Andrés Pérez | Entre tanto futbolista técnico y desacomplejado, Puyol es un extraño. Sus pies cuadrados y su prevalencia del físico sobre lo técnico desentona en una selección que se desvive por el manejo del balón antes que por el corazón. En cualquier caso, Puyol es una leyenda. Lo es en el Barça, donde no desentona menos, y lo es en la selección, donde acumula un sinfín de internacionalidades con apenas un puñado de goles. El fútbol también sabe recompensar: en el futuro se contará que corría el minuto 75' cuando el tipo que no era como los demás fusiló a Neuer con la cabeza.
Puyol marcó anoche el gol más importante de su vida, el que otorgaba a una España vertical, descomunal, virtuosa y paciente el pase a la primera final de una Copa del Mundo en toda su historia. El domingo se enfrentará a Holanda en la primera final sin un campeón en liza desde 1978, donde también Holanda estuvo presente y donde cimentó su mística: la de un equipo bello incapaz de salir campeón. No es el caso de España: consiguió la Eurocopa, tiene aire de conjunto ganador, ha aprendido a competir al mismo nivel que Alemania, Brasil o Italia. El mérito hay que atribuirlo a la mejor generación de jugadores de la historia del país y a un desplante a los complejos necesario y liberador.
España está en la final. Repítanselo si aún no se lo creen, están en su derecho. Lo está tras borrar a Alemania del campo. Alemania se está acostumbrando a perder, pero mantiene su presencia: juega finales, alcanza semifinales y cae dignamente. El camino para reencontrarse con un título es el correcto y una espléndida generación de jugadores hará el resto. Honor obliga a reconocer las virtudes del derrotado, de la mejor selección de fútbol de la Historia. Llora Alemania otra vez frente a España, causante de pesadillas para Schweinsteiger o Lahm, presentes en Viena, presentes en Durban. Pocos mejor que ellos podrían explicar la magnitud de esta España.
Una magnitud que alcanzará a que en el futuro se recuerde su fútbol, su planteamiento, su filosofía futbolística, en el top cinco de selecciones memorables. La afirmación parece imprudente habida cuenta de la facilidad que tiene el fútbol de destruir mitos prematuros, pero lo hecho y, sobre todo, la forma de hacerlo, invita a creerlo. Frente a Alemania y con cinco centrocampistas, ya que Pedro lo fue, España deshizo las líneas defensivas de Alemania, jugó un fútbol perfecto, impidió hilar a una Alemania virtuosa y remató un partido espléndido de un modo cruel: con un gol de córner, precisamente a Alemania.
Eliminó, y hay que recordarlo, al conjunto que ante Inglaterra y Argentina en octavos y cuartos había acumulado a su favor ocho tantos. Como si el deceso del fantasma de cuartos hubiera espoleado la mente de Xavi, Alonso, Iniesta o Busquets, España encontró su camino en semifinales. Desacomplejada, desestresada, sabedora de que la marca histórica de los cuartos de final ya se había superado, de que su exigencia, esa, ya era un hecho, el conjunto de Del Bosque jugó como si no hubiera mañana. Deleitó, venció, provocó lágrimas en su rival.
España está en la final de la Copa del Mundo. De manera brillante. En el futuro, podrán contar que su selección bañó en fútbol dorado a Alemania.
Puyol marcó anoche el gol más importante de su vida, el que otorgaba a una España vertical, descomunal, virtuosa y paciente el pase a la primera final de una Copa del Mundo en toda su historia. El domingo se enfrentará a Holanda en la primera final sin un campeón en liza desde 1978, donde también Holanda estuvo presente y donde cimentó su mística: la de un equipo bello incapaz de salir campeón. No es el caso de España: consiguió la Eurocopa, tiene aire de conjunto ganador, ha aprendido a competir al mismo nivel que Alemania, Brasil o Italia. El mérito hay que atribuirlo a la mejor generación de jugadores de la historia del país y a un desplante a los complejos necesario y liberador.
España está en la final. Repítanselo si aún no se lo creen, están en su derecho. Lo está tras borrar a Alemania del campo. Alemania se está acostumbrando a perder, pero mantiene su presencia: juega finales, alcanza semifinales y cae dignamente. El camino para reencontrarse con un título es el correcto y una espléndida generación de jugadores hará el resto. Honor obliga a reconocer las virtudes del derrotado, de la mejor selección de fútbol de la Historia. Llora Alemania otra vez frente a España, causante de pesadillas para Schweinsteiger o Lahm, presentes en Viena, presentes en Durban. Pocos mejor que ellos podrían explicar la magnitud de esta España.
Una magnitud que alcanzará a que en el futuro se recuerde su fútbol, su planteamiento, su filosofía futbolística, en el top cinco de selecciones memorables. La afirmación parece imprudente habida cuenta de la facilidad que tiene el fútbol de destruir mitos prematuros, pero lo hecho y, sobre todo, la forma de hacerlo, invita a creerlo. Frente a Alemania y con cinco centrocampistas, ya que Pedro lo fue, España deshizo las líneas defensivas de Alemania, jugó un fútbol perfecto, impidió hilar a una Alemania virtuosa y remató un partido espléndido de un modo cruel: con un gol de córner, precisamente a Alemania.
Eliminó, y hay que recordarlo, al conjunto que ante Inglaterra y Argentina en octavos y cuartos había acumulado a su favor ocho tantos. Como si el deceso del fantasma de cuartos hubiera espoleado la mente de Xavi, Alonso, Iniesta o Busquets, España encontró su camino en semifinales. Desacomplejada, desestresada, sabedora de que la marca histórica de los cuartos de final ya se había superado, de que su exigencia, esa, ya era un hecho, el conjunto de Del Bosque jugó como si no hubiera mañana. Deleitó, venció, provocó lágrimas en su rival.
España está en la final de la Copa del Mundo. De manera brillante. En el futuro, podrán contar que su selección bañó en fútbol dorado a Alemania.
Resultados de la vigésimotercera jornada:
Alemania 0 - 1 España
Más Mundial | Épica y mucho arte (José Sámano en El País)
Imagen | El País
4 Comentarios:
Me cuesta creerlo todavía, tardaremos en asimilarlo...
Sobre todo, tu primer párrafo, Andrés, me ha encantado. Sensacional artículo, y sensacional España, aún no me lo creo, pero... ¡¡ESTAMOS EN LA FINAL!!
Un saludo!
Aplausos para Xabi Alonso
del bosque acertando con cada decisión aparentemente comprometida
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