martes, 18 de mayo de 2010

Nadie se acordó de ellos

Andrés Pérez | Cuando el árbitro señaló el final del encuento y el Camp Nou estalló en una alegría absoluta que más tarde depararía cien detenidos y las ramblas arrasadas, nadie se fijó en el Valladolid. Había descendido, pero era secundario. Probablemente la transcendencia de su descenso fuera mayor que la victoria del Barça, pero ni un sólo comentario escuché en la radio que hiciera referencia al conjunto descendido, de nuevo, seis años después, con todo lo que ello conlleva. El himno del Barça comenzó a sonar como homenaje al campeón. El fútbol en su máxima crudeza: las miradas se dirigen hacia el campeón; el perdedor se queda con la nada. Con el anonimato.

La humanidad, más bien, en su máxima crudeza. Mediada la primera parte, cuando el Barça se había sobrepuesto de su pájara inicial y se imponía por dos goles al conjunto de Clemente, observé a Diego Costa arrastrarse por la delantera, luchar en balde por una tarea imposible, y comprendí el drama que el Valladolid estaba a punto de virir. A otros nos tocó sufrirlo hace un par de años, aunque parece que fue ayer: caer de nuevo a Segunda División es tan doloroso que ni el paso de los años ahuyenta sus fantasmas. Siguen ahí. Por eso, el domingo, cuando observé a Diego Costa reclamar una falta con una cara de evidente melancolía y me fijé en el tiempo que había transcurrido, me apiadé de él como futbolista y de toda la afición del Valladolid: aún quedaban sesenta minutos.

Sesenta minutos para digerir el descenso. Sesenta minutos de zarandeo barcelonista a costa de un juguete a aquellas alturas inútil. Los futbolistas del Valladolid tendrían que seguir jugando aun a costa de conocer su destino: descender. No imagino un momento más duro para un futbolista ni para un aficionado. El drama afectó también al Tenerife, incapaz de vencer a un Valencia que no se jugaba nada por aquello del miedo escénico, la presión, o simplemente la incapacidad futbolística; y al Xerez, que no obró ningún milagro porque el Málaga había empatado y el Racing había ganado.

Su drama pasó desapercibido en las portadas del lunes y tampoco fue reflejado en las noticias del domingo por la noche. Nadie se acordó de ellos, simplemente, porque no importaban. Porque a pesar de las lágrimas derramadas, de los kilómetros recorridos en balde, de las ahora estériles y escasas victorias, de la ilusión creada o de la fe ciega, eran un anónimo equipo que volvía a Segunda División de nuevo. Nuevos protagonistas de la balanza: unos suben, otros bajan. Nadie se acordó de ellos durante la temporada, cuando la salvación se peleaba cada fin de semana, y nadie tuvo a bien acordarse de ellos cuando fue demasiado tarde.

Ni siquiera el día en que su desgracia superó la alegría de cualquier otro conjunto, fueron importantes. Así de cruel e inmisericorde es el fútbol. Así de cruel e inmisericorde es el ser humano.

Lectura recomendada | La transcendencia de un descenso (Borja Barba en Diarios de Fútbol),
Imagen | La Linterna de Ángel Velasco

3 Comentarios:

Ángel Velasco dijo...

¿Que nadie se fijo en nosotros? Casi mejor, porque fijarse habría supuesto tener que indagar en porque una plantilla que estaba hecha para ser la revelación de la Liga ha terminado, merecidamente, en Segunda División.

Pablo Orleans dijo...

Pues yo sí me acordé de ellos y lamenté su descenso como culé. Aún así, tuvieron la permanencia al alcence de la mano en el último minuto. No por méritos propios, no, pero sí por un gol que hubiese marcado el Madrid. Un Madrid resignado a un empate para que el sobrino de la Casa Blanca, que un día fue hijo, respirase de nuevo en un mundo de Primera.

Un Valladolid que fue la cabeza de turco de un Madrid que dejó de apretar -visto que el Barça no lo hacía- para salvar a su primo andaluz. Esto es fútbol.

Saludos.

Unknown dijo...

@ Ángel

La verdad es que el Valladolid de centro del campo hacia adelante tenía un equipo con suficiente talento como para quedarse en primera. Mucho mejor que Málaga o Racing. En cierto modo inexplicable...

@ Pablo

Tampoco vamos a culpar ahora al Real Madrid de haber descendido al Valladolid. El Valladolid fue cabeza de turco de sí mismo, no víctima del Madrid.