Andrés Pérez | Asamoah Gyan era un mar de lágrimas inconsolable. Era la imagen de la desesperación, de la tristeza más profunda. Podríamos, en una macabra y quizá exagerada metáfora, asociar el sino de Ghana ayer frente a Uruguay como el sino de un continente, puesto que la selección ghanesa no representaba a su nación, representaba a África. Podemos caer en un sinfín de tópicos y asumir que el fútbol es así, que puede suceder de todo, que la justicia es algo relativo en este deporte, pero parece un guiño fatal del destino reservar tamaña crueldad para un conjunto africano. África, precisamente, el continente maldito, donde la crueldad es el pan de cada día, abandona su fiesta de un modo melodramático.
La metáfora es exagerada, en efecto: es fútbol, simplemente fútbol. Gyan apoyó mal en el momento del golpeó y el balón se elevó por encima del larguero. Suárez puso las manos para evitar el gol y de las lágrimas pasó a la euforia. Uruguay tiene a Abreu y Ghana a Mensah. No hay tanto drama si nos ponemos prosaicos. Dado que el fútbol juega con los sentimientos, quizá se trate de un análisis excesivamente frívolo para lo sucedido anoche.
Cómo cocinar uno de los mayores dramas de la historia del fútbol: cuartos de final de un Mundial y dos equipos inesperados que pueden plantarse en semifinales; partido igualado, empate y prórroga; un conjunto que merece más que el otro; dos ocasiones que solventa un defensor en línea de gol; una mano que roba la gloria; un penalti que la da; un fallo que evapora toda esperanza. Suárez evitó el gol y Gyan lo falló. Así de sencillo. El fútbol no es un deporte dado a la justicia, y antes de que comenzara la ronda de penas máximas parecía evidente que Ghana se quedaría fuera del Mundial. Porque el destino es ese voluble cabrón que no entiende de méritos ni necesidades.
La historia dejó aún una subtrama genial: a Abreu, algún enajenado desconocedor de los riesgos para millones de corazones que suponía esa decisión, alguien le encargó lanzar el último penalti. Debía desconocer el encargado de hacerlo la clase de persona que era Abreu, a la que no por casualidad, y ayer se demostró, le apodan el loco. Imagino que Abreu, en su genial locura, no le dio demasiada importancia al asunto. Llegado el momento, Abreu, teniendo en la mano la posibilidad de dar el pase a Uruguay cuarenta años después, tiró a lo Panenka. Fue una locura. Pero precisamente por eso fue una genialidad.
En aquel momento, Ghana quedaba fuera. Suárez reía, Gyan lloraba. Odio el fútbol. Amo el fútbol. Crueldad sin límites, felicidad desbordada. Esta vez, en los extremos encontramos la autenticidad de este deporte. Lo de ayer fue histórico.
Resultados de la vigésima jornada:
Ghana 1 - 1 Uruguay (4-2 para Uruguay en los penaltis)
Más Mundial | Abreu condena a África (Ramón Besa en El País)
Imagen | Mundiales
La metáfora es exagerada, en efecto: es fútbol, simplemente fútbol. Gyan apoyó mal en el momento del golpeó y el balón se elevó por encima del larguero. Suárez puso las manos para evitar el gol y de las lágrimas pasó a la euforia. Uruguay tiene a Abreu y Ghana a Mensah. No hay tanto drama si nos ponemos prosaicos. Dado que el fútbol juega con los sentimientos, quizá se trate de un análisis excesivamente frívolo para lo sucedido anoche.
Cómo cocinar uno de los mayores dramas de la historia del fútbol: cuartos de final de un Mundial y dos equipos inesperados que pueden plantarse en semifinales; partido igualado, empate y prórroga; un conjunto que merece más que el otro; dos ocasiones que solventa un defensor en línea de gol; una mano que roba la gloria; un penalti que la da; un fallo que evapora toda esperanza. Suárez evitó el gol y Gyan lo falló. Así de sencillo. El fútbol no es un deporte dado a la justicia, y antes de que comenzara la ronda de penas máximas parecía evidente que Ghana se quedaría fuera del Mundial. Porque el destino es ese voluble cabrón que no entiende de méritos ni necesidades.
La historia dejó aún una subtrama genial: a Abreu, algún enajenado desconocedor de los riesgos para millones de corazones que suponía esa decisión, alguien le encargó lanzar el último penalti. Debía desconocer el encargado de hacerlo la clase de persona que era Abreu, a la que no por casualidad, y ayer se demostró, le apodan el loco. Imagino que Abreu, en su genial locura, no le dio demasiada importancia al asunto. Llegado el momento, Abreu, teniendo en la mano la posibilidad de dar el pase a Uruguay cuarenta años después, tiró a lo Panenka. Fue una locura. Pero precisamente por eso fue una genialidad.
En aquel momento, Ghana quedaba fuera. Suárez reía, Gyan lloraba. Odio el fútbol. Amo el fútbol. Crueldad sin límites, felicidad desbordada. Esta vez, en los extremos encontramos la autenticidad de este deporte. Lo de ayer fue histórico.
Resultados de la vigésima jornada:
Ghana 1 - 1 Uruguay (4-2 para Uruguay en los penaltis)
Más Mundial | Abreu condena a África (Ramón Besa en El País)
Imagen | Mundiales
1 Comentarios:
Sencillamente increíble. Viva el fútbol. Gran artículo, Andrés.
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