jueves, 13 de mayo de 2010

La victoria de un equipo inverosímil



Andrés Pérez | El Atlético es un equipo de extremos. Oscila de manera permanente entre el patetismo y la épica, mostrando un comportamiento extraño, fruto de la convergencia de factores aún no comprensibles para la razón humana. No en vano, Perea ya atesora un título en su vitrina. Que el Atlético, este Atlético de Madrid de entreguerras sostenido por un joven canterano en defensa y por dos talentos en la línea ofensiva, se haya proclamado campeón de la Europa League dice mucho de esta competición: el nivel ha sido bajo, permitiendo que un digno pero parco en recursos Fulham llegue a la final y prácticamente la gane.

Anoche el Fulham no fue un equipo inferior al Atlético de Madrid y por momentos gozó de notables oportunidades, frustradas todas ellas por el buen hacer de De Gea, presumiblemente desesperado ante la continua pérdida de balones de Perea, la nula creación de Assunçao y Raúl García, la desubicación permanente de Ufjalusi y la siempre inútil ayuda de Antonio López. Él y Domínguez frenaron las acometidas de un Fulham que se vio obligado a controlar la pelota ya que el Atlético, inteligentemente, se la regaló en la primera parte y esperó el contragolpe. No debía ser ese el plan de Hodgson, que, a pesar del empate, sustituyó a Zamora nada más comenzar la segunda parte por Dempsey.

Dempsey es aquel buen futbolista estadounidense que martirizó a España en la Copa Confederaciones. Desde que salió fue el mejor del partido, sin más. Tal hecho es significativo: un reserva, un futbolista de calidad pero de segundo orden, puso las mejores gotas de criterio futbolístico en todo el partido. En el otro extremo Agüero hacia las veces de Dempsey: excelso en todo momento, el argentino es el alma de este conjunto, lo fue anoche y cuesta imaginar una victoria del Atlético sin Agüero en el campo. Es tan bueno que desentona con el resto del equipo. Mención aparte merece Forlán, que anotó dos goles peculiares: el primero en fuera de juego, el segundo de rebote. El fútbol decidió cebarse anoche con el Fulham.

Premió al Atlético, un equipo que llevaba diez años sin levantar cabeza. Lo hizo de un modo cetrino y aborrecible: la final fue pésima, redimida únicamente por la victoria de un conjunto nacional. El Atlético merece todas las felicitaciones, pero su gesta no oculta el auténtico cariz de la Europa League: que sea campeón el conjunto colchonero significa que algo falla, que, a pesar de la reestructuración de la competición y los nuevos horarios —iniciativa exitosa—, el talento escasea. Repasen el cuadro de semifinalistas y vuelvan a ver la final. No hablamos de la victoria de un genial equipo de segunda línea europea: se trata del triunfo del menos malo.

Imagen | Qué

2 Comentarios:

Eduardo Lázaro dijo...

En serio es el entrenador del año en Inglaterra el tío que sustituyó a Bobby Zamora al descanso?
Increíble, por ahí se le fue media final al Fulham.

No obstantes, felicidades a todos los atléticos.

Anónimo dijo...

La verdad es que tienes bastante razón, el nivel de la Europa League no ha sido muy alto. Es más, el Atlético ha sido campeón con tres victorias en la fase final (las eliminatorias).

Un saludo