Andrés Pérez | No hacía falta ser un genio de la intuición para comprobar como el ánimo en las gradas de la Romareda había caído el fin de semana pasado. Me explico, no se trata de que la afición anduviera a tortas con el equipo por su comportamiento y resultado, se trataba de una desilusión permanente, de un estado pasivo de por sí más peligroso que el activo, aunque furioso. Saltó el equipo al campo y ni siquiera los habituales aficionados peligrosamente negativos tuvieron intención de silbar en señal de dolorosa protesta. Cada uno estaba ojeando la revista, fumando plácidamente un cigarro o charlando con el de al lado. De todo menos fútbol. Me acerqué sinuosamente a la Romareda con poca esperanza, he de añadir, de disfrutar de una buena tarde de fútbol de plata. Por mucho que lo intenten llamar de plata, no quita para que sea de Segunda División, pensé. Al tomar asiento comprobé como el ambiente estaba adormilado. Ni un aplauso, ni un silbido. Nada, el hastío llegó a tal punto que no quedaban ganas para hacer nada. Tan sólo la irrupción de la multimedallista Teresa Perales arrancó la ovación de la grada. Tan desilusionada como pasiva.
Saltó el equipo al campo. Silencio sepulcral. Jamás vi cosa igual en un campo mde fútbol. El Zaragoza comenzó como una exalación dirigido por Jorge López y rematado por Ewerthon. Antes de llegar al descanso ya ganaba dos a cero frente a un Elche tan pasivo como la Romareda pero en términos genéricos, de mucha menor calidad. Carne de descenso, temo. Su portero se autoexoulsó en un penalty clamoroso y a partir de ahí el equipo alicantino fue un alma en pena, un juguete en manos de un Zaragoza que, miesterios de la vida, sin estar espoleado por la afición y sin ser machacado por la misma, practicaba su mejor fútbol. Lo que tiene jugar sin presión, deduje. Al cabo de media hora lo confirmé. Es recomendable cerrar el acceso al público, que los jugadores jueguen sin gente a su alrededor con expectativas creadas que cumplir. Que jueguen sin deber nada a nadie. Es como mejor lo harán, y con la plantilla que ostenta el Zaragoza, es poco probable que no sunba de tal manera. Por el contrario, el efecto grada, eufórica o cabreada, provoca que los futbolsitas -esas grandes mentes desequilibradas- sean extrañas almas en pena sobre el tupido césped de cualquier estadio.
El partido estaba interesante, no crean, pero preferí pensar filosóficamente sobre la idiosincrasia de un jugador de fútbol en relación a su afición a contemplar como mi equipo, aquel mismo que llevaba tres partidos seguidos en Liga sin ganar, bailaba a un Elche fúnebre pero no conseguía rematarlo. Ni siquiera hubo desesperación al término de la primera parte. Cada uno en la grada tenía su propia opinión, pero por una vez, y sin que sirva de precedente, nadie la daba. Y es algo extraño dentro de las colmenas sociales llamadas estadios de fútbol, donde la opinión es lo único que cuenta. Tengas argumentos o no. Comenzó la segunda parte y el sueño de la grada se trasladó al campo. Allí el Zaragoza se veía tan superior que se durmió en su propia magnificencia. Contra el Elche servirá, contra otros equipos, más preparados y con los once sobre el campo, es posible que no. Entonces, por aquellos lares del minuto 60 de partido, la afición despertó digna de sí misma. Los pásala que eres un absoluto chupón y los mercenarios, marcad otro gol, volvieron a hacerse presentes en el cielo de Zaragoza, para satisfacción propia he de decir. No están muertos, lo cual supuso un alivio para completar todos los post del año.
Caffa se convirtió en el blanco de todos los disparos de un señor de avanzada edad a mi derecha. "Es muy malo, ¡corre!", explicaba elocuentemente tras perder un balón. "Que bueno es, ójala se quede", señalaba diez minutos después, tras una interesante jugada del propio Caffa. Esto es otra cosa, deduje para mis adentros, ya iba siendo hora que el caballero de al lado, tan propenso a la bipolaridad, despertara de su letargo. Y así, sucesivamente, todo el estadio, que a pesar de dominar y ganar holgadamente exigía un mejor juego y más goles. En ese momento comprendí que el letargo de la primera parte se debía a sendos goles. Porque tras no marcar, todo se volvió gris. Lo cual no tiene mucho sentido si tenemos en cuenta que el equipo está en Segunda, y no se le puede exigir un juego comparable a, digamos, el Brasil de 1970. Ni los goles del Manchester del año pasado. Ganar dos a cero sin apuros debería ser motivo suficiente para aplaudir y volver feliz al dulce hogar estando en Segunda. Pero la afición de la Romareda no entiende de lógica. Ni cierto grupo de animación, por decir algo, que se dedicó a cantar un bonito pareado a Bandrés, en relación a su relación con su mujer y a su presunto hurto del escudo. Bastante lamentable, en términos genéricos. Aunque, a estas alturas, no debiera extrañarme nada.
Imagen | Marca
Más que Fútbol ● 2008
Saltó el equipo al campo. Silencio sepulcral. Jamás vi cosa igual en un campo mde fútbol. El Zaragoza comenzó como una exalación dirigido por Jorge López y rematado por Ewerthon. Antes de llegar al descanso ya ganaba dos a cero frente a un Elche tan pasivo como la Romareda pero en términos genéricos, de mucha menor calidad. Carne de descenso, temo. Su portero se autoexoulsó en un penalty clamoroso y a partir de ahí el equipo alicantino fue un alma en pena, un juguete en manos de un Zaragoza que, miesterios de la vida, sin estar espoleado por la afición y sin ser machacado por la misma, practicaba su mejor fútbol. Lo que tiene jugar sin presión, deduje. Al cabo de media hora lo confirmé. Es recomendable cerrar el acceso al público, que los jugadores jueguen sin gente a su alrededor con expectativas creadas que cumplir. Que jueguen sin deber nada a nadie. Es como mejor lo harán, y con la plantilla que ostenta el Zaragoza, es poco probable que no sunba de tal manera. Por el contrario, el efecto grada, eufórica o cabreada, provoca que los futbolsitas -esas grandes mentes desequilibradas- sean extrañas almas en pena sobre el tupido césped de cualquier estadio.
El partido estaba interesante, no crean, pero preferí pensar filosóficamente sobre la idiosincrasia de un jugador de fútbol en relación a su afición a contemplar como mi equipo, aquel mismo que llevaba tres partidos seguidos en Liga sin ganar, bailaba a un Elche fúnebre pero no conseguía rematarlo. Ni siquiera hubo desesperación al término de la primera parte. Cada uno en la grada tenía su propia opinión, pero por una vez, y sin que sirva de precedente, nadie la daba. Y es algo extraño dentro de las colmenas sociales llamadas estadios de fútbol, donde la opinión es lo único que cuenta. Tengas argumentos o no. Comenzó la segunda parte y el sueño de la grada se trasladó al campo. Allí el Zaragoza se veía tan superior que se durmió en su propia magnificencia. Contra el Elche servirá, contra otros equipos, más preparados y con los once sobre el campo, es posible que no. Entonces, por aquellos lares del minuto 60 de partido, la afición despertó digna de sí misma. Los pásala que eres un absoluto chupón y los mercenarios, marcad otro gol, volvieron a hacerse presentes en el cielo de Zaragoza, para satisfacción propia he de decir. No están muertos, lo cual supuso un alivio para completar todos los post del año.
Caffa se convirtió en el blanco de todos los disparos de un señor de avanzada edad a mi derecha. "Es muy malo, ¡corre!", explicaba elocuentemente tras perder un balón. "Que bueno es, ójala se quede", señalaba diez minutos después, tras una interesante jugada del propio Caffa. Esto es otra cosa, deduje para mis adentros, ya iba siendo hora que el caballero de al lado, tan propenso a la bipolaridad, despertara de su letargo. Y así, sucesivamente, todo el estadio, que a pesar de dominar y ganar holgadamente exigía un mejor juego y más goles. En ese momento comprendí que el letargo de la primera parte se debía a sendos goles. Porque tras no marcar, todo se volvió gris. Lo cual no tiene mucho sentido si tenemos en cuenta que el equipo está en Segunda, y no se le puede exigir un juego comparable a, digamos, el Brasil de 1970. Ni los goles del Manchester del año pasado. Ganar dos a cero sin apuros debería ser motivo suficiente para aplaudir y volver feliz al dulce hogar estando en Segunda. Pero la afición de la Romareda no entiende de lógica. Ni cierto grupo de animación, por decir algo, que se dedicó a cantar un bonito pareado a Bandrés, en relación a su relación con su mujer y a su presunto hurto del escudo. Bastante lamentable, en términos genéricos. Aunque, a estas alturas, no debiera extrañarme nada.
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Más que Fútbol ● 2008
2 Comentarios:
El Zaragoza tiene equipo como para mandar en segunda sin problemas. Yo confío en Marcelino.
Un saludo de cibermadridista.blogspot.com
En fin.. debeis salir de segunda con el equipazo que teneis ya!
Que tal Caffa? anda que menudo negocio hemos hecho cediendolo un año... y mientras jugando jose mari...
Saludos
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