Andrés Pérez | Lo nunca visto: España se basta ya únicamente con su capacidad de intimidación. Aquello de lo que, precisamente, siempre adolecía. A la sencilla compenetración de todos los futbolistas, la sensación de ser un equipo antes que una selección, la calidad de todos los futbolistas titulares y suplentes y el fútbol virtuoso que ponen en práctica se le une ahora la capacidad de dominar al rival a su gusto. Anoche España se impuso a Francia dónde y cuando quiso. Marcó el ritmo del partido y decidió quién atacaba y cómo. Fue la auténtica dueña del partido.
No es de extrañar, pues, que ante tal tesitura, L'Equipe, en su versión digital, titulara "España se pasea en el Stade de France". En efecto, a pesar de no mantener un juego constante a nivel ofensivo durante todo el encuentro, España se bastó de dos momentos iluminados para finiquitar el amistoso ante una Francia desesperada y desesperante, sin ideas y asentada en futbolistas de más corte táctico que técnico. Dos destellos, de cinco minutos, en los que, en la primera parte, el conjunto de Del Bosque decidió acabar con el partido.
El resto fue un soporífero espectáculo de auto-flagelación para el aficionado francés y un aburrido por emocionante, dadas las circunstancias, encuentro para el seguidor español, que pudo ver cómo su selección se regodeaba andando, repito, andando, frente a su eterna bestia negra. La salida de Xavi en la segunda parte no hizo más que redundar en lo mismo: posesión del balón cuando y cómo quería el combinado nacional. En los momentos en los que se perdía la posesión, España tampoco sufría: ni el ataque de Francia es lo suficientemente poderoso ni la defensa de España hubo de esforzarse lo más mínimo, apenas sufrió, demostrando otra gran virtud del equipo de Del Bosque. La capacidad defensiva.
En la primera parte fue insultante el modo en el cual los Iniesta, Fábregas, Villa, Silva Busquets y Xabi Alonso presionaban, un poco, tampoco demasiado, a la defensa francesa que, ante la falta de ideas, siempre recurría al pelotazo. En tal tesitura, y con un Xabi Alonso espléndido en la recuperación, cualquier fallo de los galos supondría el gol. Así fue. Primero Villa y luego Sergio Ramos. España se largo de París con la sensación de haber domado a Francia de un modo escandalosamente ofensivo para el orgullo de los jugadores franceses. Terminó el partido sin apenas forzar la máquina. Dio la sensación de ser un equipo no ya grande, sino consciente de que es muy grande.
Vía | L'Equipe
Imagen | Qué.es, Marca
No es de extrañar, pues, que ante tal tesitura, L'Equipe, en su versión digital, titulara "España se pasea en el Stade de France". En efecto, a pesar de no mantener un juego constante a nivel ofensivo durante todo el encuentro, España se bastó de dos momentos iluminados para finiquitar el amistoso ante una Francia desesperada y desesperante, sin ideas y asentada en futbolistas de más corte táctico que técnico. Dos destellos, de cinco minutos, en los que, en la primera parte, el conjunto de Del Bosque decidió acabar con el partido.
El resto fue un soporífero espectáculo de auto-flagelación para el aficionado francés y un aburrido por emocionante, dadas las circunstancias, encuentro para el seguidor español, que pudo ver cómo su selección se regodeaba andando, repito, andando, frente a su eterna bestia negra. La salida de Xavi en la segunda parte no hizo más que redundar en lo mismo: posesión del balón cuando y cómo quería el combinado nacional. En los momentos en los que se perdía la posesión, España tampoco sufría: ni el ataque de Francia es lo suficientemente poderoso ni la defensa de España hubo de esforzarse lo más mínimo, apenas sufrió, demostrando otra gran virtud del equipo de Del Bosque. La capacidad defensiva.
En la primera parte fue insultante el modo en el cual los Iniesta, Fábregas, Villa, Silva Busquets y Xabi Alonso presionaban, un poco, tampoco demasiado, a la defensa francesa que, ante la falta de ideas, siempre recurría al pelotazo. En tal tesitura, y con un Xabi Alonso espléndido en la recuperación, cualquier fallo de los galos supondría el gol. Así fue. Primero Villa y luego Sergio Ramos. España se largo de París con la sensación de haber domado a Francia de un modo escandalosamente ofensivo para el orgullo de los jugadores franceses. Terminó el partido sin apenas forzar la máquina. Dio la sensación de ser un equipo no ya grande, sino consciente de que es muy grande.
Vía | L'Equipe
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