compromiso y entrega. Y por esto estaban ahí. Cedrún defendiendo la Historia; Belsué y Solana limpiando los dos carriles; Cáceres y Aguado liderando la resistencia; en medio del barro Nayim, Santiago Aragón y Poyet; y arriba, como culminación del descaro aragonés, los tres espadas: Pardeza, Higuera y Juan Eduardo Esnáider. Un 4-3-3 impúdico y fresco.

Jesús ya no pensaba en los otros, Jesús creía. Creía en la camiseta que llevaba puesta, creía en el escudo del león y creía en su equipo y en su gente. Los primeros minutos pasaron del tanteo inicial a un tímido dominar del conjunto inglés más acostumbrado a estas citas. Andoni, mientras, solvente. Seguro por alto y bien defendido por sus centrales. El juego, correoso y viril impidió romper las tablas antes del descanso, por tanto, 0-0 en el marcador al descanso. Mientras, la afición maña ya había tenido tiempo para darle un baño a la inglesa. En el segundo tiempo el dominante pasó a ser dominado y Jesús lo intuía. Había que hacer un gol, por pura justicia poética. No había vuelta atrás, el Real Zaragoza se estaba acomodando en los brazos de la épica —y en las botas de Santi Aragón— y ésta se hizo de rogar hasta el minuto 68. En esos instantes Esnáider inventó una volea seca y virulenta que dejó al portero inglés temblando e intentando descifrar como ése misil tierra-aire se había logrado colar por su escuadra derecha.


El delirio fue instantáneo, Jesús sentía cómo el grito de gol al unísono se iba extendiendo entre la afición zaragocista como la espuma de las olas al romper. Las pulsaciones se disparaban, el calor corporal subía y la marea blanquilla ahogaba sin cesar a los ingleses. Jesús, Zaragoza, Aragón y España vibraban con la gesta. No hay cabida para la improvisación, hay que seguir dominando cavilaba Jesús. Jesús y probablemente unos 40 millones de personas más. Lo más difícil se había logrado: abrir el marcador. Pero ante tal intensidad de juego las piernas comienzan a pesar y la fatiga va abriendo brechas poco a poco. El equipo londinense, hasta ese momento adormilado, empezó a desperezar y a estirar... y en una de esas llegadas, con pase de la muerte incluído, John Hartson puso el 1-1 en el marcador. Minuto 75.

De ahí al final, dos equipos temerosos poblaban el terreno de juego, quizá asustados por la idea de un fallo que pudiera decantar el partido sin tiempo para remediarlo ya. Así, en plena batalla, se llegó al final de los 90 minutos establecidos. Mientras los jugadores recuperaban algo de aliento y reponían fuerzas para afrontar la prórroga, la hinchada aragonesa tiraba de bufandeo y cánticos al tiempo que Jesús maldecía su suerte: ya no quedaban uñas en sus manos. Ante tal ausencia y la palpable falta de oxígeno y ya casi fuerzas en su equipo, Jesús empezó a acumular los nervios dentro de sí. Muy adentro. En el alma. Cada jugada era un suplicio y una nueva palidez en los rostros. El tiempo se agotaba y nada parecía presagiar ese gol soñado por todos las noches previas a la final que diera la victoria al equipo aragonés. Jesús tenía un golpe de efecto preparado, tenía un clavo ardiendo al que agarrarse.

Allí, entre amigos y vecinos, de pie en la grada, con el tiempo ya casi agotado, decidió orar y entrar en contacto con su padre, Dios. De su boca salían, como tantas veces antes, aquellos versos que dicen: "El Zaragoza va a jugar, el Zaragoza va a vencer, el Zaragoza va a luchar por su afición...". Al rato se le escuchaba balbucear "...azul y blanco es el color del campeón...", "...la raza en el juego, nobleza y valor...". Pero de repente, como si de Moisés separando las aguas se tratara, Jesús pronunció él solo y a viva voz la estrofa que sesgó el cielo de París "...La Romareda vibrará y el cachirulo se alzará, como un gigante es el equipo aragonés...".

En ese instante, la Vírgen del Pilar —que nunca quiso ser francesa, pero ese día fue incapaz de perderse la cita de París— en claro compromiso por antiguas amistades con el padre de Jesús, salió espoleada de la nube parisina en la que estaba escondida presenciando el partido sobre el estadio. Atrapó en sus manos aquél maldito balón que un instante antes había "reventado" Nayim mandándolo al estrellado cielo de la ciudad de la luz para, ante la mirada incrédula de los miles de espectadores congregados en el campo y frente al televisor, llevarlo majestuoso hasta el fondo de la red.

Fin del partido.





P.D.: Jesús, sin duda, lloró esa noche. Lloró de emoción y comprendió, al igual que muchos de nosotros, el significado de amar a un escudo; y le dio sentido a una vida sufriendo, disfrutando y viviendo por su equipo. Por su Real Zaragoza, por nuestro Real Zaragoza.

Vía | Más que Fútbol, Wikipedia, YouTube
Imagen | Notas de Fútbol, Planeta Zaragocista, Flickr Rickiakia

Más que Fútbol ● 2008

5 Comentarios:

Unknown dijo...

Como una vez me dijiste, delirios de grandeza, Eduardo. Llevamos toda la semana platicando sobre lo que supuso para nosotros, como efímeros en aquellos tiempos zaragocistas el golazo de Nayim. De cómo desafió las leyes de la física con una parábola imposible. De cómo la afición animaba y se desgañitaba antes de que Nayim ya hubiera finiquitado una final gloriosa. Todo queda dicho hoy para inaugurar la a buen seguro, magnífica saga de "Momentos que he vivido".

Aún recuerdo que, meses antes de inaugurar Más que Fútbol, me descargué un vídeo de goles para la historia. En él, sonando "such great heights High Rez" de "The Postal Service" (http://www.youtube.com/watch?v=hMOkfI7wCrI), aparecían las imágenes del gol desde el saque de puerta de Cedrún y el posterior delirio al gol de Nayim. No pude evitar más que emocionarme, derramar cierta lágrima y maldecir mi suerte quizá por no haber nacido antes y haber podido asistir plenamente radiante a un triunfo histórico. Sea como fuere, años después, ese gol significa demasiado para todos nosotros, para quienes amamos al Zaragoza. Significa orgullo.

Un abrazo y magnífico post, amigo.

J.D. Mora dijo...

9 añitos tenía yo aquel 10 de Mayo. Cantábamos dando golpes en la mesa eso de "El día diez de mayo, París es maño".
Llegue a casa pronto, el entrenador había terminado el entrenamiento antes para poder hacer los deberes y no perdernos absolutamente nada de la gran noche.
Lo recuerdo todo nítido, menos algo, el instante después del gol de Nayim, esos 3 o 4 minutos posteriores. Después sí. La locura. Mi corazón fútbolero, zaragocista veía su primer gran éxito- que el Zaragoza ganase antes era éxito hasta de los niños, o así lo sentíamos- y no se lo podía creer.
Bufanda en mano y llorando salí al balcón donde se podía ver como los coches pitaban y la gente salía a abrazarse desde los bares. Mi voz estaba entrecortada entre sollozos y mis ojos, no se si por las lagrimas veían algo fantástico, épico que nunca olvidaría.
Si tengo que elegir un momento, donde la ilusión se desató, fue el gol de Esnaider, mi ídolo de aquel entonces como de muchos de los niños. Hay pensé el sí, vamos a ganar.
Bendigo aquel día, también la edad que tenía, porque estos éxitos saben mejor desde la inocencia que hacen a tu equipo imbatible y que todo nuevo acontecimiento te parecía el mejor.
Gran post amigo Lázaro. Gracias por hacer recordar aquellos sentimientos

Chechu dijo...

Vaya dos golazos tremendos. Histórica noche para el Zaragoza. Se habal del gol de Nayim pero el de Esnáider tiene tela

Saludos

jesus algora dijo...

ESTA FECHA ME MARCÓ PARA SIEMPRE COMO ZARAGOCISTA, YA LO ERA DESDE PEQUEÑO, PERO ESTE DÍA FUÉ ALGO MUY GRANDE,FLETAMOS UN AUTOBUS CON COMPAÑEROS DEL TRABAJO, AMIGOS Y FAMILIARES Y FUIMOS A PARIS, 14 AÑOS DESPUES SEGUIMOS CADA AÑO RECORDANDO EL 10 DE MAYO

GRACIAS EDUARDO POR TRAER TAN BELLA
RESEÑA DEL ZARAGOCISMO, EN ESTOS TIEMPOS QUE TAN NECESITADOS ESTAMOS DE GLORIA.

UN FUERTE ABRAZO.

MÓNICA dijo...

INCREÍBLE EL ZARAGOZA DE ESA ÉPOCA. PARA ENTONCES CON 22 AÑOS ESTABA ESTUDIANDO EN BARCELONA Y QUEDAMOS EN UN BAR DE LAS CORTS A VER EL PARTIDO CON UNOS CUANTOS COMPAÑEROS DE LA UNIVERSIDAD (CATALANES Y MAÑOS), ESO SÍ TODOS CON EL ZARAGOZA. FUE INCREÍBLE!!! EL JUEGO DEL ZARAGOZA MARAVILLABA A TODO EL MUNDO POR AQUEL ENTONCES. YO, ESTUDIANTE MAÑA DE INEF Y ORGULLOSA DE MI EQUIPO, NUNCA OLVIDARÉ AQUEL DÍA. AÚN HOY VUELVO A VER EL VIDEO Y ME EMOCIONO. HOY, QUE HABLAN TANTO DEL GOL DE PEDRITO DEL BARÇA, CREO QUE NI COMPARACIÓN CON EL GOL DE NAYIM (EJECUCIÓN, POSICIÓN DE JUGADOR Y PORTERO, MOMENTO DEL PARTIDO Y LO QUE SE JUGABAN...)INCREÍBLE!!! TODO EL MUNDO VIBRÓ Y ME SENTÍ COMO EN CASA, TODOS AQUÍ (BARCELONA)SE SENTÍAN ORGULLOSOS Y FELICES POR EL TRIUNFO DEL ZARAGOZA. ÓJALA PUDIÉRAMOS VIVIR MOMENTOS COMO AQUEL ALGÚN DÍA NO MUY LEJANO...