Andrés Pérez | En España nos rasgamos las vestiduras: un equipo de preeminencia defensiva, anclado alrededor de su portería, desechando cualquier posibilidad de ataque, eliminó al mejor equipo del mundo. Más allá del mero calificativo trivial: eliminó al conjunto que el año anterior lo había ganado todo, al de la perfección en el dominio de los conceptos ofensivos básicos. Antes de dilapidar lo que muchos erróneamente conciben como anti-fútbol conviene intentar recordar sólo cinco equipos que, planteando el mismo partido que el Inter, hayan conseguido tumbar al Barcelona.
El Inter ha alcanzado la final de la Copa de Europa por méritos propios. Parapetado en torno a Julio César, Mourinho supo leer la eliminatoria mejor que Guardiola, o al menos supo aplicar mejor su objetivo sobre el terreno de juego. Recuérdenlo: en la ida el Inter marcó tres goles en seis ocasiones, presionó arriba, no se amilanó y venció con todo el merecimiento al Barcelona. Dicha ventaja le permitía ayer plantear una defensa férrea y un rechazo frontal al juego ofensivo. Porque caer en la hipocresía es el pecado de la soberbia: si el Barça es el mejor equipo del mundo, la única vía posible de victoria es lo que el Inter hizo ayer. Compartir tal axioma y rechazar la actitud del conjunto de Mourinho es dar la espalda a la coherencia.
Cabe aplaudir al Barça, que duda cabe. Jugó mal, pero el Inter le forzó a ello. Más allá de eso, murió con de pie e intentando ser fiel a su estilo a pesar de la imposibilidad manifiesta de serlo, o al menos de serlo al mismo nivel al que nos tenía acostumbrados, dada la perfección defensiva interista. No es un fin de ciclo, ni una mancha en ningún historial; no se trata de olvidar méritos pero tampoco de caer en la inquinia impotente de algunos otros: este Barça es igual de grande haya caído o no ante el Inter.
Desde el elogio al Barcelona de Guardiola hay que enfrentar el mérito absoluto del Inter. Cuentan que defender es más sencillo que atacar y hay que creerlo puesto que así está estipulado en España, enamorados como estamos del fútbol de combinación y ataque de la selección o del Barça. Pero no ha de ser necesariamente cierto. El Inter anoche dio una lección de cómo defender: coberturas, ayudas, concentración en todo momento, falta de errores, intensidad y sacrificio. Mantener tales aptitudes durante 90 minutos es una tarea que merece reconocimiento. Es cierto, no es bonito, pero no es menos cierto que porque su vistosidad sea escasa no sea complicadísimo.
Tachan ahora a Mourinho de racanería y maquiavelismo. También mentan a su madre. Mourinho será todo lo que la prensa mediática y la opinión pública desee, pero no es un poeta. Aplica las armas que tiene en todo momento a la perfección tras la lectura idónea de cada situación. Mourinho es un entrenador pragmático con un abrumador dominio de los conceptos tácticos. Tales cualidades le convierten en un estratega. Si necesita atacar lo hace y lo consigue; si necesita defender destruye espacios; si necesita contragolpear juega con dos extremos y un lanzador; y, si necesita no atacar para llegar a la final de la Copa de Europa con un equipo que no la alcanza desde el 65, no ataca.
Porque Mourinho es un estratega, no un romántico. Y no por ello debemos odiarle, sino más bien admirarle.
Lectura obligada | Mourinho: sobre méritos, justicias y racanerías (Planeta Axel), El Inter de Mourinho elimina al Barcelona (Diarios de Fútbol),
Imagen | RTVE, Marca
El Inter ha alcanzado la final de la Copa de Europa por méritos propios. Parapetado en torno a Julio César, Mourinho supo leer la eliminatoria mejor que Guardiola, o al menos supo aplicar mejor su objetivo sobre el terreno de juego. Recuérdenlo: en la ida el Inter marcó tres goles en seis ocasiones, presionó arriba, no se amilanó y venció con todo el merecimiento al Barcelona. Dicha ventaja le permitía ayer plantear una defensa férrea y un rechazo frontal al juego ofensivo. Porque caer en la hipocresía es el pecado de la soberbia: si el Barça es el mejor equipo del mundo, la única vía posible de victoria es lo que el Inter hizo ayer. Compartir tal axioma y rechazar la actitud del conjunto de Mourinho es dar la espalda a la coherencia.
Cabe aplaudir al Barça, que duda cabe. Jugó mal, pero el Inter le forzó a ello. Más allá de eso, murió con de pie e intentando ser fiel a su estilo a pesar de la imposibilidad manifiesta de serlo, o al menos de serlo al mismo nivel al que nos tenía acostumbrados, dada la perfección defensiva interista. No es un fin de ciclo, ni una mancha en ningún historial; no se trata de olvidar méritos pero tampoco de caer en la inquinia impotente de algunos otros: este Barça es igual de grande haya caído o no ante el Inter.
Desde el elogio al Barcelona de Guardiola hay que enfrentar el mérito absoluto del Inter. Cuentan que defender es más sencillo que atacar y hay que creerlo puesto que así está estipulado en España, enamorados como estamos del fútbol de combinación y ataque de la selección o del Barça. Pero no ha de ser necesariamente cierto. El Inter anoche dio una lección de cómo defender: coberturas, ayudas, concentración en todo momento, falta de errores, intensidad y sacrificio. Mantener tales aptitudes durante 90 minutos es una tarea que merece reconocimiento. Es cierto, no es bonito, pero no es menos cierto que porque su vistosidad sea escasa no sea complicadísimo.
Tachan ahora a Mourinho de racanería y maquiavelismo. También mentan a su madre. Mourinho será todo lo que la prensa mediática y la opinión pública desee, pero no es un poeta. Aplica las armas que tiene en todo momento a la perfección tras la lectura idónea de cada situación. Mourinho es un entrenador pragmático con un abrumador dominio de los conceptos tácticos. Tales cualidades le convierten en un estratega. Si necesita atacar lo hace y lo consigue; si necesita defender destruye espacios; si necesita contragolpear juega con dos extremos y un lanzador; y, si necesita no atacar para llegar a la final de la Copa de Europa con un equipo que no la alcanza desde el 65, no ataca.
Porque Mourinho es un estratega, no un romántico. Y no por ello debemos odiarle, sino más bien admirarle.
Lectura obligada | Mourinho: sobre méritos, justicias y racanerías (Planeta Axel), El Inter de Mourinho elimina al Barcelona (Diarios de Fútbol),
Imagen | RTVE, Marca
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