jueves, 12 de marzo de 2009

20.45, cuartos de final (II)

Andrés Pérez | Cuesta creer que un equipo que ha costado en tres años algo más de doscientos millones de euros hiciera el ridículo de manera tan estrepitosa la pasada noche en Anfield. Cuesta creer que el Real Madrid no haya superado durante cinco años consecutivos los octavos de final —por no hablar de la eliminación clamorosa del Mónaco en 2004, que fue en cuartos pero igual de deshonrosa— y sobre todo cuesta creer que el mejor jugador y a todas luces el más determinante de un equipo de tal calibre sea el portero. No hubo color. Bueno sí. Uno. En concreto el rojo. Quienes antes de la eliminatoria decían que el Liverpool era un equipo planito, sin fútbol, que se agazapaba atrás y esperaba a su rival debieran replantearse su percepción futbolística. Hay una diferencia notable entre el Liverpool y el Real Madrid. Es cierto que Benítez es un amante de los partidos como los del Bernabeú, pero cuando el equipo necesita dar la talla y mostrarse como un grande, jugando como tal, lo hace. Y no le tiembla el pulso, y lo que es mejor, suele hacerlo de maravilla. La pasada noche se enfrentó un gigante contra un enano. El resultado no es más que la ecuación lógica de los factores.

Haría bien el Real Madrid, como club, en su conjunto en replantearse la estrategia del "Juntos Podemos" y demás frases diseñadas estratégicamente para remontar ligas, partidos y Copas de Europa. El espíritu de Juanito está bien, consigue que el fútbol sea un deporte maravilloso y que un equipo mediocre se proclame campeón dos años consecutivos en una liga de primer nivel, pero con espíritus no se llega a ninguna parte en Europa. No con equipos como el Liverpool delante. En cada momento difícil, el club y su patético entorno mediático se aferra a la épica, a la mística de un club legendario sin caer en que todo ello no sería necesario con un equipo equilibrado y diseñado con inteligencia. No será por dinero. Doscientos millones han construido un equipo absolutamente plano que juega a lo que quiere cuando puede —y he ahí la diferencia radical frente al Liverpool, que juega a lo que quiere casi siempre porque casi siempre puede— o, mejor dicho, cuando le dejan. Si bien en el campeonato doméstico la plantilla se muestra enternecedoramente dispuesta a pesar de sus carencias, en Europa y van cinco años, tal espíritu, por llamarlo de alguna manera, nunca sirve. Debiera el Real Madrid en recordar quién fue y a cuántos equipos eliminó con fútbol y no con espíritu. No se puede vivir siempre de ello.

El fútbol brilló por su ausencia y muchos se dieron de bruces contra el firme. El mojado y terso firme. Dolió, como duele siempre que uno se estrella contra un muro de hormigón, pero debería servir para comenzar una remodelación integral de una plantilla absolutamente mediocre. Comparar uno por uno a cada jugador del Liverpool con cada jugador del Madrid es obsceno, grotesco, incluso de mal gusto. En Anfield, jugaron los mayores del recreo contra los pequeños. Futbolistas convencidos de su labor, trabajadores y talentosos contra niñatos enriquecidos que, salvo contadas excepciones, no son nadie en el mundo del fútbol. Hablo de Higuaín o de Gago, de futbolistas cuyo precio desorbitado ha provocado que sean obligatoriamente sobrevalorados. De manera contínua. Entendamos que uno no se consuela si no quiere, y que cuando se da cuenta de su error intenta ver siempre el lado positivo. Incluso cuando no lo hay. Gago es un mediocentro mediocre hoy, que no ve más allá de lo que pueda ver el mucho más útil y digno Lass; e Higuaín es un delantero de rango menor. De hecho el Madrid saltó al campo con dos delanteros de rango menor, que ni de lejos se encuentran entre los quince mejores de Europa hoy por hoy. Dirán que Raúl sigue marcando goles, pero nadie hará hincapié en que nunca los marca cuando de verdad son necesarios. ¿Cuál fue la última gran actuación del capitán en Europa? ¿Dónde estaba ayer cuando más se le necesitó? Su físico y su fútbol no dan para más.

El inmovilismo de Raúl no es ni de lejos el mayor problema del equipo. Es un problema más, de muchos que arrastra el Real Madrid. Los arrastra por la ineptitud y de tantos necios que aprovecharon antaño cualquier excusa, cualquier triunfo, cualquier buen resultado para justificar una planificación desastrosa, lamentable, patética, de chiste si no fuera dramática. Nadie quiso ver la mediocridad de una plantilla sin recursos en los momentos clave. Nadie dentro del club. Hoy el Madrid es un juguete millonario roto. Defectuoso. Sin una pieza decente. A excepción de Casillas, divino, como siempre —sin él la humillación pudo ser mayor—. Las elecciones del próximo verano permitirán una limpia definitiva de la directiva, el cuerpo técnico y la plantilla. No se trata de defenestrar a la cantidad de medianías que atesora el Madrid hoy y que han provocado que en cinco años no supere los octavos de final de su antaño cortijo particular, siguen siendo jugadores válidos como segunda fila, de esos que el Barça actual, el Liverpool o el Manchester United sacan tanto provecho. Se trata de fichar con cabeza. De olvidarse de Cristiano Ronaldo y de fijarse a tiempo en Xabi Alonso. De no deshechar jamás a un delantero como Eto'o. De probar a la cantera en detrimento de jóvenes sudamericanos carísimos —Mata, Negredo, Arbeloa, Granero, Soldado—. Se trata de volver a hacer las cosas bien. Por el bien del Madrid.

El partido tuvo poca historia. Un Liverpool colosal arrasó a un Madrid empequeñecido. Por parte inglesa es la demostración palpable de lo que el equipo de Benítez es capaz de hacer siempre que tenga el factor Anfield en el partido de vuelta y a Torres —imperial— en plena forma física. Xabi Alonso, Mascherano y Gerrard conforman hoy uno de los mejores centro del campo del mundo y su defensa es segura y expeditiva. Un equipo válido, muy válido, para ganar la Copa de Europa. Sobran las palabras a un equipo que rozó la perfección la pasada noche. Cuatro goles y el doble de ocasiones claras hicieron del partido un festival inglés. Del resto de eliminatorias lo más destacado es el reencuentro del Barcelona con su filosofía. Las dudas tras un bajón comprensible propiciaron un estado de crisis innecesario. El Barça, si juega siempre como sabe y no se deja superar más por lo que se encuentra fuera del terreno de juego que por lo que se encuentra dentro de él, es un serio candidato a llevarse el torneo continental y así lo demostró, arrolando en la primera parte a un Lyon dormido y superado por cualquier costado. Henry, pletórico. Eto'o, a lo suyo. Messi, un genio. Xavi, el mejor organizador del mundo y de la historia de España. Y que tantos sigan empeñándose en negarlo...

Una noticia positiva y otra negativa. El Villarreal pasó merecidamente en Grecia y el Atlético se estrelló en Oporto. Todo en orden. El Atlético es un equipo absolutamente descompensado puesto que cuenta con cuatro jugadores ofensivos superlativos y con una defensa lamentable, irrisoria, patetica, tragicómica. Al Oporto le valió con mantener el resultado en su campo y preocuparse poco de atacar puesto que todos sus esfuerzos debían estar destinados a parar a Forlán y compañía, con el agravante para los colchoneros de que Forlán, incomprensiblemente, no fue titular. El Manchester humilló al Inter, el Bayern hizo lo propio con el Sporting de Lisboa, el Chelsea apunta a semifinales un año más, el Arsenal eliminó al Roma en la patética tanda de penaltys y el resto vuelve a casa con el rabo entre las piernas. Amén del Juventus, quien dignamente estuvo a punto de eliminar al Chelsea. Haría bien el Real Madrid en fijarse en el Juventus. Cayó eliminado pero dió la cara hasta el final. Mantuvo viva su historia, fue fiel a lo que viene siendo durante toda la temporada y nadie, nadie, podrá reprochar su actitud y su fútbol. ¿Su plantilla? Observen las alineaciones de esta temporada. ¿Su presupuesto? Viene de la Serie B. Agravio comparativo, sí.

Vía | As
Imagen | El Mundo

Más que Fútbol ● 2009

1 Comentarios:

Dani Jerez dijo...

A quién tú le digas que ese equipo que jugó en Anfield ha costado casi 300 millones se descojona de la risa. Es que no hay más que añadir, en esto se resume la gestión Calderón-Pedja.

Un saludo!