Andrés Pérez | Si por algo se caracteriza el periodismo deportivo de nuestros días más allá de por ser una gran montaña de excrementos, es por la polarización entre Real Madrid y Barça. Menuda novedad, dirán. Pues no, no es nada nuevo, pero no por ello deja de ser chocante cuando no hiriente para la inteligencia. Y me explico: observen a Reyes. Se trata de un futbolista renacido de la mano de Quique Sánchez Flores. Una antigua promesa de estrella mundial que se quedó en la más absoluta nada por su carácter infantil y su nula capacidad de adaptación a otro país.
Desde que llegó al Atlético a Reyes le han caído palos por todas partes por el único motivo de haber jugado para el Real Madrid. Enrabietado con el mundo, nunca volvió a ser el mismo que deslumbró en Sevilla y, en cierto modo, en Londres. Hasta que llegó Quique, supo tratarle como merecía —como un niñito mimado— y volvió a rendir hasta el punto de convertirse en el mejor jugador del Atlético. Reyes es de nuevo el extremo desequilibrante que solía.
Y como buen extremo, sufre de constantes faltas. No se trata de una persecución, ni de una estratagema previamente ideada, no se hagan líos: es el sino de cualquier buen extremo, llegar siempre un segundo antes que el lateral. El contacto siempre es inevitable. A pesar de ello, el domingo, frente al Zaragoza, Reyes parecía sufrir una carnicería. Y bien es cierto que el Zaragoza ha ganado en dureza y aspereza desde que comenzó a levantar cabeza, pero no fue la masacre que pregonaban desde Carrusel.
Al día siguiente las conclusiones en la prensa de Madrid eran demoledoras: el Zaragoza un equipo excesivamente duro. No se ustedes, pero yo no vi lesionados, ni sangre, ni tampoco piernas rotas como en Inglaterra. Vi a Reyes irse expulsado y desesperado al agredir a Eliseu y vi al Atlético empatar injustamente. Pero nada que se pareciera a un campo de batalla. No vi al mártir Reyes. Como tampoco nadie pareció ver las reiteradas entradas que la defensa del Atlético propinó a Ander Herrera, anónimo para Carrusel y para el resto de prensa mediática.
Lo que sirve de Reyes para crear un mártir y una víctima no sirve para Herrera. La miseria de este periodismo que nos toca vivir, vendido al interés del morbo frente a la información y la calidad.
Vía | El Pub | As
Imagen | Equipo
Desde que llegó al Atlético a Reyes le han caído palos por todas partes por el único motivo de haber jugado para el Real Madrid. Enrabietado con el mundo, nunca volvió a ser el mismo que deslumbró en Sevilla y, en cierto modo, en Londres. Hasta que llegó Quique, supo tratarle como merecía —como un niñito mimado— y volvió a rendir hasta el punto de convertirse en el mejor jugador del Atlético. Reyes es de nuevo el extremo desequilibrante que solía.
Y como buen extremo, sufre de constantes faltas. No se trata de una persecución, ni de una estratagema previamente ideada, no se hagan líos: es el sino de cualquier buen extremo, llegar siempre un segundo antes que el lateral. El contacto siempre es inevitable. A pesar de ello, el domingo, frente al Zaragoza, Reyes parecía sufrir una carnicería. Y bien es cierto que el Zaragoza ha ganado en dureza y aspereza desde que comenzó a levantar cabeza, pero no fue la masacre que pregonaban desde Carrusel.
Al día siguiente las conclusiones en la prensa de Madrid eran demoledoras: el Zaragoza un equipo excesivamente duro. No se ustedes, pero yo no vi lesionados, ni sangre, ni tampoco piernas rotas como en Inglaterra. Vi a Reyes irse expulsado y desesperado al agredir a Eliseu y vi al Atlético empatar injustamente. Pero nada que se pareciera a un campo de batalla. No vi al mártir Reyes. Como tampoco nadie pareció ver las reiteradas entradas que la defensa del Atlético propinó a Ander Herrera, anónimo para Carrusel y para el resto de prensa mediática.
Lo que sirve de Reyes para crear un mártir y una víctima no sirve para Herrera. La miseria de este periodismo que nos toca vivir, vendido al interés del morbo frente a la información y la calidad.
Vía | El Pub | As
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1 Comentarios:
Pues opino como tú. Yo como seguidor del pucela, estuve asqueado por la cacería que sufrimos el día del Real Madrid. Creo que ese día hubo una entrada desafortunada de Cesar Arzo y el pisotón alevoso de Nivaldo... y el resto fue fútbol. De los dos penalties que no nos pitaron o la no expulsión de Ramos ni una palabra.
Es lo que tenemos y no lo podemos cambiar.
Hoy he conocido tu blog, y promerto seguirte.
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