domingo, 23 de mayo de 2010

El Inter, cuarenta y cinco años después



Andrés Pérez | Con Chivu ya reventado, en un momento cualquiera de la segunda parte, la eterna segunda pate que enfrentó al Bayern a sus demonios y a un Inter sabedor de que las oportunidades, casi cinco décadas después, no se deben dejar escapar, Robben enfiló por enésima vez su amada banda derecha. Lo hizo ya sin espacios: para entonces, cuatro jugadores del Inter se desplegaban en una diagonal perfectamente escalonada que comenzaba frente al holandés y se prolongaba hacia el centro del campo. Zanetti, Cambiasso, Pandev y Sneijder, por este orden, le indicaban sutilmente a Robben que por ahí no pasaría. La única salida era el suicidio o retroceder sus pasos e intentar buscar una fisura en otra parte.

No la encontró Robben, básicamente, porque su equipo se empeñó en que la encontrara él precisamente ahí, en la banda derecha. Con el partido ya decidido por la excelsa actuación de Diego Milito, soberbio, elegante, silenciosamente violento, tan común en apariencia que no mereció la atención de ningún grande cuando en 2008 se marchó del Zaragoza al Genoa por poco más de 8 millones de euros, el Bayern se agolpó sobre Robben. El Inter fue tras él. Van Bommel percutió una y otra vez hacia la banda derecha. El exceso fue tal que, por momentos, la banda que cubría Maicon y por la que anteriormente Altintop y en aquel entonces Müller atacaron escasas veces se hallaba despoblada.

El abuso de Robben definió a un Bayern opaco y sin ideas, sufrido en la creación y dubitativo anoche en la defensa, donde Diego Milito con sólo acercarse causó estragos. Planteó una vez más Mourinho el partido mejor que su oponente, un Van Gaal que se lamentó lacónicamente en la rueda de prensa de que el ataque es más complicado que la defensa, verdad a medias, excusa de perdedor inadaptado. El Inter forjó en su defensa los goles de Milito. Desesperó a Olic, amedrentó a Schweinsteiger —desaparecido— y apartó a Altintop. Cuando se cercioró del éxito esas tres labores, tuvo todo el tiempo del mundo para ocuparse de lo único que no podría parar siempre. De Robben.


Arriba, en el área del Bayern, Milito cayó a banda izquierda para permitir que Sneijder y Pandev entraran por el centro, una vez Eto'o había fijado a Badstuber. Sucedía, entonces, que el Inter, con superioridad numérica en el marcador, atacaba con cuatro jugadores, los mismos que tenían la misión de pararles en el Bayern. Así, el segundo gol, una obra maestra de Diego Milito, un recorte que en La Romareda realizó cada fin de semana hasta la exhasperación de los defensas rivales sin que nadie adivinara en él el delantero definitivo para un club campeón de Europa, sin que nadie intentara imaginarle levantando la orejuda y reclamando su candidatura para el Balón de Oro, finiquitó una final merecidamente ganada por el Inter.

Fue superior. En todas las facetas del juego. Lo fue por la convicción de sus futbolistas. Por el trabajo colectivo personificado en Eto'o, el mejor delantero de la década —tres Copas de Europa, dos tripletes—, resumido a tres carreras en vertical y a un soberano trabajo en labores defensivas, actuando en ocasiones de segundo lateral derecho. Eto'o, el que el año pasado marcara más de treinta goles para el Barça, el legendario Barça de los seis títulos, juega como le ordena Mourinho. Como Sneijder, que defiende ahora acuciado por el luso, ejemplifica este Inter: el colectivo por encima de lo individual; lo psíquico al mismo nivel que lo físico.

El Inter, que era un conjunto casi deshauciado para esta competición en sus albores, es el campeón de Europa. Lo es cuarenta y cinco años después, lo es mil y una miserias después. La de anoche no era una final más, sino su final. Y Mourinho, su Inter, su obra, su capacidad para crear bloques de la nada, para conseguir que un conjunto opere como el mecanismo perfecto que él preve en la cabeza, lo sabía. Lo sabía excesivamente bien. Lo sabía tan bien que, asumido como tenía que vencería, decidió irse del Inter. Irse por gloria y dinero, sí, pero irse, también, para no ensuciar lo logrado esta temporada. Para pasar a la historia como el hombre que devolvió al Inter al máximo trono europeo.

Lectura recomendada | El Inter toca el cielo (Diego Torres en El País), Milito llega primero (Eleonora Giovio en El País), Robben no puede contra todos (El País)
Imagen | El País

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