Andrés Pérez | El halo de mito que rodea al Bayern de Münich parece más que suficiente para que este año alcance la final de la Copa de Europa, de manera inverosímil y con un equipo plano y robusto, carente de talento pero sobrado de espíritu y de suerte. El mito juega en otro plano a la realidad. La segunda es física, el primero es psíquico: libra su batalla en la mente de quien lo teme o de quien cree en él alterando el curso de los acontecimientos.
Suena a ideal remoto pero en el fútbol el mito, bautizado por Valdano como miedo escéncio, obtiene competiciones. Es el caso del Bayern de Münich y su leyenda alemana; aquella que Lineker describió a magistralmente como el fútbol como deporte que enfrenta a once hombres frente a once hombres y en el que siempre los alemanes salen victoriosos. La victoria sobre el imposible. Olic lo certificó en el partido de ida frente al Manchester en Champions League cuando anotó en el 93' tras el tanto en el minuto 2' de Rooney.
Los últimos minutos, las gestas idílicas, aquellas que atentan contra la lógica. Supuso un golpe a la racionalidad que el Bayern, pobre y romo a la hora de practicar fútbol de alto nivel, golpeara en el mentón al Manchester. Lo hizo descaradamente pero sin estridencias: mantuvo una actitud ofensiva, obligada al ir por detrás durante los 180 minutos, pero no lanzó oleadas de fútbol, sino de entrega. Así el Manchester, de mayor talento, cayó, víctima de los errores de Ferguson y del mito del Bayern.
La lógica dice que el Bayern no debería ser finalista de esta competición. Incluso el apañado Lyon de Puel, elegante en el trato del balón y moderadamente talentoso en su línea ofensiva, es mejor equipo. El peso psicológico podrá con él. Eso y Robben. Cuando Riberý decidió abandonar el campo tras rozar lo criminal en una entrada a Lisandro, el holandés comprendió que su papel en este Bayern sobrepasa lo humano. Se ha convertido en el hombre franquicia, en quien, a pesar de ser un extremo puro, Van Gaal confía para actuar con libertad entre líneas.
Cuando ya en la segunda parte Müller se apartó a la banda izquierda y Olic dejó paso a un delantero fetiche como Mario Gómez, Robben se liberó. Y en campo abierto supo encontrar el momento de perforar la mea de Lloris. Fue con un disparo lejano y seco. Cuando estuvo a punto de certificar la victoria muniquesa con un segundo tanto, Van Gaal, temeroso de su fragilidad, le apartó del campo. Arjen se fue al banquillo entre visibles porfías y allí recriminó a su entrenador el cambio. "Yo soy este equipo", debió pensar. No le faltaba razón, en lo terrenal. En lo espiritual, el Lyon supo que sucumbió de nuevo al mito alemán.
Imagen | Qué
Suena a ideal remoto pero en el fútbol el mito, bautizado por Valdano como miedo escéncio, obtiene competiciones. Es el caso del Bayern de Münich y su leyenda alemana; aquella que Lineker describió a magistralmente como el fútbol como deporte que enfrenta a once hombres frente a once hombres y en el que siempre los alemanes salen victoriosos. La victoria sobre el imposible. Olic lo certificó en el partido de ida frente al Manchester en Champions League cuando anotó en el 93' tras el tanto en el minuto 2' de Rooney.
Los últimos minutos, las gestas idílicas, aquellas que atentan contra la lógica. Supuso un golpe a la racionalidad que el Bayern, pobre y romo a la hora de practicar fútbol de alto nivel, golpeara en el mentón al Manchester. Lo hizo descaradamente pero sin estridencias: mantuvo una actitud ofensiva, obligada al ir por detrás durante los 180 minutos, pero no lanzó oleadas de fútbol, sino de entrega. Así el Manchester, de mayor talento, cayó, víctima de los errores de Ferguson y del mito del Bayern.
La lógica dice que el Bayern no debería ser finalista de esta competición. Incluso el apañado Lyon de Puel, elegante en el trato del balón y moderadamente talentoso en su línea ofensiva, es mejor equipo. El peso psicológico podrá con él. Eso y Robben. Cuando Riberý decidió abandonar el campo tras rozar lo criminal en una entrada a Lisandro, el holandés comprendió que su papel en este Bayern sobrepasa lo humano. Se ha convertido en el hombre franquicia, en quien, a pesar de ser un extremo puro, Van Gaal confía para actuar con libertad entre líneas.
Cuando ya en la segunda parte Müller se apartó a la banda izquierda y Olic dejó paso a un delantero fetiche como Mario Gómez, Robben se liberó. Y en campo abierto supo encontrar el momento de perforar la mea de Lloris. Fue con un disparo lejano y seco. Cuando estuvo a punto de certificar la victoria muniquesa con un segundo tanto, Van Gaal, temeroso de su fragilidad, le apartó del campo. Arjen se fue al banquillo entre visibles porfías y allí recriminó a su entrenador el cambio. "Yo soy este equipo", debió pensar. No le faltaba razón, en lo terrenal. En lo espiritual, el Lyon supo que sucumbió de nuevo al mito alemán.
Imagen | Qué
0 Comentarios:
Publicar un comentario